Cierto es que los caminos del proceso social a veces se tornan vericuetos más que avenidas y que no faltan los baches y escollos y precipicios que acechen a la vera. Por ello, para juntar los leños y prender la yesca, para alzar la tea y alumbrar esos mismos caminos hacen falta los líderes, que […]
Cierto es que los caminos del proceso social a veces se tornan vericuetos más que avenidas y que no faltan los baches y escollos y precipicios que acechen a la vera.
Por ello, para juntar los leños y prender la yesca, para alzar la tea y alumbrar esos mismos caminos hacen falta los líderes, que más que empujar a las masas, arrastren tras sí a los actores profusos del cambio.
Eso ha pasado también en Cuba, donde, de huellas indelebles de líderes se hicieron los caminos. Basta recordar en la República – para bienes y para males- nacida el primer 20 de mayo el siglo XX la caterva de líderes que en las distintas esferas o grupos sociales arrastraron tras sí la carreta del progreso.
Sin distingos de rangos o clases menciono, a vuelo de memoria, a Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras Holmes, Aracelio Iglesias, Jesús Menéndez, Eduardo Chibás, José Antonio Echeverría, Frank País García, entre los muchos que sirvieron de luz al final del túnel y que, con su carisma y ejemplaridad guiaron a sus contemporáneos en sus diversos sectores de acción.
El proceso de liberación nacional emprendido en la década de los cincuenta tuvo como líder indiscutible a Fidel Castro Ruz quien hasta nuestros días ha llevado con hidalguía las riendas de la nación, e incluso después de la renuncia a sus altos cargos oficiales, el compañero Fidel, como gusta que le llamen, no ha podido renunciar, y así no lo ha permitido, con amor, su pueblo, a su condición de Comandante en Jefe y de máximo líder de la Revolución Cubana.
Tuvo Cuba en estos más de cincuenta años de Revolución Socialista, líderes en los diversos sectores del quehacer social, entre ellos Lázaro Peña, llamado con justeza el Capitán de la clase obrera, quien ejerció con especial magnetismo e inteligencia la dirección del movimiento laboral y fue, al parecer , el último de los líderes obreros en Cuba.
Vilma Espín Guillois, al frente de la Federación de Mujeres Cubanas , fue, desde que se fundara esta organización hasta su fallecimiento un símbolo vivo de la aguerrida y dulce presencia de la mujer en las tareas de la Revolución y sin dudas que ejerció un magistral liderazgo sobre las féminas del país..
Otro líder, esta vez del campesinado, fue el guajiro Pepe Ramírez quien, vinculado a las luchas insurreccionales desde los tiempos del Ejército Rebelde, gozó del respeto y admiración de la gente de monte adentro y llano afuera, que todavía le recuerda con cariño.
En el campo juvenil alternativamente brillaron varios, en materia de liderazgo. Uno de ellos fue, el malogrado Robertico Robaina de quien se dice que en sus tiempos de Primer Secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas, movilizó a la organización – con beneplácito y desaprobación de unos u otros- con una imagen fresca y desenvuelta acorde con el propio universo de los jóvenes de entonces.
Sin embargo, en buena medida, los líderes juveniles cubanos, hechos, su mayoría, en laboratorios, hartos de miel robada, no fueron talmente consecuentes con las expectativas y sueños depositados en ellos. Y esto puede ser un capítulo inédito por estudiar con más detenimiento.
Lo cierto y, contundentemente cierto es que, Fidel y Raúl siguen siendo, para bien, los líderes del hoy de esta nación. Ambos con méritos históricos y cotidianos y con la capacidad de hacerse seguir por la mayoría de los cubanos aún en estos tiempos en que a las unanimidades monolíticas se le han desmoronado los pies de barro.
Pero no basta, creo, sólo tan alto liderazgo en una sociedad que se estructura a nivel de organizaciones y conforme a divisiones -diría yo multiplicaciones- político-administrativas y que necesita referentes más cercanos. Una sociedad que queremos analice en la base sus problemas y gestione las soluciones con la participación de todos.
No estoy hablando de líderes al por mayor pero dondequiera que la autoridad formal pueda estar calzada por algo más que el nombramiento, el futuro estará cada vez más cercano. Ahí está, y lo digo sin ultranzas ni apologías, el caso del actual ministro cubano de más tiempo en su cargo: Abel Enrique Prieto Jiménez, que ha logrado -amén de posibles yerros- con singular carisma, inteligencia y trabajo hacer navegar viento en popa a la barca prodigiosa de la Cultura Cubana en medio de mares a veces enrarecidos.
A veces me parece como si los tiempos de los Primeros Secretarios del Partido-líderes en sus territorios hubiesen pasado, como si en las organizaciones de masa no hicieran falta aquellos dirigentes carismáticos que no tengan que empujar, a veces a duras penas, a las membresías en la consecución de las misiones.
Es cierto que habrá que cuidarse de los pretendidos endiosamientos particulares, los cultos a sí mismos y que alguno se crea más allá de lo que es, pero la observancia rigurosa y la crítica oportuna de los mayores pueden enmendar a tiempo entuertos y bien valen los riesgos. Yo apuesto a encontrar y/o formar líderes nacidos del propio fragor del trabajo y formados en la entrega cotidiana desde la misma base y con fidelidad probada a nuestro proyecto social.
En ello, también, está la garantía de su continuidad.
Pedro López Cerviño.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.