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Respuesta al Dr. Carlos G. Borroto

De los «transgenéticos» socialistas milagrosos

Fuentes: Rebelión

Dr. Borroto, Ante todo, quisiera agradecer la publicación de su carta en el excelente periódico Rebelión: yo también respeto muchísimo este medio de comunicación. Lo consulto a menudo y considero que es muy importante -tanto por la riqueza de la información que difunde, sus perspectivas alternativas, así como el alcance mayor que tiene- Es además […]

Dr. Borroto,

Ante todo, quisiera agradecer la publicación de su carta en el excelente periódico Rebelión: yo también respeto muchísimo este medio de comunicación. Lo consulto a menudo y considero que es muy importante -tanto por la riqueza de la información que difunde, sus perspectivas alternativas, así como el alcance mayor que tiene- Es además una fuente informativa de reputación intachable para la izquierda revolucionaria mundial de la cual estimo humildemente formar parte.

Si me atrevo hoy a contestarle a una eminencia científica cubana como usted a través de este medio, no es porque pretendo ser especialista sobre el tema de los OGM, y tampoco porque me pague un Think Tank imperialista o una multinacional comercializadora de transgenéticos (?)… De hecho, prefiero declararle de antemano algo que, a lo mejor, le parecerá una afrenta: no soy de nacionalidad cubana. Soy una sencilla quebecense, estudiante de Ciencias Ambientales que se interesa en y defiende a Cuba desde hace muchos años, que tuvo la inconmensurable suerte de realizar, hace muy poco, un estudio sobre cooperativas agroecológicas y de vivir durante algunos meses en el campo cubano. Pero en mi corazón y en mi alma me siento cubana, así como me imagino que se sienten muchos militantes socialistas en el mundo entero -como los numerosos compañeros de la Via Campesina que asistieron y que tuve el inmenso privilegio de conocer en el magnífico «II Encuentro Internacional sobre Agroecología y Agricultura Sustentable», organizado por la ANAP, en noviembre pasado. Por esta razón he decidido involucrarme en este debate, no con deseo soberbio de intromisión en asuntos cubanos, ni para «darle leña al fuego del enemigo», sino porque me siento sumamente interpelada por este tema, y sobre todo, porque Cuba -tierra que amo y admiro profundamente- está directamente involucrada. Además, tomo muy en serio el pensamiento de José Martí que dice: «Patria es Humanidad», por lo que considero que Cuba es también mi patria, así como Cuba es una luz para el mundo, es decir, que su legado revolucionario es patrimonio de toda la humanidad.

Le mencionaré de entrada que si bien el enfoque de su respuesta a la carta de alerta de Narciso Aguilera Marín me pareció esencialmente economicista, productivista y positivista (explicaré a continuación por qué), mi enfoque es de otra índole. Mi análisis se concentra en variables que usted parece evacuar de su ecuación ‘costos-beneficios’ en cuanto a la adopción a gran escala del maíz transgenético en Cuba, o sea, sobre los aspectos e impactos socio-ambientales, socio histórico-culturales, socio-políticos internos y externos, así como éticos del asunto.

Usted menciona que «es el uso inadecuado de la tecnología y no la tecnología en sí misma en donde está el problema». Esta frase parece resumir no solamente su razonamiento en torno a los OGM, sino también su visión del mundo. Quisiera citar, para introducir mi reflexión con respecto a esta idea, al Dr. Richard Levins, un eminente investigador, matemático, ecologista y militante socialista (espero sinceramente que usted no desacredite o rechace sus aportes por haber nacido en EEUU). Levins ha colaborado con el movimiento agroecológico en Cuba desde sus inicios. En su artículo titulado «Una crítica izquierdista de la agricultura orgánica», publicado en la revista Nueva Internacional, en 2005, él menciona lo siguiente acerca del debate entre agricultura ecológica/orgánica y agricultura convencional (tecno-industrial) con respecto a los países del llamado Tercer Mundo.

«(…) la ciencia evoluciona acorde con las necesidades de la industria y sus filosofías dominantes. Al fin y al cabo, la lucha entre una agricultura altamente tecnológica-química y una agricultura ecológica es también una lucha entre una visión mecanicista/reduccionista y una visión dialéctica de la naturaleza y de la ciencia. Pero, lamentablemente y demasiado a menudo, algunos socialistas caen en un progresismo pasivo que solamente ve un costado de la contradicción, imagina solamente una vía de progreso a lo largo de la cual las cosas son más avanzadas o más atrasadas. Luego imaginan que tecnologías capitalistas pueden ser adoptadas integralmente para fines socialistas. Esta admiración hacia la tecnología burguesa ha sido precisamente uno de los elementos de fracaso de la desastrosa historia de la industria soviética» (Levins, 2005(b): p.175-176)

En efecto, ciencia, tecnología y medioambiente son esferas culturales interrelacionadas, intrínsecamente imbricadas, que se influencian profundamente. De hecho en Cuba, algunos (o muchos) lo han entendido, ya que estas tres esferas han sido incluidas, de forma vanguardista a nivel mundial, dentro de un mismo ministerio, el CITMA (Ministerio para la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente).

El mismo Levins, en su artículo «Cómo Cuba se está volviendo ecológica», publicado en la Revista Capitalismo, Naturaleza y Socialismo (2005), menciona en su introducción lo siguiente:

«Cómo hace Cuba? Mientras en el mundo entero, los problemas ambientales continúan agravándose a pesar de intensas investigaciones y de mucha retórica, ¿cómo un país pobre del llamado Tercer Mundo, sitiado por un vecino tan hostil, ha sido capaz de encaminarse hacia un desarrollo ecológico que combine objetivos de viabilidad, equidad y calidad de vida? ¿Cómo logró un compromiso hacia un programa integral de áreas protegidas, de agricultura ecológica y orgánica, niveles de salud pública solamente superados por países escandinavos, educación ambiental, salud ocupacional, planificación urbana y desarrollo económico compatible con una protección del medio ambiente, así como un cumplimiento con los mayores estándares ambientales del mundo? Aunque el compromiso con la agroecología y el desarrollo ecológico sea relativamente nuevo [en Cuba], no es, como muchas veces se interpreta de forma errónea, una medida improvisada en respuesta al Periodo Especial, a la crisis económica que trajo el colapso de las relaciones comerciales con la Unión Soviética, o al recrudecimiento de la guerra económica por parte de los Estados Unidos. Más bien este compromiso está arraigado en una compleja historia de ciencia colonial antiimperialista, en la emergencia de una comunidad lúcida y dedicada de ecologistas, así como en las transformaciones de la sociedad cubana desde el año 1959″. (Levins, 2005(a): p. 7)

Este extracto traduce de forma elocuente la visión que la izquierda mundial en su conjunto tiene de Cuba, sobre todo sus movimientos ecosocialista, de ecología política y altermundista. Muy presente dentro de este último movimiento se encuentra la corriente antidesarrollismo. Ésta promueve un decrecimiento cuantitativo y un crecimiento cualitativo en los países del ‘Norte’, así como apoya un ecodesarrollo o desarrollo diferente (crítico de ciertas premisas destructivas de la modernidad occidental) en los países explotados del mal llamado Tercer Mundo1. Ora aquí, cabe destacar que dicha visión no es una fantasía: es una piedra angular de la utopía y de la solidaridad internacional hacia, con y para Cuba, a muchos niveles (entre otros, económicos). Por esta razón, discrepo profundamente con usted, cuando menosprecia la opinión y la importante labor de investigadores, autores y militantes ‘estadounidenses’ tales como el Dr. Peter Rossett, o Miguel Altieri (*para su información, el primero vive en México y ha adoptado la nacionalidad de este país, y el segundo, si bien trabaja en EEUU, es de origen chileno). El concepto que usted parece tener de estos investigadores «norteamericanos» no es solamente despectivo, sino que podría asimilarse a una cierta prepotencia ciega, y seguramente una falta de lucidez internacionalista. Efectivamente, acordémonos de que sin revolución, o por lo menos, movilización social contra-hegemónica en los EEUU o en otras partes del mundo, sea donde sea, como bien lo advirtió Fidel Castro, la Revolución cubana siempre será sometida al férreo y cruel contexto mundial en el cual reina, de forma totalitaria, el capitalismo.

Levins pone un énfasis particular sobre el hecho que Cuba constituye una sociedad que «(…) demuestra una conciencia ambiental muy avanzada, que reconoce la naturaleza como parte integral de su identidad», con instituciones activas «en el desarrollo de valores ambientales y culturales, cubanos y planetarios»2 (Levins, 2005(a): p.18). Al final de su importante, solidario y valiente artículo, él menciona:

«Los ecologistas han ganado la batalla [en Cuba] en contra del desarrollismo. Fue largo, y el debate fue virulento a veces (…) A pesar de incentivos y compromisos hacia un camino ecológico, los cubanos habrían podido decidir proceder de otra forma. En realidad lo hicieron al principio ante la ausencia de una conciencia ecológica, así como la urgencia de satisfacer las necesidades de la gente, lo que llevó a decisiones dañinas. Sin embargo, cuando la primera Revolución Verde, desarrollista, se volvió destructora de la capacidad productiva y envenenó a la gente y a la naturaleza, fue suficiente razón para revisar la estrategia. (…) el liderazgo científico y político cubano, fuertemente comprometido con un enfoque amplio, dinámico e integral, fue capaz de reconocer el origen de diferentes estrategias desarrollistas en la economía política mundial, así como las implicaciones de decisiones alternativas. Significa que hubo científicos preparados para argumentar a favor de un desarrollo ecológico, oídos receptivos a nivel de liderazgo, un público simpático frente a estos argumentos, así como una lógica de toma de decisión que permitieron la concretización de un ecodesarrollo dentro de un marco de equidad y de colectividad -propio del socialismo cubano. Así es como Cuba hace». (Levins, 2005(a): p. 24-25).

Lamentablemente al leer su carta, Dr. Borroto, me di cuenta que esta «batalla en contra del desarrollismo» por parte de los compañeros ecologistas en Cuba no está ganada. Más bien prosigue, más fuerte que nunca, ahora ante la posibilidad de una «Segunda Revolución Verde»; la de los transgenéticos milagrosos los cuales, usted argumenta, difieren sustancialmente cuando están aplicados dentro del socialismo cubano por ciertas entidades estatales en vez de en el marco de un capitalismo desatado por parte de multinacionales sin escrúpulos.

Dr. Borroto: su rotunda afirmación según la cual la tecnología de los OGM no es el problema, constituye no solamente un insulto para los numerosos investigadores cubanos y del mundo entero que han demostrado lo contrario a costa de grandes esfuerzos y riesgos (dentro de ciertos marcos capitalistas), sino también un grave peligro para todos los movimientos políticos, campesinos y ciudadanos del mundo que luchan en contra de los mismos y que se inspiran fuertemente de Cuba al hacerlo. Ellos luchan no solamente en contra del contexto de fuerzas macro-sistémicas capitalistas en el cual están desplegados estos OGM, sino también en contra de la esencia misma de estas aberraciones de laboratorio que la ciencia moderna occidental, en su exaltación positivista, antropocentrista y etnocentrista de autoproclamación, describe como «progreso».

Es una verdadera lástima que en Cuba -el país a la vez más ecológico, humanista y revolucionario del planeta- ciertos actores institucionales muy influyentes como usted siga haciendo «ciencia» dentro del mismo paradigma cultural hegemónico del cual Cuba representa, a los ojos del mundo y sobre todo de la izquierda internacional, la antítesis. Usted cae en argumentos economicistas, productivistas y hasta mercantilistas como lo hacen los propios promotores de los OGM en el capitalismo. Usted invoca la mayor productividad de los OGM (la cual ha sido, de hecho, refutada por numerosos estudios científicos cubanos u otros), y el incremento de ganancia para los campesinos. Pregunto: ¿es todo lo que importa? ¿Aumentar (supuestamente) la producción, sea como sea, y aumentar las ganancias? Estos argumentos no dejan de provocarme reflexiones en torno al concepto que usted tiene del Socialismo del Siglo XXI. ¿Dónde está la mirada ecosocialista 3 , tan necesaria al alba de este nuevo siglo de crisis de civilización y socioambiental mundial, en sus planteamientos Dr. Borroto? Obviamente, el socialismo es un camino sumamente viable para la humanidad si ésta desea seguir existiendo, ya que resulta «absolutamente imposible construir un orden nuevo respetuoso de la dinámica de los ecosistemas naturales en el marco del capitalismo, que tiene como motor fundamental el lucro y la acumulación de capital que no puede armonizarse con los ritmos de la naturaleza». (Claude, 2007; p. 5). Sin embargo, los argumentos que usted avanza a favor de los OGM denotan, entre otras cosas, que no reconoce la necesidad de superar el socialismo científico, el cual «(…) al igual que todo pensamiento hijo de la modernidad y del antropocentrismo exacerbado, olvida la necesidad de construir una relación hombre-naturaleza respetuosa y equilibrada». (Claude, 2007: p. 5).

Desde diferentes horizontes y perspectivas, que tienen como denominador común el deseo de construcción de un nuevo mundo sobre un paradigma ecosistémico y ecocentrista, millones de investigadores, militantes de base, profesionales, y segmentos importantes de pueblos de todo el planeta -que se ubican, bien dentro de procesos revolucionarios o bien al margen del sistema capitalista hegemónico- rechazan rotunda y enteramente los OGM. Ellos lo hacen no solamente por razones económicas, sino también socioambientales, sociopolíticas, histórico-culturales, éticas y hasta espirituales. Invalidar estas razones y sensibilidades para rechazar los OGM, invocando de forma peyorativa su carácter «no-científico», «filosófico», «romántico» o «esotérico», es el propio de un positivismo ciego, que eleva la ciencia moderna, occidental y occidentalizadora, en verdad absoluta. Es, además, creer que acorde a esta ciencia -o uno de sus sectores (la biotecnología, por ejemplo)- se puede entender, reducir y regular la totalidad de nuestro mundo. En realidad se ignora, de esta forma, que dicha ciencia es una construcción no solamente social, sino también histórico-cultural, política, ideológica, simbólica y ética particular, portadora de ciertos contenidos hegemónicos. Dicha reflexión puede extenderse a la perspectiva que usted ofrece de instituciones internacionales que califica de «fuentes de las mas imparciales y basadas en datos concretos», tales como la «Organización Mundial de la Salud, la FAO y las principales Academias de Ciencias del Mundo» (¿qué academias?)… Como si la ciencia fuera, para empezar, completamente imparcial, y que estas mismas entidades a las cuales usted hace referencia, no fueran también construcciones sociales, y por cierto, muy ligadas al poderío hegemónico mundial al cual Cuba se enfrenta.

La desconexión entre el ser humano y la naturaleza, por cierto, ha sido peligrosamente acentuada con el capitalismo a partir del siglo XIX a razón de la mercantilización de tres esferas claves de la vida humana: la Tierra, la moneda y el trabajo4. Sin embargo, no podemos olvidar que esta «irracionalidad ecológica» de la economía capitalista, que ha podido crecer como un cáncer sobre nuestro planeta hasta el día de hoy, no surgió de la nada: tiene raíces histórico-culturales profundas, muy profundas, y una de sus mayores anclas es la idea o creencia occidental-moderna en el ‘desarrollo’ (Rist, 2003). Esta ‘creencia’ parece tributaria de la idea de dominación de la naturaleza por el hombre, proveniente del cartesianismo del siglo XVII, y podríamos remontar la máquina del tiempo hasta el advenimiento del monoteísmo en la antigüedad. ¿Delirio filosófico? No tanto… ¿Acaso no han prevalecido en el seno del Socialismo Real el antropocentrismo exacerbado (aunque no sea individual, sino colectivo) y la misma obsesión hacia el ‘progreso’ -con sus corolarios de pensamiento lineal, reduccionista, desarrollista, economicista, productivista, industrialista y mecanicista?

Dr. Borroto, su carta parece no solamente negar los riesgos socio-ambientales asociados a los OGM -los cuales han sido demostrados por varios investigadores cubanos y del mundo entero- sino también un principio básico de la misma ciencia que usted alaba: la precaución. O sea que en defecto de haberse realizado suficientes estudios sobre un periodo extenso, o en defecto de disponer de datos suficientemente ‘convincentes’, es preferible abstenerse de desarrollar y utilizar ciertas ‘tecnologías’. Por supuesto, este criterio científico de ‘datos convincentes’, sobre todo a nivel epidemiológico, es bien elástico, ya que se muestra bastante flexible a la hora de apoyar nuevas tecnologías hijas del santísimo ‘progreso’, y sumamente refractario a la hora de refutar las mismas, por lo que al fin y al cabo, resulta altamente manipulable y cuestionable. El Dr. Hubert Reeves, un astrofísico, ecologista y pensador quebecense, dice en su libro Mal de Tierra que la energía nuclear -a la luz de sus peligros y de la fatal contaminación que genera- es una tecnología para los ángeles, no para los imperfectos seres humanos (Reeves, 2003: p. 83). Y habla con conocimiento de causa, ya que trabajó como físico nuclear para la General Dynamics (EEUU), en los años 1950, en el desarrollo de reactores nucleares a neutrones rápidos. El afirma que incluso después del Proyecto Manhattan -creador de las bombas atómicas que aniquilaron Hiroshima y Nagasaki- seguía siendo un «eufórico defensor» de esta energía, porque el pensaba ingenuamente en aquella época que «podría erradicar la pobreza en el mundo» (Reeves, 2003: p. 76). Creo que el mismo razonamiento se podría aplicar a los OGM… ¿Será que no aprendemos nada de la Historia?

Usted propone una racionalidad económica a corto plazo para legitimar los OGM, invocando el concepto de soberanía alimentaria y la necesidad (bien real) de sustituir importaciones alimentarias en Cuba. Sin embargo, usted parece olvidarse de que es en gran parte la falta de medidas ecosistémicas a largo plazo la que ha generado problemas que Cuba, como el resto del mundo, enfrenta hoy y que han afectado tan gravemente los medios de soporte de vida en todo el planeta. De hecho, a nivel estrictamente económico, ¿será que usted ignora que los riesgos muy posibles de los OGM para la salud humana (documentados) podrían tener un alto costo socioeconómico en términos de salud pública para un país asediado como Cuba? Usted menciona además que 14% de la población cubana es agrícolamente activa: esta cifra es en realidad alentadora, ya que es mayor que muchos países mal llamados ‘desarrollados’ -que yo prefiero llamar ‘explotadores’ o ‘derrochadores’- que parecen de hecho servirle de modelo, cuando en realidad, son todo lo contrario. Si bien hace falta una ‘recampesinización’ de Cuba (y de casi todas las naciones, de hecho), este desafío no es meramente un asunto demográfico o económico: es también un asunto profundamente histórico-cultural, socio-político y ético5; aristas que usted no aborda en su análisis.

Además usted pretende, en una argumentación a la vez paradójica y engañosa, demostrar la compatibilidad de los OGM con la agroecología. Me permito humildemente mencionarle que la agroecología tiene por fundamento la promoción y preservación del patrimonio genético, así como de las agro y biodiversidades, en un marco de ecodesarrollo endógeno local a pequeña escala (y no de ‘desarrollo’ exógeno dependiente a gran escala) de las comunidades rurales. Por esta razón, así como su premisa fundamental de adaptación específica a las condiciones in situ, la agroecología no puede ser nunca considerada como una »receta única», como usted lo pretende, ya que aquel concepto está en sus antípodas. Dentro de dicho ecodesarrollo endógeno, los aspectos socio-económicos, socio-ambientales, socio-políticos y socio-histórico-culturales están íntimamente imbricados, ya que este tipo de desarrollo, así como las cooperativas agroecológicas que sostiene, tienen varios aportes:

1.     De autosuficiencia alimentaria y comunitaria viable -en lo que satisface necesidades materiales básicas;

2.     De anclaje en el terruño -en lo que satisface necesidades de relaciones con el medio de vida;

3.     De consolidación del tejido social y de valorización de la identidad y de los saberes (entre otros ancestrales) -en lo que satisface necesidades de relación y afectivas;

4.     De expresión del potencial creativo e ideológico, de conciencia, hasta de espiritualidad -en lo que satisface necesidades expresivas, muy ligadas a la utopía.

A su vez, el plan de cultivo de OGM que usted propone promueve:

1.     Una tecnología y un cultivo exógeno (o foráneo) al campo cubano y artificial que pone en grave peligro las agro y biodiversidades de Cuba -que son también un patrimonio de la humanidad;

2.     La creación de una relación de dependencia mercantilista del agricultor para su abastecimiento en semillas -relación innecesaria ya que los campesinos cubanos no compran sus semillas de maíz, sino que las producen y se las intercambian, a menudo de forma solidaria;

3.     Volver a la práctica destructora del monocultivo a gran escala (¡200 has!) -porque si entendí bien su argumentación, el CIGB está cuidadosamente vedando al no intercalar este maíz con otros cultivos por razones de seguridad, para evitar ‘contaminación’ genética (o cruzamientos), aunque los riesgos en torno a ésta serían, según usted, ínfimos. Esto significa, de acuerdo con el principio ecosistémico de la resiliencia, volver a la implementación de agroecosistemas altamente frágiles y precarios, debido a la homogeneización ‘artificial’ y patológica de los mismos, y que conllevará sistemáticamente el uso de plaguicidas para «corregir» estos sistemas «desequilibrios».

De tal forma que el uso de los OGM, también en Cuba, se inscribe en conflicto con los fundamentos de la agroecología y del ecodesarrollo endógeno que ella sustenta, y pone en peligro sus diversificados logros y complejos aportes. Además contradice la mundialmente ejemplar Ley Cubana #81 sobre el Medio Ambiente (1997), la cual reconoce como «principios nacionales», en su Artículo número 8, la agricultura ecológica (o agroecología), la protección del territorio y de la biodiversidad. Por su carácter exógeno, el uso de OGM en Cuba contradice también su Estrategia Ambiental Nacional (EAN), la cual reconoce el aporte agroecológico y la necesidad de fortalecer la autorregulación, o sea, la toma de decisión y de medidas autónomas y sistemáticas por parte del sector agropecuario ( CITMA, 2004). En fin, esta diseminación de los OGM en Cuba contradice tanto los Reglamentos Generales de las Cooperativas como la Ley de Cooperativas; dichos documentos estipulan que las cooperativas tienen como atribuciones, funciones y obligaciones las de proteger las variedades de cultivo y proteger el medio ambiente (RGCPA: Cap. IV, Art. 25, b), desarrollar una agricultura sostenible (RGCCS: Cap. IV, Art. 58, b), así como «cumplir la política de especies y variedades y las regulaciones vinculadas con el cuidado del genofondo» (LC: Cap. IV, Art. 16, h).

En fin, quisiera volver a poner luz sobre algunos aspectos que usted parece ignorar, o sea los impactos socio e históricos-culturales, éticos, así como sociopolíticos de los OGM en Cuba y fuera de Cuba. Dr. Borroto: su respuesta pasa no solamente por alto la necesidad de preservar las bio y agro-diversidades por razones socio-ambientales y socioeconómicas a mediano y largo plazo, sino que ignora completamente el hecho que estas diversidades de seres vivos y de cultivos están íntimamente ligadas a lo que se llama ‘diversidad cultural’ . De hecho, la articulación de todas estas diversidades – bio y antro – constituye un patrimonio de inestimable valor, y representa la trama de fondo del tejido de una nación, su esencia, y más aún si se trata del sector campesino de un país agrario como Cuba. La primera Revolución Verde (que no tuvo nada de verde, sino el nombre) trajo no solamente importantes daños socioambientales y económicos, sino también daños socio e históricos culturales, así como éticos, tanto para Cuba como para el mundo entero. Con el magnífico Movimiento Campesino a Campesino de la ANAP, entre otras entidades promotoras de la agroecología o de la permacultura en Cuba (tales como ACTAF, el MINAGRI, CMMLK, FANJ, Pro naturaleza, y numerosas universidades, etc.), se ha cumplido con el inmenso y mundialmente reconocido desafío de desarrollar una agricultura apropiada, productiva y sana. Estas características y estos logros han sido ampliamente documentados y demostrados, al contrario de lo que usted parece insinuar en su respuesta. Sin embargo, no se ha logrado solamente esto: se ha igualmente revalorizado el terruño, la identidad del campesino cubano, del guajiro, en breve, la fibra de la sociedad cubana. Además, al querer llevar al surco los OGM de forma amplia y convencer al campesinado cubano de adoptar los mismos, se están denigrando y arriesgando los muy arduos esfuerzos de tantos compañeros cubanos, altamente comprometidos. Ellos han entendido que estos logros de la agroecología en Cuba constituyen no solamente la base fértil de una revitalización y de un fortalecimiento del campesinado, pero también de la idiosincrasia cubana en su conjunto, de sus tradiciones -de la única Tierra libre de América y del mundo. Sólo les digo a los promotores de OGM en Cuba ¡Ojo! Que al sabotear estos esfuerzos de valorización cultural del campesinado, desplegados con tanta dedicación y amor revolucionario en Cuba, están claudicando ante la fuerza globalizante de la cultura hegemónica capitalista del Imperio y su modernidad occidentalizadora.

Por todas estas razones, en cuanto a los OGM, en Cuba o cualquier parte del mundo, discrepo de usted y afirmo sin temor ninguno que tanto el uso como la tecnología en sí misma SON el problema. El hecho de que sean ‘nacionalizados’ y adoptados dentro de un país socialista y de trayectoria revolucionaria ejemplar como Cuba no cambia nada el mero hecho que son antiecológicos, peligrosos y que sus daños colaterales a mediano y largo plazo podrían ser mucho mayores que las «ganancias» que aportarán.

En términos de daños colaterales, me refiero a todos tipos de aspectos: no solamente socioambientales y socioeconómicos, sino también sociopolíticos. Primero a nivel interno, la adopción de los OGM crea una contradicción flagrante con el movimiento agroecológico y la racionalidad ecosistémica, así como la filosofía, ética y utopía que lo sostienen y a las cuales los campesinos han sido sensibilizados por más de 15 años, a costa de enormes esfuerzos de deconstrucción de los postulados de la anterior Revolución Verde. En segundo lugar, a nivel externo, se trata de una contradicción sumamente negativa para la imagen del país «más ecológico del mundo» y que tiene la reputación internacional de ser «tierra libre de transgenéticos». Subestimar la fuerza del impacto que tuviera la adopción a gran escala de OGM en Cuba sobre la izquierda mundial , los países en camino hacia el socialismo como Venezuela o Bolivia (donde se trata no sin dificultades de hacer respetar nuevas legislaciones anti-OGM), los movimientos sociales y la solidaridad internacional, sería muy ingenuo. En fin, no se pueden obviar tampoco los profundos y quizás irreversibles daños socio-culturales, éticos, hasta ideológicos, que causaría en el campesinado -columna vertebral de la nación cubana y de la Revolución- esta medida irresponsable que representa la amplia difusión de los OGM. Aquello tuviera un efecto destructor sobre el rico y holístico sistema de pensamiento de los campesinos, quienes, en gran medida, han logrado preservar, a pesar de los daños causados por la Revolución Verde, una visión y relación fértil de equilibrio con la naturaleza y una fuerte conexión con la misma. Esto constituye un tesoro de inapreciable valor -que no se mide en quintales ni en dólares- en estos tiempos de crisis de civilización, de ruptura de las alteridades humanas y naturales así como de destrucción despiadada y sin precedentes de nuestra casa común y única, la tierra.

P.D.: Al fin y al cabo, lo que sobresale de todo este debate es un conflicto de ‘cosmologías’ o ‘cosmovisiones’, como  dice el gran filósofo y teólogo de la liberación Leonardo Boff (el mismo que afirma «mi corazón tiene la forma de la isla de Cuba «):

«(…) el gran debate será en torno a las dos cosmologías presentes y en conflicto en el escenario de la historia. Por cosmología entendemos la visión del mundo -cosmovisión- que subyace a las ideas, a las prácticas, a los hábitos y a los sueños de una sociedad. Cada cultura posee su respectiva cosmología. Mediante ella se procura explicar el origen, la evolución y el propósito del universo, y definir el lugar del ser humano dentro de él. La nuestra actual es la cosmología de la conquista, de la dominación y de la explotación del mundo, con vistas al progreso y al crecimiento ilimitado (…) Vivimos tiempos de urgencia. El conjunto de las crisis actuales está creando una espiral de necesidades de cambio que, si no son implementadas, nos conducirán fatalmente al caos colectivo, pero que si son asumidas, nos pueden elevar a un estadio más alto de civilización. Y es en este momento cuando la nueva cosmología se revela inspiradora. En vez de dominar la naturaleza, nos sitúa en el seno de ella en profunda sintonía y sinergia. (…) Lo que caracteriza a esta nueva cosmología es el cuidado en lugar de la dominación, el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser y no su mera utilización humana, el respeto por toda la vida y los derechos y la dignidad de la naturaleza y no su explotación. «

Le invito sinceramente a leerlo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106440

NOTAS

1.     Sobre la corriente anti-desarrollismo ver, entre otros: Houtart, 2005; Latouche, 2006, 2003; Mongeau, 2007; Plihon, 2008; Rist, 2003.

2.     Entre otras instituciones, cabe señalar la excelente labor en este sentido del Centro Memorial Martin Luther King (CMMLK) – ver: Figueredo, 2007.

3.     Sobre el ecosocialismo, ver, entre otros: Fergusson Laguna, 2008; Kovel, 2007; Löwy, 2008; McLaren & Houston, 2004.

4.     Concepto del economista socialista Karl Polanyi ( La Gran Transformación , 1944), en: Plasencia & Orzi, 2007.

5.     Sobre el complejo tema de la ‘recampesinización’ latinoamericana desde la agroecología, ver, entre otros: Sevilla Guzmán & Ottmann, 2000.

Referencias:

CITMA (Ministerio de la Ciencia, de la Tecnología y del Ambiente de Cuba). 2004. Situación ambiental cubana 2004: Crear, sembrar y cultivar valores e ideas para salvar la Tierra y la Humanidad. V Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 4-8 jul., La Habana (Cuba): 70 p.

Claude, Marcel. 2008. Manifiesto Eco-Socialista: Bases Preliminares para Fundar el Eco-Socialismo del Siglo XXI . Publ. Libre (Affil.: Universidad Arcis), Chile: 35 p.

Fergusson Laguna, Alex. 2008. Venezuela. La Cuestión Ambiental y el Desarrollo: Una Señal de Alerta. Ediciones Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología. Grupo Intenso, C.A.; Caracas, Venezuela: 106 p.

Figueredo, Jesús. 2007. «La educación popular ambiental, una respuesta contra-hegemónica». CMMLK (Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr.), La Habana, Cuba, 23 p. www.ecaminos.cu/media_files/download/LaEPunarespuestacontrahegemonica.pdf

Levins, Richard. 2005 (a). «How Cuba is going ecological». Capitalism Nature Socialism, vol.16, no.3: pp.7-25. (http://www.informaworld.com/smpp/content?content=10.1080/10455750500208706)

2005(b). «A Left Critic of Organic Agriculture». New International, no.13: pp. 169-181.

Houtart, François. 2005. Délégitimer le capitalisme: reconstruire l’espérance. Ed. Colophon, Bruxelles: 208 p.

Kovel, Joel. 2007. The Ennemy of Nature. The end of capitalism or the end of the world?. London/New York; Zed Books: Halifax/Winnipeg Fernwood Publishing (2a ed.): 329 p.

Latouche, Serge. 2006. Le pari de la décroissance. Ed. Fayard: 302 p.

2003. Décoloniser l’imaginaire : La Pensée créative contre l’économie de l’absurde. Col. »L’après-Développement», (Ed.) Parangon, Lyon: 173 p.

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Löwy, Micheal. 2008. «Crise écologique, capitalisme et altermondialisme. Un point de vue écosocialiste». Actuel Marx, Presses Universitaires de Frances (PUF), no. 44 (2): p. 68-75.

McLaren, P. & D. Houston. 2004. «Revolutionary Ecologies: Ecosocialism and Critical Pedagogy». Educational Studies, vol. 36, no. 1: p. 27-44.

Mongeau, Serge. 2007. Objecteurs de croissance: Pour sortir de l’impasse: la décroissance . Ed. Écosociété, Montréal: 144 p.

Plasencia, A. & R. Orzi. 2007. Moneda social y mercados solidarios. Potencial emancipador y pedagógico de los sistemas monetarios alternativos. Ediciones CICCUS (Centro Integral Comunicación, Cultura y Sociedad), Buenos Aires, Argentina: 165 p.

Plihon, Dominique. 2008. » L’altermondialisme, version moderne de l’anticapitalisme? «. Actuel Marx , Presses Universitaires de Frances (PUF), no. 44 (2): pp. 31-40.

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