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¿Debería ampliar la OSPAAAL su ámbito a Europa?

Fuentes: Cádiz Rebelde

La Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina nació en 1.966 para cubrir las imperiosas necesidades de los movimientos revolucionarios y progresistas del Tercer Mundo. Después de la destrucción del campo socialista, podría parecer que una estructura así no tiene sentido; sin embargo, el propósito de este artículo es afirmar […]

La Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina nació en 1.966 para cubrir las imperiosas necesidades de los movimientos revolucionarios y progresistas del Tercer Mundo. Después de la destrucción del campo socialista, podría parecer que una estructura así no tiene sentido; sin embargo, el propósito de este artículo es afirmar su vigencia y, además, animar a los lectores a reflexionar sobre la conveniencia de ampliar su ámbito de actuación a los pueblos oprimidos de Europa y a sus gentes.

Porque, si la función fundamental de la OSPAAAL es coordinar la solidaridad internacional con las justas luchas de los pueblos de Asia, África y América Latina para defender o promover su independencia nacional, el ejercicio del Derecho de Autodeterminación, el respeto a su identidad y diversidad política, étnica, religiosa y cultural, la justicia social y, en definitiva, su libertad, también en Europa hay necesidad de una organización así. ¿O es que alguien piensa que este «civilizado» continente tiene resueltos sus conflictos? Y no hay que referirse únicamente a la antigua Yugoslavia, donde se han parcheado malamente, sino a las muchas naciones sin estado en las que nunca cesaron de latir las históricas aspiraciones de soberanía. En Cataluña, Galicia, Escocia o Bretaña, por citar sólo algunas, la convivencia entre culturas -la originaria y la impuesta- se sobrelleva; en otras, como el País Vasco, Irlanda o Córcega, hace tiempo que se llegó a las manos. En todas, la integración total es imposible mientras los Estados continúen negándose a reconocer la paridad interlocutora de sus adversarios colonizados.

Y si eso es así en cuestiones nacionales, la situación de injusticia social que se vive en todo el continente europeo no es menos preocupante. El necesario enfrentamiento entre clases se ve ahora difuminado por un pensamiento único, provocado desde el Poder, que esconde debajo de la alfombra las inevitables contradicciones dibujando un mundo feliz inexistente. Luz de gas se llama la figura.

La globalización capitalista, coercitivamente homogeneizadora, se ha encargado de sedar las conciencias de la legión de súbditos del mosaico de reinos y de repúblicas que componen la Europa de los parias, en la que la libertad, la igualdad y la fraternidad que preconizaban los revolucionarios franceses a finales del siglo XVIII han quedado como meras consignas, desactivadas e inocuas, para titular los afiches conmemorativos de lo que pudo ser y no fue.

Hasta la Historia, incluso la más reciente, se cambia a discreción de quienes la escriben, editan y distribuyen, como si no fuera algo intangible por antonomasia. Nada les importa la verdad, porque, contradiciendo al poeta, le han encontrado remedio. Así, ahora resulta que fueron los EEUU los que liberaron a nuestros padres y abuelos del fascismo. Y, por supuesto, ni un ruso, ni un solo soldado de la URSS tuvo que ver en la derrota de las tropas de Hitler. Nuestra deuda es, pues, para con el Imperialismo salvador. El Gran Águila ha hablado.

Sin embargo, la OSPAAAL, que, tras muchos y grandes esfuerzos, consiguió en 1.998 hacerse oír, con estatus consultivo especial, en el ECOSOC de Naciones Unidas, podría ayudar a combatir esta indeseable situación como lo lleva haciendo 38 años en Asia, África y América Latina. Ello, además, propiciaría la difusión del espíritu internacionalista desde el mutuo conocimiento. Que las mujeres y los hombres de esos continentes comprendan que el mal llamado Primer Mundo, sólo es «primero» para quienes se enriquecieron empobreciéndonos. Como allí, donde quiera que vivan. Que el pódium de los mundos no es geográfico, sino únicamente de poder. Y que mientras que nosotros y ellas, ellos y nosotras, no lo alcancemos juntos, nada cambiará sustancialmente.