Caliente e intensa, como recién salida del horno de las tribulaciones políticas, anda por las librerías la nueva novela de Belén Gopegui (Madrid, 1963). El lado frío de la almohada es una brillante y arriesgada reflexión -en clave de novela de espías- sobre Cuba, el socialismo, las posibilidades de la revolución, el amor/desamor, la soledad […]
Caliente e intensa, como recién salida del horno de las tribulaciones políticas, anda por las librerías la nueva novela de Belén Gopegui (Madrid, 1963). El lado frío de la almohada es una brillante y arriesgada reflexión -en clave de novela de espías- sobre Cuba, el socialismo, las posibilidades de la revolución, el amor/desamor, la soledad y los múltiples combates imaginables. El libro, publicado por la editorial Anagrama, habla también de muchas más cosas: de verdades y abandonos, de muerte y de deseos de transformar la realidad.
MT ¿Por qué Cuba?
B.G. Es una larga historia.¿De qué podemos escribir sin reproducir la ideología dominante? Durante mucho tiempo el artista creyó que era un ser especial y que su especialidad iba a permitirle encontrar un punto de vista en conflicto con esa ideología. Es posible, pero también cabe mantener una duda razonable sobre esta posibilidad. Hablar de Cuba hoy es no esperar a tener la suerte de que ese punto de vista aparezca, sino apoyarse en una realidad concreta para que así ocurra. Porque en Cuba se han puesto en cuestión los tres pilares del sistema capitalista: la economía de mercado, la sociedad de clases y la propiedad privada de los medios de producción.
MT. ¿Por qué bajo la forma convencional de una «novela de espías»?
BG. Desde hace tiempo me interesa la fantasía de la doble vida. Zapatero la resumía en una entrevista con estas palabras: «en la trastienda de mí mismo yo siempre he creído que mi biografía era lo que estaba por llegar». Dicho de otro modo: lo que nos pasa no es del todo lo que nos pasa, la vida no es esto sino algo tembloroso y bello y magnífico que ocurrirá un día. Es una fantasía-trampa mediante la cual nos consolamos de la impotencia ante todo aquello que nos vence o que se nos impone. El espía la encarna bien, su biografía no es su biografía, su biografía «verdadera» está en otra parte. Yo quería trabajar con esa fantasía, quería enfrentarla a los actos reales de los personajes.
MT. Cuba es un mito para la izquierda. ¿Crees que una parte de esa izquierda se ha quedado sólo en el mito, sin querer profundizar y analizar los problemas y disfunciones que el socialismo cubano tiene?
BG. Seguramente, aunque me preocupa más la otra parte de la izquierda, la que está renunciando a las premisas mínimas que la convierten en izquierda, pero en lugar de pasarse a la derecha directamente, sigue utilizando la retórica de la izquierda, los gestos, los símbolos, y de ese modo le hace el trabajo sucio a la clase dominante. Es el lobo vestido de piel de cordero para que parezca que los electores pueden elegir entre lobos y corderos, cuando no es cierto. En cuanto a la otra izquierda que se habría quedado sólo en el mito, bueno, quizá lo más duro al escribir la novela era escribir de las cosas que no estaban saliendo bien en la isla. Las cosas no salen bien porque el modo de producción capitalista ha tenido siglos para asentarse y multitud de recursos, entre ellos, sobre todo, el uso de la violencia, ya sea de forma agresiva y directa, ya de forma disuasoria y constante. Hay que saber eso, aunque duela, hay que saber que somos menos fuertes para planificar las actuaciones necesarias..
MT. En esta época tan reaccionaria tu novela parece un aldabonazo, una invitación al pensamiento. ¿Están los tiempos literarios y políticos para reflexiones de esta naturaleza?
BG. Los tiempos literarios sólo están para vender libros. Los tiempos políticos siempre pueden estar para algo más. Cuando una vez dije en una entrevista que la izquierda había sido derrotada de forma brutal, algunos militantes me reprocharon que lo hubiera dicho, porque la lucha continúa, y es cierto. Ahora bien, la lucha continúa también después de la derrota. Yo creo que es preciso saber lo que ha pasado, de lo contrario seguiremos haciendo concesiones sin darnos cuenta. Estamos derrotados y por lo tanto tenemos que reagruparnos, tenemos que dejar a un lado las concesiones que se hicieron cuando creíamos que ganar esta batalla era posible. Esta batalla la hemos perdido, tenemos que trabajar para volvernos a poner de pie y no seguir pensando que estando sentados se puede pelear. Y semejante visión no niega en absoluto el valor de todos los que nunca se han sentado, los que siguen ahí, los que estuvieron y los que entregaron todo para que otros siguieran. La lucha continúa, pero cuando el enemigo ha conquistado una ciudad, es mejor saberlo porque si uno no lo sabe creerá que está viviendo en libertad en vez de pensar que está viviendo sojuzgado.
MT. ¿Crees que la izquierda ha abandonado tanto en la teoría política como en la práctica cotidiana la lucha por el socialismo? ¿Nos ha devorado la mercadotecnia y la cultura publicitaria?
BG. Es cierto que resulta paradójico oír decir a un dirigente comunista «no hemos sabido vender bien nuestro producto». Pero más allá de lo anecdótico, que a veces es tristemente representativo, desde mi punto de vista lo que parece que está siempre a punto de abandonarse es la idea de que hay que combatir la economía de mercado y la propiedad privada de los medios de producción. Proponer esto hoy parece prehistórico, y ésa es una de las batallas que hemos perdido. Porque quienes no defienden esta postura pueden acusarnos de lo que quieran, antiguos, dogmáticos, paleomarxistas. Pero la única forma que tiene la izquierda de oponerse al actual sistema de dominio económico es oponiéndose al fundamento de ese dominio. Lo demás, me parece, no es hacer una política de izquierdas sino contribuir a que se haga una política de derechas desde el papel del policía bueno, para que unas cuantas elecciones después vuelva el malo, y luego otra vez el bueno, etcétera.
MT. Parece que el socialismo cubano molesta. ¿Sigue mostrando, por oposición y gracias a sus conquistas, la cara más amarga del neoliberalismo?
BG. Molesta en varias direcciones. Molesta sin duda a la derecha porque demuestra que los países latinoamericanos podrían haber tenido otro destino. Porque pone en evidencia que esa derecha que se «compadece», en sus palabras, de los miembros presos de una oposición financiada y controlada por un país hostil, en absoluto se compadece por los cientos de miles de vidas malbaratadas de los países cercanos a Cuba que pudieron haber tenido otro destino, que podrían haber conquistado los mismos derechos reales para su población que ha conquistado Cuba si no se hubiera actuado militarmente contra ellos, me refiero a Nicaragua, a Guatemala, a Haití, a El Salvador…También molesta a algunos sectores de la izquierda. Molesta, y aquí asumiría las palabras de un personaje de mi novela, porque decir que existe la revolución cubana hoy es decir que existe la posibilidad de actuar. Si Cuba no existiera, podríamos conformarnos con esa cantinela de derechas de que la explotación y la economía de mercado son consustanciales a la naturaleza humana. Pero no lo son, y además Cuba pone en evidencia que es difícil salirse de la rueda, que es duro y difícil poner en marcha un sistema nuevo cuando estamos rodeados por la presión del sistema capitalista y por el hábito de años y de siglos en que fuimos educados en el cálculo y la sumisión. Cuba molesta no porque quienes la apoyamos pensemos que es un paraíso, que es de lo que se nos suele acusar. Molesta por lo contrario, porque sabemos que no lo es y porque tenemos la tentación de excusarnos en el hecho de que no lo sea para dejar de apoyarla, es decir, tenemos la tentación de ponernos en el lado de todo lo que contribuye a impedir no ya que Cuba sea un paraíso, sino que Cuba pueda llevar a cabo su proyecto político sin la continua hostilidad del entorno.
MT. Lula, Kirshner, Chaves, Castro. ¿Podríamos estar -pese a las notables diferencias existentes entre ellos- a un renacimiento de la oposición al modelo liberal de EE.UU?
BG. No conozco la situación lo suficiente como para hacer ese diagnóstico. Sólo intuyo que el mero hecho de que esa idea pueda ser pensada es peligroso para la oposición al modelo neoliberal. Por eso pienso que quizá no tenemos tanto tiempo para estar discutiendo sobre mercadotecnia electoral y que deberíamos estar trabajando en obtener la fuerza a partir de la organización y no de los votos.
MT. Una pregunta obligada. ¿Cómo ves la situación actual de Cuba? ¿Y su futuro político?
BG. Una revolución, cualquier revolución, se hace entre otras cosas para mejorar las condiciones de vida de la mayor parte de la población. Cuba se enfrenta con dos problemas en este sentido: la definición de qué sean mejores condiciones de vida, y la mejora de esas condiciones. Siempre se suele hablar de lo segundo, de lo que Cuba ha logrado en muchos aspectos importantes, sanidad, educación…. y de lo que no ha logrado del todo en otros, vivienda, comodidades, …. Se habla en cambio poco de lo primero, de la posibilidad de cambiar el criterio de lo que llamamos mejores condiciones de vida. La lucha por el cambio de ese criterio está en marcha pero es muy débil, desde la ecología y desde algunos sectores de la izquierda se trabaja en ella y para mí es un aspecto fundamental. Porque si el modelo de lo que es la prosperidad económica no sólo pública sino también privada no se combate, toda la cadena de argumentos se viene abajo. Esto no significa en absoluto que se deban justificar algunas carencias de la población de Cuba, la mayoría de ellas motivadas por el bloqueo y por la hostilidad reinante. Significa, desde mi punto de vista, que también se apoyaría a Cuba luchando contra la idea actual de lo que es vivir una buena vida y siendo capaces de construir un imaginario diferente. En cuanto al futuro político de Cuba, no soy quien para hacer predicciones, pero sí me gustaría decir que una parte de ese futuro también depende de nosotros.