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Degradación biosférica y alternativas decrecentistas

Fuentes: Rebelión

Estamos pisando a fondo el acelerador que nos conduce vertiginosamente al multicolapso y el cambio climático. Sólo en el confinamiento por la pandemia de la covid-19 hemos dejado de atacar a la salud de la biosfera, la naturaleza. Recién pasado el primer susto, el neoliberalismo global no ha dejado, en ningún momento, en el cumplir el mandato sagrado del capitalismo: el “crecimiento oligárquico”. Y lo ha hecho pese lo que pese, caiga lo que caiga y caiga quién caiga (aunque sean los propios oligarcas cegados en su carrera suicida del crecimiento indefinido). Ni dejan de pensar en seguir en el vertiginoso crecimiento economicista, contaminador y esquilmador de recursos renovables y no renovables.

Sí, la situación actual es algo más que alarmante. Basta en que nos fijemos en algunos datos.

– El crecimiento vegetativo de la población humana aumenta vertiginosamente; aunque hay quién piensa que es un mal menor porque la demografía dónde más deprisa crece es en el Tercer Mundo. Pero no se detienen a pensar que los países del Tercer Mundo son, precisamente, los que menos atacan a nuestra casa común la biosfera, puesto que no llegan a una huella ecológica superior al límite de la “resistencia de carga” del planeta. Pero, por el contrario, en los países del Primer Mundo si que llega a un consumismo-productivismo y extractivismo que provoca una huella humana 3 veces superior al límite de carga del planeta, llegando a ser en países “superdesarrollados”, como el caso de EEUU, donde esta huella puede ser superior a 5.

– En efecto, las multinacionales del Primer Mundo expolian al Tercero mediante extractivismo, agroindustrias, ganadería deforestadora, etc., que provocan el agotamiento de recursos y la aceleración del cambio climático. Por otra parte el 71% de la contaminación atmosférica con gases de efecto invernadero (GEI [1]), es causada solamente por 100 empresas del Primer Mundo, pero que están situadas en su mayoría en el Tercer Mundo y que representan el 10% de las personas más ricas del planeta. Los EE UU generan el 12% de los residuos mundiales a pesar de que su población sólo representa el 5% de la población mundial.  

– Y no sólo es el aire y las minas lo que degradan, también destruyen intensamente los ecosistemas y la biodiversidad. Y esta espiral de extractivismo consumismo, cambio climático, aniquilamiento de suelos vivos, etc., está necesitando urgentemente un cambio radical de modo de vida, un paso al bien vivir de la filosofía de la cosmovisión andina. Este nuevo modo de vida consistirá en la práctica de un decrecimiento feliz, que se basará principalmente en unas alternativas básicas como las que se mencionan a continuación:

A) En la ciudad y en las industrias hacer ver el suicidio destrozo que es el hábito de que se fabrique todo para “usar y tirar”, que tanta contaminación de suelos y aguas producen. Esta contaminación tiene un límite ya muy próximo al no retorno. Por otra parte, fabricar pseudonecesidades y practicar la obsolescencia programada no nos conduce a satisfacer ninguna necesidad y si que nos conduce a la locura de encaminarnos a una contaminación de cambio climático completamente suicidas de la vida en la tierra. Y con ello también nos encaminamos hacia una insatisfacción consumista que es fuente de la infelicidad que supone el que siempre queramos comprar lago más. También es un factor degradante de ecosistemas y de la atmósfera el crecimiento vertiginoso de las segundas residencias que atacan directamente a la naturaleza con su cemento, asfalto de calles y carreteras y con las combustiones de motores de vehículos privados.

B) Existen algunos biólogos que piensan tener razón al decir que si el mundo rural queda vaciado de campesinos y habitantes, a continuación el campo y los ecosistemas serán beneficiados porque en ese caso surgirá una sana sucesión natural de la vegetación y la fauna. Pero lo que no han tenido en cuenta (al ser influidos por la literatura naturalista de los países nórdicos con clima favorable) es que en la mayor parte de los territorios del sur este tipo de sucesión natural progresiva no es posible porque en ellos falta la abundante lluvia y las temperaturas suaves. En estas condiciones en más del 50% de las superficies de los territorios del Sur, que son abandonadas, los ecosistemas dejan de recibir el aporte artificial que han venido recibiendo. Por tanto, por todas estas deficiencias lo que se produce en estos territorios no es una sucesión natural progresiva (como sucede en el Norte), si no una sucesión natural regresiva, que es negativa, porque va degradando los ecosistemas a más áridos hasta llegar a un proceso de total desertificación. Esto se ve con más evidencia en los países del Sahel del sur del Sáhara, en dónde, por causa del cambio climático, (más aridificación, menos agua) se ven empujados  abandonar sus actividades agrícolas, y encaminarse a una penosa emigración hacia el Norte.

Además, con cierta frecuencia los campesinos del Sahel se ven abocados a abandonar sus cultivos incluso antes de que el avance de las arenas del desierto (que lo hace a la vertiginosa velocidad de 7Km/año) los deje completamente enterrados, por una cuestión económico-comercial global: el dumping.

El dumping consiste en una competencia desleal en producción y comercialización, por parte de las grandes multinacionales de la agroindustria y del agro negocio contra los pequeños agricultores del tercer mundo. Los primeros compiten con desorbitada ventaja, pues inundan los mercados de la alimentación gracias a que las grandes subvenciones que reciben del los gobiernos neoliberales. Estas generosas ayudas les permiten vender productos agroalimentarios por debajo de los gastos de producción. Y porque, además, las híper-corporaciones implantan súper extensos monocultivos con alta tecnología mecanizada y mano de obra esclava. Estas nefastas actividades de la agroindustria (denominadas eufemísticamente “revolución verde”) pueden parecer lógicamente perfectas, por su alta producción, bajo precio y por su posibilidad de remota comercialización. Pero es un gigante con los pies de barro, son pan para hoy (para los solventes del otro lado del mundo) pero hambre para los pequeños campesinos que se quedan si soberanía alimentaria. Y también es hambre para las generaciones futuras, ya que la constante adición de insumos químicos (fertilizantes y pesticidas), prácticamente todos derivados del petróleo y que son agrotóxicos, a los monocultivos, están matando los suelos vivos, que quedarán improductivos y desertificados químicamente, por lo que es muy probable que cuando se acabe el petróleo según nos anuncian los investigadores del “pico del petróleo” (que ya estamos rebasando) sin insumos, y con suelos generalmente afectados por la desertificación química, será casi imposible producir alimentos. 

Visto lo visto, y así las cosas, se hace imperativo y urgente un radical cambio de estilo de vida hacia el decrecimiento feliz, no impuesto por ningún sistema dictatorial comunista (como algún despistado piensa) si no porque, queramos o no queramos, debido a las causas expuestas y en general debido al multicolapso y el cambio climático, nos veremos irremediablemente condicionados a ello. Lo que si es seguro es que una “nueva normalidad no traumática del todo” sólo se conseguirá si logramos salir de este sistema capitalista suicida, que todo lo descompone y corrompe. Y así iniciaremos un nuevo estilo de vida, el del decrecimiento feliz, basado principalmente en los siguientes planteamientos:

– Anular al completo el consumismo-productivismo y sustituirlo por la producción y consumo responsable, que no origine pseudonecesidades creadoras de adicción infeliz.

– Sustituir la competitividad por la colaboración y por un apoyo mutuo generalizado.

– Romper con las jerarquías y el patriarcado.

– Y en todo caso considerar como una jerarquía superior justo la que hoy es más inferior y más vergonzosa de practicar por estar muy poco valorada al no ser remunerada: los cuidados y el mantenimiento de la vida, hoy casi exclusivamente realizados por las mujeres.

Nota:

[1] Entre los que se encuentra el anhídrido carbónico (CO2), el metano (CH4), etc.