Revisado por Caty R.
Aunque abundan los fracasos estratégico, logístico y económico en tantos frentes abiertos y en tantas guerras, las víctimas directas que causa el imperio estadounidense se cuentan por cientos de miles cada año y, con la complicidad de la UE, está dispuesto a seguir con la política de tierra quemada, como vemos que sucede en los países invadidos. Sin recurrir a la soflama y sin esperar milagros no es posible que esto pueda seguir, el freno y el cambio tienen que llegar por las limitaciones de su propia dinámica y por la resistencia de los pueblos.
La mayor parte de la energía que se consume, más del 85%, no es renovable: el petróleo, gas, carbón y uranio salen de yacimientos que ya han comenzado a agotarse; desde hace unos años el consumo crece más que lo que pueden aportar los nuevos descubrimientos, es decir, las reservas disminuyen. Los yacimientos pueden dar todavía más producción, pero no por mucho tiempo; la capacidad de extracción está tocando techo (el peak oil de Hubbert) y a partir de ese punto, la producción comenzará a disminuir. Cualquier yacimiento, mina o cantera tiene un límite, todos hemos podido ver el principio y fin de alguno. Los yacimientos no se recargan, no son acuíferos, aunque es una observación pueril, nadie parece tenerla en consideración.
Las energías renovables provienen del sol en forma de calor y luz que se aprovechan directa o indirectamente por la fotosíntesis, evaporación, lluvia, etc. y del movimiento de la luna (mareas). A la energía nuclear de fusión, considerada renovable, le faltan decenios para su utilización.
La desertización y la deforestación aumentan peligrosamente. La agricultura intensiva ha llegado a un punto de rendimiento energético decreciente debido al agotamientos de los nutrientes y el agua o por la contaminación de los suelos, plagas etc., requiriendo mayor aporte de abonos, insecticidas, y otros elementos que implican un mayor consumo de energía, petróleo y gas, con lo que gastan más energía de la que aportan. Los biocombustibles no se pueden considerar renovables y además su producción y consumo contribuyen a una mayor degradación. Obtenidos en cultivos intensivos, deficitarios desde el punto de vista energético, su rentabilidad -sólo económica- se basa en la destrucción y agotamiento del ecosistema. La naturaleza no puede soportar esta escalada depredadora y tampoco la humanidad.
La población actual de 6.500 millones de personas, para tener una buena alimentación, tendría que consumir 11.304 kj/día (2.700 kc) aunque por razones bien conocidas el hambre está lejos de erradicarse. En cambio el consumo mundial de las distintas fuentes de energía es de 31,9 Mtep/día (Millones de toneladas equivalentes de petróleo) que equivalen a 1.336 Tera kj, energía suficiente para alimentar a 118.000 millones de personas, población que correspondería a la de 19,7 planetas Tierra. Este es el gran disparate de un desarrollo montado sobre el despilfarro de los combustibles fósiles, el ahorro de la fotosíntesis de cientos de millones de años quemado en poco más de un siglo. Mientras tanto, todos embaucados con el «desarrollo» y el futuro de la biomasa, biocombustibles, biodiesel, etc.¿Sabrán nuestros políticos de qué están hablando? El futuro inmediato es la falta de energía y no es una opción, sino una imposición para la que sólo hay una respuesta: otro modelo económico de ahorro a ultranza.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Este artículo se puede reproducir con fines no comerciales a condición de citar al autor, a la revisora y la fuente.