Miami.- Delia Zurdo, infatigable compañera de más de treinta años de arduo laborar en nuestros empeños en Miami por defender la independencia y libertades del pueblo cubano — nuestro pueblo– y a su derecho a vivir y desarrollarse en paz, recientemente falleció en Miami a los ochenta y cuatro años de edad. Delia, formó parte […]
Miami.- Delia Zurdo, infatigable compañera de más de treinta años de arduo laborar en nuestros empeños en Miami por defender la independencia y libertades del pueblo cubano — nuestro pueblo– y a su derecho a vivir y desarrollarse en paz, recientemente falleció en Miami a los ochenta y cuatro años de edad.
Delia, formó parte de una pléyade de mujeres cubanas emigradas que en Miami y en otras ciudades de Estados Unidos como Nueva York, Chicago, Tampa y Cayo Hueso, por nombrar las más destacadas de éstas, han sido el sostén del movimiento cubano emigrado en defensa de la Patria y su Revolución.
En los años setentas, junto con su esposo e hijo, emigró a los Estados Unidos y se asentaron en el norteño estado de Connecticut. Al final de esa década vinieron a vivir a Miami. Tomó conciencia política y comenzó a participar en el movimiento en contra del Bloqueo y a favor de la reunificación familiar. No sólo fue miembro fundadora de la Alianza de Trabajadores de la Comunidad Cubana (ATC), organización de emigrados cubanos fundada a mediados de los años ochentas y que ha desempeñado un papel fundamental en nuestras labores en defensa del pueblo cubano, sino que por sus principios, entendimientos, entereza y coraje desde el inicio de su militancia Delia formó parte del sector radical de este movimiento.
Era oriunda, y muy orgullosa de serlo, de la ciudad de Nuevitas, en tierras del indomable Camagüey. Allá iba cada vez que tenía una oportunidad y un poco de dinero para poder hacer el viaje. Para respirar del aire que la nutría, solía decirnos. Y varias oportunidades al año eran las que ella siempre se las arreglaba para poder hacerlo.
De hecho, a pesar de que durante los últimos meses de su vida no podía caminar bien y necesitaba ayuda para hacerlo, insistió en viajar sola a su terruño a ver a su familia allá en Nuevitas durante los últimos días de su vida. Suponemos sus amigas y amigos que para despedirse. También para despedirse de su amado hijo y otros seres queridos regresó a Miami, una semana antes de su previsto regreso, sintiéndose mal de salud, un día antes de morir de un fulminante síncope cardíaco.
Delia era testadura, cómo no serlo y ser quién era; era cariñosa y simpática; tenía opiniones muy propias y arraigadas; por naturaleza sabía lo que era justo y lo que no lo era; sabía defender sus derechos, tanto como los de su pueblo; era altruista y solidaria; como también era muy disciplinada. Convencida estaba de los bienes, tanto morales como materiales, que el pueblo cubano en revolución se había dado a sí mismo. Convencida siempre estuvo también de la necesidad de cumplir el deber con la Patria laborando en su defensa como por tantos años lo hizo entre nosotros.
Asistía sin falta, a no ser que se sintiera muy mal ya durante los últimos meses de su larga vida, a los círculos de estudios, auspiciados y dirigidos por la Brigada Antonio Maceo, que todas las semanas celebramos y participamos las compañeras y compañeros de las diferentes organizaciones que integramos la Alianza Martiana. A través de todos estos largos años no había marcha, conferencia, rueda de prensa, manifestación o caravana de carros celebrada en Miami en la que Delia no estaba presente. Siempre acompañada de entrañables compañeras y compañeros, frutos de la misma cepa que Delia, como son Francisca, Rosa, Cory, Edilia y Pablo, quienes se encargaban de llevarla, traerla y cuidarla.
Tampoco hubo conferencias, actos, marchas y manifestaciones a favor de los derechos del pueblo cubano en cualquier ciudad en Estados Unidos en las que hemos participado durante todos estos años en la que Delia no estuvo presente. No importaba si fuese invierno o verano; o si fuéramos en guaguas, carros, o aviones. Como tampoco hubo actos, marchas o conferencias, en Cuba, como las conferencias de la Nación y la Emigración, cualquiera llamada en solidaridad con Cuba o exigiendo la inmediata libertad de los Cinco, las celebraciones del Primero de Mayo o del 26 de Julio, que Delia no estuviese presente.
En fin, que mucho la vamos a extrañar. Mucho respetamos y queremos a Delia, como igual respetamos y queremos, a todas aquellas y aquellos que como ella luchan por los mismos principios e ideales patrióticos y revolucionarios. Y escribo patrióticos y revolucionarios, en una misma voz, porque somos patriotas cubanos y como todos los demás patriotas cubanos, sabemos que no hay Patria sin Revolución. Así pensaba y actuaba nuestra entrañable Delia. Que su ejemplo por siempre viva.—