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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Democracia es el nombre de un movimiento de masas que organiza a las clases subalternas en su lucha por imponer su proyecto de sociedad»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. Nos habíamos quedado en este punto. ¿Un republicanismo puede ser liberal? ¿No son términos opuestos o cuanto menos bastante […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.

Nos habíamos quedado en este punto. ¿Un republicanismo puede ser liberal? ¿No son términos opuestos o cuanto menos bastante enfrentados?

Son por entero antinómicos. El liberalismo es la ideología que surge de Termidor, es el pensamiento de la contrarrevolución, que se elabora en lucha contras las fuerzas republicanas durante la Revolución Francesa. Parte de la consciencia de que ha habido cambios históricos que impiden retornar al Antiguo Régimen, pero que se debe combatir por todos los medios el acceso de la plebe a la política, al protagonismo directo de la misma por parte de las clases subalternas, explotadas.

Me centro ahora en el primer capítulo después de este preámbulo. Sobre el título: tres republicanismos. ¿Sólo tres? ¿Qué les diferencia, cómo podríamos definirlos?

Esta división es una forma de partir el pollo por sus articulaciones. Se puede especificar más, desde luego, y subdividir cada una de estas partes -por ejemplo, republicanismo «romano» y «griego», a pesar de que esta subdivisión está muy manipulada por el republicanismo académico, antisocialista, para elaborar una interpretación de la política consistente con el Liberalismo. La división que utilizo hace referencia a que existe un periodo en que se origina el legado, en la Antigüedad grecolatina. Y este legado se transmite en continuidad, con reelaboraciones constantes, pero con consciencia y voluntad de continuidad, hasta el final de la Revolución Francesa. En este largo periodo se pueden apreciar, desde luego, cambios, tanto en el periodo de la Antigüedad propiamente dicha -junto a la obra de, por ejemplo, Aristóteles, el código de Justiniano, la obra de Agustín de Hipona, la de Lactancio…-, como después. Una tradición medieval donde cabe Tomás de Aquino y, también, Marsilio de Padua, por ejemplo. Y desde luego, la gran reelaboración/recuperación que se opera desde el comienzo de la Edad Moderna, de la mano de la Escuela de Salamanca, que utiliza el material recibido para reflexionar y tratar de dar solución a los nuevos grandes problemas políticos: el Estado Moderno, y el colonialismo, el nuevo orden social y político que constituye la Modernidad. Es el origen de la escuela iusnaturalista, que muere durante la Revolución Francesa, derrotada a sangre y fuego por las fuerzas reaccionarias. Pero los autores de este largo periodo tienen consciencia y voluntad de continuidad.

¿Por qué?

Leen los mismos textos, conocen su tradición y la continúan. La obra de Mably, Des droits et des devoirs du citoyen, escrita mediado el siglo XVlll, y reeditada durante la Revolución, se abre con una cita tomada de Lactancio: un texto de De República de Cicerón, libro que, como sabemos, se había perdido y que se conocía parcialmente mediante las innumerables citas del mismo que Agustín de Hipona y Lactancio habían incluido en sus respectivas obras. Como sabemos, se conservaba, también, «El Sueño de Escipión», a través de un comentario de Macrobio.

El liberalismo, las bayonetas, el terror, exterminan este pensamiento. Y tras la Revolución Francesa, bajo la hegemonía del liberalismo, en combate con la misma, y frente a la nueva realidad social emergente, las clases subalternas pugnan por elaborar una nueva forma de lucha política. Surge la clase obrera como motor de la lucha de clases. Y surgen fuerzas republicanas que tratan de preservar el legado, sobre todo el de la Revolución Francesa. Y lo hacen tratando de abrir vías de lucha de masas, plebeyas. Sin embargo, se debilita el conocimiento de la tradición, y el liberalismo influye y contamina, a veces, este pensamiento republicano, plebeyo. Pero sobre esto, me he expresado en el libro.

Sí, sí, desde luego.

Por último, surge durante los años setenta del siglo XX un nuevo republicanismo, que es académico, porque surge en la universidad, y sin conexión con la práctica política. Y surge como «prolongación» de la obra de un autor liberal, Rawls. Es cierto que ya a fines de los años veinte del siglo pasado, Hans Baron, Quentin Skinner, y algunos otros pocos autores, trabajaron sobre lo que ellos denominaban el humanismo cívico. Pero esta corriente historiográfica, bien documentada empíricamente, que investiga material empírico y elabora historia de las ideas, no tiene relación con el nuevo republicanismo académico, ahistórico -«ahistórico-normativo»- que se inspira en la obra de Rawls Es un republicanismo que se construye como rival de la teoría política del Estado Social de Derecho, o estado de bienestar, para comenzar a combatirlo. Para esa época, se percibía ya como derrotado el marxismo, el movimiento de masas inspirado en el marxismo, y se comenzaba a tratar de desmantelar el proyecto histórico social surgido de la correlación de fuerzas que se fragua tras la Segunda Guerra mundial. Por supuesto, también me refiero a ello en el libro, la correlación de fuerzas ha cambiado tanto, la derrota -el hundimiento de la socialdemocracia, etc- ha sido tan radical y el triunfo el liberalismo ha sido tan contundente que esta primera versión de oposición «cauta» o «tibia» pasa a ser de «izquierda» en comparación con la ideología neoliberal.

Abres este apartado con las siguientes palabras: «En los últimos decenios una palabra de etimología clásica ha tomado fuerzas en libros de teoría política de ámbito académico. Es el término «republicanismo»». Has hablado ya de ello pero insisto. ¿Y por qué ha sido así? ¿Por qué ha irrumpido en estas últimas décadas ese interés por la teoría política republicana?

En parte, creo, he respondido ya tu pregunta en mi anterior respuesta.

Sí, sí, tienes razón.

Añado algo más sobre lo que queda por responder. El término ha sido acuñado desde la academia. La tradición republicana del siglo XlX, la del XX, vinculada a fuerzas políticas y a movimientos de masas de sectores sociales populares, nunca utilizó tal término. «Republicanismo» define una teoría de libro sobre cómo debe ser en abstracto una república, sobre su concepto de libertad, y sobre la ley. Y nada más. A lo sumo, parte de Kant, que reduce ya la política a la ley, en consonancia con su concepción ontoantropológica, metafísica, del individuo trascendental humano. Pero los proyectos políticos reales, históricos, en los que se basa el republicanismo histórico de toda época, surgían de la sociedad, definían un proyecto social, que se elaboraba desde el seno del movimiento de masas popular organizado para luchar por él. Definían con claridad cuál era el enemigo, la oligarquía, la clase burguesa explotadora, los terratenientes, etc. Estos otros proyectos republicanos académicos actuales no son el resultado orgánico de un movimiento de masas organizado, no recogen sus expectativas, sus aspiraciones. Quiero recordar aquí que Arthur Rosenberg escribe que la democracia no es un orden legal, ni una norma electoral, ni un programa político, ni unos principios politológicos, ni unas reglas procedimentales para garantizar el control sobre los cargos electos…

¿Qué es entonces?

Democracia es el nombre de un movimiento de masas. Un movimiento de masas que organiza a las clases subalternas de la sociedad en su lucha por imponer su proyecto de sociedad. Y es un estado democrático aquél en el que ese proyecto alcanza a imponerse. El proyecto político, y el propio vivir nuevo, es elaborado desde el propio movimiento, en su proceso de auto constitución estable.

A veces he leído aproximaciones similares al hablar del comunismo, entendiéndolo, sobre todo, como un movimiento social transformador, no como una teoría o una estructura social diseñada y perfilada.

En este sentido, cabe recordar que la obra política de Aristóteles es una filosofía praxeológica. Él explica la experiencia de su mundo: lo hace posicionándose desde su opción de clase, desde luego; pero su obra es saber segundo, filosofar sobre la realidad práxica existente en su devenir; filosofar sobre lo que hay. No pretende prescribir lo que es, lo que debe ser, una polis, una república. Sí lo hace, en cambio, Platón en su obra República, desde luego.

Afirmas también que tanto el uso dando actualmente al término como el nuevo cuerpo de pensamiento asociado a ella «carecen de relación directa con las tradiciones políticas republicanas existentes en diversos países y con la tradición secular, clásica, de la que proceden». ¿En todos los casos? ¿Y qué sentido esa falta de relación directa? Sé que también has indicado algo sobre todo ello.

República, movimiento republicano, democracia, son, como nos indica Arthur Rosenberg en su obra Democracia y socialismo, proyectos de vivir en común y de dirigir en común una sociedad que son históricos, esto es, que tienen su origen en movimientos de masas, en las luchas sociales de estos por la igualdad y la libertad, y en la práctica política y los proyectos históricos que surgen de estas prácticas sociales de lucha. Como filosofía, como teoría, es legítimo elaborar reflexión res publicana aún en ausencia de tal movimiento de masas, a la espera de que exista, o incluso para animar a su existencia.

Vale, muy bien visto.

Pero este pensamiento no puede ignorar que todo proyecto real republicano, democrático, surgirá, si se dan las condiciones de ese movimiento. No puede consistir en un corpus prescriptivo de ideas, arbitrariamente recortado por el autor, que sí asuma, por ejemplo, la noción de libertad tradicional republicana, pero suprima el ethos, por ejemplo, para ahormarse al liberalismo. Que decida cómo deberá ser la ley, qué es lo que se deberá suprimir, y qué es lo que, tan solo, se deberá constitucionalizar -por ejemplo, se suprimirá el patriarcalismo, pero la propiedad privada de los medios de producción, ésa, tan solo, deberá constitucionalizarse…- y, sobre todo, que oculte que la matriz de todo proyecto real respublicano debe estar en el movimiento de masas. O está en un movimiento o no existirá.

Este mismo debate se da ya dentro del pensamiento político durante la Revolución del 1848. La filosofía política no puede ser la que prescriba cómo será la república, y esa es la posición de dos demócratas revolucionarios, Marx y Engels. Marx y Engels elaboran en ese momento un texto, El Manifiesto del Partido Comunista, que explica cuál es la tarea de los que luchan por una comunidad democrática de iguales, por una comunidad social comunista. Es el movimiento de masas operante el que, desde su capacidad emergente de creación de poder directo sobre la actividad y desde su reflexión sobre esa experiencia de poder, debe ser el que vaya elaborando su proyecto. No tal o cual reformador del mundo; no tal o cual científico teórico poseedor de tal o cual teoría social, sino «ese movimiento que está ante nuestros ojos». Son las primeras dos páginas del capítulo 2, «Proletarios y comunistas». Este texto, pertenece, es orgánico de los debates de la democracia revolucionaria de 1848, y sale al paso de tales descabelladas teorías prescriptivas.

Cuando hablas de tradiciones políticas republicanas existente en diversos países, ¿incluyes a España? Si es así, ¿qué características singulares tiene la tradición republicana española?

Si te refieres a la existencia actual de una tradición republicana viva, creo que ésta no existe. Existen fuerzas políticas que son agencias electorales, sin vinculación con tejido social organizado, y sin pretensión de organizar movimiento estable de masas, que tratan a la ciudadanía como clientela votante. Cabe señalar que, actualmente, en alguna fuerza política algunos grupos de personas representativas tratan de abrir el debate al respecto. Pienso en Alberto Garzón, por ejemplo. Y esto tiene toda mi simpatía. Pero ese es el estado de la cosa, por el momento, al menos. El republicanismo, con su consciencia praxeológica, con su saberse resultante de un movimiento de masas, es una tradición que fue derrotada, tras la segunda guerra mundial. El pacto fue que se reconocerían derechos sociales a cambio de que las fuerzas políticas se convirtieran en agencias electorales. Hubo fuerzas políticas que se opusieron a esto, los partidos comunistas de occidente. Pero fueron derrotadas.

Perdona pero ese pacto del que hablas, ¿cómo, dónde, se concretó? ¿Es una interpretación a posteriori? Te pregunto sobre esto a continuación.

Cuando quieras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.