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«Derechos torcidos», o como mirar molinos y ver gigantes

Fuentes: Revista Pueblos

«Derechos torcidos» es un ingenioso oxímoron -esa figura retórica que consiste en unir dos conceptos contrapuestos, como «banca ética», que diría nuestro admirado profesor Arcadi Oliveres- que da título al libro de Esteban Beltrán Verdes, director de la sección española de Amnistía Internacional, que ha aparecido hace unos meses en las librerías españolas. El título […]

«Derechos torcidos» es un ingenioso oxímoron -esa figura retórica que consiste en unir dos conceptos contrapuestos, como «banca ética», que diría nuestro admirado profesor Arcadi Oliveres- que da título al libro de Esteban Beltrán Verdes, director de la sección española de Amnistía Internacional, que ha aparecido hace unos meses en las librerías españolas. El título completo es «Derechos torcidos. Tópicos, medias verdades y mentiras sobre pobreza, política y derechos humanos» en lo que se atisba como un libro revelador, desmitificador, al estilo de «la verdadera historia de…» o «todo lo que quiso saber de…pero no se atrevió a preguntar.»

Pero no hagamos mucho caso al título, pues ya se sabe que estos son elegidos por las empresas editoras, con un objetivo comercial, y no por los autores/as de las obras. Vayamos a su contenido: se trata, como recogen las solapas de la obra, del primer libro del autor, que sin embargo es articulista veterano en temas de derechos humanos, cuya defensa es el objetivo fundamental de la prestigiosa ONG Amnistía Internacional, al frente de cuya sección española se haya el autor desde hace más de 10 años.

Todas estas circunstancias han merecido la atención de Pueblos, que en su número 40 del pasado diciembre 2009 incluye una reseña del libro, y sobre todo una larga entrevista al autor. El libro «…ha sido un desahogo…», dice E. Beltrán, entre otras respuestas.

La obra -que incluye también un extenso diccionario personal de 60 páginas- aborda en 12 capítulos temas como la valoración social de la clase política, las guerras injustas, el terrorismo, la tortura en España, la inmigración, la pobreza, la pena de muerte (un clásico en AI, a cuyo combate ha dedicado muchos esfuerzos y por lo cual ha sido muy conocida), y otros más, en un total de 378 páginas.

Pero hay dos capítulos que han llamado poderosamente nuestra atención, dado nuestro interés en la cooperación internacional al desarrollo, o por decirlo de forma más genérica, nuestra pertenencia al mundo de las ONG. Se trata del capítulo 9. Responsabilidad Social Corporativa, las buenas obras de las empresas, y del capítulo 10. ¡Qué buenas son las organizaciones no gubernamentales!

Ya en el capítulo dedicado a la RSC, Beltrán critica los matrimonios de conveniencia entre empresas y ONG en el marco de campañas de marketing social (si eso es o no RSC sería tema de otro debate, pero a Beltrán le interesa equipararlos), como una bebida refrescante + MSF, una marca de tabaco + MPDL, o una marca de ron + Cruz Roja.

Pues ahí, al menos en parte, podemos estar de acuerdo. El código ético de las ONG de desarrollo no permite estas asociaciones con marcas de alcohol y mucho menos tabaco, pero sí permite otras, en determinadas condiciones. Pero Beltrán es rotundo, tajante, va más allá: cualquier colaboración con una empresa limita la independencia de las ONG. Pero donde realmente se lanza es en el capítulo 10, cuyo título rememora con pretendida ironía aquel anuncio de «qué buenas son…las galletas…» Aquí toma cuerpo la frase que se recoge destacada en la entrevista de PUEBLOS: -«Ha sido un desahogo»- declara, y en efecto, parece que todo el capítulo es el fruto de una incontinencia verbal inusitada en un miembro de una ONG que predica el uso de un lenguaje correcto y respetuoso en las cartas y mensajes que se envíen a las autoridades de cualquier país con críticas y denuncias. Aquello del «puño de hierro en guante de seda».

Los casos Intervida y Anesvad

Comienza ya citando los casos de Intervida y de Anesvad, actualmente en sede judicial, en los que directivos o presidentes de estas entidades robaron o desviaron varios millones de euros, y aunque después reconoce que estos casos son excepcionales, se preocupa de citarlos pues le viene bien a su objetivo de desacreditar a las ONG, en un estilo directo y poco elegante, propio de extremismos de uno y otro lado.

Curiosamente, no entra más en detalle en estos casos, porque no irían bien a sus tesis. No le conviene decir, por ejemplo, que Intervida era una ONG no integrada en la Coordinadora de ONG para el Desarrollo-España, y que Anesvad, que sí formaba parte, salió de la misma en 2001, varios años antes del escándalo que le afectó, porque la Coordinadora, en aplicación de su Código de Conducta, criticaba -era un clamor en el sector- los excesos de los anuncios de TV y radio que esta entidad emitía. Recordemos: la niña asiática a la que su padre va a cambiar por una lavadora, o un africano con el brazo carcomido por la úlcera de Buruli…el todo vale con tal de desasosegar conciencias de ciudadanos/as que después acudiesen presto a sus cuentas bancarias a hacerse socios/as de Anesvad.

Este trabajo de escrutinio ético que hacía la Coordinadora (que también denunciaba, como la mayoría del sector, la dedicación exclusiva de estas organizaciones al apadrinamiento no transparente) no le interesa a Beltrán, que también olvida describir cuales son las fuentes de ingresos mayoritarias de estas dos entidades (uno se resiste a llamarlas ONG tal y como funcionan), pues sus ingresos eran de forma casi exclusiva ¡de origen privado! Sus ingresos públicos eran inferiores al 5% en un caso y 0% en el otro. Y a pesar de no caer en la supuesta aberración de los ingresos públicos, a pesar de ser sus ingresos casi exclusivamente privados (apadrinamientos, telemaratones, etc.) estas ONG ¿resulta que no son limpias? Pues no lo pongamos, que no nos conviene.

Beltrán critica que la mayoría de estas ONG no nacieron durante la dictadura franquista «…para luchar por nuestras libertades…» como si eso fuese una tarea fácil en un país donde reunirse más de dos personas era un reunión ilegal. Pero sobre todo, ¿cómo van a nacer ONG de ayuda al exterior en un país subdesarrollado? ¿Acaso desconoce Beltrán que España estuvo en la lista de países receptores de ayuda del CAD de la OCDE hasta 1983?

Aquí Beltrán adopta el papel del abuelo contando lo de que «aquello sí que era mili…», que realmente es lamentable. En un exabrupto tras otro, proclama «las ONG [en España] son hijas de la libertad y del dinero fresco del Estado». ¡Toma ya! ¡Y se queda tan tranquilo!

Pero ojo, no todas son pecadoras, hay dos -¡sólo dos!, dice él- que no quieren ni esperan recibir un euro del Estado: Amnistía Internacional y Greenpeace. ¡Ah! Ya me parecía a mí, hombre!

¡Qué soberbia!,¡ qué falta de humildad! ¡Qué patinazos da uno cuando se mete a repartir mandobles, cual Don Quijote con los molinos!. ONG que rechazan el dinero público hay unas cuantas; Survival Internacional es una de ellas (y de las más admirables, en mi opinión) pero hay más: Asociación Remar España, Reach Internacional, Fundación Banco de Alimentos de España… casi todas poco conocidas, pero no inexistentes. Pero no se dedican a desacreditar a las demás: cada una elige la vía de financiación que le parece oportuna y carga con ella, y a hacer su trabajo.

Financiación pública vs. Financiación privada

Pero vayamos a su tesis: el dinero público es malo, pero el privado es bueno. Ya la segunda parte de esta declaración está puesta en cuestión por lo relatado de Intervida y Anesvad, que demuestra que una financiación exclusiva privada no es garantía de nada.

Es cierto que las ONG en España tienen un porcentaje variable de ingresos públicos vía subvenciones, que en ocasiones es superior a los ingresos de cuotas y donaciones. ¡Esto no es Inglaterra!, aduce Beltrán, donde los ingresos privados son superiores a los públicos. ¡Pues claro que no lo es! Inglaterra fue a lo largo del pasado siglo XX una de las primeras potencias económicas del mundo, y hoy sigue siéndolo, y sus ciudadanos tienen un nivel de vida desde hace décadas que les permite ser generosos; por el contrario, España tuvo una dictadura hasta 1975, y no consiguió niveles altos de bienestar hasta los años 90, que fueron precisamente cuando nacieron la mayoría de las ONG. Pero claro, ¡nosotros tenemos que hacer en 10 años lo que los ingleses hicieron en 70!

No se trata de proclamar aquello de «pecunia non olet»; estamos de acuerdo en que una excesiva proporción de financiación pública condiciona la independencia de una ONG. Se habla de no superar el 60-70%. En nuestra opinión, los ingresos públicos deberían ser inferiores al 50%, y cuanto más reducidos, mejor, pero sobre todo porque indicará mayor apoyo social, que hoy sólo lo realiza el 11% de la población española, según datos del Informe 2008 de la Asociación Española de Fundraising. Pero seamos racionales: no se puede utilizar el mismo rasero, como hace la Fundación Lealtad (a la que Beltrán critica, ¡menos mal!), autoerigida en árbitro de la transparencia y la rendición de cuentas en España, que exige lo mismo a una ONG de ámbito local que a una estatal; a una ONG de acción humanitaria, que a una ONG de familiares de niños autistas o afectados por el síndrome de Down. ¡Ya quisiera verlo yo con un familiar a cargo, y dirigir una ONG de ayuda a estos colectivos, y renunciar a las ayudas públicas por el escrúpulo de la independencia!

No voy a ser yo quien critique lo fácil que resulta escribir una carta o enviar un mensaje electrónico a un gobernante, como promueve AI, pero quisiera que se pusiera en la piel de una madre o un padre que no tiene ayuda para cuidar a un discapacitado intelectual profundo.

Las ONG de desarrollo

Pero donde Beltrán pone todo su ímpetu -digno de mejor causa- es contra las ONG dedicadas a la cooperación internacional para el desarrollo y la acción humanitaria.

Carga con saña contra las ONG de desarrollo por recibir dinero público para combatir la pobreza en el mundo. La verdad es que uno puede admitir que se critique el mal uso de esos recursos públicos, que se pide transparencia y que se gestionen con la máxima eficiencia, pero rechazar de plano el empleo de fondos públicos que salvan vidas en acciones de emergencia o de cooperación…

Además, procura olvidar -no le interesa recordarlo- que en algún momento concreto, las ONGD españolas se negaron de forma generalizada a recibir dinero para no ser cómplices de una guerra. Recordemos: el gobierno Aznar, tras la invasión de Irak a sangre y fuego en 2001 por las tropas de su aliado Bush, ofreció a las ONG españolas decenas de millones de euros para tapar los agujeros de las bombas, los crímenes cometidos y las escuelas destruidas por los aviones ultramodernos del «amigo americano». ¡La grandísima mayoría de ONG rechazaron aquel dinero miserable!

Nuestro inefable autor la emprende contra el Informe 2007 del sector de las ONGD, publicado por la Coordinadora de ONG para el Desarrollo-España, informe anual que con constancia y esfuerzo se ha convertido en ejemplo de transparencia y de rendición de cuentas de un sector social, sin parangón con ningún otro.

El Informe 2007 contiene datos precisos como cifras de ingresos y gastos, personal contratado y voluntario; de España y de fuera de España, de las sedes centrales y de las delegaciones territoriales, de lo invertido en sensibilización, en acción humanitaria o en desarrollo, de las subvenciones públicas y de las donaciones privadas; de los socios y colaboradores,… una descripción exhaustiva de más de 90 ONGD y 15 coordinadoras autonómicas, que es calificada de modo despectivo como un «…interminable ensayo plagado de tablas y letras hablando de sí mismas…» ¡Pues claro! ¡A eso se le llama transparencia!

Pero no, a Beltrán lo que le importa es que en ese informe no se ofrecen resultados de los proyectos que las ONGD desarrollamos. Y recurre -una vez más- a su admirada Inglaterra. «La página web del Departamento de Desarrollo Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores británico…»

Aquí Beltrán, llevado por el desahogo que proclama en la entrevista, pierde todas las referencias, pierde la medida de las cosas: compara las capacidades y responsabilidades de una Coordinadora de ONG… ¡con la capacidad del Foreign Office británico! ¡Señor, señor!

Pero este es un libro muy personal, de hecho está escrito en primera persona. Y pontifica ex cátedra en lo que denomina «su tesis «…las ONG en España, especialmente las que gestionan más dinero -desarrollo y acción social- domesticarán nuestra sociedad…Beltrán finaliza el capítulo con una recomendación enfática a sus lectores: «no apoye a las ONG que se someten al Estado…»

La verdad es que este tipo de pronunciamientos recuerdan, traen sones de la ultraderecha reaccionaria, que anatemiza a las ONG por no poder controlar a estas hijas de la libertad, pero también de la ultraizquierda, para la que las ONG son entidades descafeinadas, demasiado apolíticas (¿?), adormecedoras, y abomina de ellas por no poder manipularlas y dirigirlas contra sus demonios particulares: el Estado y el Capital.

Dime de lo que presumes…

No quisiera terminar sin hacer algún comentario sobre aquella mención que hace Beltrán del «pueblo elegido»: «hay dos [ONG] que no quieren ni esperan recibir un euro del Estado: Amnistía Internacional y Greenpeace»

No es este artículo espacio adecuado para referirse con extensión a Greenpeace, que también proclama no solicitar subvenciones públicas, y que -según dicen- renuncia a enviar a sus asociados los certificados de donación (por las cuotas) para deducir en el IRPF, pues lo considerarían una subvención pública encubierta, lo que nos parece muy respetable. Pero vayamos a Amnistía Internacional.

Vaya por delante mi consideración de que se trata sin duda de una entidad admirable, con décadas de trabajo silencioso, y prestigio ganado en todo el mundo por las denuncias sobre el atropello de los derechos humanos como la tortura y la pena de muerte.

No sabemos si está en transformación sus objetivos, pero algo parece estar cambiando a nivel interno, pues en su web se anuncia una «tienda virtual que vende productos de comercio justo». ¿Estará ampliando AI su radio de acción hacia la acción humanitaria y el desarrollo? Pero dejemos de lado estas elucubraciones y dirijámonos a comprobar, en la memoria 2008 de la sección española de AI, la última disponible, la veracidad del aserto indicado por Esteban Beltrán, su director, de que no recibe subvenciones públicas. En su página web, se indica: «Amnistía Internacional desarrolla su trabajo con absoluta independencia económica y política. Somos una organización que ha optado por renunciar a las subvenciones de Gobiernos y a las donaciones de partidos políticos con el objetivo de preservar nuestra imparcialidad y libertad de acción».

Sin embargo, al repasar la memoria de AI-España, vemos los siguientes datos: - Ingresos totales de la sección española en 2008: 5,57 M euros - Ingresos por subvenciones públicas: 167.000 euros

La memoria 2008 aclara que estas subvenciones «Procedentes de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, corresponden al Programa de Protección de Defensores de Derechos Humanos en Peligro. El 100% se destina directamente a los defensores destinatarios de estas ayudas».

Es decir, Amnistía Internacional España ¡sí que recibe subvenciones públicas! ¡Y sin embargo proclama a los cuatro vientos que las rechaza, y su director descalifica a las ONG que también reciben estas subvenciones!. Realmente sorprendente. No nos vale la excusa de que sólo sea un 3% del total, o el carácter finalista al 100% de los fondos públicos recibidos. Pues claro, ¡cómo muchas subvenciones de las ONG a las que critica Beltrán! La verdad es que en estas cosas, cuando se adopta una postura tan altanera, impartiendo doctrina, no caben medias tintas; es como la vida en otros planetas: no hay términos medios; o existe o no existe.

Sería deseable que la sección española de esta admirable ONG defensora de derechos humanos revisara algo sus proclamas anti-ingresos públicos (o bien renunciara a los que actualmente tiene); pero sobre todo, sería interesante que su actual director reorientara sus críticas y contuviera su lenguaje errado. No es que se pida que se extienda un manto de silencio y oscuridad sobre las ONG de desarrollo. Al contrario, critíquese con firmeza a las que no actúen con transparencia, que no actúen con eficiencia, que no sean independientes o que no cumplan con el Código de Conducta, pero cumplidas las premisas anteriores, déjese que cada una elija las vías de financiación oportunas.

Xosé Mª Torres Bouza es presidente de la Coordinadora galega de ONGD. Este artículo hace referencia a la entrevista a Esteban Beltrán, autor de Derechos Torcidos, publicada en el número 40 de la Revista Pueblos, diciembre de 2009.
Fuente: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1847