A mi maestro Néstor Baguer (Agente Octavio), in memoriam. La Habana, noviembre 27 (especial para Cádiz Rebelde).- El pronto arribo de las fiestas navideñas y de Año Nuevo comienza a mostrar sus primeros y ya tradicionales síntomas, tanto en Cuba como en La Habana. De la noche a la mañana los establecimientos comerciales que venden […]
A mi maestro Néstor Baguer (Agente Octavio), in memoriam.
La Habana, noviembre 27 (especial para Cádiz Rebelde).- El pronto arribo de las fiestas navideñas y de Año Nuevo comienza a mostrar sus primeros y ya tradicionales síntomas, tanto en Cuba como en La Habana. De la noche a la mañana los establecimientos comerciales que venden en divisas iniciaron su oferta de manzanas a 40 centavos de dólar la unidad, léase ahora peso convertible cubano.
Poco a poco los mercados habaneros ven aumentar sus flujos de ventas, clientes o mirones. A través de las ventanas abiertas se descubre la temprana presencia de muchos arbolitos de Navidad, mientras los devotos de Shangó compran con antelación suficiente los tres componentes de un rito que tendrá lugar en muchos hogares cubanos, en la noche del 3 al 4 de diciembre: la vela roja, el vino tinto y la manzana bien escarlata.
Shangó, dios de la guerra en el culto de Ifá, representado en las imágenes católicas del sincretismo cubano por Santa Bárbara, la diosa de los artilleros, quizás haya sido deidad protectora de una gigantesca operación financiera realizada por el Gobierno de Cuba entre el 27 de octubre y el 14 de noviembre, cuyo propósito fue ganar a la Administración Bush la última de tantas batallas habidas y aún por venir. En poco más de 15 días la Isla eliminó el curso forzoso del dólar en un conjunto de transacciones, y sustituyó a esa moneda por el peso convertible cubano, burocráticamente llamado CUC y popularmente «chavo», o «chavito», equivalente 1 x 1 al billete del Tío Sam. De este modo, la nación caribeña respondió a las recientes acciones de la Casa Blanca, en dirección de obstaculizar o impedir un correcto manejo de sus divisas, tanto en sus movimientos nacionales como internacionales.
De acuerdo con diversas fuentes de prensa, la operación, preparada en el secreto que saben guardar los cubanos y bajo la dirección personal de Fidel Castro, significó echar adelante un proceso donde se realizaron casi 2 millones 600 mil transacciones de canje, se atendieron unas 18 mil llamadas telefónicas –de las cuales el 40 % aportó sugerencias que ayudaron al éxito– y se transportaron unas 203 toneladas de billetes y monedas fraccionarias, en tanto inversionistas extranjeros manifestaron su interés por operar con la moneda cubana convertible, al simplificar ésta sus transacciones al interior de la patria de José Martí. Por su parte, fuentes diplomáticas de España, citadas por el diario miamense El Nuevo Herald, expresaron que la decisión de prohibir la circulación del dólar estadounidense no repercutirá en el funcionamiento de las empresas españolas en la Isla ni en la balanza comercial bilateral.
Guste a quien guste, pese a quien pese, el hecho cierto: el pueblo de Cuba expresó un apoyo muy mayoritario a las medidas oficiales y acudió en masa a los centros de canje para vender sus dólares o abrir cuentas bancarias en divisas, más allá de que economistas británicos hayan hecho vaticinios casi apocalípticos, entre los cuales vale citar el de Richard Lapper, editor para América Latina del Financial Times, quien afirmó a la BBC de Londres que » En principio esta medida va a complicar la vida para la población cubana que padece una grave crisis de energía, de agua. Un resultado es que la población acudirá a la economía negra o informal en vez de cambiar sus dólares en las tiendas oficiales. Esa práctica ha existido antes y ha sido muy reprimida, pero la economía informal en Cuba es gigantesca.»
Sin dudas, y por razones que leyes norteamericanas como la muy condenada internacionalmente Helms-Burton explican muy claramente, la cifra de cuántos dólares recaudó Cuba en los últimos días es un secreto de Estado. No obstante, si se parte de estimaciones muy conservadoras de la Comisión Económica para América Latina correspondientes a 1999, y se toma en cuenta el elevado número de operaciones de canje, no es locura especular que el Banco Central isleño ingresó a sus arcas un monto que podría estar en el orden de los mil 500 millones de dólares, antes atesorados por la población y ahora en función de lo que deben estar: al servicio del país a la mayor brevedad posible…. sin menoscabo de los derechos ciudadanos. La eliminación del curso del dólar no significa la penalización de su tenencia, ni prohíbe al nacional, residente o turista poseer y operar cuentas bancarias o tarjetas de crédito y débito en dicha moneda, ni nada parecido, a excepción de un gravamen del 10 % a las transacciones en efectivo, bien explicada su razón: enfrentar los costos y riesgos que para una Cuba sujeta a las sanciones económicas unilaterales de los Estados Unidos significa el operar en dólares.
Shangó no blande su hacha de combate por amor al arte. Si por un lado la Isla halló rápidamente recursos defensivos ante las nuevas agresiones de la Administración Bush, por el otro encontró, como beneficio no tan marginal, la eliminación o disminución al mínimo de un fenómeno muy negativo para la economía cubana, dado por un atesoramiento masivo de pequeñas cantidades de dólares que, como bien escribió Carlos Marx, es ante todo una manifestación de irracionalidad.
Si a lo anterior se suma la promesa estatal de dedicar las recaudaciones logradas a garantizar íntegramente la convertibilidad de la divisa cubana, es claro para cualquier medianamente informado en Economía que se está actuando con una visión trascendente a la mera defensa del país ante las acciones estadounidenses. «Ni un solo centavo de los dólares recaudados…. en respuesta a la agresión de Estados Unidos, será gastado por nuestro país en sus transacciones comerciales; ese dinero, que constituye un monto importante, tiene el objetivo de garantizar el valor del peso cubano convertible», aseguró Fidel Castro.
Dicho el pro, venga el contra, en opinión de este periodista
Que Cuba responda de manera tan sabia a las agresiones financieras de la Administración Bush, está muy bien. Pero también está muy mal que haya habido de esperarse a dichos ataques para llevar adelante un conjunto de medidas de política monetaria cuya racionalidad ningún conocedor discute, siempre y cuando se atenga a la ciencia y no a las manipulaciones políticas interesadas. Más si se fue capaz de realizar operación de semejante envergadura en apenas dos meses, contados desde el 15 de septiembre, cuando, de acuerdo con el vicepresidente del Banco Central de Cuba, Jorge Barrera, Fidel Castro dio un disparo de arrancada que hasta el 7 de octubre sólo fue «autorizado a escucharse» por siete funcionarios de absoluta confianza.
Escribió José Martí que la prensa no es «aprobación bondadosa o ira insultante; es examen, estudio, proposición, consejo». Por lo menos desde el año 2000 existen datos públicos avaladores de la necesidad y utilidad de sustituir la circulación del dólar por el peso convertible cubano, tal como se acaba de hacer en el 2004, así como de la existencia de mínimos suficientes cuando no óptimos para llevarla adelante con la eficacia demostrada entre el 15 de septiembre y el 14 de noviembre.
Prueba al canto: el Presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, declaró al diario Juventud Rebelde el 12 de noviembre del 2000 que ése «es un año de gran significación para el sistema bancario cubano. Celebramos el aniversario 50 del establecimiento de la Banca Central y el 40 de la nacionalización de los bancos. En esta ocasión, podemos expresar con júbilo que el país ya está dotado de las instituciones financieras y bancarias que se requieren para este período. Se ha acortado sensiblemente la distancia que nos separaba de los mejores sistemas bancarios en lo que se refiere a eficiencia. La automatización es total y para fines de año casi todo el sistema estará interconectado electrónicamente… Hoy, operamos bajo una superestructura moderna y clara. Tenemos normas de supervisión rigurosas y una Superintendencia Bancaria altamente exigente, que nos garantiza pulcritud y solidez. Hay disciplina.»
Soberón, al referirse al tema de la doble circulación de moneda (dólar-peso), expresó que «La doble circulación monetaria fue algo inevitable, con ventajas y desventajas. Ahora, con la economía en recuperación sostenida y creciente, y al ampliarse las relaciones interempresariales, se hace más compleja su existencia. Pero esto no se puede modificar con una simple decisión. Es necesario un conjunto de acciones y medidas donde juega un rol predominante el que la economía continúe desarrollándose y creciendo. Aspiramos a que el peso cubano sea la única moneda que circule en el país. De ahí que el trabajo del BCC en general y la política monetaria en particular, estén orientados a su fortalecimiento como uno de los caminos hacia una futura desaparición de la doble circulación. Fijar una fecha no es posible, pues son múltiples los factores que inciden.»
Por su parte, la colega María Julia Mayoral asistió a una conferencia de prensa ofrecida por Soberón, cuyo reporte fue publicado por el diario Granma el 4 de abril del 2001, bajo el título Reservas cubanas libres de la especulación. De acuerdo con éste, el titular del Banco Central expresó que el sistema financiero de Cuba opera en condiciones particulares por la feroz guerra económica de los Estados Unidos, dirigida también a interferir toda gestión de la Isla en el exterior, incluyendo un ridículo sistema mediante el cual son capaces de confiscar hasta un pago de 5 dólares hecho por cualquier ciudadano del mundo a la nación caribeña. Tenemos evidencias–dijo, según Mayoral–de sus contactos para intimidar a bancos extranjeros que operan con nosotros y de presiones a gobiernos con el mismo fin.
Todo lo aquí apuntado por este periodista indica al menos que Cuba estaba en condiciones de dar el estratégico paso de sustituir al dólar por el peso convertible desde mucho antes del momento en que finalmente se hizo, así como de LA NECESIDAD DE HACERLO PRECISAMENTE A CAUSA DE LA POLITICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA LA ISLA, tal y como finalmente ocurrió. Por ello, de suyo se desprende una interrogante: ¿Por qué hubo de esperarse a la agresión concreta y no se actuó preventivamente y como resultado de un análisis, donde la evidente conveniencia económica de recuperar lo más rápidamente posible la soberanía monetaria fuera el argumento fundamental?
Duro es decirlo, pero hay que decirlo, si uno se atreve a llamarse periodista revolucionario. Si en materia económica se va a actuar no en la dirección de una estrategia públicamente discutida y nacionalmente consensuada, sino en la de reaccionar ante las agresiones de la Casa Blanca, ¿quién dirige en realidad la economía cubana, Washington o La Habana? Nadie piense en esta pregunta como surgida de un cerebro «ideológicamente reblandecido». Me la hizo un militante del Partido Comunista, teniente coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y combatiente de la Sierra Maestra, Girón y Angola. Un hombre de pueblo, que cultiva plátanos para garantizar parte de la dieta ofrecida por la Revolución en las escuelas del país. Gratuitamente, dicho sea de paso.
«Más vale tarde que nunca», dice el refrán. Pero la experiencia obtenida en las jornadas conducentes a la «desdolarización» de Cuba, invita a la reflexión sugerida por las interrogantes aquí formuladas, más allá del placer de ocasión que conlleve cantar, al estilo de la reina del punto cubano, Celina González, ¡Qué viva Shangó!
Nota Bene:
el inveterado humor cubano ya reaccionó ante la «desdolarización » de Cuba con este chiste:
» ¿Qué le dijo al dólar el peso convertible? ¡Quítate tú, pa’ponerme yo!».