Cuando oscuros nubarrones cubren el cielo o los servicios meteorológicos pronostican un huracán, la entrenadora deportiva Yanilia Castre se prepara para la inundación de su barrio, Nuevo Vista Alegre, en la periferia de esta ciudad, la segunda en importancia de Cuba. «Esto se convierte en una laguna… Todas las calles se inundan con cualquier lluvia», […]
Cuando oscuros nubarrones cubren el cielo o los servicios meteorológicos pronostican un huracán, la entrenadora deportiva Yanilia Castre se prepara para la inundación de su barrio, Nuevo Vista Alegre, en la periferia de esta ciudad, la segunda en importancia de Cuba.
«Esto se convierte en una laguna… Todas las calles se inundan con cualquier lluvia», dijo a IPS con tono desesperanzado esta licenciada en cultura física, que ha pasado toda su vida en este vecindario, en el límite de la urbe de Santiago de Cuba, a 847 kilómetros al este de La Habana y con 433.498 habitantes.
Al caer la lluvia, el agua cubre las calles destruidas y entra en las viviendas de esta zona baja debido al obsoleto alcantarillado de la ciudad, cuyo centro fundacional tiene más de 500 años. «Hemos ido al gobierno, ha venido gente, se han hecho inversiones, pero no han dado resultados. Creo que esto no tiene solución», lamentó Castre.
Los temporales desajustan la vida de este barrio de construcción legal y otras periféricas de Santiago por las insuficiencias de la red de desagüe.
«Cuando vienen los ciclones, hay que elevar los refrigeradores, las camas sobre bloques. Incluso así, hay gente que sufre afectaciones de equipos. Las aguas albañales se mezclan con las otras», contó la entrenadora, quien trabaja en una escuela de deportes.
Antiguas y limitadas, las redes de suministro de agua y de alcantarillado sanitario afectan la calidad de vida de las periferias de las grandes ciudades cubanas como Santiago, aunque estos problemas suelen ser opacados por el déficit más grave de la vivienda en el país de 11,2 millones de habitantes.
Restaurada en su casco histórico y con proyectos urbanísticos realizados con motivo de su 500 aniversario en 2015, la ciudad más importante después de la capital continúa cargando hasta hoy con la deuda de ampliar y modernizar su alcantarillado, una obra que desborda lar posibilidades de las arcas públicas.
«El sistema de alcantarillado es obsoleto, sin la capacidad requerida», explicó Omar López, director de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba. «Se trata de aprovechar la red existente, pero tiene muchos años y está sobrecargada», indicó sobre el problema más acuciante de la urbe luego del déficit y deterioro habitacional.
Por esa causa, «la ciudad se inunda más», detalló el arquitecto a IPS, quien señaló a «los barrios perimetrales» como los más afectados. «La ciudad fue creciendo y los barrios perimetrales no diseñados carecen de alcantarillado, lo que tienen son fosas, o si pasaba un pequeño río todos vierten a esa cuenca», describió.
La solución radica en construir nuevas redes de alcantarillado y aumentar las plantas de tratamiento, ya que la actual opera a bajo nivel en el saneamiento de las aguas sucias que vierte al mar esta ciudad fundada alrededor de la bahía homónima, que es la más importante de la región del Oriente cubano.
«Esa obra sería algo millonario, al igual que lo fue el nuevo acueducto, un trabajo costoso, que demanda romper calles, traer equipamiento, movilizar personas y conectar todo», indicó el experto. «Tiene un nivel de complejidad elevado y mucho más en una ciudad del tamaño de Santiago», remató el conservador de la ciudad.
El crecimiento urbano no regulado, unido a deficiencias en la gestión de los gobiernos locales y el deterioro de la infraestructura en un país que soporta una crisis desde 1991 en recaída a partir de 2016, añade un desafío más a la sostenibilidad de los asentamientos urbanos, que acogen a 76,8 por ciento de la población.
Las migraciones internas, de los campos hacia las ciudades y de la región del Oriente hacia las del Centro y el Occidente, también reconfiguran los bordes sobre todo de las grandes urbes. Solo en la ciudad de Santiago de Cuba, en 2013 se registraron 42 asentamientos precarios, que emergieron dentro de la urbe o su periferia.
Lugares como Nuevo Vista Alegre, donde colindan barrios estructurados con aquellos espontáneos, legales con ilegales, y viviendas precarias con otras confortables, cargan con desventajas en el acceso a los serviciosbásicos, que el Estado subvenciona a las personas naturales en este país insular caribeño de gobierno socialista.
A la espera de fondos, la estrategia de las autoridades para paliar el problema consiste en ubicar los edificios nuevos donde pueda aprovecharse la red existente, en una ciudad que edifica 2.000 unidades residenciales cada año pero necesita al menos duplicar esa cifra, y en trasladar algunos asentamientos.
Cerca de Nuevo Vista Alegre, el barrio llamado San Pedrito fue mudado por completo. «Esa decisión le ha aliviado el problema de las inundaciones a esas personas», opinó Castre. «Aquí tal vez se pudiera lograr una solución con un desagüe porque no todo el barrio se afecta, es solo esta zona, que es la más baja», valoró.
«La población cubana ha exhibido una marcada tendencia a concentrarse en las zonas urbanas y especialmente en pocas ciudades», concluyó el informe «Asentamientos humanos concentrados de mil y más habitantes. Censos de 1907-2012», que fue publicado en septiembre de 2018 por la estatal Oficina de Estadísticas e Información.
Con sus diferencias, los barrios periféricos de otras ciudades padecen situaciones desventajosas poco conocidas, como en Palma Soriano, que es una de las cinco ciudades con más de 20.000 habitantes de la provincia de Santiago de Cuba y que colinda con la capital provincial.
La concejala Magalis Benítez, de pie, es responsable de un tanque comunitario de agua potable, que abastece a las familias del barrio periférico El Congrís, en el municipio Palma Soriano, colindante con la segunda ciudad del país, Santiago de Cuba, en el este del país. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
La concejala Magalis Benítez, de pie, es responsable de un tanque comunitario de agua potable, que abastece a las familias del barrio periférico El Congrís, en el municipio Palma Soriano, colindante con la segunda ciudad del país, Santiago de Cuba, en el este del país. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
El presidente del gobierno municipal de esa pequeña urbe, Juan Leonardo Huepp, reveló a IPS que los principales problemas de la urbe radican en el abastecimiento de agua y la red vial.
«El ciclo más corto para recibir agua es de siete días y el más largo hasta 28 días, en algunos lugares. Todas las personas deben almacenar agua», detalló sobre el suministro de agua tanto por las tuberías de la red como por la alternativa de los camiones cisterna.
Con una población numerosa y un sector agroindustrial demandante, el gobierno local de Palma Soriano enfrenta la dura tarea de garantizar el acceso al agua en medio del colapso de su antiquísimo acueducto, construido en 1926, y las roídas tuberías de agua mientas se implementa la construcción de uno nuevo sistema.
Transportado en camiones cisterna, el líquido básico llega a barrios que dependen de esta vía mientras se lleva por tren hasta la industria azucarera.
«Al menos se duplica el costo del servicio», evaluó Huepp, sobre una alternativa empleada para abastecer a casi 15 por ciento de la población de 78.000 habitantes de esta urbe y cabecera del municipio.
Justo en los límites urbanos, el barrio precario y emergente de El Congrís recibe agua en camiones cisterna una vez al mes.
«Es algo muy difícil, aunque estamos paliando (el déficit de suministro) con tractores con cisternas acopladas de empresas que apoyan casos críticos de personas postradas y otras necesitadas», explicó a IPS la concejala Magalis Benítez.
Incluso productores con pozos en sus fincas recibieron una licencia especial del gobierno local para distribuir agua hasta los hogares, mediante un servicio privado que solo cobra por el transporte. Entre 2016 y 2017, el barrio estuvo entre los beneficiados por un proyecto sobre agua segura coordinado por la organización internacional Oxfam.
A la entrada de su casa, Benítez se encarga de distribuir una cantidad establecida del agua potable que almacena en uno de los tanques comunitarios de 10.000 litros aportados por el proyecto, que en su municipio, Palma Soriano, benefició a 4.234 familias.
«Recibimos seminarios y talleres sobre el uso del agua… la gente se preparó para esta situación», apuntó.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2019/03/deterioro-servicios-afecta-las-periferias-urbanas-cuba/