«Si respondemos ojo por ojo y diente por diente, todos terminaremos ciegos y sin dientes». Esta frase, atribuida a Mahatma Gandhi, impulsó el intercambio de ideas durante el espacio Último Jueves de la revista Temas, celebrado en La Habana, en la Asociación Cultural Yoruba de Cuba. Antonio Castañeda, Presidente de la Asociación; Román de la […]
«Si respondemos ojo por ojo y diente por diente, todos terminaremos ciegos y sin dientes». Esta frase, atribuida a Mahatma Gandhi, impulsó el intercambio de ideas durante el espacio Último Jueves de la revista Temas, celebrado en La Habana, en la Asociación Cultural Yoruba de Cuba.
Antonio Castañeda, Presidente de la Asociación; Román de la Campa, profesor de la Universidad de Pennsylvania; Maritza Moleón Borodowsky, directora general del habanero Centro Félix Varela, John McAuliff, director ejecutivo de la ONG estadounidense Fondo para la Reconciliación y el Desarrollo; y el moderador Carlos Alzugaray, se dieron cita en un panel que puso sobre la mesa de discusión los términos diálogo, cultura cívica, reconciliación y discrepancia.
«Vivimos en un mundo donde es necesario cambiar la cultura cívica. El ciudadano debe ser más proactivo y consciente de su rol en la sociedad, para eso hay que dialogar, comprender al otro, pero de igual manera discrepar», sostuvo Maritza Moleón Borodowsky, directora general del Centro Félix Varela, ONG cubana que desde hace dos décadas promueve, entre otros asuntos, la cultura de paz, entendida como la prevención de la violencia en los ámbitos institucional y comunitario.
«Dialogar implica saber de antemano que vamos a disentir y también podemos encontrar puntos en común (…) Incluso el conflicto es parte de la vida cotidiana y contribuye al desarrollo humano, porque puede enriquecer el proceso de la toma de decisiones».
Investigaciones realizadas por dicho Centro evidencian que el cubano no está acostumbrado a dialogar, ni siquiera dentro del ámbito familiar. Lo habitual es no tener en cuenta a los niños y las niñas; los padres imponen sus criterios, no hay decisiones colegiadas. A los pequeños se les enseña a defenderse con imposiciones y con violencia. Se les dice: «Si te pegan, tú pegas».
El hecho de que la familia resulta esencial para desarrollar en las personas, desde la infancia, la cultura del diálogo resultó una de las ideas recurrentes en el encuentro, tanto entre los panelistas como en el público. De igual modo lo fue el criterio de que la escuela juega un papel primordial en la formación de la cultura cívica, tarea para la cual en estos momentos no se encuentra suficientemente preparada.
Según Román de la Campa, profesor de la Universidad de Pennsylvania, en los Estados Unidos, autor de numerosos libros y ensayos sobre Latinoamérica y Cuba, esa última deficiencia no es inherente a la Isla, sino que alcanza proporciones globales. La situación adquiere mayor complejidad pues en el mundo la educación se ha ido desplazando de las instituciones tradicionales hacia los medios de comunicación masiva, que convierten a la información y la instrucción en una especie de performance, un show mediático deformador.
La Isla en primer plano
Para los numerosos concurrentes a este Último Jueves, fomentar el diálogo entre los ciudadanos constituye una necesidad inaplazable. Según se dijo, falta disposición, por parte de algunas instituciones, para instrumentar la discusión y el debate con corrientes discrepantes en el seno de la opinión pública cubana. Otros, sin embargo, opinaron que es posible dialogar si las partes aprenden que cada una es ganadora en el proceso. Maritza Moleón citó la práctica del Centro Félix Varela en la búsqueda del diálogo dentro de las relaciones familiares y comunitarias.
«Creamos una red a nivel nacional y en las escuelas formamos niños jueces de paz, es decir, mediadores. Nuestra ONG ha acompañado a diversas empresas en conflictos que pueden ser antagónicos y hemos alcanzado resultados interesantes; por ejemplo, en organismos que desarrollan proyectos en la comunidad».
La especialista abogó por expandir esas experiencias a todas las instituciones del país y a todos los niveles. E involucrar a los medios audiovisuales.
Otro de los conferencistas, Antonio Castañeda, presidente de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba y practicante de una religión muy extendida en el país, también refirió vivencias positivas: «Es un tema polémico, pero puedo decir que se ha avanzado mucho en la materia. Hemos sostenido diálogos con las organizaciones y con casi todas las entidades religiosas de la Isla». Y recalcó: «El diálogo tiene que estar basado en el respeto, sin eso no puede existir. Muchas personas tratan de imponer posiciones de fuerza, incluso dentro de mi religión hay quienes creen tener la verdad absoluta, eso es un error. Debemos ser flexibles y preocuparnos por lograr consenso. Sea cual sea el tema: raza, negritud, religión, política. Comenzar en la familia, seguir en las instituciones, luego dialogar con el gobierno. De lo contrario todos vamos a salir perjudicados. Las nuevas directivas del país para tratar de resolver los problemas nacionales harán el diálogo más fuerte dentro de la sociedad cubana».
Cuba-Estados Unidos: el freno principal proviene de Washington
«Nací aquí y viví hasta los 14 años, cuando viajé a los Estados Unidos como parte de la Operación Peter Pan. En 1978 comencé a participar en el diálogo entre Cuba y la comunidad cubanoamericana, por lo que me gané el mote de dialoguero», recordó Román de la Campa. «Entonces me parecía que ambos podían dialogar -yo estoy a favor de eso-, pero sigue existiendo un disenso, aunque se ha adelantado algo en ese camino».
El diferendo Cuba- Estados Unidos emergió como tema lo mismo entre los participantes del público, que entre las opiniones vertidas por el propio panel, que reconoció las trabas puestas al diálogo por varias administraciones norteamericanas, al bloquear el establecimiento de nexos bilaterales.
Para John McAuliff, director ejecutivo del Fondo para la Reconciliación y el Desarrollo, una ONG estadounidense que desempeñó un rol importante en el proceso de normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Viet Nam, Cambodia y Laos, entre el 60 y el 65 por cierto de los norteamericanos aboga por vínculos normales con la Isla, pero ese propósito enfrenta no pocos obstáculos. «La reconciliación solo sucede cuando todas las partes en conflicto deciden tratar al otro con integridad y como iguales. El paso de Obama de permitir libertad para que los cubanoamericanos viajen a Cuba o envíen remesas, es una rendija. Esto provocó palabras y acciones de senadores y representantes de la parte recalcitrante de esa comunidad, pero la mayoría de los norteamericanos quiere la normalización»
«Como amigo de Cuba y de muchos cubanos espero que se alcance un arreglo entre los puntos de vista diferentes dentro de la Isla. De acuerdo con mi experiencia, las dificultades internas de cada nación se agravan si hay presión desde el exterior. Lo mejor sería la reconciliación entre los dos países, para que Cuba pueda tener en su interior un proceso normal. Como ciudadano norteamericano pienso que la base del problema es que los Estados Unidos afirman: ‘no habrá reconciliación con Cuba hasta que ocurra una reconciliación dentro de Cuba’. Y este punto de vista tiene no 50 años, sino más de un siglo. Creo que el freno principal proviene de Washington».