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Diario de El Paso: Preguntas vulgares

Fuentes: Cubadebate

Febrero 23, de 2011. El Paso, Texas.- Concluyó el testimonio del inspector cubano, Roberto Hernández Caballero, en el caso USA v. Luis Posada Carriles. A través de las declaraciones de Hernández Caballero durante los últimos tres días, la fiscalía logró el propósito de establecer el hecho de que en 1997 ocurrió una serie de explosiones […]

Febrero 23, de 2011. El Paso, Texas.- Concluyó el testimonio del inspector cubano, Roberto Hernández Caballero, en el caso USA v. Luis Posada Carriles.

A través de las declaraciones de Hernández Caballero durante los últimos tres días, la fiscalía logró el propósito de establecer el hecho de que en 1997 ocurrió una serie de explosiones en La Habana. Que una de las explosiones resultó en el asesinato de Fabio Di Celmo el 4 de septiembre de 1997 en el Hotel Copacabana y que otras resultaron en heridos y daños materiales.

El testigo cubano declaró de manera concreta, coherente y creíble durante los tres días que permaneció en el estrado. El abogado defensor de Posada Carriles trató de impugnar su credibilidad durante dos días de intensos contra-interrogatorios, pero no logró perforar la franqueza que el testigo le transmitió al jurado.

DARDOS VENENOSOS

El abogado Arturo Hernández le lanzó al testigo cubano incesantes dardos venenosos, más parecidos a los que vuelan en los cafés de la Calle 8 de Miami que en un tribunal federal de los Estados Unidos. En varias ocasiones, el abogado miamense, quien pronuncia su propio nombre y apellido como Art Jernandes, se le plantó delante al testigo, en pose solariega, abrió el saco de su traje, puso sus puños en la cintura y le disparó una serie de preguntas bravuconas. Por ejemplo, «¿No será cierto que usted no es un investigador verdadero, sino un oficial de la inteligencia cubana?», le espetó.

El teniente coronel Roberto Hernández Caballero respondió a las saetas del abogado de Luis Posada Carriles con altura y dignidad. «Soy un investigador», dijo. Utilizando una fotografía de los daños causados por una explosión en el Hotel Nacional, Jernandes le preparó una emboscada al testigo cubano. Pero la zancadilla que quiso hacerle al testigo fracasó, porque estaba preñada de la ignorancia de los quienes conocen a Cuba solamente a través de los medios informativos de Miami.

«¿Es esta la misma fotografía que usted identificó anteriormente?». El Teniente Coronel cubano fijó una mirada al abogado y otra a la foto. «Correcto», respondió. «¿El hotel donde usted dijo que ocurrió una explosión el 12 de julio de 1997″. «Sí». «¿Pueden los cubanos regulares (sic) ir al Hotel Nacional sin pedir permiso?». «Sí». ¿Pueden los cubanos regulares (sic) pasar la noche en un hotel cubano sin pedir permiso?». «Sí». «¿No es un hecho que los cubanos regulares (sic) no tienen acceso a esos hoteles?». «No».»¿Pueden los cubanos tener computadoras?».

Ahí el fiscal Timothy J. Reardon interrumpió y se quejó ante la Jueza Kathleen Cardone d que las preguntas no eran pertinente al tema de este juicio que es si Luis Posada Carriles le hizo declaraciones falsas al gobierno de los Estados Unidos. La jueza le dio la razón a Reardon y le dijo a Jernandes: «move on«. Es decir, que ya era hora de que cambiara de tema.

UNA CATEDRA DEL ABOGADO DE POSADA CARRILES

Casi todos los estadounidenses alardean de que su sistema jurídico es el mejor del mundo. Sin embargo, en los Estados Unidos el litigio no necesariamente es una pesquisa hacia la verdad. Los estudiantes de Derecho en este país aprenden enseguida que la tarea del abogado defensor es confundir al jurado y tergiversar la evidencia. Art Jernandes asimiló esa enseñanza muy bien. Sabe como convertir una pesquisa seria en algo grotesco y ridículo. Hoy nos ofreció una cátedra de cómo enmarañar las evidencias.

Cuba le entregó a la fiscalía estadounidense informes detallados sobre las investigaciones realizadas en el año 1997 en relación con la serie de bombas que estallaron en La Habana. La fiscalía presentó algunos de esos informes al Tribunal Este en El Paso. También presentó un testigo presencial, el Teniente Coronel Roberto Hernández Caballero, que declaró que las fotografías que forman parte de la evidencia del caso son «verdaderas y fieles representaciones de los hechos» que él presenció en las escenas de los crímenes.

Sin embargo, el abogado defensor de Luis Posada Carriles dedicó toda la mañana a tratar de demostrar que las fotografías no muestran lo que parece, y que el testigo presencial no es fiable. El abogado resaltó, fuera de contexto, los informes de nueve de los sitios donde explotaron las bombas en 1997, para probarle al jurado que la firma del investigador Roberto Hernández Caballero aparece solamente en uno de ellos: en el que tiene que ver con la investigación realizada el 12 de abril de 1997 en el Club Aché del Hotel Meliá Cohiba, lugar que el abogado miamense mal pronunció constantemente, llamándolo el Clob H del Joutel Melía Cojiba.  Uno por uno, Jernandes sacó los informes parciales de la investigación.

«Les muestro el informe investigativo del incidente en el Joutel Traiton (así pronunció el Hotel Tritón): ¿Está su nombre en el reporte?» Le preguntó sobre los informes del Capri, el Nacional, el Sol Palmeras, el Chateau Miramar, la Bodeguita del Medio. Uno por por uno. Así forzaba una serie de «no» que es lo que buscaba. para que el jurado se llevara la falsa impresión de que las explosiones no ocurrieron o que el investigador cubano cometió perjurio durante su testimonio anterior.

«SI USTED FUERA TAN AMABLE…»

«Si usted fuera tan amable de mostrar el informe completo, usted verá mi nombre», reaccionó el inspector cubano. El abogado de Posada Carriles no fue amable en lo absoluto. En vez de mostrar el informe completo, le lanzó un «¿No será cierto que su nombre no aparece en esos informes porque usted no es un inspector, sino un oficial de la inteligencia cubana?»

«No», le respondió pacientemente el inspector cubano y volvió a decirle que el informe completo tiene su nombre, porque como jefe tenía varios equipos a su encargo, quienes realizaron la investigación. «Eso no quiere decir que no vi, que no observé», añadió el testigo. «Mire, yo soy el jefe. Voy a la escena del crimen, la veo, doy órdenes», declaró el inspector, «pero tengo a otras personas que administran diferentes aspectos de la investigación».

Cuando le tocó el turno al fiscal Reardon para volver a interrogar al testigo cubano, el fiscal regresó a las fotos de las escenas de los crímenes. Son muy importantes, porque son las que sirven como evidencia para demostrar que estallaron varias bombas en La Habana en 1997. Reardon mostró foto tras foto al testigo, y le pidió que le dijera a «las damas y los caballeros del jurado si esas escenas de crímenes fueron las que él había presenciado con sus propios ojos». «Sí», respondió el inspector a todas las fotos que le mostraron.

El abogado de Posada Carriles entonces se levantó y se dirigió a las fotos de la escena del asesinato de Fabio Di Celmo el 4 de septiembre de 1997, en el Hotel Copacabana, o como lo llamó Art Jernandes-el Joutel Coupa.

SILLAS DE MIMBRE

Interrogó al inspector cubano detenidamente sobre las sillas de mimbres que aparecen en las fotos junto a la sangre que dejó el cuerpo de Fabio Di Celmo. «El supuesto charco de sangre», dijo cínicamente el abogado de Luis Posada Carriles. «¿No le parece raro que la explosión puede destruir la madera pero no haber afectado las sillas de mimbre?», le preguntó señalando a las sillas que aparecen paradas en la fotografía. Le sorprendió la respuesta del testigo. «Las sillas de mimbre son huecas y por eso las ondas de la explosión no las lanzaron al piso», dijo el inspector cubano. «El mimbre siendo hueco no es como la vela de un bote que recibe el viento. Además, el hotel es un lugar relativamente abierto», añadió.

A pesar de la explicación del inspector, el abogado siguió insistiendo en el tema, insinuando al jurado que las fotos de la escena del crimen en el Copacabana eran montajes y no reproducciones verídicas del hecho.

EL JURADO

Varias veces, el abogado defensor volvió al tema y el testigo siempre le respondía igual. Miré hacia los integrantes del jurado. Habían dejado de tomar notas. La de la camisa blanca en la primera fila se restregaba los ojos. La gorda se estiró y bostezó, y el afronorteamericano de la segunda fila, que siempre parece estar más atento que los demás, miró incómodo su reloj del pulsera. ¿Qué pensarán sobre este litigio de nunca acabar?

¿Y QUE HACE POSADA?

Mientras tanto, Luis Posada Carriles -el acusado de perjurio en El Paso- dormía como un bebé. Se animó bastante durante los recesos, cuando sintió movimiento a su alrededor. «Vamos a ver, vamos a ver», se levantó diciendo en voz alta durante una de las pausas.

El jurado solamente observa a Posada Carriles durante el tiempo que ellos están en la sala judicial. Ve a un acusado que se queda tranquilito en su silla, en la que acostumbra a dormir todos los días. Estoy seguro de que los integrantes del jurado lo escuchan cuando ronca y lo ven cuando despierta, generalmente limpiándose un hilo de saliva con el pañuelo blanco que carga. Pero ellos no lo ven caminar a paso rápido en los pasillos de la corte, con sus papeles y su bolsita de plástico. No lo ven de lo más animado conversando con los abogados o los asistentes. ¿Será por esa visión lastimosa que transmite en corte que sus abogados no lo despiertan?

CIERRA EL TELON

La puesta en escena del abogado de Posada Carriles a Roberto Hernández Caballero terminó de forma antológica. Con bombos y platillos, con una catarata de preguntas para ofuscar al jurado. Las preguntas no son evidencia, pero pesan: «¿Cuándo usted se reunió con los fiscales en Cuba, qué le prometieron?»»¿Participó en algunas negociaciones sobre los términos de su testimonio?»»¿No es un hecho que el gobierno de los Estados Unidos está pagándole sus gastos durante su estancia en este país?»¿Le ofrecieron alguna inmunidad a cambio de su testimonio aquí? Sí o no». «¿Sabe usted lo que es una respuesta bajo juramento?» «¿Sabe usted lo que es un juramento?» «Le hicieron aquí preguntas cuyas respuestas fueron bajo juramento, ¿sabe usted que repuestas ofrecidas bajo juramento lo exponen a una sanción de perjurio?» «¿Se siente usted libre para contestar preguntas sobre Cuba?» «¿Dijo usted la verdad cuando declaró que los cubanos pueden ir a los hoteles libremente?»

Creo que no es necesario contar cómo respondió este ecuánime Caballero. Rara vez he visto ante un jurado un testigo tan coherente y seguro. Solo reproduzco cómo terminó su testimonio: «Lo único que me ha pedido Estados Unidos es que venga a decir la verdad sobre mis investigaciones en el caso las bombas que estallaron en La Habana».

Mañana testifica la médico forense cubana, Ileana Vizcaíno Dime, sobre la autopsia que le realizó a Fabio Di Celmo. Ya les contaré.

*José Pertierra es abogado y tiene su bufete en Washington. Representa a Venezuela en la extradición de Luis Posada Carriles.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/02/24/diario-de-el-paso-preguntas-vulgares/