A lo largo (y ancho) de la Historia, especialmente con el arribo a las Américas de la raza blanca y la cristiandad, el binomio civilización-barbarie ha sido utilizado como metáfora para satanizar a unos y entronizar a otros. Por un lado, las comunidades indígenas -lo «no europeo»-, sumidas en un estancamiento cultural, económico y tecnológico […]
A lo largo (y ancho) de la Historia, especialmente con el arribo a las Américas de la raza blanca y la cristiandad, el binomio civilización-barbarie ha sido utilizado como metáfora para satanizar a unos y entronizar a otros. Por un lado, las comunidades indígenas -lo «no europeo»-, sumidas en un estancamiento cultural, económico y tecnológico del que les era necesario exorcizar; por otro, una civilización cuyo sustento era la expansión territorial, la imagen del progreso y del bienestar colectivo. Ideología colonialista cuyo discurso parecía eterno, hasta hace muy poco.
En nuestros días, el capitalismo se mundializó y avanzó hacia zonas del globo -antes insospechadas por los cartógrafos- que cedieron inmensas porciones de territorio e identidad a la penetración cultural, más que al propio capital. Es el neolenguaje de la globalización. Sin embargo, como parte del frágil equilibrio en que hoy se sostiene, todo ello viene acompañado de la constante generación de prácticas y discursos contestatarios en el plano de la política, la economía, la historia, la cultura o la estética. Es el neolenguaje de la antiglobalización.
Hoy, América Latina, fundamentalmente, es el resultado de esa acumulación histórica: por un lado, engendro del capitalismo en su función de dominador múltiple, en el que se entrelazan las formas más sutiles de explotación y exclusión con las más francas versiones de opresión política, discriminación sociocultural, enajenación mediática, depredación ecológica y criminalización de la lucha social; por otro, generadora ella misma de la inconformidad con ese orden, de resistencia al modelo neoliberal y de construcción de espacios de socialización de alternativas. El Foro Social Mundial, la Asamblea Mundial de Movimientos Sociales, la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA, la Alianza Social Continental, son algunos ejemplos. Pero no los únicos.
En 1995, cuando la Revolución Cubana atravesaba uno de sus momentos más difíciles, tuvimos en La Habana el primer Taller de Paradigmas Emancipatorios. El Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (GALFISA), del Instituto de Filosofía, convocaba a académicos, activistas sociales y políticos, educadores populares y personas interesadas en aportar, desde diversas prácticas de resistencia y creación, acerca de los problemas de la emancipación social y humana en nuestra región. Dentro, parecía un sueño; fuera, otra de las últimas inhalaciones.
No obstante, desde entonces hasta la fecha se vienen realizando, cada dos años, estos encuentros. En cada nueva ocasión los participantes intercambian experiencias, anécdotas, realidades cercanas pero muchas veces silenciadas.
Entre el 2 y el 5 de septiembre se realizó el VIII Taller, con sede en el Círculo Social Obrero Otto Parellada de la capital cubana. Bajo la provocación Los procesos de articulación política emancipatoria. Desafíos de los movimientos sociales en los nuevos escenarios en América Latina , hombres y mujeres de los 22 países participantes confrontaron no solo el panorama de los últimos dos años, sino además las pistas que el mismo ofrece a las luchas de los movimientos sociales y a las fuerzas políticas identificadas con la transformación radical de nuestras sociedades.
Algunos tópicos ya habían sido centrales en la edición anterior: el tema de la diversidad y las identidades en los procesos de resistencia al sistema de dominación múltiple capitalista; la necesidad de articulación de las luchas, saberes, cosmologías, culturas y perspectivas libertarias; o las alternativas frente a la cultura y la comunicación hegemónicas.
Sin embargo, surgieron temas nunca antes abordados y se enfocaron de manera distinta las viejas preocupaciones: se habló de saqueo y de soberanía alimentaria, de defensa de la biodiversidad, de crisis sistémica capitalista, de las alternativas del Buen Vivir y la Plurinacionalidad, de los nuevos procesos de cambio en la región, de diversidad sexual, del espejismo de la «multiculturalidad», de la militarización del continente y la criminalización de las luchas populares como temas de especial actualidad, de terrorismo mediático y de golpes de Estado.
Participaron cerca de 140 extranjeros, más una numerosa representación cubana. De América Latina, vinieron desde Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela. También de España, EE.UU., Reino Unido, Bélgica y Canadá. Como afirmó el Dr. Gilberto Valdés Gutiérrez, miembro de GALFISA y coordinador del Taller, «la composición de participantes no solo por países, sino por organizaciones e instituciones, redes y movimientos sociales permite tomar el pulso de la actual situación y reflexionar sobre los actuales escenarios».
El Taller privilegió la reflexión grupal y las aportaciones en los debates plenarios, la construcción colectiva y la horizontalidad en las participaciones. La emancipación como paradigma en las reflexiones económicas, históricas y sociales, en los estudios culturales y la producción artística, en el pensamiento y la investigación, constituyó un concepto de fondo y a la vez una urgencia, a flor de piel.
Desnudarnos de las lógicas tradicionales de dominación y reproducción sistémica… pero saber con qué vestirnos. Pasar de la «alternatividad» a la propuesta concreta. Conocer cuáles son nuestras fuerzas y qué podemos hacer con ellas. El VIII Taller de Paradigmas Emancipatorios concluyó tal vez con más preguntas que respuestas, aunque -sin duda- no son las mismas de hace dos años: la lucha social tropieza con distintas piedras, el pensamiento progresista se mueve. Entonces, no ha sido en vano.