Una mujer que denuncia haber sufrido abusos a manos de una gloria de la cultura cubana abre un debate sobre violencia de género en la isla, que urge a ir más allá de algunos gestos políticos recientes.
Dianelys Alfonso Cartaya se presenta como «cantante de música urbana, compositora y actriz». Se hace llamar «La Diosa». Y, el pasado 14 de junio, dio testimonio, durante una entrevista en vivo, por videollamada, de los abusos verbales, físicos y sexuales que habría sufrido, hace 15 años, a manos de José Luis Cortés, «El Tosco», Premio Nacional de la Música 2017 y director de la popular orquesta NG La Banda. Aparentemente sorprendida por su entrevistador -el polémico presentador de televisión de Miami Alexander Otaola-, y tras segundos de llanto y duda, «La Diosa» terminó confirmando, desde La Habana, los rumores sobre su relación con quien fuera su pareja y su jefe.
Descrédito, revictimización y amenaza
Desde entonces, en redes sociales o por teléfono, ha debido confrontar una avalancha de cuestionamientos sobre la veracidad de su relato; sobre el momento, el espacio y el lenguaje con que lo ha narrado; sobre su autoridad para narrarlo. Además, ha recibido numerosos mensajes de apoyo «privados», que decidió grabar y publicar contra el hostigamiento y el descrédito: «Entre las personas que lo vivieron, el silencio ha sido total, la gente tiene miedo», lamenta, en entrevista con DW.
Tras recibir «un mensaje de amenaza de José Luis Cortés», decidió denunciarlo, cuenta. Pero solo lo consiguió, el 21 de junio, luego de superar múltiples obstáculos ante las autoridades, y gracias a la asesoría solidaria de expertos como la abogada Deyni Terry Abreu, de la sección de Género y Derecho de la no gubernamental Unión Nacional de Juristas de Cuba, según confirmó Terry a la agencia IPS Cuba.
En ese momento, la cantante conoció que su exdirector se le había adelantado denunciándola por «difamación»: «Estoy realmente preocupada, porque estoy enfrentándome a una persona que es importantísima en este país, un músico muy reconocido. Me preocupa muchísimo que vayan a tapar una realidad por defender la cultura cubana a los ojos del mundo», confiesa. Pero, al mismo tiempo, reconoce, «no puedo decir que me siento mal por haberlo dicho. Dentro de mí hay una sanación, hay una parte de mí que está tranquila. Ahora mis miedos son otros.»
Sandra Abd’Allah-Álvarez Ramírez, psicóloga y bloguera feminista cubana, confirmó a DW que Alfonso «está recibiendo apoyo jurídico y psicológico» solidario pero discreto, por las tensiones que involucra el caso. «Otra vez el miedo de las víctimas a denunciar sale a flote», escribe en Facebook: «Tenemos que mostrar pruebas una y otra vez para que se nos crea», «se nos pide que mantengamos el silencio a toda costa», y «existen mujeres cómplices de la violencia de género, quienes, sin pensarlo dos veces, se ponen del lado del maltratador», lamenta.
Este caso muestra «los peligros y desafíos de procesar casos de violencia de género en el espacio público: por las posibilidades que abre en el plano de la concientización de la sociedad en general y de otras mujeres que también han sido violentadas; y por el tipo de reacciones que tienen lugar en las redes sociales, que pueden revictimizar a las víctimas», reflexiona la investigadora social feminista Ailynn Torres Santana, en diálogo con DW. Y lo más importante, agrega, es «la necesidad de proteger a las víctimas mientras se lleva a cabo la investigación.»
¿Qué dice el «caso Diosa» sobre Cuba?
El testimonio de «La Diosa» confirma gestos políticos y estadísticas recientes, «corporiza» el problema de la violencia de género, «que en los últimos tiempos ha empezado a visibilizarse como un problema que nos compete a todos, reconocido constitucionalmente y avalado por las estadísticas», comenta Torres.
La investigadora recuerda que la recién aprobada nueva Constitución cubana «reconoce la necesidad y el compromiso del Estado en la lucha contra la violencia de género» y que la última Encuesta Nacional Sobre Igualdad de Género, en 2016, mostró cifras comparables a cifras globales: el 26,7 % de las mujeres de 15 a 74 años fue víctima de «alguna manifestación de violencia en su relación de pareja en los últimos 12 meses», constató la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
A esto se suma que, este año, Cuba reconoció por primera vez, en un informe internacional, la incidencia de los femicidios en la isla. Según fuentes oficiales, 1.086 mujeres cubanas murieron por agresiones entre 2010 y 2017: la cifra más baja se reportó en 2016, con 120 casos; la más alta, en 2014, con 157, informa IPS Cuba.
¿Un #MeToo cubano?
Torres alerta sobre el peligro de «hacer de la violencia de género un show»: «Este caso se destapó en un contexto muy específico que no fue propiciado por ella en primera instancia», dice e invita a pensar sobre «cuáles son las múltiples maneras en las que se pueden destapar casos de violencia de género y cómo hacerle frente.»
Confrontada con la idea de un #MeToo cubano, remite a «movimientos similares en América Latina», como el #MiráComoNosPonemos, en Argentina. «No son un #MeToo latinoamericano, sino proyectos asentados en las necesidades, los actores y las posibilidades de curso político de las denuncias en cada uno de los países específicos», aunque «conectados con e inspirados en los esfuerzos de las mujeres de la industria cultural en EE. UU.», insiste.
Como sea, el caso «Diosa» muestra, una vez más, que «faltan instituciones, regulaciones y normativas relacionadas con la violencia de género: tendría que empezar a ser parte del Código Penal, considerarse dentro del Código de Familia, asentarse en los distintos cuerpos normativos que deben reformarse en Cuba» próximamente, insiste Torres. Esto, quizás, incidiría en las estadísticas, puesto que, hasta hoy, por ejemplo, el país no reconoce el femicidio ni el agravante por violencia de género en su Código Penal.
De ello dio cuenta, la víspera (24.06.2010), una publicación en Facebook de la actriz y dramaturga Violeta Rodríguez Chaviano, hija del internacionalmente reconocido cantautor cubano Silvio Rodríguez. Cansada de luchar contra el hostigamiento a la cantante en las redes sociales bajo la etiqueta #DiosaYoSíTeCreo, Rodríguez decidió dar un paso más: #YoTambienFuiAbusada, «por un hombre cubano, famoso y poderoso. Callé durante más de 20 años porque no quería sonar a lamento», escribió y prometió contar la historia. Su publicación -«apoyada por gente que antes desacreditó el testimonio de Dianelys», observa la psicóloga Álvarez Ramírez- desapareció horas después.