Aleida Godínez trabajó para los servicios de inteligencia cubanos como doble agente desde 1991 hasta 2003, cuando se volvió una testigo clave en los juicios de 75 individuos detenidos por trabajar para los Estados Unidos como disidentes. Una reconocida disidente ella misma, Godínez pasó años insinuándose en el mundo de la oposición a sueldo, probando […]
Aleida Godínez trabajó para los servicios de inteligencia cubanos como doble agente desde 1991 hasta 2003, cuando se volvió una testigo clave en los juicios de 75 individuos detenidos por trabajar para los Estados Unidos como disidentes. Una reconocida disidente ella misma, Godínez pasó años insinuándose en el mundo de la oposición a sueldo, probando a ser una empleada capaz y leal de la Sección de Intereses y de la CIA en la Habana.
Desde sus comienzos humildes como activista de derechos humanos en su pueblo natal de Ciego de Ávila, Godínez más tarde se hizo periodista independiente, bibliotecaria independiente, fundadora del Partido Cubano Demócrata Crisitana, dirigente de dos organizaciones laborales independientes, la mano derecha de Marta Beatriz Roque, una espía de confianza de una agente de la CIA y colaboradora cercana de Frank Calzón, director ejecutivo del Centro Por una Cuba Libre. Todos los títulos eran ficticios, y todas las organizaciones seguían las órdenes de la SINA.
En su carácter de disidente célebre Godínez fue «corresponsal» de Radio Martí, entregando 102 reportajes sobre supuestas violaciones a los derechos humanos entre 1992 y 1993. Ella se reunía con diplomáticos y delegaciones de varios países, y recibía cantidades de dinero, regalos y comidas gratuitas. Se le dio la tarea de espiar para los EEUU, y llevaba la información requerida, recopilada por sus jefes cubanos, a sus jefes americanos en la SINA.
Através de los años, sólo había dos cosas que movían a los disidentes: el dinero y visas para los Estados Unidos. El negocio de las visas, sin embargo, era cuchillo de dos filos; aunque la posibilidad de conseguir una visa atraía gente al movimiento, pronto salían para Miami. La nómina de disidentes era como la fuerza laboral de un McDonald’s, lo que significaba que la SINA constantemente tenía que capacitar nuevos empleados. Por su parte, Godínez avalaba a muchos que querían visas. En su entrevista con Rosa Elizalde y Luis Baez para Los Disidentes (Editora Política, 2003) ella dio una idea del cambio de personal:
Tenía 11 personas en la delegación del Movimiento Cubano Demócrata Cristiano. De ellas, ocho estaban tratando de irse del país y, de hecho, están fuera de cuba en estos momentos. De los otros tres, luego supe que uno era agente nuestro. Lo mismo ocurría con los otros movimientos. El que tenía un membresía un poquitico mayor era el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, con unos 15 ó 20. Todos se fueron del país en aquellos años (p. 10).
Godínez es una mujer alegre, sociable con una voz que manda. No es difícil imaginarla en su papel de contrarevolucionaria, que no es un trabajo para tímidos. Ella se jactó de ser la persona que hizo que el gobierno de Clinton empezara a mandar grandes sumas de dinero a los disidentes en 1995. Tal como ella cuenta la historia, se encontraba en una reunión con la disidencia cubana y Ann Patterson, sub-secretaria para asuntos del Caríbe. Cuando Patterson pregunto, «¿Qué hace falta para derrocar la revolución de Castro?» ninguno de los presentes contestó. Así que Godínez tomó la batuta y dijo, «Bueno, cuando Napoleón estaba haciendo la guerra, alguin le preguntó qué hacía falta para ganarla. Él respondió que necesitaba sólo tres cosas: dinero, dinero y más dinéro, y eso es también lo que necesitamos nosotros: dinero, porque si no hay dinero ni hay recursos no se puede hacer nada.»
Pero la verdad es que las sumas sólo eran grandes para la economía cubana; la mayor parte de los millones destinados para Cuba se queda en Washington y Miami, tal como confiesa un informe publicado en 2008 por la Fundación Nacional Cubano Americana.
Godínez hizo su primer contacto con la SINA el 20 de junio de 1994. «Cuando se crea un partido político que yo fundé con cuatro personas más, yo presento el partido político a la Sección de Intereses,» dijo. En el sede de la SINA ella conoció a Christopher Sibila, de quien Godínez afirma que no se ocultaba para reconocer que era «el oficial CIA». Sibila la presenta con su jefe, Charles O. Blaha, quien le facilitó un pase «abierto» al sede. Allí, ella tenía acceso a teléfonos, ordenadores y fax. Pero fue la llegada dos meses después de Robin Diane Meyer que fue de más importancia para su trabajo de doble agente.
«Ella llega en agosto. Ya Charles O. Blaha le recomienda que se entreviste conmigo. Y a partir de esa recomendación – que son recomendaciones muy especiales porque se supone que esta gente te han estudiado, te han caracterizado, te conozcan – cuando Robin Diane Meyer llega en Cuba me considera practicamente una de ellos».
A Meyer se le había encargado la tarea de unificar a la oposición, y llegó a autotitularse ‘la madrina de la oposición». Ella llevaba consigo un manual que se llamaba, Guía de Recursos para la Transición en Cuba. Esta guía fue publicada por el Comité para la Transición en Cuba del Instituto Republicano Internacional, que dirigía en aquellos tiempos (1996) Jeb Bush. Otros miembros notables eran Frank Calzón, Pepe Cárdenas (de la FNCA), Ricardo Ofil, Ernesto Betancourt, Elliot Abrams, Lincoln Díaz-Balart, Jaime Fernández, Daniel Fisk, Adolfo Franco (hasta el último escándalo, director de USAID) y Carlos Franco. «Pero una de las personas que más me llama la atención de las personas que forman el comité fue Porter Goss, que después, pasados los años, fue el jefe de la CIA en Estados Unidos».
También en el comité estaban Jeanne Kirkpatrick, el Senador Connie Mack, Otto Reich, Roger Noriega – «bueno, toda una serie de individuos que tienen un pasado muy vinculado a los servicios secretos del gobierno de los Estados Unidos».
En 1995, como parte de un reciente acuerdo migratorio, a Meyer se le permitía viajar por todo el país, y ella visitó a Godínez varias veces en Ciego de Ávila. «A partir de allí ella me empezó a dar un tratamiento especial. Dentro de ese tratamiento especial que ella me da, ella me sugiere que le escriba a Frank Calzón. Ella me dice que hay un grupo de organizaciones no-gubernamentales, fundaciones, que están en la mejor disposición de ayudar a la disidencia en Cuba. Y para eso pone en mis manos un libro que se llama Guía de Recursos para la Transición en Cuba». Godínez dice que el libro era como su biblia, porque le orientaba «para redactar cartas y para no salirme de la letra» en los encuentros con visitantes norteamericanos y representantes diplomáticos.
Godínez se reunió con Meyer más de 100 veces en los dos años antes de que ésta fuera expulsada de Cuba en 1996. «Esta señora, oficial de la CIA, muy amiga mía, fue la que me puso en contacto con Frank Calzón».
El primer director ejecutivo de la FNCA, Calzón pasó a ser directiva de Freedom House, una organización financiada por el gobierno para «promover la democracia» con una lista de directivas conformada por importantes neoconservadores como Donald Rumsfeld, ex-directores de la CIA, dirigentes laborales con fuertes vínculos a las mafias y periodistas P.J. O’Rourke y Mara Liason.
Durante la década de los 1990 Calzón tenía la costumbre de mandar enviados a Cuba a nombre de Freedom House, para repartir dinero y realizar espionage. Uno de sus agentes, David Norman Dorn, fue detenido en agosto de 1997 y «confesó la realización de espionage en Cuba, tomando fotos a objetivos económicos» según Los Disidentes (p. 24). Esto dio una publicidad indeseada para Freedom House, así que en octubre del mismo año Calzón llevó su personal de Freedom House y, con ayuda de Otto Reich, formó el Centro por una Cuba Libre, con $200 000 de fondos privados de cubanoamericanos, $400 000 de USAID y $15 000 de la NED. El Centro también podría llamarse la vaca lechera de Frank Calzón en vista de las subvenciones millonarias que percibe y las magras cantidades que realmente llegan a la isla, y el hecho de que a su socio Felipe Sixto, se descubrió en abril de este año que había desfalcado $500 000 en el transcurso de tres años.
Godínez dijo que en 1996 Meyer le propuso hacer una carta a Frank Calzón en Freedom House, solicitándole cuáles eran sus necesidades, «y yo, muy prudentemente como ando por orientaciones de la Seguridad del Estado, hago la carta, y le solicito medicamentos, literatura sobre el tema de los derechos humanos, y entonces yo le entrego la carta a ella, y me dice, ´Vamos a pasarla aquí en la Sección de Intereses através del fax de la Sección de Intereses´.
«Ella ya me había entregado el número – el libro que estoy hablando. Frank Calzón entonces era el director del programa Cuba Libre de Freedom House. Había recibido recientemente $500 000 de las manos del Presidente Clinton para lograr la transición de Cuba. Dicho en español, para la derrota de la revolución».
«Yo llevé ese documento a la Sección de Intereses y lo curioso del caso fue que no lo enviaron, sino que unas semanas después, Frank Calzón me llama por teléfono a mi casa. El teléfono mío no aparecía en el directorio de La Habana. O sea, que evidentemente hubo una vinculación entre Robin Meyer y Frank Calzón». La primera conversación que tuvo Godínez con Calzón marcó el comienzo de una larga relación. Cuando se le preguntó qué tan buena era esa relación, Godínez dijo, «muy buena. Tan buena que yo lo llamaba a su casa cada domingo a las 2:00 de la tarde, todos los domingos.»
«Frank Calzón me enviaba dinero dos veces al año – mucho dinero».
Godínez recibió su último pago en marzo de 2003, justo antes de que fueran detenidos los disidentes. En esos momentos, el grupo de Roque mantenía una «ayuna» para la liberación de un integrante encarcelado, durante la cual comían potages y regalaban avales para visas. Godínez llegó a la ayuna, recogió su dinero, y salió a comer. Los «ayunantes» fueron detenidos más tarde ese día. «Y yo me quedé con el dinero de Frank, por supuesto».
Godínez es la misma agente que en 1999 conoció al bibliotecario neoyorquino Robert Kent, que se presentó con ella como Robert Emmet. Afirma que Calzón no podía viajar a Cuba, así que mandó a Kent en su representación. Kent ya había viajado previamente a Cuba de parte de Calzón y Freedom House, pero para su viaje de 1999 no se sabe qué organización lo patrocinaba, ya que Freedom House ahora sostiene que no lo conocen.
Kent llegó a Cuba el 22 de febrero de 1999, e hizo contacto con Godínez dos días después, el 24 de febrero. Por razones de seguridad, ella tenía una casa distinta en La Habana para las reuniones. Cuando Kent llegó a esa casa, dijo ella, traía un «gusano muy grande» (una lona). Adentro había medicinas, cosas de aseo, baterías, radios, relojes, cameras y un radio de honda corta 10 bandas marca Radio Shack para que los dos se comunicaran. Godínez dice que él le dio un reloj Casio con GPS, el radio honda corta y una camera 35 mm de marca corriente. Kent compró para ella película Kodak.
Lo que Calzón quería era información sensible, dijo Godínez. Kent le preguntó sobre yacimientos de petróleo y sobre una empresa estatal que cobraba a los turistas por servicios médicos. «La empresa se llamaba Servimed», dijo. «Querían saber precisamente quién era el director y qué clases de servicios se ofrecían».
Kent también le encargó a Godínez la tarea de tomar fotos de la seguridad de la casa de Carlos Lage Dávila, entonces presidente del Consejo de Ministros. «Él me explicó que el gobierno norteamericano pensaba que Carlos Lage podía ser el sustituto de Fidel Castro», dijo.
«Yo tenía que tomar fotos a petición de Frank Calzón. Era quien había mandado a Robert Kent a Cuba, él había financiado el viaje.»
«Aparte de eso, nos había traído $500 para que Robert Kent me los entregara a mí. Pero Kent se sintió a gusto conmigo y en vez de darme los $500, me dio $700 para que me comprara una moto».
Cuando se le preguntó si esto podía ser una iniciativa personal de parte de Calzón, Godínez dijo que lo dudaba, ya que su contacto inicial con Calzón había sido por Robin Meyer. «Curiosamente, Robert Kent pide la misma información sensible que me pedía Meyer: yacimientos de petróleo y Servimed».
Ante la pregunta de si Kent, el fundador de Amigos de Bibliotecas Cubanas, visitó alguna vez una biblioteca, Godínez dijo que no.
«El proyecto de las bibliotecas cubanas empezó en octubre de 1998, y cuatro meses después, Kent llegó Cuba; peró él no trajo libros», dijo. «Sólo había una biblioteca independiente en Las Tunas, y Kent no fue a Las Tunas». En este momento Godínez sacó una foto de la biblioteca independiente que todavía conserva en su casa como recordatorio de sus años como agente de seguridad. Se ve un anaquel pequeño lleno de libros y papeles. Ella dice que llevaba a Kent a las casas de varios disidentes, dondé él pedía permiso para usar el baño y regresaba con dinero para ellos.
Godínez tomó la fotos que se le había dicho que tomara de la casa de Lage, las cuales fueron decomisadas de Kent en el Aeropuerto Internacional José Martí.
Como otros agentes de seguridad que se pasan por disidentes, Godínez pagó un precio personal alto por su trabajo. Sus padres eran revolucionarios, y ella tuvo que salir de Ciego de Ávila y mudarse a La Habana en 1995 por sus actividades. «Todo este proceso ha sido duro para mi familia» dijo en 2003. «Y les cuento algo para que tengan una idea de cómo ha sido todo: Mi papá tiene 80 años, vive aún en Ciego de Ávila. Él estaba con mis hermanos el día que pasaron la entrevista por la Mesa Redonda – ahí se enteró – y dijo: ´Yo he visto un ángel convertirse en diablo, pero un diablo convertirse en ángel, no.´Y se echó a llorar».
Hoy Aleida Godínez es periodista, y está escribiendo un libro sobre sus experiencias como doble agente.