Aunque lo dicten los profesores de Geografía y hasta el sentido común, Sancti Spíritus no limita al norte con el Mar Caribe, como pudieran sugerir los kilómetros y kilómetros de litoral. Sancti Spíritus limita al norte con Villa Clara desde que, en 1976, los cartógrafos trazaron una línea roja horizontal en la Bahía de Buenavista […]
Aunque lo dicten los profesores de Geografía y hasta el sentido común, Sancti Spíritus no limita al norte con el Mar Caribe, como pudieran sugerir los kilómetros y kilómetros de litoral. Sancti Spíritus limita al norte con Villa Clara desde que, en 1976, los cartógrafos trazaron una línea roja horizontal en la Bahía de Buenavista que dividió los llamados Cayos de Piedra, pegados a tierra firme, de esa especie de archipiélago que se desparrama más arriba, frente a las narices de Yaguajay, pero que pertenece a Caibarién.
De modo que Sancti Spíritus, por obra y gracia de la División Político Administrativa (DPA) de 1976, «donó» parte de sus aguas jurisdiccionales con cayos incluidos; cayos que, a la postre, terminarían convirtiéndose en uno de los polos turísticos más prósperos del país.
«Todo el que había estado en esos cayos sabía de sus potencialidades para el turismo, pero en aquel momento no había una planificación concreta al respecto -sostiene más de 40 años después Joaquín Bernal Camero, secretario del Partido en la región Sancti Spíritus por aquella época-. Caibarién argumentaba cuestiones económicas y Sancti Spíritus, razones geográficas; al final, la decisión la tomó la comisión de la DPA de Las Villas».
«Y hubo que acatar la decisión, pero nosotros no entendíamos, ni entendimos nunca, que las aguas que estuvieran frente a nuestras costas no fueran nuestras», concluye Bernal Camero, casi tan plantado en sus trece como en aquellas reuniones kilométricas de las que salió configurada la provincia tal y como la conocemos hoy.
La experiencia se repitió a lo largo de toda la geografía nacional, porque estaba claro que el país ya no podía funcionar con las seis provincias que heredó de la Colonia; el problema era, sin embargo, dónde poner los linderos.
Un Frankenstein geográfico
Que finalmente se haya aprobado la nueva división territorial no implica que todo haya sido miel sobre hojuelas. Municipios rebajados a la categoría de pueblos, fronteras establecidas arbitrariamente y conflictos identitarios levantaron no pocas ronchas.
«La DPA constituyó un desafío enorme -admite Joaquín Bernal Camero-. No se trataba de dibujar en un papel una nueva provincia; había que integrar varios territorios, todos tenían su cultura, su idiosincrasia, sus problemas económicos y sociales y, para colmo, en el caso de Sancti Spíritus, provenían de antiguas provincias y regiones con una identidad conformada durante siglos». Lo que se dice un Frankenstein geográfico.
Si un debate tiene fresco en la memoria Dagoberto Pérez Pérez, a la sazón vicepresidente de la comisión para la DPA en Sancti Spíritus, es el que giró en torno al Escambray.
«Se quería que fuera una región especial debido a las características de la zona, para poder potenciarlo y hacerlo fuerte -recuerda-. Sin embargo, después de mucha deliberación, Nicolás Chao Piedra, entonces primer secretario del Partido allí, nos comunicó que no quedaba de otra, que había que fragmentar el Escambray».
En el reparto del macizo montañoso del centro de Cuba, a Sancti Spíritus correspondió la mayor parte, tanto en extensión territorial (951 kilómetros cuadrados de 1 642) como en población, pues del lado espirituano de las lomas quedó viviendo el 48 por ciento de los montañeses.
A Dagoberto Pérez todavía se le quiebra la voz cuando habla de un paraje al que consagró 13 años de su vida: «Los recursos asignados se dividieron, las prioridades de cada territorio con relación al Escambray dejaron de formar parte de un plan unitario. Cada provincia dispuso de sus recursos. Hubo proyectos que quedaron inconclusos porque llevaban una coordinación central. Es una lástima que no se haya ejecutado el proyecto integral que se ideó».
Similar dosis de nostalgia se percibe aún entre los habitantes de Zaza del Medio, localidad que antes de 1976 ostentaba el título de municipio y después quedó supeditado a su vecino Taguasco, una subordinación incómoda que se toman muy a pecho.
«En Zaza la gente todavía no entiende por qué si la infraestructura del pueblo estaba más desarrollada que la de Taguasco, que tenía una sola calle, terminó siendo este último la cabecera municipal», comenta Dagoberto Pérez.
Joaquín Bernal, por su parte, se vale de un caso concreto para ilustrar la relatividad de las decisiones: «Fomento, por ejemplo, ¿debía ser municipio o no? Había razones de ambas partes. Predominó el argumento de que ya lo había sido antes y era una unidad cultural. Sin embargo, ese mismo argumento después no valió para el análisis de otros antiguos municipios que dejaron de serlo, como Guayos, Meneses, Mayajigua… Fueron discusiones subjetivas».
Tan subjetivas que, décadas después, los habitantes de localidades como estas en toda Cuba todavía se cuestionan la determinación, no solo por la falta de prioridad en la distribución de los -ya de por sí escasos- recursos, sino sobre todo por el costo espiritual que representó perder lo que algunos en sorna llaman «la independencia».
Sancti Spíritus era una aldea
Desde las Ciencias Sociales, académicos como Hernán Venegas, Doctor en Ciencias Históricas, conciben la integración como un período plagado de contradicciones en cuyo centro se encuentra «el concepto de región histórica, en el entendido de construcción económico-social, político-ideológica y cultural integral, que más que un ente natural es el resultado de la acción transformadora, en el proceso histórico de la larga duración, del género humano sobre el espacio geográfico».
Las fronteras, límites al fin, generaron no pocas polémicas, fundamentalmente en los macizos montañosos de la isla, donde las distancias no se miden en kilómetros sino en horas a pie o a caballo.
«Las discusiones sobre este tema no tenían para cuándo acabar – sostiene Joaquín Bernal-. Hasta que nos dimos cuenta de que solo resuelven las contradicciones las nuevas condiciones económicas y materiales, que fuéramos capaces de trazar caminos, carreteras, de comunicar mejor una ciudad con otra, de levantar una nueva infraestructura».
Y la infraestructura en Sancti Spíritus, como en el resto de las «nuevas provincias», se levantó.
«Sancti Spíritus como ciudad antes de la DPA era prácticamente una aldea -reconoce Joaquín Bernal-. Tenía cierta importancia, pero era de las más preteridas de Las Villas. Después, como capital provincial se benefició mucho, aún en medio de las dificultades, porque las cosas se asumieron sin presupuestos especiales, hubo que ‘pugilatear’ poco a poco».
No obstante, Dagoberto Pérez y Aramís Arteaga calculan también el saldo de estancamiento que ha implicado la DPA para los poblados menores, aquellos que antes de 1976 eran municipios y hoy ven languidecer su patrimonio edificado debido a la falta de prioridad de los territorios a los que pertenecen.
«Al ser poblados que se subordinan a una estructura superior -explica Arteaga Pérez-, ya no deciden por sí mismos, dependen de las determinaciones de una estructura de gobierno más arriba que tiene sus propias necesidades e intereses y no siempre coinciden con las que la comunidad establece. Para nadie es un secreto que las cabeceras municipales, y más aún las provinciales, siempre se favorecen».
Si no, que le pregunten a Manzanillo, todo un clásico en el concierto nacional de las ciudades que no acataron de buen grado la DPA de 1976. Basta con ir a Manzanillo y luego compararla con Bayamo para que se tenga una idea de las disparidades en el desarrollo que se derivan de ciertas supeditaciones regionales. Y así con los casos de Morón y Ciego de Ávila; Cárdenas y Varadero; Holguín y Gibara o Moa; Baracoa y Guantánamo; Las Tunas y Puerto Padre etc.
Quizás sea este un elemento a considerar para la división político-administrativa que, según fuentes enteradas, está a la vuelta de la esquina, un proceso del que aún no se habla oficialmente, pero que urge en el actual escenario de reajuste del modelo económico.
La pista más concreta de la DPA que viene no la dan los expertos ni los funcionarios, que se niegan a hablar del tema, sino las reuniones que ya han comenzado a citarse bajo un sugerente orden del día: Tarea Fortaleza.
Fuente: http://progresosemanal.us/20171120/division-politico-administrativa-cuba-donde-poner-los-linderos/