Recomiendo:
0

Entrevista a David Acera y Maxi Rodríguez

Dos creadores cabreados

Fuentes: Atlántica XXII/Rebelión

David Acera (Oviedo, 1977), actor, director, creador de la combativa compañía «El Perro Flaco Teatro», y Maxi Rodríguez (Mieres, 1965), actor, director y dramaturgo, uno de los hombres del teatro asturiano con mayor proyección fuera de nuestra tierra, estaban condenados a coincidir y a entenderse. La excusa ha sido «Teatro Precario», obra basada en los […]

David Acera (Oviedo, 1977), actor, director, creador de la combativa compañía «El Perro Flaco Teatro», y Maxi Rodríguez (Mieres, 1965), actor, director y dramaturgo, uno de los hombres del teatro asturiano con mayor proyección fuera de nuestra tierra, estaban condenados a coincidir y a entenderse. La excusa ha sido «Teatro Precario», obra basada en los textos de Maxi para Atlántica XXII, y en la que David participa como productor y actor. A propósito del reciente estreno de la obra juntamos a los dos creadores para hablar de teatro y política, dos temas que para ellos tienen mucho que ver.

Maxi Rodríguez: «Siempre he militado en el teatro, es mi arma de ataque y mi escudo de defensa»

David Acera: «El teatro tiene que contar algo, no puede ser la versión culta de «Sálvame deluxe»

Maxi Rodríguez: «Mi función, entre otras, es ser una mosca cojonera»

David Acera:»Después del franquismo mucha gente sintió que ya no era necesario hacer teatro contra el régimen»

LA CREATIVIDAD EN TIEMPOS DE CRISIS

MAXI RODRIGUEZ: Este es un montaje muy barato, y creo que esa precariedad de medios fue un reto que ha servido para que nos centremos en lo verdaderamente importante de cualquier obra: la palabra y el trabajo de los actores. Creo que las palabras que se dicen en este espectáculo son muy necesarias. Son palabras que no suelen oírse en los escenarios, tal vez porque hay mucho miedo y mucha autocensura en los creadores, y también porque están en boca de aquellos que o apenas tienen voz, o nunca se les escucha.

DAVID ACERA: La crisis como dice Maxi en el espectáculo, también puede significar oportunidad. Así que puede ser un buen momento para que la gente esté dispuesta a reflexionar sobre problemas sociales que ya estaban antes ahí, pero que la situación actual está agudizando.

M.R: Ahora que, como decía, Quevedo, la realidad es mucha y mala, también me da la impresión de que la crisis puede favorecer aún más un teatro de evasión, de desconectar de los problemas que tenemos. Lo veréis ahora cuando pulséis la demanda de los programadores teatrales

D. A: El teatro de evasión ya estaba ahí antes de la crisis, y este creo que es un montaje oportuno, pero no oportunista. Con respecto a los programadores, creo que es importante que reflexionen sobre su tarea como trabajadores públicos y el papel de la cultura, que no puede ser únicamente el de entretener. No podemos convertir el teatro en la versión «culta» de «Salvame de Luxe».

M.R: No tengo ninguna fé en los programadores, lo siento, los he padecido demasiado en mi trabajo tanto en teatro como en televisión.

D.A: Hay un desmontaje general del Estado del Bienestar, y esto también tiene su reflejo en la cultura. La idea del trabajo cultural como un servicio público, lo que viene a decir el artículo 44.1 de la Constitución sobre el derecho ciudadano a la cultura, es otro concepto más que está en crisis.

TEATRO POLÍTICO, ¿O SÓLO TEATRO?

M.R: No me planteo como premisa hacer teatro político, pero tengo una necesidad de expresar lo que pasa a mí alrededor desde una perspectiva crítica. Para mí el teatro es arma de ataque y escudo de defensa. Por ahí va mi forma de compromiso. Siempre he militado en el teatro. Todo teatro es político, incluso la falta de un punto de vista político en una obra, es una decisión política. Cuando en los años 80 el PSOE se dedicó a subvencionar un tipo de teatro muy arriesgado, muy vanguardista, el mensaje que estaba lanzando a los teatreros era «experimentad lo que queráis formalmente, pero no me toquéis los cojones en los contenidos».

D.A: Estoy totalmente de acuerdo. Cuando terminó el franquismo mucha gente sintió que ya no era necesario seguir haciendo teatro contra el régimen, que la política pasaba a ser asunto exclusivo de los políticos, y que nuestro trabajo consistía en hacer florituras formales, pero totalmente vacías. Los que apuestan por la evasión cuando lo que toca, como ahora, es mojarse y hacer un teatro crítico, también están cumpliendo, claro está, una función política.

M.R: La gente se pone muy nerviosa con palabras que se dicen en este espectáculo, y quizá se sentiría mucho más cómoda con otro tipo de transgresión, entre comillas, fácil y socorrida, como que saliésemos en pelotas al escenario, o algo así.

D.A: Hay una falsa dicotomía entre lo artístico y lo comprometido. Una obra militante puede ser buena o mala, pero no por el hecho de apoyar una opción política. ¿Acaso un montaje que formalmente es impecable, pero que no nos dice nada, que no nos remueve nada ni en la cabeza ni en el corazón, puede ser juzgado como un buen espectáculo?

M.R: Otra cosa, es que con «Teatro Precario», al margen de que surja como un encargo de CCOO, yo no quería montar algo que fuera puramente instrumental, ni al servicio del sindicato, ni de la huelga general. La prueba es que no es un espectáculo complaciente para nadie, ni siquiera para los sindicatos.

D.A: Ahí discrepamos, yo no creo que uno sea más independiente por no estar en un colectivo, y yo no tengo ningún problema en trabajar por encargo para un fin concreto, siempre y cuando me crea ese fin concreto.

M.R: Tú es que eres un hombre de partido. Yo milito en el teatro, y creo que mi función, entre otras cosas, es ser una mosca cojonera.

D.A: Sin abjurar ni un milímetro de la necesidad y capacidad de tener un criterio propio, yo me considero absolutamente dependiente de mis compañeros, de mis convicciones, y de una tradición histórica que quiere cambiar este mundo.

TRABAJAR DESDE LA PERIFERIA

M.R: Creo que la precariedad estimula la creatividad. He trabajado en Madrid y en Barcelona con muchos más medios, pero mi sitio es más este, las compañías pequeñas. Cuando dirigí una obra en el Centro Dramático Nacional me pusieron tres ayudantes de producción, y me resultaba extraño trabajar con tanto equipo. Si no me paraban ellos, poco me faltaba para acompañarlos a la ferretería si había que comprar un destornillador. Por eso trabajar en la periferia y en grupos como El Perro Flaco me devuelve totalmente a mis orígenes. El único problema es que también sigo viendo los mismos problemas que hace 25 años, ¿no?

D.A: Hace 25 años no se como estaba la cosa.

M.R: Escasez de circuito, penuria, desatención… ¿En cuántas compañías trabajas para poder subsistir dedicado al teatro?

D.A: Ahora creo que en 6 o 7. Es una cuestión de supervivencia, pero también tiene su parte positiva, te permite picar un poco de todo. Hacer muchos papeles y muchas cosas distintas. Yo me siento muy enraizado con Asturias. Me gusta estar pegado al lugar al que vivo. Necesito conocer a mis vecinos, saber en qué pelean, cómo son sus vidas y, si puedo, utilizar el teatro para contar cosas que les lleguen. Se entiende siempre que para triunfar hace falta ir a Madrid. Para mí triunfar es vivir aquí y lograr hacer lo que quiero. Hacer un teatro crítico y combativo desde la periferia.

M.R: Hay un centralismo cultural enorme, y un tremendo desconocimiento de lo que se hace fuera de Madrid y Barcelona. Y luego cosas como la Laboral revelan que hay una ausencia total de política teatral, que todo se rige por bandazos sin sentido.

D.A: No se creen nada. La Laboral tiene un enorme problema de partida. Se hizo por completo de espaldas al teatro asturiano. Es verdad que luego se han visto cosas muy buenas allí. Pero da la sensación que para el partido que nos gobierna sólo existen dos opciones en cultura: subvenciones a mansalva para productos culturales que disfrutan las capas más pudientes de la sociedad como la Opera o, en cierta medida la Laboral y opciones populacheras plagadas de subproductos culturales para el grueso de la población. La Laboral ha sido un juguete caro y glamoroso que se subvenciona porque tiene un reconocimiento en un sector de las elites dominantes, mientras que el teatro de base que hacemos las compañías asturianas, o se ignora, o se desprecia. Vemos a determinados políticos en la ópera, pero nunca en los estrenos teatrales. No existimos para los gobernantes.

TEATRO PRECARIO

Teatro Precario, la última obra de Maxi Rodríguez, producida por la compañía El Perro Flaco, es un repaso crítico a la sociedad de la crisis neoliberal, el despido libre, la deslocalización empresarial, el neoconservadurismo, la corrupción política y la vigilancia policial. Una puesta en escena mínima y cuatro actores dan vida a las diferentes piezas de las que se compone una función en la que los protagonistas son los perdedores de la globalización.