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Dos momentos de la literatura chilena

Fuentes: Rebelión

Traducido por Àlex Tarradellas

 

 

I

El profesor Cedomil Goic (1928), autor (dir.) de Historia y crítica de la literatura hispanoamericana (3 vols., Barcelona, Crítica, 1988-1991), entre otros tantos libros, que es para la literatura chilena lo mismo que António Cândido (1918) para la brasileña y Óscar Lopes (1917) para la portuguesa, continúa en plena actividad y nunca se olvida de enviar a sus antiguos alumnos un ejemplar de la revista de la cual es director-fundador, Anales de Literatura Chilena, publicada por el Centro de Estudios de Literatura Chilena de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile.

Anales, según su creador, constituye una publicación dedicada exclusivamente al conocimiento, difusión y conservación de la literatura chilena, única en su categoría. Ésta está destinada al estudioso y también sirve para que el interesado en las letras chilenas escriba o simplemente lea para mejorar sus conocimientos y aprecie su integración en las letras hispanoamericanas. «Sirve también para que el que estudia o el curioso lector advierta las diversas y complejas dimensiones que las letras adquieren cuando se mezclan los géneros y las artes y cuando en cualquiera de las dos direcciones lo culto se encuentra con lo popular», observa.

En su última edición (año 8, nº 8, dic. 2007), un texto que se destaca es «Chilenos en Madrid. Cronistas de la guerra civil (Edwards Bello, Huidobro, Romero y Délano)», en que la profesora Juana Martínez Gómez, de la Universidad Complutense de Madrid, analiza las crónicas que poetas y narradores chilenos como Joaquín Edwards Bello (1887-1968), Vicente Huidobro (1893-1947), Alberto Romero (1896-1981) y Luis Enrique Délano (1907-1985) escribieron al respecto de la guerra civil española «desde perspectivas y experiencias personales muy diversas».

Joaquín Edwards Bello

Si Bello no estuvo presente en España durante la guerra civil, aunque tuviera un gran conocimiento de la realidad española adquirido en viajes anteriores, Huidobro vivió la experiencia de un Madrid bajo el conflicto y también participó en el famoso Congreso de Escritores Antifascistas, ocurrido en Valencia, en 1937, así como Alberto Romero, en la época vicepresidente de la Sociedad de escritores de Chile. Sin embargo, mientras Romero observa todo con la mirada de un viajante que permanece durante pocos meses en la España en guerra, Luis Enrique Délano ya vivía en Madrid antes de que estallara el conflicto, integrado como un madrileño.

II

Bello escribió cerca de 40 crónicas, entre 1936 y 1938, para el periódico La Nación de Chile, sin ser testigo ocular de los acontecimientos, construyendo sus textos a partir de las noticias que llegaban a los periódicos. A medida que la guerra dejaba su rastro de destrucción, el escritor no rechazaba registrar su nostalgia por el Madrid que había conocido, aunque preocupado en manifestar su neutralidad en relación a los dos lados en conflicto y su escepticismo en cuanto a las formaciones políticas europeas: «Desprecio el comunismo de esclavos, el fascismo, el nacionalismo y los frentes populares. No son otra cosa que bolsas de oxígeno en el viejo continente, incapaz de reaccionar hacia el orden, la unidad aduanera y la libertad», decía, como señala Juana Martínez Gómez.

En el caso de Huidobro, éste mantuvo una clara actitud de solidaridad con la República en sus escritos que aparecen en los periódicos La Opinión y Frente Popular de marzo de 1937 a diciembre de 1938. Afiliado en esa época al Partido Comunista Chileno, el escritor defendía una gran movilización de la opinión pública y los pensadores de su país a favor del pueblo español, incitando al gobierno chileno a que se posicionara contra los rebeldes del general Francisco Franco. Al igual que Bello, Huidobro se equivocaría en su vaticinio a favor del triunfo de la República.

Vicente Huidobro

En el caso de Romero, dice la profesora, nunca pierde la conciencia de estar de pasaje por una España en conflicto, de ser un viajante que llega de fuera y observa, pero que, de repente, descubre el miedo con que los madrileños tratan de vencer cada instante del día: la oscuridad de los bombardeos, los vuelos rasantes de los aviones, el fuego de la artillería, las detonaciones sordas y distantes, todo pone en evidencia una tensión entre la vida y la muerte a la que no estaba acostumbrado. Y que no habría necesitado vivir.

Alberto Romero

La crónica de Délano muestra el transcurrir de lo cotidiano en Madrid, que vivió desde 1934 hasta los primeros cuatro meses de la guerra, momento en el que regresó a Chile. «Escribió su crónica en el barco que lo llevaba a Chile, donde decidió fijar sus vivencias recientes en un testimonio directo», dice la profesora, que resalta que Délano era el más joven de los cuatro escritores y aquél que experimentó en la propia carne los cambios sustanciales que la guerra civil provocó en la vida española. A los cuatro, dice Juana Martínez Gómez, la guerra civil no les afectó sólo como personas, sino también en su propia escritura y la manera de ver el mundo.

Luis Enrique Délano

III

Otro texto de innegables cualidades es «Los detectives salvajes de Roberto Bolaño y el juicio a la vanguardia», donde la profesora Macarena Areco, de la Universidad Católica de Chile y la Universidad Católica Cardenal Silva Henríquez, estudia el argot jurídico utilizado por el novelista para ridiculizar esa forma de hablar en determinados sectores de la sociedad hispanoamericana. Publicado en 1998, la novela de Roberto Bolaño (1953-2003) sólo fue editada en Brasil en 2006, gracias a la Companhia das Letras y la traducción de Eduardo Brandão. En líneas generales, cuenta la investigación detectivesca que los personajes Arturo Belano y Ulises Lima realizan tras de los rastros de una misteriosa poeta vanguardista que ha desaparecido en el desierto de Sonora, en el norte de México.

Roberto Bolaño

En la primera parte, escrita en forma de diario, se ven las andanzas de los dos y su grupo de poetas adeptos al «realismo visceral» en muchas conversas de bar, discusiones intelectuales, encuentros y desencuentros sexuales, caladas de humo, en un clima típico de los jóvenes de la década de 1970. En la segunda parte, Lima y Belano viajan por Europa, Israel y África, periplo que es narrado por 53 voces dispuestas en 96 testigos. Acusados Lima y Belano, cabe al lector-detective hacer esta reconstitución, a partir de los delgados hilos que va recogiendo de los deponentes, algunos de los cuales cuentan largas historias que poco o nada tienen que ver directamente con los dos enigmáticos protagonistas.

En algunos testigos, Bolaño utiliza deliberadamente el argot jurídico, o sea, el lenguaje utilizado por los abogados, promotores, jueces, comisarios de policía y todos aquellos que gravitan en torno de ese ambiente, lo que ha llevado a Macarena Areco a valerse de la terminología del crítico ruso Mikahil Bajtín (1895-1975) para definirlo como un género discursivo secundario o completo, en principio no literario, «pero que ha sido apropiado desde pronto por la novela como una forma de representar la realidad».

IV

Para quien aún no ha leído este libro, cabe recordar que los «real visceralistas», es decir, los adeptos del movimiento «realismo visceral», se sienten herederos de la vanguardia y buscan revolucionar el campo literario mexicano y latinoamericano, posicionándose de manera belicosa contra aquéllos que son considerados los padres de la literatura hispanoamericana en la época: «Hay que cambiar la poesía mexicana. Nuestra situación… es insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared», dice uno de los real visceralistas.

Contra esas corrientes que dominan la literatura hispanoamericana, los protagonistas de la novela practican una serie de hostilidades guerrilleras, que consisten en invadir sus espacios -oficinas, delegaciones, cócteles. No llegan a ningún lugar. Al contrario, ese es el destino de aquéllos que pertenecen a la generación nacida en los años 50- es lo que parece querer decir Bolaño en su libro, acusándolos de haber partido creyendo «en la revolución y en la libertad» y dirigiéndose hacia la «hecatombe o el abismo».

Como dice Macarena Areco, es este destino trágico el que da origen al «juicio», es decir, a un juicio en un hipotético tribunal en que unos aparecen como testigos de defensa y otros de acusación, lo que también caracteriza Los detectives salvajes como una novela polifónica, para seguirse aquí la terminología bajtiniana. Se trata de un imprescindible análisis de un libro que representa actualmente lo que hay de mejor en la literatura chilena contemporánea.

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ANALES DE LITERATURA CHILENA. Diretor-fundador: Cedomil Goic. Santiago: Centro de Estudios de Literatura Chilena de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, año 8, nº 8, dic. 2007. E-mail: [email protected]

 


Fuente: el autor

Artículo original publicado en mayo de 2008

Sobre el autor

Àlex Tarradellas es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.

URL de este artículo en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=5257&lg=es