Para el doctor en Ciencias Agrícolas Humberto Ríos Labrada quedaron atrás los tiempos de bonanza en el uso intensivo de fertilizantes químicos, pesticidas y tractores en la producción de alimentos. El modelo basado en ese esquema, señala, es imposible de mantener no solo en las actuales condiciones de crisis económica mundial, sino también en el […]
Para el doctor en Ciencias Agrícolas Humberto Ríos Labrada quedaron atrás los tiempos de bonanza en el uso intensivo de fertilizantes químicos, pesticidas y tractores en la producción de alimentos.
El modelo basado en ese esquema, señala, es imposible de mantener no solo en las actuales condiciones de crisis económica mundial, sino también en el futuro porque más allá del inevitable encarecimiento de la energía que ello demanda, los insumos mencionados dañan el medio ambiente, y las cosechas obtenidas por esa vía son menos saludables.
«Es necesario ver en la llamada agricultura orgánica o ecológica una opción permanente para cultivar la tierra, y dejar de pensar que se trata de una alternativa temporal, aplicable solo en épocas de aguda carencia de recursos».
La experiencia demuestra que es posible obtener altos rendimientos en las cosechas, mediante el empleo de abonos orgánicos y otros recursos sostenibles, con el mínimo de compuestos químicos, y sin apenas gastar energía, señaló el especialista del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA).
ALIANZA INVESTIGADOR y PRODUCTOR
En el pasado mes de abril el doctor Humberto Ríos Labrada fue una de las seis personas galardonadas en los Estados Unidos con el Premio Goldman 2010, la distinción más alta existente a nivel internacional para reconocer a quienes hayan desarrollado una meritoria labor en la protección del medio ambiente a nivel comunitario. Los ecologistas lo consideran el Nobel Verde.
Sin saber aún si podrá cobrar los 150 000 dólares (debido a las leyes del bloqueo haría falta una licencia del departamento del Tesoro), Humberto no pierde el sueño por eso. Estar entre los ganadores, expresa, representa un motivo más para defender a capa y espada el desarrollo de una agricultura verdaderamente sana, en armonía con el medio ambiente.
Nacido en la capitalina barriada del Vedado en el mes de octubre de 1962, dice que desde pequeño estuvo muy apegado al mundo rural porque su padre era del municipio Contramaestre en Santiago de Cuba y la familia tenía una finca allí, donde pasó inolvidables temporadas.
«Quizás fue mi abuelo materno el que más influencia ejerció en mi apego al campo, pues era un profundo estudioso de los forestales en Cuba y supo transmitirme ese amor hacia las plantas.
Terminada la enseñanza preuniversitaria, matriculó en la especialidad de Agronomía en el Instituto Superior Pedagógico, donde se graduó en 1984, y luego ejerció la docencia hasta el curso 1993-1994.
Motivado por la urgencia de incrementar la producción de alimentos en pleno periodo especial, hizo su doctorado en el desarrollo de variedades de calabazas con mayor contenido de vitamina A.
Según cuenta, ello marcó un antes y un después en su vida profesional y personal. Recolectó un grupo de semillas y las llevó a un centro de investigación para iniciar los trabajos experimentales.
«Lamentablemente, en ese momento allí no había fertilizantes, ni maquinaria alguna. Me dijeron que el proyecto era interesante, pero no tenían recursos para echarlo a andar. Agarré mi colección y me fui a buscar el apoyo de los trabajadores de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) 28 de Septiembre, en Batabanó».
Reconoce que sin estar del todo de acuerdo, permitió a los campesinos hacer la selección de las semillas de calabazas que ellos sembrarían, de acuerdo con el tipo de suelo, humedad, y otros indicadores ambientales locales. En cuanto a los insumos utilizados, predominaron los componentes orgánicos.
«Los resultados fueron formidables y logramos las variedades ricas en vitamina A que deseaba. Aprendí entonces la lección: las ciencias agropecuarias no son nada sin el aporte de la sabiduría natural del campesino. El investigador debe escuchar los criterios de los productores, son ellos los verdaderos protagonistas de la batalla por sacarle a la tierra más alimentos y los primeros que deben probar las tecnologías, para luego diseminarlas».
Desde hace más de tres lustros, Humberto es un abanderado del diseño de sistemas productivos agrícolas con bajos insumos y un mínimo gasto de energía, así como del fitomejoramiento de semillas por la vía de darle participación a quienes siembran y después recogen las cosechas.
En el año 2006 fundó el Programa de Innovación Agropecuaria Local, el cual involucra hoy a unos 50 000 campesinos de nueve provincias. La idea se fundamenta en diversificar la cantidad de cultivos en una determinada área, y con ello ampliar las opciones de alimentación para el pueblo.
Si en una finca usted rota los cultivos y, además, los intercala, tiene la ventaja de obtener mayor variedad de alimentos en igual superficie cultivable, sin necesidad de aplicar plaguicidas, ni fertilizantes químicos, porque la tierra recupera así su equilibrio natural.
De igual forma, lo anterior favorece una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, sentenció el científico que también compone canciones y utiliza esos textos para promover sus conceptos ecológicos.
A pesar de sus detractores, la agricultura orgánica demuestra su valía, gana cada vez más espacio y se transforma en una alternativa viable y duradera, que nos hará depender cada vez menos de las importaciones.
Fuente: http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/cienciaytec/agricultura/agricultura18.htm