Traducción: Andrés Lund Medina
Cuando el tema es ecología y socialismo, lo primero a considerar es hasta qué punto la razón capitalista está llevando a nuestro pequeño planeta -y los seres vivos que lo habitan- a una situación catastrófica desde el punto de vista del medio ambiente, de las condiciones de supervivencia de la vida humana y de la vida en general.
Se aproxima un desastre de proporciones todavía incalculables y las señales de eso son ya visibles.
Hoy se están produciendo tempestades tropicales que ya asolaron regiones de los Estados Unidos. Especialistas en el tema plantean la posibilidad de que esos desastres llamados naturales tengan relación con el recalentamiento del planeta y de las aguas oceánicas.
Los dramáticos resultados del desequilibrio ecológico provocado por la lógica destructiva de la acumulación capitalista son evidentes ahora, y los sufriremos todavía más dentro de dos, diez, cincuenta años. No es una cuestión para dentro de un siglo, ni siquiera a treinta años, es para ahora; por lo tanto requiere una urgente respuesta política, ética y humana.
¿Cómo está enfrentando esos problemas la oligarquía dominante?
Su respuesta es lamentable. Los sectores ecológicamente más avanzados del capital internacional -la burguesía europea y otros, como los japoneses- llegaron a un acuerdo para encarar el problema que consideraban de mayor urgencia, que es el del efecto invernadero: el llamado Protocolo de Kyoto.
De aquí a unos años, ese efecto invernadero va a provocar el derretimiento de las zonas glaciales, con lo que se va a elevar el nivel del mar, llevando a hundirse bajo el mar a varias ciudades costeras.
Este es un escenario bastante probable, y puede estar comenzando ahora mismo, con el ejemplo más conocido de la tragedia de Nueva Orleáns.
La respuesta de los capitalistas más conscientes, más abiertos a la cuestión ecológica, se resume en el Protocolo de Kyoto, que es absolutamente insuficiente. El Protocolo de Kyoto busca, eventualmente, estabilizar el efecto invernadero para dentro de 10 ó 15 años, con base en un mecanismo absurdo llamado «mercado de los derechos de contaminar». Los países más ricos siguen contaminando el mundo, pero basados en la posibilidad de comprar de los países más pobres el derecho de contaminar lo que ellos no utilizan. Transforman el derecho de polución en mercadería. De este modo, las naciones continúan contaminando: tanto cuanto puedan o estén dispuestos a pagar. Eso es lo más avanzado que la elite dominante consiguió producir. Ese acuerdo mínimo, vacío, fallido, es perfectamente incapaz de responder al problema: los Estados Unidos, que son el país más contaminador del mundo, se niegan a firmarlo y, mientras tanto, siguen desarrollando su economía con la lógica de la destrucción y de la contaminación.
El Ecosocialismo
Necesitamos pensar en soluciones radicales para ese problema. La solución de Kyoto es absolutamente insuficiente y rechazada por los Estados Unidos. Si vamos a pensar en términos de soluciones radicales, necesitamos pensar en la cuestión del socialismo. Por eso existe un movimiento, una idea, un programa, que es el ecosocialismo.
El ecosocialismo parte de algunas ideas fundamentales de Marx sobre la lógica del capital y de algunos de los descubrimientos, avances y conquistas científicas del movimiento ecológico y de la ciencia ecológica. Marx no había planteado todavía la cuestión de la ecología en su análisis porque, en su época, la cuestión era muy poco evidente. Pero él afirma, en El Capital, que el sistema capitalista agota las fuerzas del trabajador y las fuerzas de la Tierra. Traza un paralelo entre el agotamiento del trabajador y el agotamiento del planeta. Por lo tanto, el desarrollo del capitalismo acaba con la naturaleza.
Las actuales fuentes de energía del capitalismo son nocivas y peligrosas; lo que es peligroso para el medio ambiente, también lo es para la humanidad: ya sean las energías fósiles, en particular el petróleo que se va a acabar dentro de a algunas décadas -y se sabe matemáticamente que se va a acabar-, ya sea la energía atómica, que es una falsa alternativa, pues la basura nuclear es un problema gigantesco, muy peligroso, y que nadie consigue resolver. Entonces, la transformación revolucionaria de las fuerzas productivas pasa por la cuestión de las nuevas fuentes de energía, por las llamadas fuentes de energía renovables. En lugar del petróleo contaminador y de la energía nuclear devastadora, se necesita buscar energías renovables, como la energía solar. Pero ella no les interesa a los capitalistas.
Porque es gratuita, es difícil de vender, no es mercancía.
El capitalismo no se interesa por la energía solar, no invierte en su desarrollo.
Obviamente, desde el punto de vista socialista, es absolutamente prioritaria la investigación científica y el desarrollo tecnológico de la energía solar. No es la única pero, con seguridad, tendrá un papel central en el proceso de transformación radical del proyecto ecosocialista.
Por eso, algunos viejos socialistas relacionan directamente nuestra utopía revolucionaria, el socialismo, el comunismo, con el Sol, con la energía solar. Esa expresión de «comunismo solar» ya aparece en algunos trabajos de ecosocialistas. Habría una especie de profunda afinidad entre la energía solar y el proyecto comunista.
Los balances negativos
Otro tema que debe ser examinado es el balance negativo de lo que fue, a partir de la visión ecológica, la experiencia del llamado «socialismo real» de la Unión Soviética y otros estados burocráticos. Desde el punto de vista de transformación del aparato productivo, que avanzó muy poco, los resultados fueron enormes catástrofes ecológicas. Esa experiencia es un camino que nosotros no debemos seguir.
Otro balance negativo es el del reformismo verde. Los partidos verdes que se formaron en los años sesenta y setenta, al principio con cierta perspectiva radical, terminaron casi todos, entrando en gobiernos de centroizquierda y convirtiéndose al social-liberalismo.
Las soluciones que se requieren no pasan por una reforma ecológica aquí o allá; eso no resuelve ninguno de los problemas. El balance de ese ecoreformismo verde es, por tanto, bastante decepcionante.
Una utopía revolucionaria
Necesitamos enarbolar esa utopía revolucionaria, esa posibilidad que es el ecosocialismo, que es el comunismo solar. La probabilidad de una transformación radical de la sociedad implica la expropiación del Capital. Pero quedarse sólo en la expropiación de los capitalistas no enfrentará la cuestión del medio ambiente.
La perspectiva ecológica comprendida, en su radicalidad, como la propia perspectiva socialista, implica la superación del capitalismo, la posibilidad de una sociedad más humana, justa, igualitaria, democrática y capaz de establecer una relación armoniosa de los seres humanos entre sí y con el medio ambiente, con la naturaleza. No basta con plantear ese objetivo, esa utopía revolucionaria. Hay que comenzar a construir ese futuro desde ahora. Es necesario participar en todas las luchas, inclusive de las más modestas; como, por ejemplo, la de una comunidad que se defiende contra una empresa contaminadora; o la defensa de una parte de la naturaleza que esté amenazada por un proyecto comercial destructivo.
Es importante ir construyendo la relación entre las luchas sociales y las ambientales, pues ellas tienden a concordar, unidas alrededor de objetivos comunes. Por ejemplo, las comunidades indígenas o campesinas que enfrentan a las multinacionales libran un combate antiimperialista, pero también social y ecológico. La lucha por los transportes colectivos modernos y gratuitos es un combate para avanzar en la solución del problema de la contaminación del aire. Conquistar una red de transportes públicos gratuitos significa que la circulación de automóviles va a disminuir, que la polución será menor, que el aire se tornará más respirable.
Necesitamos percibir cómo, en la práctica, con esa perspectiva radical, las batallas diarias se van combinando, convergiendo, articulando.
Hoy el ecosocialismo es no sólo el trabajo de pensadores o revistas especializadas, está presente en los movimientos sociales; aunque algunos de ellos no se llamen ecologistas o socialistas, está presente en el espíritu, en la radicalidad, en la dinámica de los movimientos sociales, en particular en naciones del Tercer Mundo como la India, los países africanos y los latinoamericanos.
Pero algunos ideólogos de la ecología plantean falsos problemas. Por ejemplo, que la degradación del medio ambiente es culpa de nuestro consumismo, que cada uno de nosotros consume demasiado, que es necesario reducir el consumo para proteger al medio ambiente. Eso responsabiliza a los individuos y redime al sistema. Es verdad que el consumo de los individuos es un problema, pero el consumo del sistema capitalista, del militarismo capitalista, de la lógica de acumulación del capital es mucho mayor. Entonces, en lugar de pregonar la auto-limitación individual, es necesario llamar a la organización para luchar contra el sistema capitalista; esa debe ser nuestra respuesta.
Otra visión equivocada es aquella que declara que la culpa es del ser humano, que mediante el antropocentrismo y el humanismo, se puso en el centro y despreció a los otros seres vivos. Creo que esta concepción causa falsos problemas. Porque es de interés de la humanidad, de la supervivencia de los seres humanos, de los hombres y de las mujeres, preservar el medio del cual dependen inevitablemente. No se trata de contraponer la supervivencia humana a las de las otras especies, se trata de entender que ellas son inseparables y que nuestra supervivencia como seres humanos, depende de que se salvaguarde el equilibrio ecológico y la diversidad de las especies; por tanto, desde el ecosocialismo estaríamos hablando de un humanismo biocentrista.