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Un trabajador muerto y siete heridos en las obras de ampliación del metro de Madrid

Edgar

Fuentes: Rebelión

Edgar Ruiz Mosquera falleció ayer lunes 21 en las obras del metro de Madrid. Pero el día anterior tampoco existía. Ni existía ni le iban a dejar existir. El día anterior, 20 de febrero, era una fecha en la que su inexistencia podía haber terminado. Pero ni siquiera le dejaron elegir. Y quienes podían también […]

Edgar Ruiz Mosquera falleció ayer lunes 21 en las obras del metro de Madrid. Pero el día anterior tampoco existía. Ni existía ni le iban a dejar existir. El día anterior, 20 de febrero, era una fecha en la que su inexistencia podía haber terminado. Pero ni siquiera le dejaron elegir. Y quienes podían también se lo negaron.

Tras la muerte de Edgar muchos de estos últimos se acercaron al lugar del suceso para interesarse por el accidente. Entre ellos la presidenta de la Comunidad de Madrid que trasladó el pésame a familia, amigos y compañeros y, delante de los micrófonos, se conjuró para disponer todos los medios a su alcance para asegurar la salud e higiene en el trabajo. El día anterior había votado en las urnas para que a Edgar no le alcanzasen esos derechos.

También el sindicato CCOO se quedó apesadumbrado por esta muerte. La culpa había sido del mal estado de la plataforma sobre la que trabajaba Edgar y que ‘ellos’ ya habían denunciado. Es decir, sabían que estaba en mal estado y le permitieron subirse a trabajar. En su disculpa ignoran que ahora todas las culpas pueden caer sobre Edgar y que su familia ni siquiera podrá recibir una indemnización. El día 20 también ellos le habían negado esos derechos porque era extranjero, pero extranjero de los chungos, de esos que son de fuera de Europa.

El portavoz socialista fue el más consecuente, se preocupó por las preocupaciones de los vecinos por el peligro de los edificios respecto a las obras de ampliación del metro. Me imagino que los preocupados son los vecinos propietarios que son, en su mayoría, europeos. Él también había votado el día anterior para salvaguardar los derechos de los españoles frente a la invasión externa.

Los medios de comunicación también se hicieron eco de la noticia a grandes titulares. Y esos titulares omitían que el fallecido, Edgar, era un trabajador o un vecino. Era, decían,  un ecuatoriano. También ellos se habían dedicado los últimos meses a intentar convencernos de que ‘esos’ no son ni trabajadores ni vecinos, son extranjeros y, como tal, ni tienen ni deben tener derechos.

Nadie se lamenta por Edgar ni por su familia. Solo por que sigan adelante las obras, por quitarse el muerto de encima (perdón por la expresión), por que no se produzca un Carmel en Madrid o por vender algún periódico mas entre la comunidad ecuatoriana.

Pero no, no son hipócritas: el día anterior habían votado lo mismo.