Hoy es necesaria una rebelión ecosocial en la educación para salir de un sistema educativo agotado y abducido por los resultados de las evaluaciones
«¡Sin planeta, no hay futuro!», «¡Ni un grado más, ni una especie menos!», eran algunos de los gritos de miles de jóvenes que llenaban las plazas en la huelga estudiantil del 15 de marzo. La Humanidad está en una encrucijada medioambiental estratégica: el cambio climático, el agotamiento de los recursos y el deterioro de las condiciones de vida en la Tierra, es algo que afecta ya a la generación actual y no solo a las futuras.
Aquellos que están dispuestos a seguir colocando al planeta al borde del abismo por su codicia son enemigos muy poderosos. Recientemente se conocía que el cártel del petróleo estaba invirtiendo más de 1.000 millones de dólares para bloquear medidas contra el cambio climático y obstruir el cumplimiento de los objetivos de los Acuerdos de París. Es decir, para mantener o expandir el calentamiento global, con las consiguientes consecuencias catastróficas.
Cada día es más fuerte el movimiento que propone una respuesta radical a esta situación de colapso más que previsible. La propia juventud europea y mundial está tomando conciencia de esta realidad y ha surgido un movimiento de lucha contra el cambio climático, con huelgas y manifestaciones en diferentes países europeos y del mundo. En España se expresó el 15 de marzo con una huelga estudiantil de amplio seguimiento que nos marca el camino a seguir.
La escuela y la educación han jugado un papel importante haciendo que nos sintamos ajenos a lo que vivimos y a la naturaleza. Sigue, hasta hoy, proponiendo un currículo que nos sitúa por encima de la vida, en lugar de educarnos como cuidadores de ella. Hay organizaciones ecologistas y de renovación pedagógica que analizan los currículos escolares y nos muestran la lejanía y la ausencia de una mínima conciencia ecosocial en ellos. Se ha seguido defendiendo que el crecimiento económico y la explotación de los recursos naturales son algo ilimitado, que podemos consumir sin límites. No pone la vida y su cuidado en el centro.
Ante esta situación de emergencia social y ecológica, el sistema educativo no puede permanecer ajeno al deterioro ambiental que amenaza la vida y nuestras condiciones en las que se desarrolla. Los currículos, las prácticas educativas e incluso las infraestructuras escolares viven de espaldas a los problemas de insostenibilidad estructural. Hoy es necesaria una rebelión ecosocial en la educación para salir de un sistema educativo agotado y abducido por los resultados de las evaluaciones, los estándares y las rúbricas. Es necesario modificar la relación de los seres humanos con el territorio. Es imprescindible entender y desarrollar las implicaciones centrales de la sostenibilidad en la escuela. En palabras de José Domínguez, «la educación básica debe crear un clima ecoeducativo adecuado, para que todos los educandos adquieran una conciencia ecológica ético-crítica, científicamente bien informada… La educación básica debe capacitar a los ciudadanos y ciudadanas para llevar a cabo una transición acelerada del modo capitalista de producción y consumo neoliberal, que es esencialmente antihumanista, antiecologista y antidemocrático, a un modo de producción y de consumo ecohumanista, ecologista y democrático».
Hay, al menos, tres planos de acción: la educación en la naturaleza, el planteamiento medioambiental de la educación y la movilización ciudadana en la que participe la escuela. En cuanto a la importancia de la primera, ya los pedagogos clásicos sabían que era una fuente de conocimiento, desarrollo cognitivo, motivación y toma de conciencia ambiental. Fue uno de los pilares de la renovación pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza, y sigue siendo un referente de los movimientos de renovación y del ecologismo hoy. Pedagogas actuales como Heike Freire defienden educar en verde. Para ello, lo primero es acercar a los niños a la naturaleza cada día, sabiendo que ellos son naturaleza; la segunda parte de esta educación verde implica una concienciación medioambiental, ecológica.
Por otro lado, las políticas y la legislación educativa deben incorporar la educación ecosocial en el currículo de todos los niveles. Desde el Documento de Bases para una nueva ley educativa lo tenemos en cuenta y realizamos una serie de propuestas:
• Desarrollar una educación en el territorio. Facilitar el acceso autónomo a pie y en bicicleta a centros escolares y de ocio, vinculado a una escolarización de proximidad. Ampliar los programas y recursos de educación ambiental.
• Construir y adaptar los centros educativos con criterios ecológicos. Organizar sistemas de transporte sostenible al centro educativo. Supervisar la auditoría ambiental de los centros educativos para evitar derroches en calefacción, iluminación, equipos electrónicos. Crear espacios verdes educativos dentro de los centros, incluyendo huertos escolares y zonas arboladas y de tierra, no cementadas.
• Implementar programas que faciliten a los centros trabajar los contenidos curriculares que tienen como eje central la sostenibilidad y sus implicaciones. Abordar los problemas ecológicos más importantes tales como: declive energético, pérdida de biodiversidad, sobre-urbanización, cambio climático, contaminación (de agua, suelos, alimentos, aire…), crisis alimentaria. Sus causas y medidas correctoras necesarias. Filosofía medioambiental y ética ecológica.
• Desarrollar un currículo en la autonomía, que incorpore contenidos de Educación Ética política y promueva las capacidades para conocer y comprender una sociedad basada en el mercado y para desarrollar criterios que permitan construir en ella los propios valores.
• Desarrollar de forma sistemática la contratación pública con criterios de sostenibilidad, éticos y sociales (comedor escolar, compras de productos de limpieza, material escolar…). Modificar en lo posible las construcciones escolares que exigen alto consumo energético.
La nueva ley educativa que este país necesita y que tendrá que elaborarse en la próxima legislatura ha de abordar la educación ecosocial como un imperativo moral y pedagógico. Para ello será necesario que avancen en las próximas elecciones las formaciones políticas que tienen conciencia del gravísimo problema del calentamiento global, defienden el carácter público de la educación, la derogación de la LOMCE como una ley antiecológica y antisocial y el aumento de la inversión educativa. Pero ello solo será posible si van acompañadas de una amplia movilización de la ciudadanía, iniciada ya por el movimiento ecologista y la juventud.
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