Isidoro Moreno, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, ha participado este pasado 2 de enero en el acto alternativo a la Fiesta de la Toma de Granada, organizado por la Plataforma Granada Abierta. En una entrevista para el Independiente de Granada, Moreno reivindica como fiesta local el día de Mariana Pineda, se […]
Isidoro Moreno, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, ha participado este pasado 2 de enero en el acto alternativo a la Fiesta de la Toma de Granada, organizado por la Plataforma Granada Abierta. En una entrevista para el Independiente de Granada, Moreno reivindica como fiesta local el día de Mariana Pineda, se manifiesta a favor de la conmemoración del 2 de enero, pero diferente a la que se celebra hoy en la ciudad.
–Dice usted que la fiesta de la Toma de Granada es una fabulación histórica. ¿Nos puede explicar esto?
-He utilizado el concepto del historiador social británico Eric Hobsbawm de invención de la tradición. Esto no es exclusivo del 2 de enero en Granada, es bastante general que desde los poderes políticos establecidos se inventen tradiciones. Se toma la excusa de algún hecho histórico para cargarlo de significados que no son reales, no con el objetivo de legitimar lo que ocurrió, sino para legitimar el presente. La fiesta del 2 de enero en Granada parte de la idea de que aquí en esa fecha se terminó aquello que denominan Reconquista, como el final de un enorme paréntesis, en que la Península Ibérica estuvo ocupada por extranjeros. Y se dice a su vez que ello significó que se volviera a la unidad de España. Bueno, esto es un montón de falsedades. En realidad fue una conquista del final del Medievo, la incorporación de Granada a un reino concreto, Castilla, porque España no existía. Y claro, la lectura que se hace es una lectura inadecuada, porque se relaciona el 2 de enero con el 12 de octubre. Digamos, es una especie de celebración orgásmica del nacionalismo del Estado español. Supuestamente Isabel y Fernando eran los Reyes de España, de Aragón uno y de Castilla la otra, como si ya estuvieran unidos, pero eso es una mentira. Cuando muere la reina Isabel, Fernando se vuelve a su estado de Aragón y solamente durante una pequeña época es regente. No es verdad que hubiera ninguna unificación. No es verdad que con la conquista de Granada se unificara todo. Y después, por otra parte, hay una falsedad histórica en el sentido de considerar que con la entrada de las tropas castellanas en la ciudad se borró toda una cultura. Esto no es cierto. Hubo una expulsión y pocos años después se violaron las condiciones de la rendición, las llamadas Capitulaciones, en las que a cambio de la incorporación política del Reino Nazarí a Castilla, se garantizaban las propiedades, la lengua, las costumbres y la religión de los granadinos. Y eso se violó. Fue un proceso de etnocidio histórico que en gran medida presagió lo que los europeos hicieron en el Continente americano después. Pero Al-Ándalus no acabó y sigue siendo un componente fundamental de la identidad andaluza.
–Cómo define usted esa identidad andaluza?
-Existen cinco fuentes o cinco caños de la gran fuente de nuestra identidad como andaluces: la fuente andalusí, que en gran medida estuvo impregnada de lo anterior, la Bética, Tartesos, etc; la identidad judía, la identidad gitana, la identidad negroafricana, y también uno de esos cinco caños es sin duda el componente castellano, que no lo podemos negar. Lo que no es admisible es que un componente de esos cinco, el castellano-cristiano, se quiera imponer y se reactive. Para eso sirve la fiesta del 2 de enero tal y como se celebra actualmente en Granada. Se pretende reactivar la idea de que nuestra cultura y nuestra identidad son el resultado y una herencia directa de los exclusivamente castellano-cristianos. Ello supone un intento de amputación de los otros cuatro componentes de nuestra identidad actual. Creo que eso es contra lo que hay que pronunciarse. Sobre todo porque ocurre en el peor momento de lo castellano.
–Quiere decir que hubo «otras Castillas»?
-Hubo momentos históricos. La Castilla que conquistó el Valle del Guadalquivir, Córdoba y Sevilla, era una Castilla que todavía no tenía un proyecto etnocida y genocida, de convertirse, digamos, en algo totalmente homogéneo y donde sobraba todo lo demás. El ejemplo es que cuando se quiso construir y ampliar el pequeño palacio andalusí de Sevilla, el rey castellano sevillano llama a arquitectos y alarifes de la Alhambra para que le construyan una Alhambra II que es lo que, de alguna manera, es el Alcázar de Sevilla. Y no se le ocurre traer a arquitectos de Segovia, u otros sitios donde había alcázares, es decir que había todavía una admiración por lo andalusí, a veces en confrontación, pero otras veces en difusión e infusión cultural. Es también la Castilla que en la tumba del Rey Fernando pone una frase de las Cantigas de Alfonso X, donde nombra a Dios pero también a los cristianos a los moros y a los judíos como hijos de ese mismo Dios. Esa Castilla no tiene nada que ver con lo que se pone en el sepulcro de los Reyes Católicos, que ante ellos «se postraron la secta de los mahometanos» y los lograron arrojar fuera de estos territorios «a la herética judía». Esto es intolerancia, pura y dura. A Granada le tocó esa Castilla que quiere ser imperial pero claro, a costa de mutar y eliminar todo lo que no pasa por ser puramente castellano y puramente cristiano. Eso es lo que se quiere reactivar con la conmemoración o la celebración oficial del 2 de enero y a eso es a lo que hay que oponerse. Hay que desnudar eso y mostrar qué ocurrió y cuáles fueron las consecuencias de ese hecho histórico en ese contexto determinado. Lo que no es admisible evidentemente, es que esto se haya convertido en una exaltación del militarismo, de la intoleranca, de lo antidemocrático, para vergüenza… y creo que Granada no se merece eso.
–La expulsión de lo «no cristiano» fue el comienzo de una etapa oscura. ¿Qué le sugiera el Palacio de Carlos V construido dentro de la Alhambra?
-El Palacio de Carlos V dentro de la Alhambra o la Catedral de Córdoba dentro de la Mezquita son lo mismo. Hay que tener en cuenta que no se les ocurre hacer una catedral vaciando el centro de la Mezquita de Córdoba hasta mas de 250 años después de la conquista castellana de la ciudad. A nadie se le ocurrió hasta entonces convertir la Mezquita en una especie de estuche de la Catedral. Esto se hace aproximadamente por la misma fecha que tiene lugar aquí en Granada la violación de la Alhambra, poniendo el Palacio de Carlos V dentro. Yo creo que es una violación que a mí me recuerda las violaciones sexuales, incluso. Es una violación cultural. No es un mestizaje. En todo caso mestiza es la Giralda, pero ni es mestiza la Mezquita de Córdoba ni es mestizo el palacio de Carlos V dentro de la Alhambra de Granada. Es una acción de poder, para que se entienda por los siglos de los siglos quién fue más poderoso, en dos edificios tremendamente valorados, que no se atrevieron a destruir. No se atrevieron a destruirlos pero sí se atrevieron a señalarlos, para demostrar quién tenía el poder, quienes habían sido los vencedores en términos políticos y en términos religiosos, y quiénes habían sido los vencidos. En ese caso pues hay una verdadera violación, en ambos casos. Defender eso de que lo que se construye tiene méritos artísticos, etc., pues es una broma. Lo importante es donde se pone, que no es por casualidad, construyen dentro de algo que es el referente de toda una civilización, la de Al-Ándalus. Se trataba de poner el sello, el tapón, digamos de los poderosos, que a nivel civilizatorio tenían mucho que desear con respecto a la civilización de al-Ándalus.
–¿Usted suprimiría hoy la fiesta del del 2 de enero? ¿Qué haría con ella?
-Yo soy contrario a suprimir las conmemoraciones. Conmemorar es volver a pasar por la memoria. Lo que ocurre es que tiene que ser una memoria por la que pase la verdad, no una memoria por la que pasen las falsedades históricas. Una memoria que contribuya a fortalecer los valores de paz, de convivencia, de diálogo, de soberanía de los pueblos, y no a fortalecer los valores de la confrontación, de la violencia, del militarismo, de la imposición de unos pueblos sobre otros, etc. Yo mantendría el 2 de enero pero cambiándolo prácticamente todo. Tal y como está actualmente, no es sólo que sea anacrónico, que agite a una cierta gente que ya casi en romería empieza a venir a Granada para celebrar aquí el 2 de enero, digamos lo más reaccionario política e ideológicamente. Hay que resignificarlo, quitarle toda la tramoya, todas las mentiras… Ni siquiera el pendón es el de los Reyes Católicos.Todo es una especie de representación, que no estaría mal si fuera una pura representación teatral. Lo que pasa es que es una representación que activa determinados valores, que quiere convencer a la gente de que ocurrió lo que no ocurrió, y en ese sentido sí habría que eliminarlo. Yo estoy por que en Granada sea también fiesta el Día de Mariana Pineda, como reclama la Plataforma Granada Abierta. En todos los lugares hay dos fiestas locales, y mi opinión personal es que fueran el 2 de enero y el 26 de mayo.
–¿Y qué haríamos con el Corpus?
-El Corpus no es ya fiesta ni siquiera para la Iglesia Católica. El Corpus solamente en Toledo, Sevilla y Granada se mantiene un jueves, cuando ni siquiera para los creyentes católicos es obligatorio ir a misa ese día, porque lo cambiaron al domingo siguiente. Es decir, eso ni siquiera desde el punto de vista religioso -que también es cuestionable- es mantenible. Creo que debe ser fiesta el día de Mariana Pineda y debe ser también un día de conmemoración el 2 de enero, ahora bien, revisando completamente a fondo todo lo que se hace el 2 de enero. La última cosa es traer la patriótica cabra y hacer una especie de bufonada de desfile de moros y cristianos, que deben estar en sus respectivos pueblos, que es donde tienen sentido, en sus días de feria. Traer eso aquí a Granada con la excusa de que ya hay moros a los que no les tiran piedras, a mí me parece que eso desdice de una institución mínimamente seria como tiene que ser el Ayuntamiento. Creo que debe ser el día de la concordia, el día de la interculturalidad.
–Se pone el 2 de enero como la fecha de la unidad de España. ¿Esto es así?
-Yo leía hace un par de meses un escrito del historiador Josep Fontana, uno de los historiadores actuales más importantes, donde decía que de España no puede hablarse políticamente hasta principios del siglo XIX, o en cualquier caso, si se quiere volver muy atrás, digamos que no existe reino de España hasta los Borbones, en eso que suelen llamar el Imperio español, que no es el Imperio español, es el imperio castellano. En cualquier documento de la época, los Reyes, digamos Carlos I, Felipe II, Felipe III, ninguno de ellos se titulaba Rey de España, y no por timidez sino por que España no existía como entidad política. Existían diversos reinos, de los que su cabeza, el jefe de los distintos estados, era el mismo: el rey, ya con los sucesores de los Reyes Católicos. Pero digamos España como entidad política evidentemente se va preparando durante el siglo XVIII con la centralización borbónica y con la anulación de las instituciones políticas de otros reinos peninsulares, y culmina pues a principios del siglo XIX. Por decirlo de alguna manera, hasta las Cortes de Cádiz no existe España.
–¿Qué es hoy España, para usted? ¿Y qué queda de la identidad andaluza?
-España en un Estado que solamente la obcecación ultranacionalista la plantea como nación. Bueno, ya sabemos que en los textos, incluida la vigente Constitución, se habla de Nación española en una frase que es herencia directa del franquismo. Se habla del carácter uno, indivisible y no se qué. Estos eran los principios fundamentales del gloriosos Movimiento Nacional que nos hacían estudiar a los niños en mi época del colegio y del bachillerato. España es un Estado plurinacional. Digamos, que durante el siglo XIX y XX, cada vez que ha habido una situación mínimamente democrática, ha emergido la realidad, y la realidad es que existe una pluralidad nacional, en el sentido de identidades históricas, de identidades culturales y en el sentido de identidad política. Uno de esos pueblos, de esas naciones históricas, evidentemente es Andalucía. Andalucía tiene una identidad histórica y una identidad cultural innegables. A menos que, digamos, sea en esa situación de vampirismo cultural por parte del Estado español, de apropiarse de determinadas expresiones culturales andaluzas, desactivarlas, de manera que pierden sentido fuera de su contexto y se ponen en el escaparate como si fueran españolas para vestir un maniquí bastante desnudo que es eso que se ha dado en llamar cultura española. En ese sentido la identidad andaluza está negada desde el nacionalismo español, y está negada también desde determinados planteamientos que yo llamo paleomarxistas, de quienes no leyeron nunca a Marx, evidentemente, pero tienen el mantra de que los nacionalismos necesariamente van en contra del avance de la historia. Andalucía es un país y se ve así desde fuera desde hace dos mil años. Yo entiendo que Andalucía es el resultado de esas cinco fuentes a las que antes me he referido, la fuente andalusí, la fuente judía, la fuente castellana, la fuente gitana y la fuente negra africana, somos una cultura tremendamente original, porque somos tremendamente mestizos y a mucha honra. Y por tanto tenemos el derecho como cualquier pueblo del mundo a decidir nuestro futuro, a ejercer nuestra soberanía, para que realmente los andaluces y andaluzas reales, las personas, podamos ser exactamente libres. Y no podremos ser realmente libres si no somos libres a nivel colectivo. Y el colectivo al que pertenecemos se llama Andalucía.
–Esto políticamente ¿qué significado tiene en el momento actual que vive España?
-Bueno, tiene todos los significados. Cuando se está planteando el futuro del Estado Español, y se habla de la posible reforma de la Constitución, pues me temo que esto vaya ser una nueva burla. Que se va a cambiar el rótulo de las autonomías por el de Estado Federal, pero de un falso federalismo. El federalismo o el confederalismo sólo es posible sobre la base de que cada una de las entidades políticas que plantean federarse o confederarse son libres para hacerlo o no hacerlo. Quiero decir que el concepto central es el de soberanía, y esa soberanía puede significar muchas cosas. Desde mi punto de vista, ¿qué debe significar? Pues lo que haga falta que signifique para resolver los tremendos problemas de Andalucía que son problemas sociales y problemas económicos, pero también problemas culturales, del propio reconocimiento de nuestra identidad como pueblo
Isidoro Moreno es coordinador del Grupo de Estudio de las Identidades Socioculturales de Andalucía (GEISA). Moreno ha dedicado parte de su vida a estudiar la identidad del pueblo andaluz y a reivindicar la reforma agraria. Gran impulsor del movimiento por la autonomía andaluza por el artículo 151, junto a Diamantino García fue uno de los fundadores de la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía.
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