El derecho a elegir es solamente uno de los aspectos del tema mucho más amplio de los derechos reproductivos, es decir, el derecho de la mujer a controlar su cuerpo y su vida reproductiva. A pesar de que en las décadas recientes la batalla se ha centrado alrededor del derecho al aborto, los derechos reproductivos […]
El derecho a elegir es solamente uno de los aspectos del tema mucho más amplio de los derechos reproductivos, es decir, el derecho de la mujer a controlar su cuerpo y su vida reproductiva. A pesar de que en las décadas recientes la batalla se ha centrado alrededor del derecho al aborto, los derechos reproductivos incluyen mucho más que el derecho a terminar un embarazo no deseado, involucrando también el derecho a tener hijos frente a los programas racistas de esterilización dirigidos a los afro americanos, nativos americanos y discapacitadas a lo largo de gran parte del siglo XX en los EE.UU.
Los latinos eran frecuentemente obligados a firmar formularios de consentimiento en inglés en vez de en español, y fueron esterilizados frecuentemente sin su conocimiento. Hacia 1968, un tercio de todas las mujeres en Puerto Rico -todavía una colonia de los EE.UU.- habían sido esterilizadas permanentemente. Hoy en día, los programas racistas de esterilización continúan dirigiéndose a hombres y mujeres de raza negra o mestiza de los países pobres de todo el mundo bajo el nombre de «control de la población.»
La libertad reproductiva implica también el derecho al aborto de las mujeres pobres. Incluso aunque el aborto sea ilegal, las mujeres de alto nivel socio económico tienen a su alcance, y siempre han tenido, el dinero y los médicos privados para hacerse abortos; mientras que las mujeres pobres deben enfrentar la decisión de llevar a término un embarazo no deseado o arriesgar sus vidas en un aborto inseguro e ilegal.
Muchas mujeres pobres y de la clase trabajadora mueren cuando el aborto es ilegal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 78.000 mujeres mueren cada año en el mundo por abortos inseguros.
En los EE.UU. antes de que el aborto fuera legalizado en 1973, muchas mujeres morían por complicaciones en los abortos. En Nueva York, el 50% de estas mujeres que morían tras un aborto ilegal eran de raza negra, mientras que las puertorriqueñas representaban el 44%.
Desde los años 70, muchos de los mismos estados que se opusieron a que Medicaid se hiciera cargo de los costos de los abortos de mujeres pobres no han tenido ningún problema en esterilizarlas gratuitamente. Esta es la razón por la cual los derechos reproductivos, es decir el derecho a decidir si tener hijos o no, no es solamente un asunto de mujeres. Es también un asunto de clase, un asunto racial, un asunto de justicia global.
La cruzada de los reaccionarios
Las organizaciones de derecha con nombres como el de «Mayoría Moral» (Moral Majority) no son ni moralmente superiores ni representan nada cercano a la mayoría de la población. Representan sí a una minoría extremadamente bien financiada, con «amigos» en los lugares de poder como el Congreso y la Casa Blanca.
Por supuesto, estos derechistas -George W. Bush incluido-, sostienen su oposición al aborto con argumentos piadosos aduciendo «la santidad de la vida» y «la santidad del matrimonio.» Pero son unos hipócritas. Newt Gingrich por ejemplo -uno de los principales portavoces en favor de la «santidad del matrimonio»- va ya por el tercero.
Su cruzada es política, no moral. La moralidad es personal. Aquellos que se oponen al aborto deberían ser capaces de escuchar a su propia conciencia y, al mismo tiempo, permitir que otra gente escuche la propia.
Nadie en el movimiento «pro-elección» (pro-choice) ha sugerido que alguien que personalmente se oponga al aborto deba ser forzado a practicar uno. Sin embargo, el objetivo de la cruzada anti-aborto es imponer, por ley, un conjunto de valores morales muy conservadores al resto de la población.
El ascenso de la derecha cristiana
La Derecha Cristiana tiene sus orígenes en la Nueva Derecha de los años 80 que originalmente no pretendió de ninguna manera basarse en motivaciones religiosas. La observación del programa de la Nueva Derecha destruye el mito que sostiene que estos sectores creían en la santidad de la vida humana. Este programa incluía, por ejemplo, el apoyo a la pena de muerte, las armas nucleares y masivos recortes al gasto social.
El diputado derechista Bob Dornan (republicano por California) llegó incluso a apoyar la «Enmienda por la Vida Humana», que habría prohibido el aborto bajo cualquier circunstancia, sin excepciones por violación, incesto o riesgo de muerte de la madre al dar a luz. Todo para respetar la vida humana.
La Nueva Derecha se formó para oponerse a todos los triunfos logrados por los movimientos sociales de los 60, no solamente los movimientos de mujeres, sino también el «Poder Negro» (Black Power) y los movimientos por la liberación de los homosexuales. La Nueva Derecha reunió en los años 80 a protestantes fundamentalistas y antiguos segregacionistas.
No es ninguna coincidencia que el 9 de Diciembre de 2002, en la fiesta de cumpleaños del ya fallecido Strom Thurmond, Trent Lott -quien pelea diariamente por imponer el programa de la Derecha Cristiana en el Congreso- declarara su admiración por la campaña presidencial de Thurmond en 1948 cuyo centro era la oposición a la integración. «Estamos orgullosos de ello» dijo Lott. «Y si el resto del país hubiera seguido nuestro camino, no tendríamos todos los problemas que hemos tenido durante estos últimos años.»
La oposición al aborto de la Nueva Derecha, y ahora también la de la Derecha Cristiana, se originó en este contexto. Estos derechistas se oponen a todos los aspectos relacionados con los derechos de la mujer y creen que el incremento del número de mujeres en la fuerza laboral, juntamente con el aborto, son los responsables de la destrucción de la familia nuclear «tradicional.»
Se podría argumentar que el ideal de «familia tradicional,» el del marido que gana el pan y la esposa que se queda en su casa, jamás ha existido realmente dado que muchas mujeres de la clase trabajadora han trabajado siempre fuera de su casa. Pero este ideal, de los programas de televisión «Ozzie y Harriet» y «Leave it to Beaver,» fue la base de la época reaccionaria de los 50. Y ésa es exactamente la época a la cual las fuerzas de la Derecha Cristiana quieren volver.
En los 80, la piedra fundamental de la Nueva Derecha era no solamente la oposición al aborto, sino también a la «Enmienda por la Igualdad de Derechos» (Equal Rights Amendment, ERA) que había establecido la igualdad constitucional de mujeres y hombres. La organización «Stop ERA» liderada por Phyllis Schlafly se opuso tan fervientemente a esta enmienda como la organización «Derecho Nacional a la Vida» (Nacional Right to Life) se opuso al aborto.
En los 90, la Derecha Cristiana apoyó la llamada «reforma» del estado de bienestar de Bill Clinton que empujó a millones de familias, mujeres y niños a una mayor pobreza, y trabajó a favor de programas que fomentaban la abstinencia entre los adolescentes. Hoy, la Derecha Cristiana no solamente está detrás del apoyo de Bush a la prohibición del casamiento entre homosexuales y sus ataques contra el aborto, sino también del programa, que costará mil quinientos millones de dólares, para promover el matrimonio en las áreas donde viven pobres de raza negra, donde se cree que la familia tradicional está más amenazada por el fenómeno de las madres solteras.
¿La familia de quién? ¿Los valores de quién?
Vale la pena preguntar por qué la Derecha Cristiana está tan apegada a ese ideal rígido de la familia tradicional cuando sólo el 9% de las familias de los EE.UU. cumple con este modelo. ¿Por qué su idea de los «valores familiares» no puede evolucionar para reflejar los cambios reales en las vidas de las personas?
Hoy en día la mayoría de las mujeres forma parte de la fuerza de trabajo, y la mitad de todos los matrimonios termina en divorcio. Y la demanda del matrimonio homosexual es el resultado de que parejas del mismo sexo estén eligiendo vivir juntas y criar una familia.
La Derecha Cristiana no puede adaptarse a estos cambios porque la clase dirigente se apoya en la familia nuclear heterosexual no como una institución «moral» sino como una unidad económica central para el capitalismo. Mientras políticos como Bush y Lott actúan como portavoces de la Derecha Cristiana, demócratas como Bill Clinton y John Kerry también hablan de «valores familiares.»
No fue un accidente que Bill Clinton firmara el «Acta de Defensa del Matrimonio» en 1996 y promoviera la abstinencia entre los adolescentes mientras fue presidente.
Estaba intentando apaciguar a la Derecha Cristiana. Tanto Republicanos como Demócratas representan intereses corporativos y sostienen a la familia nuclear como una institución que es central a la sociedad capitalista.
Preservar la institución de la familia nuclear, y, más importante, el trabajo no remunerado de la mujer dentro de ella, es un beneficio material para el sistema. Ya sea que trabajen fuera de la casa o no, dentro de la familia las mujeres se dedican al trabajo de la casa, a cocinar, lavar la ropa y cuidar a los hijos, trabajo que es gratis y por lo tanto invalorable para la existencia del sistema capitalista.
Electoralismo sin salida
El programa político de la Derecha Cristiana es volver el reloj atrás. Estados a todo lo largo de los EE.UU. han sancionado cientos de leyes que limitan el derecho de la mujer a elegir, imponiendo períodos de 24 horas, exigiendo que los adolescentes obtengan el consentimiento de sus padres incluso en familias abusivas, y rechazando la financiación estatal de abortos a mujeres pobres aún en los casos de que tengan cáncer o diabetes.
En noviembre, el ataque contra el aborto alcanzó el ámbito federal cuando el Congreso aprobó la prohibición de llevarlo a cabo mediante la dilatación del cuello uterino y extracción del feto intacto (intervención quirúrgica que la derecha tacha deliberadamente de «aborto por nacimiento parcial») sin una cláusula para proteger la salud de la mujer embarazada. El Senado ha sancionado el 25 de marzo la «ley de Víctimas no natas de la violencia», que tipifica como crimen el dañar el feto de una mujer embarazada.
Pero debemos hacer una pregunta: ¿Cómo ha podido la Derecha Cristiana cambiar el clima político con tanto éxito? La respuesta es simple. La cruzada anti-aborto ha estado basada en una estrategia que promueve la falsa impresión de que la mujer elige el aborto por razones frívolas, y «egoístamente» demora los abortos por su propia conveniencia.
Pero si la Derecha Cristiana ha estado continuamente haciendo campaña para erosionar el derecho a elegir -con miles de manifestantes protestando fuera de las clínicas de abortos- no puede decirse lo mismo del movimiento a favor del aborto legal. En lugar de montar una defensa del derecho de la mujer a controlar sus propios cuerpos, los líderes de este movimiento han gastado la mayor parte de su dinero y de su tiempo haciendo campaña por demócratas que apoyan este tipo de políticas.
Sin embargo, el noviembre pasado, 63 demócratas en la Cámara Baja y 11 en el Senado -muchos de ellos a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo- votaron a favor de la mal llamada ley que prohíbe «el aborto por nacimiento parcial.» En marzo, 47 demócratas se unieron a los republicanos para votar a favor de la «ley de Víctimas no natas de la violencia». Estos resultados demuestran el fracaso de la estrategia electoral del movimiento a favor del aborto legal.
También es necesario preguntar por qué este movimiento no forzó a Clinton a cumplir su promesa de campaña de sancionar la ley por la libertad de elección (Freedom of Choice Act), y por qué no reaccionó cuando dejó a las mujeres pobres fuera del sistema de protección. Clinton no expresó desaprobación alguna cuando los derechistas aprobaron leyes estatales en todo el país requiriendo el consentimiento de los padres o su notificación, y una gran cantidad de otras restricciones a los derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
Durante el primer mandato de Clinton como presidente, el Congreso tuvo el récord de votos anti-libre elección de la historia. La única vez que Clinton le prestó atención al tema del aborto fue en su segundo mandato, esta vez para promover la abstinencia sexual entre los adolescentes con el objetivo de disminuir la tasa de abortos del país.
La presidencia de Clinton demostró que no se puede confiar en los políticos para defender el derecho al aborto más allá de cuál sea su retórica de campaña.
¿Qué clase de movimiento?
Si la estrategia electoral ha sido un fracaso, ¿qué clase de movimiento se necesita para dar vuelta las cosas? El movimiento de base a favor del matrimonio homosexual está mostrando el camino.
En los últimos meses, miles de activistas alrededor del país en favor de los derechos de los homosexuales han resucitado estrategias del movimiento por los derechos civiles y han rechazado aceptar un No por respuesta al demandar la licencia para casarse. De repente, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, que parecía imposible unos meses atrás, parece estar al alcance.
Esto demuestra cuán rápido el clima político puede cambiar cuando un movimiento de base empieza a presentar batalla. También podemos aprender una lección de los movimientos de mujeres de los 60 y 70- el movimiento que ganó el derecho a elegir en primer lugar.
En aquel momento, Richard Nixon, un derechista tan anti-aborto como George W. Bush, ocupaba la Casa Blanca, y la Corte Suprema estaba llena de jueces conservadores. Aún más, el primer estado en legalizar el aborto fue California en 1970, cuando era gobernador nada menos que Ronald Reagan.
Entre 1969 y 1973, decenas de miles de mujeres y hombres organizaron cientos de protestas a lo largo de los EE.UU., haciendo del derecho de la mujer a elegir la demanda central del movimiento por la liberación de la mujer, junto con exigencias de igual salario, guarderías para los niños, y el fin de la discriminación. Hoy necesitamos un activismo que construya un tipo de movimiento que pueda unir el derecho a elegir con los plenos derechos reproductivos de todas las mujeres. Esto se puede convertir en un movimiento que no aceptará nada que no sea la completa igualdad.
La gente real está viviendo vidas que son completamente diferentes a los llamados valores familiares de la Derecha Cristiana. Una de cada tres mujeres hoy ha tenido un aborto. La mayoría de las personas conocen hoy a alguien que ha necesitado uno.
Somos la mayoría, la Derecha Cristiana no lo es. El movimiento a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo debe luchar contra todo lo que la Derecha Cristiana representa. Un movimiento como éste, que defiende el derecho al aborto sin excepción, encontrará millones de personas de su lado.
Título original: Abortion is every woman’s right
Origen: Znet, Gender, 23 de abril de 2004
Traducido por Cora Fernández Anderson y revisado por Fernando Soler