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El cambio climático está desplazando los caladeros y la pesca tiene que adaptarse

Fuentes: La Marea [Foto: Mariscadoras en Cambados (Turismo Rías Baixas)]

Las personas que viven del mar se enfrentan al gran reto de adaptarse a los efectos del calentamiento global. Sin embargo, no todos parten de las mismas condiciones ni con las mismas herramientas.

Cuando se retira el mar, llega el momento de los sachos, los angazos y los rastrillos. A los pies de las ruinas de una torre que todavía recuerda historias de vikingos, las cerca de 200 mariscadoras a pie de Cambados (Galicia) echan mano de sus herramientas tradicionales. Tienen pocas horas para rebuscar entre la arena y el fango unos cuantos kilos de almejas. Al día siguiente, volverán, haga un sol de justicia o arrecie el temporal. El suyo es uno de los muchos ejemplos de pesca y marisqueo artesanal que perviven en las costas gallegas.

Siguiendo la línea del Atlántico y adentrándose en el Cantábrico, el puerto de Bermeo (País Vasco) tiene poco de artesanal. Es una de las bases de operaciones de los atuneros congeladores vascos, una flota muy industrializada que recorre los océanos del mundo en busca de atún tropical. A pesar de sus diferencias, las mariscadoras y los atuneros, como el resto de personas que viven del mar en todo el planeta, se enfrentan al gran reto de adaptarse al cambio climático. Sin embargo, no todos parten de las mismas condiciones ni con las mismas herramientas.

En líneas generales, la mayoría de las especies marinas con movilidad suficiente están desplazándose para esquivar la subida de las temperaturas. Los bancos de peces se mueven hacia los polos del planeta y se adentran en aguas más profundas. Durante los últimos años, el proyecto Clock: adaptación a la redistribución de los stocks pesqueros, dirigido desde el Future Oceans Lab del Centro de Investigación Mariñas de la Universidad de Vigo, ha intentado comprender cómo están afectando estos cambios a la actividad pesquera. Lo ha hecho a través de tres casos de estudio: los sistemas de pesca artesanal de Galicia y Nayarit (México) y la pesca industrial del atún en el País Vasco.

“A nivel global, se perciben cambios en la distribución de la flota, que opera en lugares diferentes a los históricos. También hemos visto que el aumento de la temperatura está relacionado con cambios en la eficiencia pesquera, es decir, lo que se puede capturar con los mismos esfuerzos”, señala Elena Ojea, directora de Clock. “Pero estudiando la vulnerabilidad local a estos cambios globales, hemos visto que el impacto en la pesca es mucho más elevado en los lugares más pobres y con mayor dependencia alimentaria del mar”.

Los impactos del cambio climático en la pesca

El cambio climático ya está alterando la mayoría de los ecosistemas de los que dependemos (directa e indirectamente) todos los seres humanos. De la agricultura a la pesca, los impactos del cambio son cada vez más evidentes y su incidencia seguirá aumentando en el futuro. Tal como recoge el último informe del IPCC, del que Elena Ojea es también coautora, la subida de la temperatura del agua, la acidificación de los océanos, las olas de calor marino o el aumento de la incidencia de eventos extremos elevarán la presión sobre muchas especies marinas.

“El cambio climático alterará muchos de los servicios ecosistémicos que proporcionan los sistemas marinos”, señala el capítulo dedicado a los ecosistemas oceánicos y costeros en dicho informe. El documento subraya con un elevado nivel de certeza que los impactos provocados por el clima en los ambientes oceánicos y costeros están causando ya cambios tangibles en las industrias, pérdidas económicas, daños emocionales y culturales y perjuicios en las actividades recreativas marinas en todo el mundo.

Sin embargo, continúa el informe, los impactos en las comunidades y las personas dependerán en gran medida de la vulnerabilidad de los colectivos, que a su vez se ve fuertemente influida por el contexto local y el nivel de desarrollo. “Nayarit [en México, uno de los casos estudiados en Clock] es lo que llamamos un hotspot del cambio climático. Es decir, uno de esos lugares donde sufren los impactos del cambio climático con más frecuencia e intensidad”, explica Ojea. “En estos lugares, muchas veces, la población depende en mayor medida de la pesca y la actividad está menos industrializada. Y, donde hay más dependencia económica y nutricional, hemos visto que hay mayor vulnerabilidad”.

Los impactos también varían en gran medida entre la pesca industrial y artesanal. En la primera, los impactos climáticos no se perciben como tan dañinos, algo directamente relacionado con su capacidad de adaptación: la flota industrial tiene más libertad de movimiento y más tecnología para encontrar y seguir los recursos. En la pesca artesanal, la situación es diferente. Los pescadores están restringidos a las aguas costeras, no tienen mucha libertad de movimiento y cuentan con poca o ninguna tecnología.

La compleja adaptación al cambio climático

Mientras seguimos postergando las medidas necesarias para mitigar el cambio climático y esquivar sus consecuencias a largo plazo, cada vez más voces señalan la importancia de empezar a tomarse en serio la adaptación. El cambio climático está aquí, sabemos qué está pasando y tenemos una idea bastante detallada de qué va a pasar y, por lo tanto, podemos tomar medidas en consecuencia para limitar los daños.

En algunos lugares y actividades en los que los impactos son más evidentes, ya se están poniendo en práctica acciones de adaptación como cambios en la estacionalidad, desplazamientos de la flota (algo mucho más difícil de aplicar en la pesca tradicional poco industrializada) o diversificación en las fuentes de ingresos. Sin embargo, la mayoría de estas acciones se están aplicando a nivel individual y no de una forma coordinada que saque el máximo partido al conocimiento científico disponible.

La adaptación es muy diferente en cada sistema pesquero y entre los diversos grupos dentro de cada sistema. “En Nayarit, por ejemplo, hay muchos pescadores que operan sin permiso y no tienen ni embarcaciones propias ni clientes diversificados. Son mucho más vulnerables y su capacidad de respuesta es mucho menor. Además, es una zona en la que los impactos del cambio climático son mucho más drásticos”, detalla Elena Ojea.

“El sistema artesanal gallego, de partida, parece bastante más resiliente. Pero eso no quita que haya partes vulnerables. Por ejemplo, el sector marisquero está muy organizado, hay mucha participación y mucha formación sobre gestión del recurso, pero muchas mariscadoras a pie, un colectivo formado al 90% por mujeres, son muy dependientes de las escasas rentas que obtienen y no tienen apenas capacidad de adaptase”, añade la investigadora. “Mientras, la pesca artesanal tiene barcos, movilidad y más flexibilidad, pero está menos organizada y tiene menos voz en el sector”.

El proyecto Clock (que, además de resultados concretos, ha concluido con 15 artículos científicos publicados y cuatro tesis doctorales) no solo se centró en la parte de investigación. En conversación constante con pescadores y cofradías, así como con autoridades pesqueras, el proyecto busca mejorar la toma de decisiones y la política pesquera. En las voces de quienes salen al mar casi cada día están muchas de de las claves de la adaptación al cambio climático.

Las familias pescadoras y mariscadoras piden más información para conocer a qué se enfrentan y se enfrentarán en el futuro. Quieren herramientas para adaptase y apoyo institucional. Quieren más control y menos contaminación en sus aguas. Necesitan más consejo técnico y nuevos modelos de explotación que no pongan en riesgo la sostenibilidad de los recursos pesqueros. Piden más flexibilidad y rapidez para adaptarse a la aparición de nuevos recursos (si aparecen). Y, sobre todo, necesitan que las escuchen.

Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/cambio-climatico-pesca-adaptacion/