Estamos viviendo un momento progresista, un momento en que el suelo se está moviendo bajo nuestros pies, cuando todo es posible. Lo que considerábamos inimaginable sobre lo que se podría decir y esperar hasta hace un año, ahora es posible. En una época como esta, es absolutamente crucial que seamos tan claros como sea posible […]
Estamos viviendo un momento progresista, un momento en que el suelo se está moviendo bajo nuestros pies, cuando todo es posible. Lo que considerábamos inimaginable sobre lo que se podría decir y esperar hasta hace un año, ahora es posible. En una época como esta, es absolutamente crucial que seamos tan claros como sea posible sobre lo que queremos, pues puede que lo logremos.
Por lo tanto, las apuestas son altas.
Últimamente hablo sobre los paquetes financiero. Todos debemos entender eso, pues es un robo en marcha, el asalto más grande de la historia monetaria. Pero hoy quiero usar un abordaje diferente: ¿Y si realmente funciona el paquete, si se salva el sector financiero y si vuelve la economía al curso en que estaba antes de la crisis? ¿Es eso lo que queremos? ¿Y cómo sería este mundo?
La respuesta es que se parecería a Sarah Palin. Presten atención, esto no es un chiste. Creo que no consideramos suficientemente el significado del momento Palin. Piensen sobre esto: Sarah Palin entró en el escenario mundial como candidata a vicepresidente el 29 de agosto, en los comicios de la campaña de McCain, con mucho alarde. Exactamente dos semanas después, el 14 de septiembre, Lehman Brothers entró en colapso, determinando el inicio de la caída financiera global.
Así, de cierta forma, Palin fue la última expresión clara del capitalismo tradicional, antes que todo saliera mal. Eso es muy útil porque ella nos mostró -con su manera simple y sencilla- cuál era la trayectoria de la economía de los EE.UU. antes de su actual crisis.
Al ofrecernos esta vislumbre del futuro, casi evitado, Palin nos ofreció una oportunidad de hacer una pregunta esencial: ¿Queremos llegar allá? ¿Queremos salvar este sistema precrisis, volver a donde estábamos en septiembre de 2008? ¿O queremos usar esta crisis, y el mandato electoral para un cambio serio después de la última elección, para transformar radicalmente este sistema? Debemos estar seguros sobre nuestra respuesta ahora, pues desde 1930 no tuvimos la combinación potente de una grave crisis y un mandato claramente demócrata progresista para realizar cambios. Debemos usar esta oportunidad o la perderemos.
De esa forma, ¿Qué nos decía Sarah Palin sobre el capitalismo tradicional antes de ser groseramente interrumpida por el colapso?
En primer lugar, vamos a recordar que, antes que llegara, el público de los EE.UU., finalmente, estaba empezando a considerar la urgencia de la crisis climática, con el hecho de que nuestra actividad económica está en guerra con el planeta y que debemos hacer cambios radicales inmediatamente. Estábamos hablando en serio: los osos polares salieron en la portada de la revista Newsweek.
Y entonces llegó Sarah Palin. La parte esencial de su menaje era esta: Los ambientalistas, esos liberales, aquellos buenos samaritanos están todos equivocados. No necesitamos cambiar nada. No necesitamos repensar nada. Sigan manejando sus automóviles que consumen litros y litros de gasolina, sigan yendo al Wal-Mart para comprar todo lo que quieran. La razón de eso es un lugar mágico llamado Alaska. Venga y cometa todos los pecados que quiera.
«Americanos», dijo ella en la Convención Nacional Republicana, «debemos producir más petróleo y gasolina propios. Escuchen eso de una joven que conoce la Costa Norte de Alaska, tenemos mucho de los dos.»
Y la multitud en la convención reaccionó cantando: Perfore, baby, perfore.
Al ver esta escena por la televisión, con aquella rara y repugnante mezcla de sexo, petróleo y patriotismo fanático, recuerdo que pensé: «Por Dios, la Convención Nacional Republicana se transformó en comicios a favor de destruir el planeta Tierra». Literalmente.
Pero lo que Palin estaba diciendo es lo que está empotrado en el propio ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Ella decía que no existen consecuencias o deficiencias del mundo real, pues siempre habrá otra frontera, otro Alaska, otra burbuja. Basta seguir adelante y descubrirla. El futuro nunca vendrá.
Esta es la mentira más confortante y peligrosa que existe: la mentira de que el crecimiento perpetuo, sin fin, es posible en nuestro planeta finito. Y debemos recordar que este mensaje fue increíblemente popular en aquellas primeras semanas, antes del colapso del Lehman. A pesar del histórial de Bush, Palin y McCain estaban en ventaja. Y, si no fuera por la crisis financiera y por el hecho de que Obama empezó a entrar en contacto con los electores de la clase trabajadora, al cuestionar la desregulación y la economía del suministro indirecto, ellos podrían haber ganado.
El presidente nos dice que quiere mirar hacia adelante, no hacia atrás. Pero para confrontar la mentira del crecimiento perpetuo y de la abundancia sin límites, que está en el centro de las crisis ecológica y financiera, debemos mirar hacia atrás. Y debemos mirar bien atrás, no sólo los últimos ocho años de Bush y Cheney, sino la propia fundación del país, la propia idea de un estado colonizador.
El capitalismo moderno nació con el llamado descubrimiento de las Américas. Fue el pillaje de los increíbles recursos naturales de las Américas que generó el capital en exceso que permitió la Revolución Industrial. Los primeros explotadores se referían a esta tierra como la Nueva Jerusalén, una tierra con una abundancia sin fin, allá, disponible, tan vasta, que el pillaje nunca tendría fin. Esta mitología está en nuestras parábolas bíblicas -de las inundaciones y de los nuevos comienzos, de los arrebatamientos y de las salvaciones- y está en el centro del Sueño Americano de la reinvención constante. Lo que este mito nos dice es que no debemos convivir con nuestros pasados, con las consecuencias de nuestras acciones. Siempre podemos escapar, empezar de nuevo.
Esas parábolas siempre fueron peligrosas, lógico, para las personas que ya estaban viviendo en las tierras «encontradas», para las personas que cultivaban esas tierras a través del trabajo forzado. Pero ahora el propio planeta nos dice que ya no podemos creer más en esas parábolas de eternos reinicios.
Es por eso que es tan significativo que, justo en el momento en que algún tipo de instinto humano de supervivencia surgió, en el momento en que finalmente parecíamos entender los límites naturales de la Tierra, Palin haya aparecido, la nueva encarnación del desbravador colonial, diciendo: Vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, sólo tomen.
Eso no tiene nada que ver con Sarah Palin. Eso tiene que ver con el significado de aquel mito del constante «encuentro», y sobre lo que él nos dice del sistema económico con el que están gastando billones de dólares para salvarlo. Lo que él nos dice es que el capitalismo, dejado por su propia cuenta, nos llevará más allá del punto en el que el clima puede ser recuperado. Y el capitalismo evitará una contabilidad seria -sea ella de las deudas financieras o de las deudas ecológicas- cueste lo que cueste. Eso porque siempre hay más. Un nuevo arreglo rápido. Una nueva frontera.
Las personas estaban comprando aquel mensaje, como siempre lo hacen. Solamente cuando el mercado de acciones fue arruinado las personas dijeron: «Tal vez Sarah Palin no sea una buena idea en este momento. Vamos a apostar en el tipo vivo para tratar esta crisis».
Casi sentí que hemos ganado una última posibilidad, un aplazamiento. Intento no ser apocalíptica, pero todas las investigaciones científicas que leo sobre el calentamiento global son alarmantes. Esta crisis económica, terrible como es, nos sacó de aquel precipicio ecológico en el que estábamos prestos a caer con Sarah Palin, y nos dio un poquito de tiempo y espacio para cambiar el curso. Y creo que es significativo el hecho de que, al alcanzarnos, la crisis trajo casi que una sensación de alivio, como si las personas supieran que estaban viviendo más allá de sus posibilidades y ella las detuvo. A lo mejor, pasamos a tener la oportunidad de hacer cosas juntos, en vez de comprar, y eso tuvo un efecto profundo.
Pero no estamos libres del mito. Esa ceguera intencional con relación a las consecuencias, tan bien representada por Sarah Palin, está empotrada en la forma como Washington está reaccionando a la crisis financiera. Hay un absoluto rechazo a notar cómo es de mala la situación. Washington prefiere tirar billones de dólares a la basura en vez de descubrir el motivo de este problema. Tal es la fuerza de las ganas de no saber.
Además de eso, vemos muchas señales más de la vieja lógica regresando. Los sueldos de Wall Street están casi en los mismos niveles de 2007. Hay un cierto tipo de electricidad en las declaraciones de los que alegan que el mercado de acciones está reaccionando.
«¿Ya podemos dejar de sentirnos culpables?», prácticamente se pueden escuchar los comentaristas de la TV por cable diciendo. «¿Volvió la burbuja?»
Y puede que estén correctos. Esta crisis no va a matar el capitalismo, tampoco lo cambiará sustantivamente. Sin la enorme presión popular por reformas estructurales, la crisis va a probar que no fue nada más que un duro ajuste. El resultado será una desigualdad más grande todavía que la que había antes de la crisis, pues no todos los millones de personas que perdieron sus empleos y sus casas van a retomarlos, seguro que no. Y es muy difícil reconstruir la capacidad de producción, una vez que muchos equipos se vendieron a precios bajos.
Es apropiado llamarle a eso «socorro financiero». Están socorriendo a los mercados financieros para evitar que el navío del capitalismo financiero se hunda, pero lo que se está retirando no es agua. Son personas. Están sacando personas del navío en nombre de la «estabilización». El resultado será una embarcación más leve y más tacaña. Mucho más tacaña. Eso porque una gran desigualdad -los súper ricos viviendo al lado de los económicamente desesperados- requiere el endurecimiento de los corazones. Debemos pensar que somos superiores a los que fueron excluidos, para enfrentar cada día. Así, este es el sistema que se está salvando: el mismo, pero más tacaño.
Y la cuestión que enfrentamos es: ¿Deberíamos socorrer este navío, el mayor navío pirata que ya existió, o hundirlo y sustituirlo por un navío más robusto, con espacio para todos? Un navío que no exija esos rituales de purga, durante los que sacamos a nuestros amigos y vecinos para salvar a las personas de la primera clase. Un navío que comprenda que la Tierra no tiene la capacidad suficiente para que cada uno de nosotros viva cada vez mejor.
Sino un navío que tenga la capacidad de permitir, como el Presidente boliviano, Evo Morales, dijo recientemente en las Naciones Unidas, «que todos vivamos bien».
No se equivoquen: el capitalismo volverá. Y el mismo mensaje regresará, tal vez promovido por alguien nuevo: No hace falta que ustedes cambien. Sigan consumiendo todo lo que quieran. Hay mucho más. Perfore, baby, perfore. Tal vez exista algún arreglo tecnológico que haga con que todos nuestros problemas desaparezcan.
Y es por eso que debemos ser absolutamente claros en este momento.
El capitalismo puede supervivir a la crisis. Pero el mundo no podrá supervivir a otro regreso del capitalismo.
http://www.globalizate.org/klein070809.html
Artículo orginal:
http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2009/jul/30/sarah-palin-capitalism-climate
Traducido en
http://www.ar.terra.com/terramagazine/interna/0,,OI3901150-EI13927,00-El+capitalismo+al+estilo+de+Sarah+Palin.html