Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
La destrucción de Gaza como consecuencia del más reciente ataque israelí ha sido masiva. Según la Oficina para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés), el bombardeo de las canalizaciones del agua ha reducido en un 50% los suministros de agua potable. La destrucción de viviendas y de recursos productivos ha sido de igual gravedad. En los refugios de la UNRWA había aproximadamente 23.000 personas albergadas, aparte de 700 familias desplazadas que buscaron refugio en los hogares de parientes lejanos. Al menos 36 barcas de pesca quedaron destruidas, dejando a 3.600 pescadores sin sus más importantes medios de supervivencia. La destrucción de tierra agrícola provocada por el ataque ha afectado a unos 2.000 campesinos que requieren de ayuda alimentaria urgente, así como otras intervenciones para enmendar los daños al ganado y las cosechas. De forma similar, la Organización para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) ha informado que los daños han obligado a granjeros y pastores a abandonar sus tierras y han paralizado las actividades pesqueras en Gaza. Más en concreto, los daños directos sobre 17.000 hectáreas de terreno agrícola, incluyendo la infraestructura agrícola (i.e., invernaderos, sistemas de regadío, refugios para los animales y barcos de pesca) han contribuido a crear una crisis devastadora en seguridad y sostenibilidad alimentarias.
Estas condiciones plantean una pregunta que los principales interesados deben afrontar en los próximos meses: ¿Cuántas veces va a financiar la comunidad internacional la recuperación de Gaza? Con tal motivo, hay una lucha del poder para influir en las realidades políticas sobre el terreno estipulando que debe emprenderse la reconstrucción a partir del desarme de Hamas en la Franja de Gaza, mientras apenas se presta atención al bombardeo indiscriminado de Israel que ha arrasado las tierras agrícolas y otras estructuras públicas.
De momento, la comunidad de la ayuda internacional está ocupada con trabajar en los «llamamientos de emergencia» de fondos para volver a desarrollar proyectos como consecuencia de la devastación causada en Gaza. En la retórica de los donantes, Gaza se representa y se discute como si se tratara de una crisis «humanitaria». Lo que no está sobre la mesa de los donantes son las pruebas más profundas de las raíces verdaderas de la devastación. Esto requeriría reconocer que la devastación en Gaza no es «natural» ni puede remediarse a través de respuestas humanitarias.
El ataque de 2014 es el tercero en los últimos años en el que Israel ha bombardeado indiscriminadamente una población que era civil en su inmensa mayoría, arrasando la infraestructura hídrica, las tierras agrícolas, las instalaciones públicas, las redes eléctricas, es decir, toda la infraestructura global que sostiene la vida diaria de los gazatíes. Por tanto, los análisis deben ir más allá de la respuesta normativa de organizar la ayuda y buscar, ante todo, la responsabilidad por los daños y asegurar las necesidades palestinas.
Debatiendo sobre las necesidades: Humanitarismo versus Desarrollo
En un intento de rectificar los enfoques en el desarrollo de medios de subsistencia en Gaza, es importante considerar y comparar dos terminologías clave en juego: «humanitarismo» y «desarrollo». Según Hugo Slim, «la dicotomía entre humanitarismo y desarrollo… no es sólo de poca ayuda en términos prácticos sino que también sirve para disminuir nuestra comprensión de las compartidas cuestiones que subyacen en los dos discursos» [1].
Aunque el concepto de «humanitarismo» data de mediados del siglo XIX, podemos rastrear su uso contemporáneo en la etapa de la II Guerra Mundial. Ese fue el período en el que los gobiernos y las agencias de voluntarios crearon iniciativas para reconstruir y proporcionar ayuda por toda Europa. Poco después, esas misiones se dirigían hacia otras áreas y regiones del mundo. En la actualidad, el paradigma de lo humanitario es realmente global y las organizaciones no gubernamentales (ONG) involucradas en este trabajo siguen proliferando.
Manteniendo esta tendencia, las agencias de las Naciones Unidas siguen ampliando sus mandatos. La labor del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados se extiende más allá de la protección de refugiados. Además, el Programa para el Desarrollo de la ONU (UNDP, por sus siglas en inglés) y el Banco Mundial están colaborando con las ONG para trabajar en un listado de áreas que abordan las problemáticas socioeconómicas, sociopolíticas y socioculturales a través de la atención a las necesidades comunitarias, al empoderamiento de jóvenes y mujeres, a la buena gobernanza y construcción de capacidades. Esto significa que a lo largo de las últimas dos décadas ha ido surgiendo una gama muy amplia de proyectos de desarrollo.
En el contexto de Palestina, las ONG están compitiendo por la financiación de los proyectos en casi todas las áreas del desarrollo humano y de infraestructuras. Esto no deja casi espacio a las iniciativas y al voluntarismo de base comunitaria, que fue lo que constituyó el alma de la primera Intifada, donde los organizadores comunitarios trabajaron duro para construir capacidades, compromiso, promoción de los jóvenes, protección y educación. En la actualidad, incluso las organizaciones de base comunitaria (CBOs, por sus siglas en inglés) reproducen las demandas de ONG mayores, incluyendo la solicitud de fondos para salarios y costes operativos de los socios y donantes que trabajan dentro de sus comunidades.
En efecto, en ninguna parte es más evidente esta tendencia, o más corrupta y en bancarrota moral a amplio nivel, que en el contexto de Palestina y, específicamente, en Gaza. Consideren el informe sobre el Marco de Ayuda al Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDAF, por sus siglas en inglés), que identifica sus prioridades alrededor del desarrollo de la seguridad humana y el desarrollo humano. Para lograr su mandato y los objetivos esbozados, las prioridades incluyen: fortalecimiento económico, gobernanza, educación, sanidad, desarrollo urbano y protección social. Esta monumental tarea de logros a conseguir se presenta sin tener en cuenta las barreras reales erigidas por la ocupación y el asedio israelí en curso. Además, se pone sobre todo el énfasis en las instituciones de la Autoridad Palestina (AP), sin una valoración crítica de los vacíos que aparecen en las instituciones de gobernanza local existentes y de la política global más amplia en la que influyen los planes de desarrollo nacional.
En resumen, la comunidad internacional continua invirtiendo en el desarrollo y gestión de un gobierno local a través de la AP que no es representativo ni ha sido elegido por la población local. Además, la AP continúa proponiendo largas listas de áreas y necesidades sin un pensamiento estratégico ni enfoques analíticos que representen un marco para descolonizar las tierras palestinas. Ese pensamiento estratégico debería abordar cómo invertir en el desarrollo de la tierra y en instituir sistemas que desafíen las limitaciones de la ocupación israelí. En cambio, la AP sigue trabajando para establecer un marco de seguridad que sirva a los intereses más amplios de la ocupación israelí, invirtiendo en procesos neoliberales que mantienen el endeudamiento de individuos e instituciones clave a nivel local.
El grueso de la financiación humanitaria global se atribuye a un grupo más amplio representado por el Comité de Ayuda al Desarrollo (DAC, por sus siglas en inglés). Este comité surge de la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económica (OECD, por sus siglas en inglés), e incluye a la Unión Europea y a otros actores clave. Los marcos y herramientas legales relacionados con la ayuda humanitaria clarifican que la mayor parte de la ayuda está estrechamente vinculada con las estrategias de política exterior de los gobiernos y con objetivos de seguridad más amplios. Según Anne Le More:
En los últimos quince años, la utilización de condiciones políticas y económicas por parte de los donantes ha llegado a ser el rasgo dominante del compromiso, desembolso y distribución de fondos de desarrollo. Esta… ayuda se condiciona a las reformas políticas y a una serie de pretensiones asociadas con las democracias liberales occidentales que adoptan los atributos de «buena» gobernanza, imperio de la ley, transparencia y respeto por los derechos humanos [2].
En el contexto de los territorios palestinos, las decisiones importantes y la asignación de recursos van goteando a través de sumas más pequeñas en concepto de ayuda oficial, por lo que realmente resulta difícil rastrear el gasto en ayuda e identificar con exactitud los proyectos en las categorías más amplias de «humanitario», «desarrollo» o «cooperación económica». En el caso de Gaza, se argumenta casi siempre la ayuda de los donantes a partir de las necesidades «humanitarias», ignorando de esa forma el continuo ciclo de violencia y el asedio como causas-raíz de la pobreza sistemática y de la pérdida de poder de la comunidad local.
La ayuda exterior y los fondos para reconstrucción se disponen en coordinación con los objetivos de la política israelí. De ahí que los donantes colaboren en mantener Gaza como «crisis humanitaria», en vez de perseguir estrategias de desarrollo que pudieran mejorar de forma drástica las condiciones de vida de sus habitantes. Aunque la comunidad internacional no es cómplice directamente de moldear estas condiciones, su fracaso a la hora de enfrentarse a Israel a nivel político y legal coloca a los donantes en una relación de servilismo sobre el terreno.
Por ejemplo, tras la «Operación Plomo Fundido» del invierno de 2008-2009, miles de campesinos lucharon para volver a sembrar las cosechas durante la estación de siembra de 2009. Según el director del Comité de Asistencia a la Agricultura Palestina, sólo se pudo rehabilitar el 25% de la tierra agrícola dañada. El enfoque de ayuda de emergencia de los donantes falla a la hora de abordar los problemas, y no digamos respecto a mantener la viabilidad y sostenibilidad a largo plazo.
Estrategias correctoras para desarrollar los medios de vida en Gaza
Siempre y cuando la comunidad internacional sea sincera en su objetivo de mejorar la situación en Gaza y promover un desarrollo humano y de infraestructuras real que sirva a las necesidades de la comunidad local, es necesario llevar a cabo un cambio claro y firme en la cooperación en los aspectos de estrategia e implementación. Este cambio debe reconciliar la posibilidad de que no se mantenga el alto el fuego y la probabilidad de que Israel no negocie el fin del actual asedio contra Gaza. Ambos aspectos plantean barreras fundamentales para un desarrollo sostenible.
En estas circunstancias, las comunidades locales continuarán teniendo que hacer frente a barreras cruciales para el desarrollo de sus medios de vida. Incluso con una proporción moderada de seguridad y estabilidad, Gaza permanecerá aislada del resto de la región, incluyendo Cisjordania y Jerusalén Este. Además, Israel impide que un listado muy amplio de materiales de construcción entre en Gaza; esto perpetúa la catástrofe humana sobre el terreno. A este fin, con anterioridad, el UNDP inició un proyecto de rehabilitación en Gaza reciclando los restos y escombros tras la retirada unilateral de los colonos israelíes en 2005. Tras el ataque israelí de 2009, se propusieron y llevaron a cabo enfoques similares para utilizar escombros reciclados en la reconstrucción de estructuras. Pero esta actuación no tuvo en cuenta el impacto de la radiación residual en el hormigón empleado para construir residencias y estructuras públicas. Considerando que los donantes se disponen a discutir estrategias para llevar a cabo la rehabilitación de estructuras, es importante que en las discusiones se aborde también cómo poner fin al asedio y cómo levantar el bloqueo a los materiales de construcción a fin de reconstruir la infraestructura dañada o destruida.
Los responsables deberían hacerse las siguientes preguntas clave: ¿Continuará la ayuda internacional limitándose al socorro y/a los esfuerzos humanitarios, o incluirá estrategias a largo plazo para un desarrollo sostenible que mejore drásticamente los medios de vida de los palestinos en Gaza? Asimismo, los responsables y los donantes deben orientar sus prioridades y resistir o rechazar las exigencias israelíes que responden a políticas militares y de asedio que crean barreras sistemáticas a una ayuda al desarrollo a largo plazo.
Los donantes tienen unos medios de inversión si se hace rendir cuentas a Israel
En el caso de Gaza, si los donantes desean continuar implicándose en procesos de desarrollo y ayuda, deberían -y pueden hacerlo- facilitar un proceso por el que se haga responsable a Israel y que tenga rendir cuentas por la destrucción de las estructuras y programas que están financiando. Además, al entrar en un proceso en el que los donantes se desenganchen de la necesidad de coordinarse con Israel, trasladarán la carga de la responsabilidad de una población civil bajo ecuación a la potencia ocupante, que es Israel.
Una revisión de estrategias permitiría que los responsables pudieran seguir un proceso más claro y orgánico que también asumiría la promesa de longevidad en sus enfoques. Un conjunto de acciones concretas sobre el terreno, con la participación activa de movimientos relacionados con el boicot, ayudaría a presionar a Israel para que reconsidere su asedio y su política de destrucción continua de Gaza. El enfoque actual de los donantes de continuar aportando dinero público para reconstruir Gaza después de cada ataque grave no tiene ya viabilidad.
Por tanto, sería más juicioso que los donantes trabajaran en estrategias combinadas presentando reclamaciones de indemnizaciones contra Israel por los daños en las estructuras públicas y en la sociedad civil como consecuencia de los bombardeos indiscriminados. Habría que tener en cuenta los esfuerzos del Centro de Investigación de la Tortura (RCT, por sus siglas en inglés), una organización danesa que trabaja en equipo con las instituciones locales de Gaza en las áreas de salud mental y bienestar. RCT ha estado ayudando en las luchas para conseguir indemnizaciones tras los bombardeos de 2009 que destruyeron sus clínicas. RCT llevó a cabo una acción de lobby ante el gobierno danés para exigir indemnizaciones tras una investigación imparcial de las acciones israelíes en Gaza. A este fin, un boicot de la UE que incluya el comercio de armas con Israel y los esfuerzos conjuntos para exigir indemnizaciones y responsabilidades ayudará a presionar lo suficiente a Israel para que reconsidere sus prácticas actuales en todos los territorios palestinos y específicamente en Gaza.
Notas
[1] Hugo Slim: «Dissolving the Difference between Humanitarism and Development: The Mixing of a Rights-based Solution», Development in Practice 10/3-4 (2010): pág. 491-94.
[2] Anne Le More: «International Assistance to the Palestinians after Olso: Political Guilt, Wasted Money» (Lond, Routledge, 2008).
Lamya Hussain está haciendo estudios de doctorado en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres, en concreto sobre el sector agrícola en las «Áreas C» palestinas a fin de identificar los cambios en la producción y asignación de recursos. Es fundadora y directora de Refutrees y editora del Journal of Internal Displacement.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/19369/emergency-humanitarian-appeals-and-gaza’s-on-going