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El caso Zapata, nueva agresión mediática contra Cuba

Fuentes: Rebelión

Los medios de comunicación declararon la guerra a Cuba mucho antes de que triunfara una revolución. De sobra es conocido en los medios académicos y en los manuales de comunicación lo que se cuenta en forma de anécdota, que el gran magnate Randolph Hearst, propietario del New York Journal, antes de que estallara la guerra […]

Los medios de comunicación declararon la guerra a Cuba mucho antes de que triunfara una revolución. De sobra es conocido en los medios académicos y en los manuales de comunicación lo que se cuenta en forma de anécdota, que el gran magnate Randolph Hearst, propietario del New York Journal, antes de que estallara la guerra hispanocubana, envió un corresponsal a Cuba y cuando éste solicitó volver a casa porque no había guerra el empresario le contestó: «ruégole se quede. Proporcione ilustraciones, yo proporcionaré la guerra». La guerra acabó produciéndose, claro, y de ese periodo se conservan interesantes ilustraciones de la prensa estadounidense en las que la península española y sus políticos, aparecen como sanguinarios, come niños, malvados españoles cuyo único objetivo era exterminar al pueblo cubano.

De finales del siglo XIX hasta hoy ha habido dos guerras mundiales y una tercera guerra compuesta por decenas de conflictos, unos armados y otros menos armados y encubiertos, pero en permanente actividad. En todos ellos, los medios de comunicación han jugado un papel central pero, después de la primera guerra mundial, las enseñanzas recogidas por los editorialistas estadounidenses sobre la influencia que es posible ejercer sobre la opinión pública para que apoye una intervención armada, se convertirán en parte sustantiva de la propaganda que sostiene el capitalismo y las guerras contra todo aquello que se interponga (intereses nacionales, proyectos emancipatorios, reformas sociales…). Lippman dirá en 1922, que los medios de comunicación de masas son imprescindibles para que se pueda dar la democracia (léase capitalismo) y Bernays que la propaganda moderna es el intento consecuente y duradero de crear o dar forma a los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público con una empresa, idea o grupo.

Estas citas pude servirnos para situar y entender la lógica de los últimos bombardeos mediáticos sobre Cuba a raíz de la muerte de Orlando Zapata porque, desde mi punto de vista, leídas las noticias en clave de guerra es más fácil reconocer que somos nosotros mismos y no sólo los cubanos quienes estamos siendo bombardeados.

La eficacia del bombardeo ideológico aparece cuando desde la izquierda, que apoya y defiende a Cuba, nos sentimos terriblemente interpelados por las noticias de los medios, nos sentimos también acusados y en la obligación de responder al golpe que, lanzado sobre Cuba, nos empuja a ser nosotros mismos quienes pedimos explicaciones a los cubanos. Como diría Bernays, se consigue influir sobre nuestra relación con Cuba y por extensión sobre la propia utopía del socialismo.

Dado que nuestro conocimiento directo sobre lo que ocurre en Cuba es limitado y que se trata de una realidad compleja, y necesariamente contradictoria, cuando ocurre cualquier acontecimiento que los medios consideran noticiable, al mismo tiempo que nos dan la noticia se nos delimita el campo de discusión y las reglas del juego. En este caso concreto se nos pide que nos definamos sobre: «derechos humanos en Cuba» y «los disidentes» (implícitamente presos políticos).

Para la gente de izquierdas que pensamos y confiamos en que se respetan los derechos humanos en la isla, se convierte en una urgencia vital saber si se respetaron o no los derechos humanos, si las autoridades hicieron todo lo posible, si los medios canallas tienen o no razón al hablar del desprecio de las autoridades cubanas hacia la vida de este hombre, etc. Necesitamos datos que nos hagan sentir seguros en el tablero de juego «verdad o mentira» y para continuar nuestra misión como defensores de Cuba (indirectamente del socialismo, signando a Cuba como la «realización del Socialismo en la tierra»).

Sin embargo, si supiéramos por ejemplo, que Zapata «se declaró en huelga de hambre el 18 de diciembre del 2009 negándose a recibir asistencia médica; que a pesar de eso fue trasladado al puesto médico del penal y luego al Hospital Provincial de Camaguey, después al Hospital Nacional de Reclusos de La Habana, que se le prestó toda la asistencia médica necesaria incluida terapia intermedia e intensiva y alimentación voluntaria por vía parenteral (endovenosa) y enteral (mediante levin) y se le garantizaron todos los medicamentos y tratamientos necesarios hasta su fallecimiento, lo cual fue reconocido por su propia madre», que fue atendido con respiración asistida hasta su muerte, ¿nos sentiríamos más seguros y contrarrestaríamos la propaganda? No lo creo, simplemente nuestra conciencia se vería tranquilizada al saber que estamos en el lado adecuado y que los medios mienten -unas veces descaradamente y otras ocultando datos, pero mienten-. Sin apenas darnos cuenta habríamos aceptado sin rechistar la vara de medir a Cuba que tan cara es para la propaganda: «los derechos humanos». Nos colocaríamos, nos colocarían, en el papel de guardianes del cumplimiento y respeto de los derechos humanos por parte del gobierno cubano. Situación ideal: que sea la izquierda quien le pida cuentas a Cuba.

No hay que olvidar que esta cuestión de los derechos humanos es uno de uno de los temas claves alrededor del que se articula la agresión a Cuba, y no es casualidad, desde el 2003, cuando Bush creó la «Comisión de ayuda a una Cuba Libre» a la que asignó en el 2004 más de 59 millones de dólares (para dos años) se señalaba como objetivo prioritario «diseminar información en el extranjero …. especialmente en lo referente a los derechos humanos y otros acontecimientos en Cuba». Si hiciéramos un seguimiento más prolongado sobre las campañas mediáticas contra Cuba comprobaríamos que esta es una de sus armas ideológicas más mortíferas .

El otro tema estrella que se repite y se repetirá constantemente en toda información, noticia o espectáculo que se cree alrededor de Cuba serán «los disidentes» (también señalado como prioridad en los informes de la Comisión estadounidense, y en los documentos sobre la posición común europea) Aquí, de nuevo, con el caso Zapata, nos colocan en la tesitura: ¿era o no era Zapata un disidente? ¿se trataba de un preso común o era realmente un preso «de conciencia»? Desde mi punto de vista una nueva trampa. En general, no solemos desde la izquierda caer en ella, pero nos suele tranquilizar mucho si encontramos argumentos que nos digan que efectivamente «Zapata era un preso común, que no fue de los 75 detenidos en el 2003, que fue detenido en el 2004 por desórdenes públicos, desacato y resistencia, que ya desde 1990 había sido detenido por alteración del orden, daños, desacato, estafa y tenencia de arma blanca, etc. y que es a partir del 2001 cuando se vincula a la contrarrevolución» (no me gusta emplear el término disidencia) y que desde el 2003 en que entró de nuevo en prisión agredió a funcionarios, se negaba a comer la comida de la cárcel y sólo comía lo que le traían los familiares, etc. Ese historial no ayudaría de nuevo a recuperar la calma cuando nos acusen de «amigos de Cuba», probablemente, pero ese no es el punto.

Lo interesante creo, es tener claro cómo se maneja desde fuera y dentro de la guerra mediática este tema de la disidencia. Lo que interesa conocer son los antecedentes de la disidencia, su construcción como arma ideológica. Primero, que ha sido y sigue siendo uno de los objetivos prioritarios de agresión: crear una disidencia real (objetiva), que pueda llevar a cabo acciones contra la seguridad del Estado (acciones penadas en todos los Estados de derecho, incluido el nuestro), una disidencia interna que pueda constituir la famosa «tercera vía» -se trata de una estrategia de manual-. Se lleva años trabajando en esto y el gobierno español ha sido colaborador necesario (especialmente en la etapa PSOE anterior a Aznar, y ahora se quiere recuperar terreno para cuando los tiempos cambien en Cuba estar mejor situados, económica y políticamente). Si aceptamos la lógica «era o no era un disidente Zapata», implícitamente reconocemos que existe en Cuba disidencia, es decir «presos de conciencia» o «presos políticos» Por eso nos obligan a entrar en el debate de si se trataba o no de un preso común. Para el sistema de propaganda, da igual lo que digamos una vez que aceptamos, junto con el resto de la opinión pública, que existen disidentes «aunque este no lo era». Además, el término es especialmente útil para colocarnos en el reconocimiento implícito de que Cuba es una dictadura porque, como todo el mundo sabe, los presos políticos solo se dan en las dictaduras.

En el caso de Cuba, de Venezuela, de Irán… tenemos que tener siempre presente que la guerra mediática forma parte de una estrategia global para facilitar la intervención armada. No podemos dejar de lado la historia de Iraq, no podemos posicionarnos dejando de lado la historia y aplicando categorías abstractas sin más. Toda estrategia de guerra, como ya he contado en algún artículo sobre la guerra y los medios, empieza por aislar, continua con la criminalización y finaliza con la intervención. En el caso de Cuba, muy inteligentemente, el sistema cubano ha tratado siempre de no quedar aislado, a pesar de ser una isla, por eso, porque podemos llegar a conocer la complejidad de la realidad cubana nos es más fácil defenderla; lo que está resultando más complicado es defendernos nosotros de los ataques que nos inflingen los medios. Porque la realidad es que es a nosotros, a todos aquellos que defendemos el socialismo, a quienes nos hacen la guerra.

La sentencia «la primera víctima de la guerra es la verdad» pronunciada en 1917 por el senador estadounidense Hiram Jonson debería ser transformada por esta otra: «la primera víctima del capitalismo es la verdad» porque, siguiendo a Marcuse, no es precisamente la guerra la que da lugar a la necesidad de la manipulación del lenguaje sino el propio desarrollo del capitalismo que se ve obligado a la mentira y la manipulación del lenguaje combinando de esta forma el dominio de la materia con el dominio de la mente [1]

Finalmente, Chomsky decía que el papel del intelectual no es hablarle al poder con la verdad. De un lado, porque el poder ya conoce la verdad y de otro porque está ocupado tratando de ocultarla. Nuestra tarea va más en la línea de encontrar herramientas que podamos ofrecer para defendernos de la guerra mediática, algunas de ellas se derivarán del análisis de casos concretos como este de la muerte de Orlando Zapata, pero otras exigirán un esfuerzo mayor por comprender que los medios de comunicación son armas de guerra, de destrucción masiva. En este sentido, creo que la experiencia Cubana es paradigmática. Estudiar cómo actúan contra Cuba los medios nos ayuda a desentrañar el funcionamiento del complejo sistema de propaganda.



[1] Marcuse, H. El hombre unidimensional, 1985 p. 119

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.