El ex Jefe de la Casa Real -la expresión, Jefe, ex Jefe, no es de acuñación propia-, el general Sabino Fernández Campo, falleció en la madrugada del lunes 25 de octubre de 2009 en Madrid a los 91 años El martes 26 de octubre ha sido enterrado en Oviedo. No se trata de lanzarse corvinamente […]
El ex Jefe de la Casa Real -la expresión, Jefe, ex Jefe, no es de acuñación propia-, el general Sabino Fernández Campo, falleció en la madrugada del lunes 25 de octubre de 2009 en Madrid a los 91 años El martes 26 de octubre ha sido enterrado en Oviedo.
No se trata de lanzarse corvinamente sobre ningún cadáver ni de disolver u olvidar la necesaria cortesía humana ante el fallecimiento de una persona. Pero es necesario recordar algunas aristas de su dimensión pública cuando, según parece, numerosos protagonistas de la transición-transacción y dirigentes políticos actuales desfilaron el lunes en Madrid por la capilla ardiente con declaraciones del siguiente tenor: destacado papel en el momento decisivo del 23-F (Manuel Fraga); valentía política y hombre sabio y bueno (Santiago Carrillo); «un militar con fe en los valores de la democracia» (Cayo Lara) [1]. La familia real desfiló también por la capilla ardiente.
En octubre de 1977 entró Sabino Fernández Campo al servicio de la Zarzuela como secretario de la Casa del Rey. Procedía de la élite del Ejército franquista, del Cuerpo Militar de Intervención. Desde el otoño del año en el que se celebraron las primeras elecciones legislativas en España tras la guerra civil, Fernández Campo se convirtió en un ayudante destacado del Rey. Su trabajo esencial, se ha dicho, consistió en pulir la sombra del Jefe del Estado durante prácticamente tres décadas.
Su contribución básica se resume en la frase que dificultó un golpe de Estado sobre el que siguen persistiendo alargadas sombras: «Ni está ni se le espera». Esa fue su respuesta, según dicen o según ha contado él mismo, a los generales y oficiales del ejército indecisos que preguntaban si el general Alfonso Armada había hallado en la realeza un apoyo en sus aventuras golpistas.
No es seguro que esa «proposición para la Historia» sea un buen resumen de la situación. Él mismo lo señaló con total oscuridad, y con total nitidez a un tiempo: «Lo que puedo contar no es interesante, y lo que es interesante, no puedo contarlo» [2].
Hasta 1990, diecisiete años después de su entrada en servicio de la realeza, Sabino Fernández Campo fue el número dos del denso y poblado aparato cortesano. En enero de ese año fue ascendido a la máxima jefatura de la Casa real. Permaneció en ella durante tres años. Al dejar la Jefatura, pasó a recibir tratamiento de conde de Latores y obtuvo el cargo de consejero privado del monarca borbón
En la que fue su última entrevista, publicada por As66 [3], Fernández Campo hizo unas significativas declaraciones sobre recientes actuaciones de la monarquía española: él hubiera preferido que en la familia real no se hubieran dado «ninguna de estas últimas cosas»: ni la separación de la infanta Elena ni la promoción económica de los duques de Palma en Washington. Sus razones señalan su profundo y consolidado pensamiento conservador, nada crítico con la institución a la que sirvió fielmente durante largos años: «[…] soy muy partidario del sacrificio, sacrificar muchas cosas para ser distintos, aunque nunca opuestos«. Ser distintos, pero no opuestos: esta es, esta era la cuestión monárquica.
No fue ésta la única arista conservadora de su cosmovisión político-histórica. El general consideraba que los «bandos», esa era la palabra elegida por él, que se enfrentaron en la Guerra civil habían recuperado satisfactoriamente aquellos muertos. Ambos «bandos», negro sobre blanco, en pleno proceso de reconsideración de territorios olvidados y de cunetas pletóricas de cadáveres.
En la misma línea: mientras señalaba que los reyes -así en plural, como si existiera una reina constitucional española- debían pensar como cualquier otro ciudadano pero, eso sí, íntimamente, al tiempo que considerada que el matrimonio entre personas homosexuales debería haberse denominado de otra manera -¿Les suena? Efectivamente: PP, Iglesia católica- y que el Rey debería haber intervenido en el asunto, sin ninguna intimidad
Sabino Fernández Campo era en la actualidad patrono de honor de la fundación Defensa de la Nación Española (DENAES), un grupo ultranacionalista español cuyo ideario apunta cosas del siguiente tenor: «La Fundación DENAES para la defensa de la Nación Española, tiene desde su origen, la pretensión de recuperar e impulsar desde la sociedad civil el conocimiento y la reivindicación de la Nación Española; su realidad histórica, política, social y cultural. Partiendo de esta base, nuestros objetivos fundacionales pueden resumirse de la siguiente manera: 1. El cultivo del patriotismo, y la afirmación de España como Nación. 2. El fomento de la cohesión de la sociedad española, y de un gran acuerdo de los grandes partidos españoles en torno a la unidad de España y a la fortaleza del Estado español. 3. La movilización social de los españoles en defensa de la dignidad de la Nación española y de su inquebrantable unidad territorial y social. 4. La vigilancia del cumplimiento de la legalidad en lo relativo a los símbolos nacionales, y el derecho de todos los ciudadanos españoles a no ser discriminados por razón de su lengua en todo el territorio nacional.
Dejémoslo aquí, dejemos aquí este capítulo de horrores «patriótico-nacionales».
Entre los miembros del Patronato de Honor de la Fundación, no se lo pierdan, figuran también Gabriel Cisneros (1940-2007), Gustavo Bueno Martínez -sí, el filósofo Gustavo Bueno-, el también filósofo Francisco Caja, el historiador Fernando García de Cortazar, el ensayista y escritor Jon Juaristi, Jaime Larrinaga (un sacerdote), la periodista Cristina López Schlichting, el sociólogo de la COPE Amando de Miguel, Adolfo Prego de Oliver (un magistrado que sigue en activo si no ando errado) y Alejo Vidal Quadras, la extrema derecha nacionalista del PP que dice no ser nacionalista.
En la Enciclopedia de la Nación Española, promovida por esta misma fundación, figuran entradas como las siguientes:
1. Francisco Franco Bahamonde
[…] nació en Ferrol el 4 de diciembre de 1892 y falleció en Madrid el 20 de noviembre de 1975. Militar español que destacó por sus brillantes acciones en la Guerra del Rif en Marruecos, ascendiendo a general en 1926. Durante la Segunda República Española fue director de la Academia Militar de Zaragoza hasta su clausura en 1931. En 1934 le encomendaron la dirección de las operaciones militares para sofocar y reprimir el golpe de estado de Octubre de 1934, vulnerador de la legalidad republicana. Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, varios militares y políticos consideraron que se avecinaba una reedición de la violencia revolucionaria de 1934, esta vez desde el poder, por lo que comenzaron a organizar un golpe de estado.
[…] En materia económica, Franco intentó instaurar un sistema económico autárquico, que provocó la escasez de alimentos y materias primas que mantuvieron a España en la pobreza hasta mediados de los años cincuenta. A partir de 1959, el Plan de Estabilización Nacional permitió un gran desarrollo de la economía y las fuerzas productivas, que provocaron también un cambio en los mecanismos del régimen, pasando de un sistema meramente autoritario a uno dirigido fundamentalmente por los «tecnócratas», que facilitaría la evolución hacia una democracia de mercado a la muerte del propio Franco…» [4].
Ni una sola vez -¡ni una sola vez!- se afirma que Francisco Franco fuera un dictador y un general golpista ni desde luego se mencionan los crímenes, represión y torturas de la dictadura.
Parecidos enfoques pueden verse en las entradas dedicadas a
Melitón Manzanas González [5] o a Carrero Blanco.
La entrada «España plurinacional» tampoco tiene desperdicio:
«Como consecuencia de la propagación de la idea de nación fraccionaria, se comienza a concebir España como sociedad constituida de múltiples «naciones» (Ver Nacionalidades), como sociedad plurinacional, asimilada al Imperio austro-húngaro o al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, cuando su constitución como sociedad política no se puede homologar a la formación de ninguna de ambas sociedades. Precisamente el catalanismo comenzó a cobrar mucha fuerza a partir de la Paz de Versalles y la formulación del principio de «autodeterminación de los pueblos» por parte del Presidente norteamericano W. Wilson (oscuro principio pensado sobre todo para el proceso de descomposición de los Imperios centrales, particularmente el Austro-Húngaro, derrotados en la contienda), siendo aprovechada la coyuntura por el catalanismo para tratar de reaplicar dicho principio en España».
De esa fundación, de esa fundación que dice defender la Nación Española, decíamos, era patrono de honor el general recientemente fallecido Sabino Fernández Campo.
Notas
[1] Público, 26 de octubre de 2009, p. 20.
[2] Véase sobre este punto el excelente documental del director barcelonés Xavier Juncosa: «Deconstruyendo el 23-F», un documental que pide a gritos razonables una mayor distribución y una versión subtitulada en castellano del mismo.
[3] Tomo la información de: Miguel A. Marfull, «El oficio de guardar silencio». Público, 26 de octubre de 2009, p. 20.
[4] http://www.nacionespanola.net/
[5] http://www.nacionespanola.net/
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