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Entrevista a Roberto Chile

El cronista de la Revolución Cubana

Fuentes: Tiempo Argentino

 Se enroló de adolescente en las filas de la Revolución y se conviritó en el documentalista de Fidel Castro. Lo acompañó dentro del país y en sus viajes al exterior. En 2003 vino con él a la Argentina para la asunción del mando de Néstor Kirchner y registró el fervor de ese momento y el […]

 Se enroló de adolescente en las filas de la Revolución y se conviritó en el documentalista de Fidel Castro. Lo acompañó dentro del país y en sus viajes al exterior. En 2003 vino con él a la Argentina para la asunción del mando de Néstor Kirchner y registró el fervor de ese momento y el recibimiento del pueblo argentino al mandatario cubano. Gran parte de la historia de Cuba y del resto de América Latina se escribirá en base a su material documental.
 

Soy un hijo de Cuba que nació en una familia humilde. Crecí casi al calor de la Revolución porque nací en 1954. Uno de los primeros recuerdos que tengo es el de asomarme al balcón y ver el revuelo popular. Me contaban que los rebeldes estaban pasando por el Malecón habanero. Creo que fui hasta ahí, pero eso no lo recuerdo bien.» Las palabras de Roberto Chile prueban que aquellos recuerdos de infancia tuvieron una importancia decisiva en su vida, ya que, casi sin darse cuenta, se transformó en el documentalista de Fidel Castro. Gran parte de la historia de Cuba se escribe y se escribirá a partir de sus documentos fílmicos, de las innumerables horas de registro de las actividades de Fidel dentro de la isla y de sus visitas al exterior. Su último trabajo en el extranjero fue en ocasión el viaje del mandatario cubano a la Argentina para asistir a la asunción de mando de Néstor Kirchner. Asegura que pocas veces fue testigo de un acontecimiento tan conmovedor a pesar de tener en su haber profesional muchos otros de la misma naturaleza. Esta vez viajó a la Argentina por un motivo muy diferente: cerrar la muestra de fotos de su autoría, Afrodescendientes, que se realizó en la Casa Patria Grande Néstor Kirchner. Cineasta, fotógrafo y curador de arte, puede decirse que Chile es el gran cronista de la Revolución encarnada en Fidel.

-¿Cómo repercutió en usted la Revolución Cubana?

-Crecí en el fulgor de aquellos días de la victoria revolucionaria y de los primeros enemigos que se acercaron a Cuba, la crisis de octubre, la invasión de Playa Girón. En el año ’65, siendo un adolescente, me incorporo a la Revolución ya como activo y voy a la primera escuela al campo. Los jóvenes por un período de 30 o 45 días íbamos al campo a trabajar. Aunque eso tiene sus detractores creo que en mí contribuyó muchísimo a crear un espíritu de trabajo, un conocimiento de lo que es el sacrificio. Empiezo a salir de la protección de la manta doméstica, a trabajar en el campo, a conocer obreros, campesinos, niños de todas las edades y a tener incluso una relación más íntima con profesores y alumnos. Seguí creciendo y estudiando en ese sentimiento. Comencé a trabajar en el mundo audiovisual en 1977, quizás por azar, porque lo que yo iba a ser era ingeniero eléctrico naval. Había intentado cursar esa carrera pero no tuve éxito y me alegro mucho de eso porque hoy no me veo en un astillero, me parece algo como surrealista. Creo que nací para la imagen, aunque lo descubrí tarde, entrando a los veintitantos años. 

-¿Cómo fue ese descubrimiento?

-Se produjo por azar, como ha sido casi todo en mi vida. Un día me veo con una cámara en el hombro y, años más tarde, me encuentro con una cámara en el hombro enfocando a Fidel. Eso surgió casi por casualidad. En el año ’84 yo trabajaba ya en el Consejo de Estado como uno más, con una cámara. Hacíamos trabajo de diversa índole. Entonces acompaño a Fidel en uno de los ciclones que devastó el país e hicimos un trabajo que a él le atrajo. Así empezaron a llamarme a menudo y empecé a frecuentar con la cámara algunas actividades de él. Pero recuerdo que el bautizo fue en una ocasión en la que él pide que un camarógrafo vaya a cubrir la construcción de un pedraplén que se estaba haciendo en una zona norte de la callería de Ciego de Ávila, en la parte oriental del país. Entonces me llamaron a mí para que fuera a registrar el proceso del trabajo de aquel pedraplén. Como tengo todos mis equipos listos y hay una actividad donde está él, voy a cubrirla. Al final, cuando eso termina, Fidel viene caminando con dos dirigentes y les pregunta: «¿Ya tienen el camarógrafo que va a filmar el pedraplén?» Entonces se para delante de mí y dice: «Pero a él no me lo manden, él anda conmigo.» Hubo que salir a buscar a otro camarógrafo. Eso me dio una señal de que mi destino estaba marcado para seguirlo a él, como diría Máximo Gómez de su escolta, «sin reparo y sin miedo a todas partes». Yo tenía exactamente 30 años y empezó una larga carrera que ha llegado hasta el día de hoy. Caminé la isla de punta a cabo con él y recorrí medio mundo, más de 50 viajes al exterior. 

-¿Cómo describiría a Fidel?

-Como un soñador que pone toda su vida para hacer realidad sus sueños. Es un hombre al que no vi descansar un solo minuto, no registré un solo minuto en el que él pudiera estar 100% distendido. No tengo siquiera registrado ningún momento en que se vea en que él está haciendo algo que no tenga que ver con el presente o el futuro del país. Es un hombre de una tenacidad increíble y, sobre todo, de una valentía muy grande; un hombre que no abandonó jamás a su pueblo a su suerte, sino que siempre estuvo al lado de él. En uno de los momentos más difíciles de nuestro país dijo en un discurso que no es público que mientras hubiera un solo cubano que creyera en la Revolución, él no lo abandonaría. Él tiene una inteligencia envidiable y, sobre todo, esa persistencia, esa capacidad del estratega de decidir en los momentos más difíciles cuál debe ser la decisión correcta para mantener viva la llama de un país que ha tenido que luchar contra las agresiones de las potencias más poderosas del mundo y contra otros enemigos que se han sumado a ellas. 

-Usted vino a la Argentina en 2003 acompañando a Fidel cuando asumió la presidencia Néstor Kirchner. ¿Qué recuerda de ese acto? ¿Qué fue lo que registró su cámara? 

-Fue el último documental que realicé acompañando a Fidel fuera del país. Y puedo decir también que es uno de los que más me gusta. Creo que esto se debe, sobre todo, a la efervescencia popular que vivió la Argentina en esos días. Te digo honestamente que donde quiera que ha ido Fidel he visto la respuesta solidaria de los países. La respuesta siempre ha sido tremenda, pero la respuesta de la Argentina fue de las mayores. Quizás se le pueda parecer un poco la que recibió en Uruguay y en algún otro país de Latinoamérica, pero la de Argentina fue tremenda. Hubo una expresividad muy fuerte de parte de los jóvenes. En el hotel nunca estuvo solo. Todo el tiempo había manifestaciones y recibió el aplauso y el calor de los argentinos dondequiera que fue. Era increíble, además, cómo respondía el pueblo argentino frente a un presidente que les proponía un sueño, les proponía cambiar el país, buscar una identidad nueva, andar por un camino de prosperidad para todos. Se notaba la confianza de ese pueblo en el presidente que tomaba el mando en ese momento, después de tantos otros que habían sometido al país a un decaimiento económico, a un decaimiento de la esperanza. Lo que  más me impresionó fue la visita de Fidel a la universidad. Había un entusiasmo popular tan grande que había quienes proponían que se suspendiera el acto. Y ahí fue cuando Fidel tuvo más deseos de que se hiciera. Dijo que no podía dejar a esos muchachos esperando y su discurso fue realmente encendido, un discurso que tiene una trascendencia en el tiempo muy grande, porque lo que él dijo en ese tiempo, hace unos ocho años, hoy está más vigente que nunca. Él anunciaba la posibilidad de que los Estados Unidos y la OTAN bombardearan ciudades. Bueno, eso está sucediendo hoy en Libia, sucedió en Irak, en Afganistán y en muchos otros sitios. Tuve la suerte esa vez de que mi auto llegara tarde. Yo generalmente iba a los eventos con un camarógrafo de un noticiero de televisión.  Yo me ocupaba de Fidel y los camarógrafos se ocupaban de filmar al público, lo que pasaba alrededor. Pero el auto mío llega tarde y yo descubrí en el público una belleza tan grande que preferí quedarme en esa ocasión a filmar a la gente. El documental, que tiene como hilo conductor el discurso de Fidel, en muchos momentos no muestra a Fidel, sino al pueblo reunido.

-¿Fue testigo de la relación personal entre Fidel y Kirchner?

-Fui testigo de su primer encuentro en la Casa de Gobierno donde Fidel lo fue a ver. Fue un encuentro breve, pero realmente muy amistoso. Las imágenes muestran a dos hombres entre los que había empatía y estoy seguro de que en todo momento la opinión que pudo tener Fidel de Kirchner fue la mejor aunque no tenga ninguna prueba que lo acredite. Estoy seguro, además, de que vio en Cristina a una futura dirigente del país. Ella fue a verlo durante su convalecencia y su opinión sobre ella es maravillosa. 


-¿Cómo es Fidel frente a la cámara?

-Realmente Fidel nos ignora, en el mejor sentido de la palabra. Lo decía un fotógrafo amigo mío, Roberto Salas, me decía que quizá la fotografía más difundida de todos los tiempos fuera la que Alberto Korda le hiciera al Che el 5 de marzo de 1960 en 23 y 12 en Cuba, pero que si se hiciera un conteo seguramente se comprobaría que la persona más retratada era Fidel. Ya lo asediaban desde que estaba en la Sierra Maestra y hay miles de trabajos sobre él tanto, por lo que no le quedó otro remedio que ignorarnos. 

-¿Tiene alguna predilección respecto a las imágenes que se toman de él?

-Nunca se metió con nosotros, nunca nos pidió una imagen posada ni que hiciéramos algo desde un lugar o de otro y tampoco nos pidió jamás que apagáramos una cámara para no filmar lo que estuviera sucediendo. Por eso, había que tomarlo en la dinámica de la vida, no se le podía decir: «Comandante, quédese ahí para hacerle un retrato.» Yo empecé a hacer algunas fotografías cuando me lo permitía mi trabajo, que era de camarógrafo, sobre todo a partir de 2005 con el uso de las cámaras digitales que son más manuables. Después de que él se enferma, casi no hago videos y comienzo a hacerle más fotografías. 

-¿La relación con él es cercana o distante?

-Fue siempre una relación de muchísimo respeto, pero hablamos en muchas ocasiones y tuve la suerte de que en muchos casos me diera órdenes directas, me encargara determinados trabajos o incluso que escuchara mi opinión respecto de cómo debería hacerse un trabajo específico. Es una persona que escucha, no es que da una orden y hay que cumplirla sin opinar. También hemos bromeado en ciertas oportunidades, porque tiene un sentido del humor muy grande.

-¿Usted es consciente de que sobre su trabajo se escribirá gran parte de la historia de su país?

-Al principio sólo hacíamos lo que había que hacer, hoy, sobre todo desde que Fidel no está tan activo, nos damos cuenta de que tiene un gran valor. Uno de nuestros esfuerzos mayores es tratar de salvar ese archivo del deterioro del tiempo, la humedad, el calor y muchos otros agentes, porque son miles de horas de material, mucho del cual aún está inédito porque por muchos documentales que se hagan, no se han utilizado más de 200 0 300 horas de ese material. A partir de las nuevas generaciones estamos tratando de salvar ese archivo para la posteridad. 

-En todos estos años supongo que desarrolló una determinada forma de mirar, sobre todo de mirar a Fidel.

-Mi amigo Alberto Korda siempre decía una frase de El Principito: «Sólo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.» Creo que ahí está el quid de un fotógrafo. Hay que mirar con el corazón, hay que estar en el lugar y ver lo que no ve todo el mundo. En los últimos tiempos yo hice lo que no haría nadie. Fidel sobrepasa los 80 años y estuvo convaleciente de una operación. Cualquiera se alejaría y lo que yo hice fue entrarle aun más a su rostro. Creo que esas fotos que casi nadie hizo en estos tiempos van a tener un gran valor, porque vamos a poder verle hasta los poros de la piel a Fidel. Nadie me pidió que no lo hiciera, nadie mutiló mi deseo. Traté de buscar las manos, los perfiles, hasta tengo fotos sólo de los ojos. También tengo otras fotos que no son Fidel pero que son Fidel, fotos de la reacción del pueblo viéndolo. Yo retraté lo épico y lo humano.

Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/cronista-de-revolucion-cubana