AGENCIA PACO URONDO dialogó con Ignacio Sabbatella, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET. ¿Se puede superar la grieta, que muchas veces se da, entre desarrollo productivo y ecología?
AGENCIA PACO URONDO: La posibilidad de que se radiquen en el país «fábricas de chanchos» hizo renacer la discusión sobre desarrollo productivo y cuidado ambiental. Antes de meternos en ese debate. ¿Qué nos puede decir sobre la industria porcina?
Ignacio Sabbatella: En lo referente al proyecto de una industria porcina en acuerdo con China, es oportuno aclarar que toda la información oficial hasta el momento fue bastante confusa y tuvo muchas idas y vueltas. Se mencionaron cifras que generaron muchísima preocupación por lo inmanejable de la cantidad de cabezas de porcinos. Incluso, hubo una rectificación de la información, aunque igual sigue siendo escasa para poder evaluar el proyecto de manera integral. Igualmente, considero que a la hora de tomar posturas sobre este proyecto, es esencial tener toda la información sobre la mesa.
Actualmente están faltando datos en relación a varias cuestiones. Por un lado, el embajador Leme mencionó que aún se está negociando con China la participación de socios nacionales. Otro aspecto es definir la participación de empresas estatales o privadas chinas. En tercer lugar, también falta delimitar el rol que tendrán el Estado Nacional argentino, las provincias y municipios que intervendrán en este proyecto y el detalle en cuanto a los capitales nacionales, específicamente si se trata de capitales privados o también de cooperativas agrarias. Por último, hay que establecer el papel de los impuestos en captación de renta por parte del Estado Nacional y las provincias donde se desarrollarán estas unidades productivas.
Asimismo, nos falta información sobre la ubicación que podrían tener estas unidades productivas, las cuales serían al menos 20 unidades en las que va a estar dividida la producción porcina. Ubicarlas fuera de la zona de la Pampa húmeda, en principio, podría ser positivo, pero también podría generar preocupación en esas comunidades, teniendo en cuenta que es una industria que utiliza recursos hídricos intensivamente, con lo cual es un aspecto que debe ser evaluado dentro del proyecto de forma integral. Además, nos falta conocer las condiciones económicas y financieras del proyecto, es decir el plazo para tener el acuerdo con China. Y en este sentido, hay que ser muy prudentes con el futuro de la industria porcina porque hoy China tiene esa necesidad de producción porcina, pero el día mañana puede no tenerlo, por lo hay que tener en cuenta el futuro de esta industria, más allá del mercado chino.
Hay aspectos que pueden ser interesantes a partir de la producción de distintas unidades como lo que llama “la economía circular” y la generación de bio-gas en estos emprendimientos, a partir de las secreciones en los cerdos. En ese sentido Argentina también tendría para desarrollar un campo propio a la hora de las bioenergías, y acá quizás sería interesante establecer con China un lazo más allá de la producción porcina, y entrar en el desarrollo tecnológico de las bioenergías.
APU: ¿Puede ser sustentable, entonces, la industria porcina?
I.S.: En cuanto a la posibilidad de que este proyecto sea sustentable, creo que es el gran desafío el poder desarrollar una economía como tal en un país periférico como Argentina, cuyas capacidades han sido mutiladas en el último período gubernamental, con endeudamiento externo, altos niveles de pobreza y desempleo, a lo que se suma la explotación de recursos naturales, contaminación ambiental. La tensión entre estos elementos estuvo muy presente en el debate público en los últimos 15 o 20 años con mucha fuerza. Recordemos distintos conflictos como, por ejemplo, el que hubo alrededor de la cuenca Matanza Riachuelo o el conflicto binacional de las pasteras instaladas en el río Uruguay. Tampoco hay que ir al extremo opuesto de lo que se llama el “fundamentalismo antiextractivista”, en el cual todas las actividades primarias son vistas como extractivistas y no se complejiza el debate en cuanto a los distintos proyectos.
En ese sentido, no es lo mismo el impacto de la minería a cielo abierto, en el cual no quedan prácticamente dudas de que los beneficios económicos son muy bajos en relación a los altos costos ambientales y sociales de estas explotaciones, con actores transnacionales, con los cuales los estados provinciales tienen poca capacidad de control y negociación, ante semejantes volúmenes de dinero que manejan estas empresas. Otra cosa es la producción agropecuaria argentina, hoy dominada por el modelo sojero, que desde mi punto de vista ha fracasado, mal que les pese a quienes hasta el día de hoy defienden a capa y espada la sojización de nuestro campo, y esto es evidente en términos de empleo y económicos, en tanto es un modelo muy dependiente de los precios internacionales, sumado a los conflictos políticos que ha generado desde 2008 la sojizacion. Sin olvidar, claro, las fumigaciones que aún a pesar de las restricciones, se siguen haciendo muy cercanas a las poblaciones rurales con grandes impactos en la salud de nuestro pueblo.
En función de todo esto podríamos decir que este proyecto de producción porcina podría ser un paso adelante, un salto cualitativo en el modelo sojero dominante, con la posibilidad de agregar valor a la producción de granos y de esta manera producir directamente alimentos que puedan ser exportados, en este caso a China, con gran valor agregado. También con la posibilidad de adquirir prácticas y tecnologías que se usan hoy en día en el primer mundo, en los países centrales, que se dedican a la industria porcina, como España o los países nórdicos. Se trataría, entonces, de imitar las mejores prácticas y tecnologías que se utilizan y no permitir un estándar que esté por debajo; sobre todo, para evitar la propagación de enfermedades zoonóticas y atendiendo una sensibilidad sobre los riesgos y las precauciones que hay que tener a la hora de la producción de alimentos en esta escala.
APU: Muchas veces pareciera que los conceptos de producción y desarrollo sustentable van por carriles separados. Si se quiere uno, se debería abandonar el otro. ¿Cómo ve esa discusión más general?
I. S.: La cuestión sobre el desarrollo y el ambiente o la economía y el desarrollo sustentable es un tema que atrajo la atención de numerosos pensadores, académicos, activistas, desde hace cinco décadas por lo menos. Sobre todo, por la difusión del informe del Club de Roma y los límites al crecimiento que tuvo su origen en los países centrales, con repuestas en los países periféricos como el modelo mundial latinoamericano.
A lo largo de estas cinco décadas se han desarrollado distintas vertientes de la economía que han intentado abordar la complejidad de la cuestión medioambiental. En este sentido, la economía ecológica es una respuesta muy interesante a los límites de la economía neoclásica, donde funcionan muy bien los límites de un sistema planetario que en principio es un sistema abierto a la recepción de la luz solar. Ahora bien, si descontamos la luz solar, es un sistema cerrado y finito en cuanto a los recursos naturales presentes en nuestro sistema planetario.
Otra respuesta ha sido la del marxismo ecológico que ha señalado los limites naturales y cómo se interrelacionan con la expansión del sistema capitalista mundial que tuvo un uso muy intensivo y extensivo de los recursos naturales, incluso depredador de los ecosistemas cuando no se establecen limite políticos. Con lo cual el marxismo ecológico ha desarrollado lo que se llama la “segunda contradicción del capitalismo”, que sería entre “capital y la naturaleza”, que tiene que ver con qué pasa cuando el capitalismo trasgrede los límites de la naturaleza y lleva un agotamiento de los recursos naturales y a la contaminación ambiental, que puede poner en peligro incluso a la acumulación ilimitada de capital, es decir, la reproducción ampliada del capital.
Otra escuela que va por fuera de la economía, pero que ha dado respuestas a los conflictos ecológicos, es la ecología política que busca dar cuenta de los distintos cruces que están en juego entre intereses, valores, ideologías. A esto lo han llamado “conflictos ecológicos distributivos”, donde también está en juego quiénes son los que se benefician de la apropiación a la naturaleza y quiénes son los que se perjudican. A todo esto, debemos tener en cuenta, dentro de los límites de la formación capitalista actualmente existente, la relación entre los países centrales y los países periféricos y el distinto papel que juega el ambientalismo en un sistema y en otro.
APU: ¿Qué cuestiones les parece “innegociables” desde el punto de vista ambiental al momento de pensar el desarrollo productivo de un país?
I. S.: Entre las cuestiones que son innegociables desde el punto de vista ambiental para el desarrollo productivo de un país es fundamental que las poblaciones y comunidades afectadas, directa o indirectamente, por este tipo de proyectos estén informadas y en conformidad a la implementación de estos proyectos. Por eso mencionamos que a la hora de establecer este debate (el de la industria porcina) falta información para tomar una postura, ya sea a favor o en contra. Esto, incluso, para tomar una postura analítica que pueda elevar los estándares de la discusión pública existente y permitan desarmar la grieta entre el economicismo y el ambientalismo.
La segunda cuestión innegociable es la planificación estatal y los ordenamientos territoriales que tienen que llevar a cabo las provincias donde están involucrados estos tipos de proyectos, dada la reforma constitucional del 94, que les otorgó un gran manejo de todo lo que tiene que ver con los recursos naturales. Pero el Estado nacional tiene que participar también orientando las políticas públicas ambientales, económicas, sociales y sanitarias desde una orientación que trascienda el corto plazo.
APU: Respecto a los sectores ambientalistas, ¿qué cuestiones vale destacar y cuáles estrategias o discusiones le parece menos valorables?
I. S.: Existen tantos movimientos ambientalistas como escuelas económicas. Es un movimiento muy vasto que ha enriquecido el debate en lo referente a la delimitación de la naturaleza en relación al umbral de aceptación social de la explotación de los recursos naturales y la degradación, muchas veces inevitable, del medio ambiente por el uso humano. Esos movimientos han ayudado a elevar el estándar de la discusión, porque la visión economicista, tanto en el sector público y privado, no tenía en cuenta cuál era el impacto socioambiental. Eso ha sido muy importante.
En cuanto a la debilidad, existe cierto tipo de ambientalismo (no es todo el movimiento así, subrayo eso) que se ha concentrado en la dimensión ambiental únicamente, descuidando otras dimensiones como la económica, social, política y hasta geopolítica de este tipo de proyectos. En definitiva, el gran desafío de un país periférico como Argentina, sobre todo en la situación crítica que estamos atravesando, es también generar empleo de calidad, generar riqueza que pueda ser distribuida con el objetivo de progresar como país, siempre dentro de los límites que nos impone el capitalismo. Desde ya que no da lo mismo cualquier tipo de explotación de los recursos naturales, ni da lo mismo la participación de unos u otros actores, ni da lo mismo si hay un Estado presente regulando y legislando en materia ambiental. Creo, entonces, que el desafío es poder trascender tanto las visiones economicistas como ambientalistas en un sentido más extremo.
Por último, vale señalar que en un país periférico como el nuestro, están muy presentes las desigualdades sociales, registradas a nivel académico, mediático y social. Sin embargo, no tenemos tan registrado las desigualdades ambientales que muchas veces van de la mano de las desigualdades sociales. Esto es un aspecto que también tenemos que remarcar porque los impactos negativos de la economía en el medio ambiente tienen una desigual carga en la población y, por lo general, las poblaciones más afectadas por los impactos negativos son las más vulnerables. Por lo tanto, es importante tener en cuenta la desigualdad ambiental y ecológica en general, que es algo que muchas veces no es tenido en cuenta en los análisis economicistas.