No cabe la menor duda que el régimen norteamericano de George W. Bush y algunos de sus aliados europeos están desconcertados ante lo que está sucediendo en Cuba, un país que vive normalmente pese a la enfermedad transitoria de su líder histórico, Fidel Castro, y que desde hace casi 50 años trabaja por consolidar su […]
No cabe la menor duda que el régimen norteamericano de George W. Bush y algunos de sus aliados europeos están desconcertados ante lo que está sucediendo en Cuba, un país que vive normalmente pese a la enfermedad transitoria de su líder histórico, Fidel Castro, y que desde hace casi 50 años trabaja por consolidar su Revolución.
La actual administración norteamericana y su maquinaria propagandística, junto con la siempre compañía de sus conocidos seguidores del llamado Viejo Continente, se empeñan en intentar mostrar que existe tensión en la Isla, cuando ocurre todo lo contrario, hablan hasta de vacío de poder, y confunden sus deseos con la realidad. Que pena.
Evidentemente están desconcertados ante la reacción del pueblo cubano y la solidaridad internacional que ha recibido la nación caribeña, luego que el propio presidente Fidel Castro anunciara su enfermedad y el traspaso temporal de poderes a varios de los dirigentes de la Revolución.
Bush y sus seguidores de la culta Europa continúan fabricando novelas de ciencia ficción al igual que supuestos actores, como los denominados disidentes, que en la Isla no tienen el más mínimo respaldo. Ellos lo saben muy bien.
Está claro que los gobernantes de la Casa Blanca y sus amíguetes se dejan llevar, para lograr su objetivo de intentar someter a la nación caribeña, por un minúsculo grupo de recalcitrantes y terroristas de origen cubano que en Miami, Florida, viven anclados en los años 50 del pasado siglo, junto con otros autodenominados anticastristas que se pasean por Europa con el beneplácito y el dinero de los contribuyentes.
Carecen de memoria histórica, enfermedad endémica que padecen, porque no recuerdan o no desean recordar los innumerables obstáculos que los cubanos han tenido que enfrentar para preservar su soberanía, independencia y autodeterminación.
Se olvidan de la derrota norteamericana en Bahía de Cochinos, de la Crisis de los Misiles, del recrudecido bloqueo de Estados Unidos, de los duros años del llamado Periodo Especial, cuando Cuba se quedó prácticamente sola, tras el derrumbe del Socialismo en la antigua Unión Soviética y en Europa del Este.
En esos años de la década del 90 los mismos que hoy se frotan las manos ante la enfermedad de Fidel Castro y hablan de transiciones y vacíos de poder contaban los días que le restaban a la Revolución Cubana, pero se quedaron con las ganas.
La Isla resistió todos los embates y para desgracia de los desconcertados enemigos, la Revolución se consolida, en silencio, pero a paso agigantado.
Los pocos que hoy sueñan con la desaparición física de Fidel Castro sufrirán similar decepción, y una vez más tendrán que desarmar sus viejas y desechas maletas, cuando el presidente cubano se recupere de la operación y cumpla sus 80 años.
Es cierto que alguna vez dejará de estar entre los nuestros, pero no se preocupen, porque desde el mismísimo cielo seguirá siendo Fidel Castro y el guía de la Revolución Cubana, mientras los cubanos en la tierra continuarán defendiendo su independencia.