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El dilema de España: coalición de las derechas o alternativa democrática

Fuentes: Cuarto Poder

Para Juan Valdés Paz, maestro, hermano, compañero La unidad nunca es fácil. El estado natural es la división y el enfrentamiento. Ahora tenemos una segunda oportunidad y sería bueno no desperdiciarla. La unidad entre Podemos e IU hay que verla no como una confluencia, sino como un reencuentro; lo que pudo ser antes y no […]

Para Juan Valdés Paz, maestro, hermano, compañero

La unidad nunca es fácil. El estado natural es la división y el enfrentamiento. Ahora tenemos una segunda oportunidad y sería bueno no desperdiciarla. La unidad entre Podemos e IU hay que verla no como una confluencia, sino como un reencuentro; lo que pudo ser antes y no fue posible, ahora se puede concretar en algo más que en una simple unidad electoral. Hay que hacerlo laicamente y con rigor, pero sabiendo que si sale bien, el asunto tendrá consecuencias estratégicas para las dos formaciones. Esta unidad enseña mucho y nos dice que la política en grande importa y que la inteligencia se puede imponer a los partidismos estrechos y a las dinámicas de los aparatos.

La cuestión de fondo que emerge es clara: o coalición de las derechas o alternativa democrática. No hay que dejarse engañar, los poderes fácticos quieren y lucharán hasta el final por un gobierno de coalición de las derechas, es decir, del PP, de Ciudadanos que incorpore al PSOE. He hablado y escrito mucho sobre esto, de estos temas, y no merece la pena abundar más sobre ellos. La pregunta central es la siguiente: ¿coalición para qué? Para impulsar la enésima restauración borbónica en nuestro país. Si las varias derechas ganan las elecciones, impulsarán un proyecto de supuesta regeneración democrática con varios objetivos centrales:

1º) Reformar la Constitución y encontrar un acomodo más o menos coyuntural a la cuestión catalana y, derivadamente, a las varias demandas territoriales del Estado español.

2º) so pretexto de luchar contra la corrupción, liberalizar aún más la economía y fomentar diversas formas de mercantilización de la vida pública.

3º) profundizar en la constitucionalización de nuestra sumisión a la UE, desmantelando lo que resta de soberanía e independencia nacional en favor del capital monopolista financiero.

4º) reducir el Estado social impulsando la privatización de las pensiones y desestabilizando con más fuerza aún el mercado laboral.

5º) alineamiento con la política exterior de los EEUU y, específicamente, su estrategia en el Mediterráneo. La regeneración no será otra cosa que el nombre que se le dé a una restauración en favor de los que mandan y no se presentan a las elecciones.

Frente a esto, no cabe otra cosa que una alternativa democrática. Hablo de alternativa democrática y no de alternativa de izquierdas. La razón es evidente: las tareas son de carácter democrático general. En su centro, la defensa de la independencia y de la soberanía, de la democracia como autogobierno y de los derechos sociales y, más allá, de nuestro derecho a definir nuestro futuro en común entendido como programa, como propuesta colectiva, como marco para una alianza social que renueve el país, que lo democratice sustancialmente y que lo ponga a disposición de las mayorías sociales, de los hombres y las mujeres que viven de su trabajo, generan la riqueza del país y hacen posible la existencia cotidiana de todas y todos.

Lo he dicho muchas veces y lo repito ahora: se votan discursos, no programas. Estos importan porque concretan las propuestas y las hacen racionalmente viables, pero la clave está en un discurso alternativo de país que suscite adhesión, compromiso individual y colectivo, movilización social en favor de él. Una cosa hay que tener clara: sin pasión política no hay posibilidad de cambiar las cosas sustancialmente; los hombres y las mujeres hacen la historia en condiciones dadas; los subalternos, las y los comunes y corrientes, los sujetos del cambio histórico defendieron y defienden una pasión política racional, viable, posible y, a la vez, transformadora. En definitiva, un proyecto colectivo que suscite ilusión, afecto, entrega y esperanza; hacer del futuro un problema político y del nuevo proyecto de país una construcción colectiva al servicio de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales, comprometidas con la justicia en el horizonte de la emancipación social, es decir, el socialismo.

A mi juicio, se trata de abrir el debate, los ejes básicos de un discurso para la alternativa democrática serían los siguientes:

1. Derecho a decidir. Queremos definir nuestro futuro, nuestros derechos humanos básicos, el tipo de sociedad y sus relaciones con el Estado; el nivel y dotación de nuestros derechos sociales, así como las relaciones entre la sociedad, el Estado y el mercado. Reclamamos una idea fuerte y republicana de la democracia, entendida como autogobierno de las poblaciones por las poblaciones mismas. La política así entendida implica un imaginario instituyente y capacidad para construir el futuro; ser puentes, en definitiva, entre un pasado de sumisión y explotación a un futuro de liberación del mal social del dominio, la explotación y la discriminación.

2. Independencia y soberanía popular. La democracia tiene un contenido revolucionario y expansivo porque niega y combate a todos los poderes que pretendan condicionar y limitar la soberanía popular. Nuestro derecho a decidir el modelo económico, social y territorial implica que no haya poderes externos e internos capaces de eludir o subordinar la soberanía popular.

El ataque más fuerte hoy a nuestra independencia y a nuestra soberanía proviene de una alianza entre las clases dominantes de nuestro Estado y las instituciones de la Unión Europea. Esta se ha convertido en una forma de dominio que organiza a los poderes económicos al servicio de las políticas neoliberales garantizadas por el Estado alemán. Los países del Sur hemos sido convertidos en protectorados cada vez más dependientes económicamente y subalternos políticamente.

3. Una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales. Los neoliberales y sus políticas nunca lo entenderán: las personas somos dependientes, racionales y radicalmente sociales. El individualismo sin individualidad que hoy se hace dominante está ideológicamente cegado para entender que los hombres y las mujeres necesitamos permanentemente de la comunidad, no solamente en las etapas de inicio y final de la existencia. La reproducción de nuestras vidas requiere de un conjunto de tareas específicas, de trabajos y actividades de otras personas. El problema -muchas veces invisible desde nuestra «normalidad»- es que estas tareas han sido impuestas tradicionalmente a las mujeres. Nuestra democráticas y liberales sociedades ocultan una forma de dominio que discrimina cultural, social, económica y políticamente a las mujeres; es decir, se trata de un tipo de organización histórico-social de base patriarcal incompatible con la libertad de la mitad de la especie humana, injusta y radicalmente insolidaria.

4. Una democracia económica y social. La democracia nunca lo será plenamente si no llega a la fábrica, a la empresa. Las crisis de nuestras sociedades tiene que ver con un desequilibrio estructural en favor de los grupos de poder económicos. Los que mandan y no se presentan a las elecciones tienen tanto poder hoy que capturan al Estado y convierten a nuestras democracias en un instrumento de legitimación de su poder oligárquico. Hace falta una democracia económica en una economía plural. ¿Qué significa una economía plural? Una sociedad que tiene diversas formas de propiedad, diversos modos de usar el mercado y diversas relaciones entre el Estado y la sociedad, en el común objetivo de asegurar una sociedad justa en una tierra habitable; es decir, una economía donde quepan empresas públicas democratizadas y eficientes, un amplio sector privado donde rija el libre mercado y se prohíba el monopolio; y una economía social y cooperativa capaz de impulsar nuevas formas de gestión y autogestión colectiva. Lo decisivo, ya lo dijo Keynes, es «la eutanasia del rentista» y la socialización de la inversión.

5. Un nuevo modelo de desarrollo económico, social y ecológicamente sostenible. En esto tampoco hay que confundirse, nuestro vigente modelo productivo es un determinado modelo también de poder. Para decirlo de otra forma, la estructura de poder, el peso y el papel del capital financiero, las relaciones de dependencia de nuestra economía de las grandes multinacionales, la división del trabajo que viene impuesta por la UE es lo que marca nuestro modelo productivo y no al revés. Por eso no es de extrañar que nuestras élites económicas, no solo acepten, sino que promuevan un modelo productivo que acentúa los rasgos de una economía cada vez dependiente, sin dinámica autónoma, organizada desde los intereses de las economías centrales, volcada hacia el turismo, el sector inmobiliario; sin base industrial propia, en el marco de un descomunal e hipertrofiado sector servicios, con un sector primario residual y sin autonomía.

6. Un Estado democrático, fuerte y eficiente. El antiestatismo de la burguesía es pura ideología que lo único que busca es socializar los costes sociales, económicos y ecológicos de los monopolios privados. Lo hemos visto en la crisis financiera y en las políticas de austeridad impuestas por los gobiernos y las instituciones de la UE. En el capitalismo financiarizado y globalitario hoy dominante, el enriquecimiento es siempre oligárquico y con crisis económico-financieras cada vez más recurrentes, producto de la falta de control de las instituciones y de la mercantilización creciente de los bienes públicos.

Necesitamos un Estado democrático fuerte y eficiente capaz de regular el mercado, planificar la economía y redistribuir la riqueza desde los intereses nacionales, de las mayorías sociales y, específicamente, de aquellos y aquellas que sufren la crisis y que demandan empleo, derechos sociales y seguridad social y económica.

7. Un Estado federal. Defender un Estado construido colectivamente por personas y pueblos es posible, si queremos y luchamos. Aquí y ahora, en la Europa real no hay más democracia, más libertad y derechos sociales que los que garantiza el Estado-nación. La burguesía, todas las burguesías han terminado siendo cosmopolitas. Hoy son europeístas de la Unión Europea, no de Europa, que es otra cosa. Quieren esta Europa, la UE, porque se ha convertido en la garantía última de su poder; pueden perder hegemonía en tal o cual Estado, pero siempre tendrán en el respaldo de las instituciones de la Unión su reserva estratégica, un poder real, efectivo, que protege sus intereses como clase y sus privilegios antidemocráticos como grupo social.

En el actual Estado español ha habido una apreciable descentralización política que no ha sido acompañada de una democratización política sustantiva. Queremos construir un tipo de Estado que democratice el poder económico, mediático y cultural, que democratice la democracia y que garantice todos y cada uno de los derechos sociales. Por esto, unimos «cuestión social y de clase» con «cuestión nacional» para construir un nuevo proyecto de país, una nueva sociedad, un nuevo Estado, una democracia participativa.

8. Una política económica al servicio de las personas. ¿Cuál es el problema más importante del país? Todo el mundo dirá que el paro y es verdad. Ahora bien, el problema central es la desigualdad. En la economía capitalista el empleo es una derivada, una consecuencia y no un objetivo económico y social, es más, un volumen razonable de desempleo disciplina la fuerza de trabajo, abarata los costos y da más poder al empresario.

La desigualdad es el problema: fomenta la especulación y la búsqueda del dinero fácil; impulsa los bajos salarios, deprime la demanda y favorece la baja productividad del sistema. Provoca un sistema fiscal cada vez más injusto y con serias dificultades para financiar al Estado. La paradoja es solo aparente: los diversos gobiernos (PP/PSOE) le bajan los impuestos a los ricos; el Estado tiene que emitir deuda para financiarse y los mismos capitalistas anteriormente beneficiados por las rebajas fiscales compran deuda púbica, es decir, ganan dinero y a la vez someten a la soberanía popular a sus intereses. Así mandan los que deciden y no se presentan a las elecciones.

Hace falta un nuevo «círculo virtuoso» que una la satisfacción de las necesidades básicas a las nuevas tecnologías; que engarce la reconversión ecológico-social de la economía y de nuestras formas de vida con el cambio de modelo productivo; que fomente la productividad y la eficiencia energética con nuevas formas de gestión empresarial y un uso racional de recursos; que favorezca el pleno empleo, la contratación indefinida y salarios altos, haciendo factible un nuevo modelo de crecimiento sostenible ecológica y socialmente basado en el impulso de los salarios, es decir, dando más poder a la fuerza de trabajo, a los bienes colectivos, a las clases subalternas.

9. Una política de paz y seguridad colectiva que garantice el derecho al desarrollo. Vivimos una «gran transición geopolítica» y la guerra está ahí, como quien dice, en nuestra propia casa. No somos ingenuos y practicamos un pacifismo realista que sabe que vivimos en un mundo donde retorna el conflicto entre las grandes potencias. Estamos pasando de un mundo unipolar a un mundo multipolar, a una gigantesca redistribución del poder mundial. Esto nunca se ha hecho sin guerra. Defendemos una política de paz y de no alineamiento. Esto significa la necesidad de superar la OTAN y reforzar nuestra oposición a la existencia de bases extranjeras en nuestro suelo. Sabemos que se trata de un proceso y que no será de un día para otro, pero no defenderemos políticas que impliquen militarizar aún más las relaciones internacionales, la sumisión a los designios imperiales de los EE UU, como el TTIP. Nos oponemos al predominio de una política basada en la fuerza de las armas y/o del poder económico usado como chantaje contra los pueblos que legítimamente luchan por su derecho al desarrollo económico y social, a una democracia económico-social y al uso racional de los recursos. Defenderemos siempre la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional.

10. Por una democratización de los medios de comunicación. No hay democracia sin libertad de expresión. Defendemos un espacio político donde quepa la deliberación plural, el libre intercambio de ideas, propuestas y proyectos y el derecho de los ciudadanos al acceso a una información libre y transparente. Lo que hoy se impone es una libertad de empresa que ahoga la libertad de expresión y la convierte en esclava del dinero. En nuestro país se impone la trama, es decir, un mecanismo único que engarza al capital monopolista financiero, la clase política y unos medios de comunicación cada vez más endeudados y dependientes.

Se trata de un decálogo. Como antes dije, no tiene otra pretensión que consolidar un discurso que ya existe en nuestra sociedad, en un sentido común que se ha ido forjando en la conciencia colectiva y que cristalizó en el 15M. No es nada difícil de entender: necesitamos un nuevo proyecto de país, un nuevo poder, un nuevo Estado, una democracia plebeya, social, republicana, de personas libres e iguales comprometidas con la justicia, que se autodeterminen cada día. Queremos una democracia de la vida cotidiana que reconduzca la Historia y que la cambie en favor de los hombres y las mujeres de carne y hueso, de los que sufren la Historia y que ahora quieren ser sus intérpretes y actores fundamentales. Poder del pueblo que se construye como poder instituyente y como poder de definición de un futuro que queremos construir con nuestra manos, con nuestros corazones y con nuestra voluntad.

Fuente: http://www.cuartopoder.es/cartaalamauta/2016/05/03/dilema-espana-coalicion-las-derechas-alternativa-democratica/381