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Reseña de El enviado del Sultán, de Ernesto Gómez Abascal

El enviado de la Revolución

Fuentes: Rebelión

Título: El enviado del Sultán Autor: Ernesto Gómez Abascal Editorial: Casa Editora Abril, La Habana 2010. ISBN: 978-959-210-687-1 225 páginas   Presentada en la pasada Feria del Libro de La Habana El enviado del Sultán, de Ernesto Gómez Abascal, parte como todas las novelas históricas de un hecho real sobre el que construir la ficción […]

Título: El enviado del Sultán

Autor: Ernesto Gómez Abascal

Editorial: Casa Editora Abril, La Habana 2010.

ISBN: 978-959-210-687-1

225 páginas

 

Presentada en la pasada Feria del Libro de La Habana El enviado del Sultán, de Ernesto Gómez Abascal, parte como todas las novelas históricas de un hecho real sobre el que construir la ficción narrativa. En este caso el viaje a Cuba, en el otoño de 1897, de un observador enviado por el Sultán otomano Abdulhamid II. Su objetivo fue el de recabar datos sobre la guerra de independencia, que en la isla caribeña se estaba llevando a cabo desde hacía años, y conocer si alguna de las estrategias utilizadas por el reino de España podían ser útiles para sofocar la sublevación que estaba teniendo lugar en la isla de Creta, perteneciente entonces al Imperio otomano.

El enviado del Sultán es en la novela el general Ahmet Pasha, perteneciente al cuerpo de información del ejército, quien había desarrollado misiones de inteligencia en los Balcanes y entre sectores de ciudadanos otomanos descontentos con el gobierno central. Inteligente, cultivado, perfecto conocedor de varios idiomas entre ellos el español, musulmán heterodoxo -vinculado a la doctrina sufí de Mevlana-, con «una especial capacidad comunicativa y de persuasión», Ahmet tiene que viajar a Cuba para proveer de información de lo que allí sucede al gobierno de Estambul y sobre las alternativas de solución al conflicto bélico, por si en algo podían servir de experiencia para la crisis de Creta.

Abascal imagina peripecias y aventuras para su protagonista que va ciñendo a documentos, informes y textos de la época. En su largo viaje hasta el Caribe, y durante su estancia en La Habana, Ahmet, aparentemente un hombre de negocios, tiene oportunidad de conversar con diplomáticos españoles, empresarios estadounidenses vinculados al Departamento de Estado, exiliados cubanos, defensores del autonomismo propuesto desde España y luchadores independentistas. Las impresiones y reflexiones del general se ven sacudidas por unas realidades y unas sociedades sobre las que nada sabe y que no dejan de sorprenderle. Y a la vez, el desarrollo de la trama está impregnado de costumbres, creencias y hábitos culturales característicos del espacio otomano de la época, y que el autor tan bien conoce.

Pero lo más destacado de la novela es, sin duda, la crónica de unos hechos y de una época que Abascal relata de manera precisa, gracias a una labor de investigación desarrollada tanto en los archivos de Estambul como en los de La Habana. Y en ese terreno, llama poderosamente la atención la actualidad de cuanto la novela recoge. Sigue tan vigente la doctrina Monroe («América debe ser para los americanos») de entonces, como las manipulaciones de la prensa para justificar la intervención estadounidense en Cuba alegando «razones humanitarias». «Si algo tienen en común las posiciones europeas -asegura el embajador otomano en Washington- es la preocupación por las afectaciones que se producen desde el punto de vista económico, especialmente en el comercio del azúcar, que de alguna forma los afecta a todos». Abascal incluye a lo largo de la novela documentos secretos, artículos de prensa y textos de Martí que sorprenden más por la fecha en la que están escritos que por su contenido, si se analizan con una perspectiva de más de un siglo. Las ambiciones imperialistas de EEUU ya no sorprenden en la actualidad pero, por más documentadas y confirmadas que están, siguen presentándose bajo la misma coartada humanitaria en los titulares de los grandes medios de prensa.

La novela toca también en varios momentos un tema candente en aquellas fechas y al que Abascal es especialmente sensible: la propuesta sionista de crear un estado judío en Palestina. Pese al freno del gobierno del Sultán de vender tierras a extranjeros en Siria y Palestina, promovida por la Asociación Judeo-Otomana, las palabras de Theodore Herzl en el Congreso Sionista de Basilea apuntan hacia un futuro impensable en aquel momento: «…si dijera esto en voz alta, todos me responderían con una carcajada; sin embargo, tal vez en cinco años y desde luego dentro de cincuenta, todo el mundo lo sabrá… concédannos la soberanía sobre una porción del planeta lo suficientemente amplia como para satisfacer las necesidades legítimas de una nación y nosotros nos encargaremos del resto».

Alejada de cualquier veleidad postmoderna, El enviado del Sultán es una novela con «tema», heredera de esa literatura que mira tanto al exterior como al interior del libro. Como decía Walter Benjamin «articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro». Es en este sentido en el que la novela de Abascal muestra, en un momento en que las amenazas sobre Cuba no se detienen, el camino no sólo de la independencia que marcaron los próceres cubanos del siglo XIX, sino también de una literatura que no quiere ser desalojada de la calle mediante una fantasmagórica revolución sintáctica que la relegue a los salones.

Durante un cuarto de siglo Ernesto Gómez Abascal ha ejercido como enviado de la Revolución cubana en muchos de los países que en otro tiempo formaron parte del Imperio otomano. Embajador en Siria, Jordania, Iraq -durante la guerra de invasión estadounidense en 2003-, y en la propia Turquía, Abascal ha sido un testigo de excepción de la intervención imperialista en Oriente Próximo y de la política genocida del Estado de Israel, y así lo ha reflejado en sus libros: El relámpago de los sables, precedentes y actualidad del acontecer libanés (1993); Palestina: ¿Crucificada la justicia? (2002); y Misión en Bagdad (2004). Durante 25 años se ha comportado como el protagonista de su novela: serio y riguroso en sus informes, cercano y abierto a todos los sectores sociales, sensible e interesado por las culturas con las que ha convivido, y respetuoso con cuantos luchan por la justicia social tuvieran el calificativo y las creencias que tuvieran. Ahora al término de su misión ha decidido regalarnos su primera novela en la que recoge y sintetiza muchas de sus experiencias en los países donde ha vivido y de los que ya no se separará, como Ahmet.

La vida nos conmueve en ocasiones con emotivas anécdotas e historias que se repiten. El general otomano, cuyo verdadero nombre era Enver, nunca volvió a Cuba, pero sí lo hizo su nieto 63 años después. El 13 de mayo de 1961 desembarcó en La Habana un nuevo enviado turco -esta vez por decisión del Congreso Mundial de la Paz- para entregarle al presidente cubano Fidel Castro el Premio de la Paz. Durante aquellos días de mayo el enviado conversó encandilado con artistas y trabajadores, observó cautivado a las mujeres y acabó prendado de los niños. Su corazón se quedó en Cuba, como el de su abuelo en la novela, y tampoco regresó. Pero nos dejó unos de los más bellos poemas que se hayan escrito nunca sobre la Revolución cubana: «Reportaje en La Habana». Nazim Hikmet, el poeta más universal que haya dado la lengua turca, comunista y apátrida hasta muchos años después de su muerte, a buen seguro también inspiró a Abascal en su novela.

[…]

deambulo por las calles de La Habana

confundo los árboles con el asfalto

no soy capaz de distinguir el asfalto de los automóviles

el sol de la lluvia

las nubes blancas de las azulísimas piscinas

confundo los frutos con las mujeres

no soy capaz de distinguir

los jardines de infancia y la libertad

la libertad y la gente de esta ciudad

[…]

confundo los monumentos las estatuas y los bustos de José Martí con

    las fotografías y las litografías de Fidel

confundo a Fidel con las canciones la Internacional con el chachachá

    y la pachanga con Fidel

somos sosyalistas palante palante

confundo a Fidel con las cien mil personas que agarrados uno detrás

    de otro bailan la rumba

no soy capaz de distinguir La Habana de Fidel1

[…]

Quiero expresar desde aquí mi reconocimiento y admiración a todos los enviados que han hecho de la literatura y la poesía un territorio abierto para cuantos resistimos las embestidas procedentes de los engalanados salones del poder.

Antonio Cuesta es corresponsal de la Agencia Prensa Latina en Turquía

Nota:

1 Nazim Hikmet, «Reportaje en La Habana», Últimos poemas I. Traducción de Fernando García Burillo. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid 2000.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.