Se me viene a la mente en estos días la idea nietzscheana del eterno retorno, sobre todo a raíz de ese retorno vital del líder histórico de la Revolución cubana a la vida pública en su país. Es como si efectivamente ese «eterno arenal de la existencia» retornara siempre de nuevo, y Fidel con él. […]
Se me viene a la mente en estos días la idea nietzscheana del eterno retorno, sobre todo a raíz de ese retorno vital del líder histórico de la Revolución cubana a la vida pública en su país. Es como si efectivamente ese «eterno arenal de la existencia» retornara siempre de nuevo, y Fidel con él. La Historia no sólo lo absolvió y lo encumbró sino que ahora no encuentra como prescindir de él. Cuántos celebramos esta suprema confirmación del triunfo, luego de cuatro inciertos años, de la vida sobre la muerte por parte de este infinitamente gran y querido hombre.
El mismo día en que Fidel Castro Ruz acude por primera vez en cuatro años a hablar en un acto público, otro hombre, Barack Obama, este pequeño y crecientemente despreciado, aún entre los suyos, suscribió nuevamente la extensión por otro año más del criminal bloqueo contra el pueblo cubano. Al igual que las demás complicidades que ha protagonizado en torno a una ristra de políticas imperiales de su país, el presidente estadounidense argumentó que seguir sometiendo a Cuba a esa bárbara e inhumana agresión «conviene a los intereses nacionales de Estados Unidos».
Aún así, Fidel dice que no odia a Estados Unidos. » ¿Por qué odiar a Estados Unidos, si es sólo un producto de la historia?», le confiesa a Carmen Lira Saade, directora del periódico mexicano La Jornada. Le asegura, de paso, que llegó a morir pero que dio una de sus más férreas batallas -¡ni el Hades pudo con él!- y resucitó para encontrarse con «un mundo como de locos…Un mundo que aparece todos los días en la televisión, en los periódicos, y que no hay quien entienda, pero el que no me hubiera querido perder por nada del mundo».
«No quiero estar ausente en estos días. El mundo está en la fase más interesante y peligrosa de su existencia y yo estoy bastante comprometido con lo que vaya a pasar. Tengo cosas que hacer todavía», puntualiza en su entrevista reciente con la periodista mexicana.
¿Y cuál es ese destino ulterior que le trae de vuelta de la ultratumba? Aspira a convocar a una opinión pública mundial, todavía dormida, para que frene a Estados Unidos en su desastrosa confrontación actual con Irán, la cual sólo posee visos de desembocar en una conflagración nuclear. «Tenemos que movilizar al mundo para persuadir a Barack Obama, presidente de Estados Unidos, de que evite la guerra nuclear. Él es el único que puede, o no, oprimir el botón, sentencia. Y cuando a Fidel le da con algo, no ceja ni un tantito.
«¿Tú crees que los iraníes van a retroceder?», le pregunta a su entrevistadora y sigue abundando: «¿Tú te los imaginas? Hombres valientes, religiosos que ven en la muerte casi un premio… Bien, los iraníes no van a ceder, eso es seguro. ¿Van a ceder los yanquis? Y, ¿qué va a pasar si ni uno ni otro ceden?».
De ahí que el resurrecto Comandante-Maestro pide que se piense, se razone, se luche para evitar esta nueva amenaza a la supervivencia de la humanidad. Así las cosas, vestido con su acostumbrado uniforme verde olivo pero sin las acostumbradas insignias, casi como si fuese un ciudadano común, en la mañana del viernes pasado 3 de septiembre le llevó su buena nueva a los estudiantes en la escalinata de la Universidad de La Habana. Estaba acompañado de su inseparable esposa, Dalia Soto del Valle.
Comenzó intimando con la juventud allí reunida: «Les pedí reunirnos hoy temprano, antes de que nuestro Sol caliente demasiado. Esta escalinata, a la que nunca imaginé volver, guarda imborrables recuerdos de los años en que comencé a tener conciencia de nuestra época y de nuestro deber. Se puede adquirir conocimientos y conciencia a lo largo de toda la vida, pero jamás enninguna otra época de su existencia una persona volverá a tener la pureza y el desinterés con que, siendo joven, se enfrenta a la vida. A esa edad, descubrí mi verdadero destino».
«El tiempo que la humanidad dispone para librar esta batalla, es increíblemente limitado. A lo largo de más de tres meses de incesante batallar me esforcé modestamente por divulgar, ante un mundo inadvertido, los terribles peligros que amenazan la vida humana en nuestro planeta. Es sabido, y no me queda otra alternativa que recordar el hecho, de que no estamos viviendo la época de la caballería y el acero de las espadas acompañados por arcabuces de un disparo», acotó para de inmediato insistir en que la guerra posee hoy armas mucho más destructivas, sobre todo las nucleares.
Entonces, hizo suyas las palabras que le había hecho llegar un ciudadano común de Nuestra América en apoyo a su convocatoria: «Hoy enfrentamos dos grandes desafíos: la consolidación de la paz mundial y salvar el planeta del cambio climático. Lo primero es lograr una paz duradera sobre bases sólidas, la segunda es la de revertir el cambio climático. Hay que tomar conciencia de estos problemas que nosotros mismos los hemos creado y que somos los protagonistas de los cambios que tenemos que lograr. El panorama del siglo pasado no era igual que el de este siglo. El armamento, en estos momentos, es más sofisticado y mortífero y el planeta más débil y contaminado».
«Nadie tiene el derecho de usar la violencia contra ningún ser humano, país o nación. Nadie puede cortar un árbol si antes no plantó tres… No podemos estar de espalda a la naturaleza. Todo lo contrario, debemos permanecer siempre abrazados a ella. Porque nosotros mismos somos naturaleza, formamos parte de ese abanico de colores, de sonidos, equilibrio y armonía. La naturaleza es perfecta».
«Si no hacemos nada. Nadie se salvará, no habrá lugar seguro sobre la tierra, ni en el aire, ni en el cosmos. La gran energía que diariamente se acumula por el efecto invernadero, ya que los rayos solares quedan atrapados y descargan más energía cada día sobre la superficie terrestre. Provocará que se produzcan desastres naturales de consecuencias impredecibles ¿Alguien en la tierra tendría un botón capaz de poder detener semejante desastre?»
Y concluye: «…no podemos perder tiempo en guerras anacrónicas que nos debilitan y agotan nuestras energías. Los enemigos hacen las guerras. Eliminemos todas las causas que provocan que el hombre vea al hombre como su enemigo. Ni los que se enfrentan en una guerra están conscientes de que esa sea la solución a sus problemas, reaccionan ante sus emociones y no les hacen caso a su conciencia pensando erróneamente que el camino a la paz es la guerra. Yo digo, sin ninguna posibilidad de error, que la paz con la paz se logra y si quieres la paz, prepárate para cambiar tu conciencia.»
A la conclusión de su entrevista con el periódico La Jornada, invitó a su entrevistadora Carmen Lira Saade a compartir un almuerzo con su esposa y él. Y aprovechó para hacer un brindis a favor de la idea de que el mundo del futuro debe ser visto como una sola patria: «¿Qué es eso de que unos son españoles, otros ingleses, otros africanos? ¿Y que unos tienen más que otros…?».
«El mundo del futuro tiene que ser común, y los derechos de los seres humanos tienen que estar por encima de los derechos individuales… Y va a ser un mundo rico, donde los derechos sean igualitos para todos…», subrayó.
¿Cómo se va a conseguir eso, comandante?, le preguntó Carmen Lira Saade.
» Educando… educando y creando amor y confianza», remachó.
¡Salud!
El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño «Claridad».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.