Antonio era fontanero, para ser mas exacto era el jefe de los fontaneros municipales. Un gran vividor, un golfo, un crápula, un cabrón, ha fumado y bebido lo que le correspondía a él y a todo el parque municipal de bomberos, eso sí, acabase su juerga a la hora y en las condiciones que acabase, […]
Antonio era fontanero, para ser mas exacto era el jefe de los fontaneros municipales.
Un gran vividor, un golfo, un crápula, un cabrón, ha fumado y bebido lo que le correspondía a él y a todo el parque municipal de bomberos, eso sí, acabase su juerga a la hora y en las condiciones que acabase, a las ocho menos cuarto de la mañana estaba en el taller del ayuntamiento, recién duchado y con el mono inmaculado, esperando al resto de la plantilla para organizar el trabajo diario.
Su vida se empezó a torcer hace aproximadamente un año. En el reconocimiento medico que de guindas a brevas mandaba hacer el Ayuntamiento, además de los sempiternos malos resultados de la analítica, le diagnosticaron una cierta insuficiencia pulmonar, por supuesto lo achacaron todo al tabaco, cuando dijo que fumaba más de dos cajetillas diarias casi le echan de la consulta, además, cuando les contó lo del alcohol y que de vez en cuando se fumaba algún porro, el medico llamó a la ATS con un cabreo monumental y le dictó a voces: ¡hipertenso, colesterol por las nubes, los triglicéridos al doble, drogadicto, fumador empedernido y alcohólico habitual!
Después radiografías, tomografías, resonancias, le sacaron líquidos del pulmón, pero cuando se enteraban de que era fumador el trato cambiaba: uno de los médicos, dando unos gritos que se oyeron en todo el hospital, le dijo ¡por ser un suicida, debería usted pagar todas las pruebas y tratamientos! -no te jode ¡como si los suicidas pagasen algo! le contestó- Para su desgracia el diagnóstico en todos los casos fue cáncer de pulmón.
Le conocí cuando él estaba en las ultimas, me vino a ver con su esposa, parecían padre e hija o quizás abuelo y nieta, él con una tez de un color verdoso indefinido sobresaliendo las ojeras negras que le rodeaban los ojos, su cara parecía una máscara, tosía continuamente, lo que prácticamente le impedía hablar. Se notaba ese halo que indica que la muerte le estaba acechando mas pronto que tarde. Ella en cambio era un cúmulo de virtudes, denotaba salud por los cuatro costados, una mujer alta, delgada, con el pelo cortado a media melena que le acentuaba sus marcados pómulos, de boca perfecta sobre todo cuando esbozaba una sonrisa, unos ojos color caramelo a los que no podías mantener la mirada, una mujer especialmente atractiva.
Según les habían comentado, yo, como técnico de prevención, en una conferencia sobre amianto había dicho que muchos cánceres profesionales acaban diagnosticados como enfermedades comunes sobre todo si el paciente es fumador.
– Efectivamente, -les dije- no se si esas fueron mis palabras exactas, pero mi teoría es que nuestra medicina ha sido siempre mas curativa que preventiva, también creo que en muchos casos los médicos no tienen conocimientos suficientes, ni medios, ni tiempo, ni interés para distinguir el origen del problema, por supuesto cuando suena la palabra «tabaco» redoblan todas las alarmas, se encienden sus luces y ya está cáncer debido al tabaquismo del paciente. ¿Pero usted, siendo funcionario del Ayuntamiento, se puede saber que relación tiene con el amianto?
– Soy personal laboral, -me contestó Antonio con una voz grave y dolorosa- empecé a los dieciséis años de fontanero y acabaré de fontanero jefe, de hecho todo el mundo me conoce como «Antonio el de las aguas». Durante los cuarenta años que llevo en el ayuntamiento, he colocado casi toda la red de agua y alcantarillado de la ciudad. He cortado con la radial miles de tuberías, la última no hace mas de tres meses, todas de fibrocemento, de distintas marcas, dependiendo de las épocas, Uralita, Fibrotubo…. todas con el amianto ese que dicen que es tan jodido.
– ¿Me está diciendo usted que en pleno siglo XXI puede haber alguien que corte tuberías de fibrocemento con radial?
– Eso mismo -me contestó- y si quiere cualquier día vamos a ver como lo hacen mis compañeros.
– ¡Pero eso es un suicidio! -le dije asombrado y alzando la voz- por supuesto que quiero ir a ver esa barbarie.
– Si usted lo dice, a mí, en cuarenta años que llevo trabajando nadie me ha dicho que eso era malo, si me lo hubiesen dicho a lo mejor lo hubiésemos hecho de otra manera-me contestó como si no supiese de lo que le estaba hablando.
Fui ha hacer una inspección dónde y cuándo el fontanero me dijo y efectivamente sus compañeros estaban cortando tuberías con radial, también obtuve los resultados del reconocimiento que le hizo la responsable del Programa de Vigilancia de la Salud de los Trabajadores Expuestos al Amianto, la conclusión fue rotunda, «es el caso más claro de mesotelioma debido a amianto que he visto en mi vida» -me dijo la médica- «en lo único que mis compañeros han coincidido es en el grado», efectivamente morirá en poco tiempo máximo tres meses o menos si no deja de fumar, ¡teníamos la causa y el efecto!, se le declaró, no sin reticencias, enfermedad profesional, dos meses después Antonio murió.
Redacté un duro informe y lo mandé a la fiscalía, la viuda demandó al Ayuntamiento y el juzgado de lo penal lo admitió a tramite por los delitos de homicidio por la muerte de Antonio y por la puesta en peligro del resto de los fontaneros.
Hasta que se celebró el juicio, casi cinco años después, no volví a saber nada de Belén, su viuda, en las largas esperas que normalmente hay que sufrir en las antesalas de los juzgados, me contó como había transcurrido su vida estos años.
Según su relato, el día que falleció su marido, aparecieron en el velatorio el alcalde y dos concejales, le dieron el pésame y en un aparte le dijeron que tenían una oferta que no podía rechazar: le ofrecieron un puesto fijo de limpiadora, asegurándola que al menos durante su mandato no tenía que limpiar nada, con su marido de cuerpo presente la entregaron el contrato de limpiadora y un desistimiento expreso de renuncia a cualquier medida legal contra el Ayuntamiento, incluso habían marcado con cruces a lápiz los sitios donde querían que firmase.
Les mandó a la mierda y desde entonces no han dejado de acosarla, pero en ningún caso se ha dado por vencida. «Quiero que paguen lo que han hecho a mi marido» -me aseguró tajante-
– Joder, qué jetas, -le dije- ¡un contrato de limpiadora!, con lo bien que se les da venderse, qué mal saben comprar.
– A raíz de eso -continuó- decidí colaborar con todas mis fuerzas con asociaciones de afectados por el amianto y desde luego seguir con la demanda hasta el final y hoy solo con ver al alcalde, al concejal y a los técnicos municipales en el banquillo de los acusados, sea cual sea el fallo del juez, me doy por satisfecha.
Desde el juicio hasta que se dictó la sentencia pasaron diez meses: el Ayuntamiento fue condenado a pagar a la viuda una indemnización de 334.000 euros. Los políticos, como siempre, declararon su ignorancia y salieron libres sin cargos, no así los técnicos, tanto el técnico de prevención como el ingeniero fueron condenados a penas de seis meses de prisión, penas que por no tener antecedentes no suponían su entrada en la cárcel.
– Ha habido suerte -me dijo el fiscal- hemos ganado por tener tan clara la relación causa efecto. Lo que más me preocupa es saber cuántos cientos o miles de trabajadores morirán sin que se reconozcan sus derechos.
Poco tiempo después de que se dictara la sentencia, Belén se presentó en mi despacho. Estaba seria, pálida y con un cierto aire de tristeza.
– Creo que estoy en la obligación de contarle algo -hizo una pausa y prosiguió- Desde hace unos meses no me encuentro bien, estoy muy cansada y he empezado a tener esta odiosa tos, como mis síntomas son parecidos a los que en un principio tuvo mi marido, he ido a sanidad, me han hecho todo tipo de pruebas y tengo mesotelioma -me dijo llorando- como una esclava lavé toda su ropa durante años para que se fuese a follar putas hecho un pincel, el mono de trabajo se lo lavaba todos los día, era el fontanero mas limpio del ayuntamiento, él trajo las fibras mortales a casa.
No pude decir nada, Belén salió silenciosamente del despacho. No la he vuelto a ver.