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El fracaso Común

Fuentes: Rebelión

A seis meses de las municipales el entorno de los Comuns parte de una situación precaria en la que será una carrera electoral, de alto voltaje político por la situación del país, que servirá para reconfigurar -de nuevo- el sistema de partidos catalán y, para avanzar en la autodeterminación o recular hacia la recentralización. La […]

A seis meses de las municipales el entorno de los Comuns parte de una situación precaria en la que será una carrera electoral, de alto voltaje político por la situación del país, que servirá para reconfigurar -de nuevo- el sistema de partidos catalán y, para avanzar en la autodeterminación o recular hacia la recentralización.

La máxima de las candidaturas alrededor del universo de los Comuns era la de «gobernar obedeciendo», abriendo la participación, la decisión y el control de las instituciones a la ciudadanía y, así, regenerar y transformar las formas de hacer política. Unas candidaturas que continuaban con el relato del 15-M, de las Mareas y de la PAH, y que planteaban la necesidad de poner las instituciones al servicio de los intereses de la mayoría social. En este sentido, se quería configurar un instrumento de cambio -que tuviera su réplica a nivel local- a través de la confluencia de varios partidos, movimientos socio-políticos, activistas y vecinos; pero que, a la práctica, se ha estructurado a través de las viejas cuotas de partidos. Estas candidaturas, autodenominadas del cambio e impulsadas por un contexto de indignación, malestar y cabreo con la evolución de la situación política, social y económica, consiguieron ganar ayuntamientos como el de Barcelona y entrar con fuerza en otros consistorios. Los códigos éticos, la participación ciudadana, la no profesionalización de la política, la transparencia, el asamblearismo, el trabajo por el bien común, la pluralidad, los planes de rescate a la ciudadanía y la defensa de un proceso constituyente y de un referéndum para decidir el futuro político de Cataluña eran los denominadores comunes.

Desde estos espacios se han conseguido avances en los modelos de ciudad y en su gestión para dar respuesta a algunas de las necesidades básicas de las personas; pero, la controversia en el momento de defender el referéndum del 1-O y el fracaso de las políticas de transparencia, participación y democracia interna han llevado a los Comuns a una deriva autodestructiva, burocrática y, a la vez, electoralista desconectada de las bases y, muchas veces, de las luchas sociales. Una deriva acompañada de continuos giros tácticos, de purgas internas, de renuncias, de híper-liderazgos, de verticalismo en la toma de decisiones, de clientelismo y de desprecio al pluralismo interno. Una situación que ha provocado la huida de muchas personas desilusionadas, así como la ruptura con el propio espacio para articular nuevos proyectos como Som Alternativa , o la creación de nuevas corrientes internas como Desbordem o Soberanistes para intentar recuperar, desde dentro, los principios fundacionales de los Comuns . Sea como sea y a través del instrumento político que sea, hay un espacio real -soberanista y de izquierdas- que, desde el catalanismo popular, es más necesario que nunca para articular mayorías amplías en los ayuntamientos alrededor de un frente común antirepresivo, por la libertad de los presos políticos y en defensa de la autodeterminación, la justicia social y la democracia real.

Las municipales son un último tren de los Comuns para, desde la base y con respeto a la pluralidad y la diversidad, convertir la necesidad del cambio en una alternativa creíble capaz de afrontar los retos del presente; sino, corren el riesgo de descarrilar definitivamente en un fracaso común de la vieja nueva política.

Jesús Gellida es politólogo e investigador social

@jesusgellida

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.