La iniciativa del 25-S ha supuesto un revulsivo en el movimiento 15-M. El debate sobre el necesario proceso constituyente se ha generalizado en el seno de la ciudadanía movilizada. Pero este debate no ha trascendido a la opinión pública. La violencia, provocada por grupos infiltrados minoritarios y por la policía, ha desviado la atención. En […]
La iniciativa del 25-S ha supuesto un revulsivo en el movimiento 15-M. El debate sobre el necesario proceso constituyente se ha generalizado en el seno de la ciudadanía movilizada. Pero este debate no ha trascendido a la opinión pública. La violencia, provocada por grupos infiltrados minoritarios y por la policía, ha desviado la atención. En los grandes medios de comunicación (la principal, sino única, fuente de información de la mayoría de ciudadanos, no lo olvidemos nunca) se habla de la violencia acontecida estos pasados días, pero no de los verdaderos motivos por los que miles de personas se concentraron en los aledaños del Congreso de los diputados y de los parlamentos autonómicos. La ciudadanía piensa simplemente que nos movilizamos, una vez más, en contra de los recortes, que «sólo» pedimos la dimisión del gobierno. A pesar de esto, la dictadura neofranquista disfrazada de democracia se ha puesto ella misma en evidencia. Un Estado supuestamente democrático que practica una represión propia de una dictadura. Esto es importante. Muchas conciencias han sido agitadas. Sin embargo, la violencia no beneficia al movimiento ciudadano por una democracia real. Muchos ciudadanos no nos dejamos intimidar y demostramos que somos pacíficos y que no tenemos miedo. Pero muchos más ciudadanos se quedaron en casa, no acudieron a las manifestaciones posteriores al 25 de septiembre. La estrategia del miedo funciona con una gran parte de nuestros conciudadanos.
El sistema ha logrado su primer objetivo: evitar que la minoría rebelde se convierta en una gran mayoría, impedir que la gota de aceite se expanda. La mayoría silenciosa sigue en silencio. Se conciencia cada vez más, ya no puede evitar ver, pero no se moviliza. El sistema sabe que hay miles de ciudadanos irreductibles. Su estrategia consiste en que dicha rebeldía no vaya a más, no contagie al resto de la población. El sistema puede aguantar la presión ejercida por millones de personas manifestándose en contra de los recortes o haciendo una huelga durante un día. Pero cuando tan sólo miles de ciudadanos piden un proceso constituyente la cosa es mucho más grave para él, se pone más nervioso que nunca. No digamos si se pretende dar continuidad a dichas protestas. La reacción del sistema frente a la iniciativa del 25-S demuestra que el camino a seguir es el proceso constituyente, es decir, la revolución política. Cuando muchas más personas participen activamente en las movilizaciones (las cuales deberán ser persistentes) en pos de la dimisión del actual gobierno y sobre todo de la construcción de una nueva Constitución, el sistema actual tendrá los días contados. Debemos aspirar a que a nuestras convocatorias acudan millones y no sólo miles de ciudadanos en el conjunto del Estado español. Para ello debemos procurar, por un lado, generalizar el debate sobre el proceso constituyente, el cual debe llegar al conjunto de la ciudadanía, y, por otro lado, sobre todo, debemos procurar que no vuelvan a producirse las escenas de violencia que han dado la vuelta al mundo. Es imperativo que la gente perciba que no hay riesgo de violencia para que acuda a nuestras movilizaciones. Para ello debemos, nosotros mismos, organizarnos para que no haya ninguna violencia. Nuestra prioridad número uno debe ser evitar todo tipo de violencia. Como hemos visto, la policía no la evita, todo lo contrario. La violencia beneficia al sistema. Forma parte de su estrategia de intimidación, represión y criminalización.
Asimismo, es imprescindible recordar a todos los indignados del Estado español que lo realmente importante es la democracia. Que la soberanía nacional sirve de bien poco si no se ve acompañada de la soberanía popular. Los nacionalismos, tanto los unionistas como los separatistas, están siendo utilizados por las respectivas burguesías para dividir, para distraer, para evitar la revolución política y social, que es la que realmente temen todas las élites capitalistas. El foco rebelde de Catalunya, por ahora, está desactivado. Muchos catalanes y vascos creen que con la independencia todos sus problemas se resolverán automáticamente. Para cualquier trabajador, para cualquier ciudadano de a pie de cualquier lugar, el enemigo no es tal o cual nación o región, sino las élites explotadoras dominantes, estén donde estén. La legítima lucha por la soberanía nacional no debe suplantar la lucha por la democracia real, en todo caso debe complementarse a ella. ¡Compañeros de Euskal Herria y Catalunya, uníos a la causa común de la democracia! No os dejéis engañar por cantos de sirenas. El actual Estado neofranquista, apoyado por nacionalismos de derechas «periféricos», probablemente no consentirá ninguna secesión. Y en el improbable caso de que la consienta, debéis preguntaros si el pueblo llano estará realmente mejor si es explotado por un capitalista catalán o vasco en vez de español. Debéis preguntaros qué diferencia habrá si la «culpa» es de Bruselas en vez de Madrid. De qué servirá la soberanía nacional catalana o vasca si quienes mandan son las oligarquías europeas con la complicidad de las locales. Ya vemos dónde están las actuales soberanías española, griega, portuguesa, italiana… En paradero desconocido. No olvidemos la demoledora carga policial que sufrieron en su día los indignados de la plaza de Catalunya barcelonesa, no olvidemos quién dio la orden de tal carga. Yo creo que, en las presentes condiciones, es más factible alcanzar la soberanía popular (que es la que se necesita para salir de la crisis dignamente) para todos los pueblos que componen la actual España logrando primero un Estado español republicano y federal, realmente democrático, en el cual el derecho de autodeterminación, entre otros muchos, sea sagrado.
Pero, por supuesto, puedo estar equivocado. Sin embargo, lo que sí tengo claro es que es imprescindible que nos unamos todos en vez de dividirnos, que seamos muchos y muy activos. Apoyémonos unos a otros. Compañeros catalanes y vascos, si creéis que conquistando primero la soberanía nacional podréis conquistar también la popular, incluso más fácilmente, adelante. Dadnos ejemplo. Pero, en cualquier caso, no dejéis de luchar por la democracia, no dejéis de seguir apoyándonos al resto de indignados del Estado español. Mucho me temo que mucha gente se conforma con la soberanía nacional, sin darse cuenta de que así no avanzamos mucho. Los indignados catalanes, que tantas veces jugaron un papel esencial en el movimiento 15-M, no han sido tan activos en los acontecimientos recientes. El enemigo, las oligarquías española y catalana, por ahora, están logrando sus objetivos: crear confusión, descentrarnos, dividir al movimiento de indignación estatal, evitar la soberanía popular, la realmente peligrosa para ellas.
A continuación voy a proponer algunas ideas para mejorar la lucha por la democracia real, algunas de las cuales ya están siendo debatidas. Cuestiones que, en mi modesta opinión, deberían ser todas ellas tratadas cuanto antes de cara a las próximas movilizaciones frente a los parlamentos:
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Hay que recabar todos los apoyos posibles: de partidos políticos, de sindicatos, de organizaciones sociales, de asambleas del 15-M,… Ahora que se tiene un poco más de tiempo, es conveniente que vuelva a plantearse el apoyo al movimiento 25-S en las asambleas del 15-M que no lo apoyaron inicialmente, si es necesario usando mayorías menos amplias en vez del consenso. No es democrático que una organización o asamblea no apoye cierta iniciativa simplemente porque menos de un 30% esté en contra. El movimiento 25-S debe declararse, cuantas veces sean necesarias, abierto a toda la ciudadanía. Con el apoyo del conjunto del movimiento 15-M (si fuera posible unánime), con el apoyo de cuantos más partidos y sindicatos sea posible,…, tendría mucha más fuerza. ¿Cómo lograr dicha unión? Recalcando que el objetivo esencial es más y mejor democracia, un proceso constituyente, y que la metodología a usar es inequívocamente pacífica, democrática. Convocando las necesarias ruedas de prensa donde se transmita un mensaje breve, claro y contundente a la ciudadanía. Todos, incluso los partidos políticos del sistema, están invitados a participar en el proceso. Sabemos qué partidos no desean participar, sabemos que son nuestros enemigos, pero la ciudadanía debe ver que no nos cerramos a nadie. Somos demócratas y pacifistas. No somos sectarios. Defendemos los intereses de la inmensa mayoría, su sentir, aunque ésta no nos haya elegido, aunque ésta aún no participe activamente en nuestra causa, que es la suya, la soberanía popular. La democracia auténtica, el poder del pueblo, es la causa del pueblo. Esto es algo elemental que no necesita más discusión. En todo caso necesita explicación y difusión masiva.
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Es preciso crear brigadas de voluntarios para garantizar el orden pacífico en nuestras manifestaciones. Tienen que ser fácilmente reconocibles, por ejemplo portando ciertos lazos o vistiendo de cierta manera, y deben situarse en primera línea, frente a las vallas, frente a los policías. Si se establecen ciertos protocolos de actuación sencillos, es posible minimizar las probabilidades de éxito de las provocaciones violentas. Si dichos voluntarios se entrecruzan los brazos y se sitúan en los puntos problemáticos, si se recuerda por megafonía reiteradamente el carácter pacífico de las protestas, si se hacen «rondas» para velar por que todo se haga correctamente, yo creo que puede evitarse la violencia. Cuando se vean encapuchados, cuando algunos individuos se muestren violentos, se les rodea, se les incita a irse o a cambiar su comportamiento, incluso se les denuncia a la policía, ante los medios de comunicación. Todos sabemos quiénes son, pero ante la opinión pública debemos insistir e insistir en cuanto a nuestro carácter pacífico. Que nadie pueda decir que no hacemos todo lo que está en nuestras manos para impedir la violencia. Es muy difícil luchar contra la violencia pacíficamente. Nuestras armas son nuestras manos, las palabras, la razón, la fuerza de la mayoría de quienes nos manifestamos, pero debemos procurar, por todos los medios pacíficos posibles, evitar cualquier atisbo de violencia, física o verbal. De ello depende el futuro de nuestro movimiento. Cuanta menos violencia haya, más gente acudirá a nuestras protestas, más fuerza tendremos para acorralar a los grupos minoritarios violentos que tanto daño hacen, queriendo o sin querer, a nuestra causa.
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Debemos evitar situaciones potencialmente violentas e innecesarias. Cuando se acaba una manifestación hay que irse. Si nos quedamos unos pocos se lo ponemos muy fácil al sistema para reprimirnos violentamente. No sólo no merece la pena exponerse tan fácilmente a la violencia policial, casi provocarla, sino que, como dije, la violencia es contraproducente para nuestra causa. Ya ha quedado en evidencia el carácter violento del Estado supuestamente democrático. Ahora debemos evitar todo tipo de violencia que, a la larga, nos perjudica pues impide que mucha más gente se movilice, que nuestro movimiento crezca. No sólo debemos organizarnos para evitar los conatos de violencia, sino que debemos evitar siempre toda situación potencialmente violenta o peligrosa. La violencia surge sobre todo cuando somos pocos, cuando no hay cámaras, cuando no hay testigos. Si alguna vez decidiéramos acampar en algún lugar, tal como se hizo en los inicios del movimiento 15-M, deberemos procurar ser muchos y estar en lugares bien visibles. Pero, por ahora, si hemos decidido no acampar, si hemos decidido volver otro día, simplemente vayámonos a reponer fuerzas. La lucha continúa. La lucha será larga. Habrá más días, más batallas. Lo prioritario ahora es ir aglutinando fuerzas, es ir concienciando, es ir ganando confianza, es ir ganando experiencia, es que nuestros conciudadanos vean que es posible protestar sin consecuencias, sin riesgos.
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Es imprescindible dotarse de los medios técnicos necesarios de megafonía para hacerse oír suficientemente. No sólo para leer manifiestos, para arengar a las masas, para animarlas, sino que también para orientarlas, para informarlas, por ejemplo, acerca de la hora a la que acaba cierta protesta para irnos todos al mismo tiempo y evitar situaciones peligrosas,… Si es necesario, que se recaude dinero en las asambleas del 15-M, que se pida ayuda a las organizaciones que apoyan al movimiento. ¡Pero debemos poder oír lo que dicen los organizadores de las protestas! Es una cuestión elemental de organización, de infraestructuras básicas. Tampoco sería muy descabellado poner los micrófonos a disposición de la ciudadanía en general, que cualquier ciudadano, con un tiempo límite (por ejemplo un cuarto de hora), pueda hablar ante los manifestantes. Pasamos muchas horas juntos y esto sería una forma de entretenernos y animarnos unos a otros, de darnos fuerza mutuamente, de concienciarnos más, incluso de concienciar a los viandantes que pasen por ahí por simple curiosidad. Además demostraría el carácter intrínsecamente democrático de nuestro movimiento. Cuando los medios de comunicación conecten con la plaza de turno, debemos procurar hacer más ruido, que los televidentes vean a miles y miles de ciudadanos gritando al unísono. Para ello desde megafonía se puede incitar a proclamar bien en alto y todos al mismo tiempo que no nos representan, que no tenemos miedo, que lo llaman democracia y no lo es, que dimita el gobierno, que queremos una democracia real, un proceso constituyente. Delante de las cámaras de la prensa coloquemos pancartas con proclamas sencillas que puedan ver los telespectadores. Debemos procurar que a los ciudadanos que nos observan desde sus casas les lleguen mensajes que les inviten a reflexionar, a participar. Hay que aprovechar todas las ocasiones que se presenten, por breves que sean.
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Los portavoces del movimiento deben acudir a los grandes medios de comunicación y centrarse sobre todo en los objetivos buscados. No sólo hay que reivindicar el pacifismo, no sólo hay que recordar que no pretendemos asaltar ningún parlamento (sino simplemente rodearlo), no sólo hay que informar sobre las medidas que adopta el propio movimiento para evitar la violencia, sino que hay que explicar por qué no tenemos una democracia real, por qué es imprescindible la democracia, cómo puede mejorarse, por qué se exige la dimisión del actual gobierno y en qué consiste un proceso constituyente (ver mi artículo El 25-S, a rodear el Congreso, por si puede servir). Todo esto será mucho más fácil hacerlo cuando logremos erradicar cualquier violencia de nuestras protestas callejeras. Los grandes medios de comunicación, con gran experiencia en la manipulación de las masas, auténticos maestros de la desinformación, procurarán desviar la atención, no darnos suficiente tiempo, liarnos, interrumpir nuestras argumentaciones, meter ruido. Por tanto, deberemos estar muy preparados para ser claros, contundentes y breves, para aprovechar cualquier ocasión en la que podamos hablar en cualquier televisión para reivindicar un debate general sobre la cuestión del proceso constituyente. La ciudadanía debe tener bien claro qué buscamos y cómo lo hacemos. Si no lo sabe, no podrá apuntarse a nuestra causa.
Éstas son tan sólo unas pocas ideas, por supuesto discutibles, para que nuestra lucha sea más eficaz. Se admiten, se necesitan sugerencias para mejorar nuestra lucha. Soy muy consciente de las enormes dificultades a que nos enfrentamos. Pero debemos ser también conscientes de que o hacemos que la gran mayoría de nuestros conciudadanos se implique activamente o nuestra causa, tarde o pronto, se apagará. Debemos crecer continuamente, sustancialmente. El enorme esfuerzo de la lucha, tarde o pronto, nos pasará factura. Ese esfuerzo debe distribuirse todo lo posible. Entre todos podemos. Si quienes llevan la voz cantante son unos pocos, si siempre son los mismos, tarde o pronto, se agotarán. La lucha por la democracia atañe a la inmensa mayoría. Cuando ésta deje de estar en silencio, serán posibles los cambios reales. La semilla de la revolución debe propagarse por todos los rincones de nuestra sociedad. Habrá que regarla suficientemente para que un día, esperemos que no muy lejano, dé sus frutos. No crecerá por sí sola. Hay que contrarrestar la estrategia de nuestro enemigo, la estrategia del miedo, del divide y vencerás, del cambiar algunas cosas en apariencia para que en el fondo nada cambie.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
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