«El planeta, en peligro», advertía el primer Manifiesto Ecosocialista «Por una alternativa Verde en Europa», firmado en París en diciembre de 1989. Detallaba que la naturaleza había tardado 5.000 años en aumentar la concentración de CO2 en un 50%; pero, «de seguir el actual ritmo, las sociedades humanas habrán duplicado esta concentración en menos de […]
«El planeta, en peligro», advertía el primer Manifiesto Ecosocialista «Por una alternativa Verde en Europa», firmado en París en diciembre de 1989. Detallaba que la naturaleza había tardado 5.000 años en aumentar la concentración de CO2 en un 50%; pero, «de seguir el actual ritmo, las sociedades humanas habrán duplicado esta concentración en menos de un siglo; cinco veces más deprisa». También subrayaba la aceleración en los procesos destructivos: desertificación, desaparición de explotaciones agrícolas, aumento «peligroso» de la carga química de los seres vivos y el medio ambiente, degradación forestal en los países del norte; cada año las talas o incendios causaban la desaparición de una superficie de selva tropical equivalente a la República Federal de Alemania. El Manifiesto fue publicado, en el estado español, en el número 41 de la revista Mientras Tanto (verano de 1990); y en formato libro, de 173 páginas, por Los Libros de la Catarata en 1991. «Creo que toda política ecologista o feminista radical topa con la imposibilidad de desarrollar e imponer modos de producción ecológicos o no patriarcales bajo el predominio del capital», explicaba el filósofo Frieder Otto Wolf en una entrevista a Jorge Riechmann (Mientras Tanto, nº 45).
Frieder Otto Wolf (Kiel, Alemania, 1943) es profesor honorario de Filosofía en la Universidad Libre de Berlín y fue uno de los autores del primer Manifiesto Ecosocialista, junto a otros miembros de partidos verdes como Carlos Antunes, Wilfried Telkämper, Penny Kemp, Isabelle Stengers y Pierre Juquin. Con motivo del 30 aniversario del Manifiesto, Frieder Otto Wolf ha impartido una conferencia en el Fòrum de Debats de la Universitat de València. Ingresó en 1982 en el partido Los Verdes (Die Grünen), por el que fue eurodiputado entre 1994 y 1999. Trabaja en la traducción de las obras completas del filósofo Louis Althusser al alemán, en teoría marxista y política alternativa. Cuando se publicó el documento en Alemania, «no fue un buen momento para el debate y discusión», explica el investigador, «en el contexto de la reunificación alemana y la implosión de la URSS».
En 2002 los filósofos Michael Lówy y Joel Kovel publicaron un segundo Manifiesto Ecosocialista, en el que declaraban la incapacidad del capitalismo para resolver la crisis ecológica «porque hacerlo requiere fijar límites a la acumulación», y esta opción resulta «inaceptable» para «un sistema social sustentado en el imperativo de crecer o morir». El Manifiesto final de los III Encuentros Ecosocialistas celebrados en Bilbao, en 2016, también apuntaba que la solución no consistía en un capitalismo «disfrazado de verde», que reprodujera las pautas actuales de producción y consumo. Además frente a los mitos del crecimiento ilimitado o las «ilusiones neokeynesianas», defendía el reparto de la riqueza, del trabajo productivo y reproductivo, y se comprometía a extender la conciencia ecosocialista y feminista. Entre los firmantes del documento, figuraban Ecologistas en Acción, Equo, la ONG Mugarik Gabe, los sindicatos LAB, ELA y STEILAS y partidos como Podemos, Sortu y Alternatiba.
-El calentamiento global por las emisiones de gases de efecto invernadero es de 1ºC respecto a los niveles preindustriales, según el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), de septiembre de 2019; «hay pruebas abrumadoras de que ello entraña consecuencias graves para los ecosistemas y las personas», añade el informe. ¿Consideras vigente el Manifiesto Ecosocialista de 1989?
Me parece que el sentido general de nuestro análisis fue correcto, el diagnóstico profundo de que estamos ante una crisis estructural de la civilización; aunque hay detalles en que la situación ha empeorado. El deterioro climático y de la biodiversidad aún no tenía las proporciones actuales. Entonces vimos las dimensiones del problema, pero no tanto de las urgencias ni de que estábamos ante un proceso de destrucción galopante. La esencia del primer Manifiesto es que hemos de superar los efectos ecológicos de la dominación capitalista -por eso hablamos de ecosocialismo-, pero esto no será posible sin movilizar también a las fuerzas feministas, anti-dependencia (de los países del Sur respecto al Norte) y ecologistas.
-El primer Manifiesto Ecosocialista niega la consideración del ser humano como «mera fuerza de trabajo». Una parte de la clase obrera, argumentan los autores, se enfrentó hasta mediados del siglo XIX al maquinismo y al «aislamiento deshumanizador de las tareas parcelarias»; en torno a 1930 rechazó el taylorismo y «actualmente reivindica algo más que un empleo y un salario». Sobre el trabajo has conferenciado en la Universitat de València…
En parte es una cuestión profesional. Trabajé en la evaluación de un vasto programa financiado por el gobierno alemán sobre la humanización del trabajo, que comenzó a mitad de los años 70. La cuestión central era que una humanización verdadera del trabajo industrial había de contar con el apoyo de los trabajadores, que son quienes mejor conocen qué ha de ser humanizado en su entorno laboral. Además la participación no tendría que ser subalterna, sino decisiva y organizada por los sindicatos. ¿El modelo de cogestión en las empresas alemanas? La cogestión abre posibilidades, pero no es todavía una manera de intervención activa de los sindicatos en la humanización del trabajo; de hecho, la cogestión está inserta en un marco capitalista.
-El ministro de Asuntos Exteriores de Los Verdes, Joschka Fischer, apoyó los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia en la llamada guerra de Kosovo (1999), cuando formaba parte de un gobierno de coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD); También el ejecutivo rojiverde alemán desarrolló -a partir de 2003- la Agenda 2010 de reformas económicas neoliberales. ¿Qué evaluación haces de aquella actuación?
Creo que fueron derrotas. En Los Verdes hubo una lucha interna por estos asuntos, en parte yo perdí. Pero en Alemania no hay otra alternativa de gobierno, no digo de sociedad, que un ejecutivo de socialdemócratas con Los Verdes; y sería esencial en este caso la participación de Die Linke (La Izquierda), ya que sólo con el SPD y Los Verdes, en la situación actual, harían un gobierno de gestión parecido al de la CDU y el SPD. Pienso que no hay otra alternativa realista que pueda dar, al menos, una inflexión al actual ejecutivo de coalición entre democristianos y socialdemócratas.
-En las últimas elecciones al Parlamento europeo (mayo de 2019), los grupos socialdemócrata (154), verde (74) y de izquierda (41) sumaron 269 eurodiputados sobre una representación total de 751 escaños. En octubre de 2019, el expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se despidió del cargo con el siguiente reconocimiento, según informó la Agencia Efe: «Con demasiada frecuencia y durante demasiado tiempo hemos pisoteado la dignidad del pueblo griego». ¿Y la respuesta de los partidos de izquierda, en solitario, o de manera articulada con los movimientos sociales?
Soy bastante pesimista, porque se perdieron varias ocasiones de iniciativas comunes y además los partidos de izquierda están muy centrados en la movilización nacional. La debilidad de las alternativas de izquierda en la UE tiene el efecto de una retirada de ese campo de lucha, lo que me parece un error estratégico. Creo que luchar dentro de las instituciones de la UE es posible y daría resultados. Tampoco es fácil, pero creo que hay posibilidades de movilización de los sindicatos y de la sociedad civil; todo esto los partidos de izquierda no lo intentan. Los socialdemócratas no hacen nada en esta dirección, Die Linke y otros lo intentan, pero muy débilmente.
Además el trabajo de años de apoyar estructuras combativas no se hizo en tiempos que hubiera resultado más fácil; se perdió el tiempo en batallas por la hegemonía que no tenían efecto alguno, por ejemplo en el caso de Die Linke; en cierto modo, puede considerarse normal, al tratarse de un partido, pero si se tiene vocación de ser más que un partido convencional, tendrían que superarse estas debilidades.
Entre los jóvenes hay un nuevo movimiento con posibilidades -Fridays For Future-, pero se halla en un estado de desarrollo muy indefinido. Por ejemplo el 20 de septiembre se produjo una manifestación masiva en Berlín, en la que participaron -según los organizadores- 270.000 personas para exigir medidas contra el calentamiento global. Tras una semana de movilizaciones, la Huelga Mundial por el Clima del pasado 27 de septiembre tuvo un seguimiento en 150 países. También el movimiento Extinction Rebellion (XR) convocó el 7 de octubre acciones de desobediencia civil en ciudades de todo el planeta contra la inacción de los gobiernos ante la crisis climática y ecológica.
-En las elecciones parlamentarias del Estado alemán de Baden-Württemberg, Los Verdes ganaron con el 30,3% de los votos en marzo de 2016; también lograron la segunda posición en las regionales de Baviera, en 2018; en los comicios al parlamento europeo de 2019, en Alemania, Los Verdes obtuvieron la segunda plaza, con 1,7 millones de votos más que el SPD (en estas elecciones también la Liga Verde fue el segundo partido más votado en Finlandia). La primera ministra de Islandia es, desde noviembre de 2017, Katrín Jakobsdóttir, del Movimiento de Izquierda-Verde; y el de Austria, Alexander Van der Bellen, antiguo líder del partido verde. ¿Cómo se explica esta tendencia electoral?
Pienso que una parte del electorado, sobre todo entre la juventud, comprende que hay «ausencias» ecológicas; y esta conciencia me parece positiva. Por otra parte, estos partidos en su mayoría aceptaron la correlación de fuerzas dominante y no son anticapitalistas. Cuando se trata de discutir medidas concretas, apoyan muchas veces programas y puntos de vista que tienen algún elemento anticapitalista implícito; pero eso sí, no son anticapitalistas ni socialistas.
-Jorge Riechmann ha reivindicado un «ecosocialismo descalzo» frente a las sociedades de elevado consumo energético y high-tech (tecnología punta); se trata de una apuesta por comunidades con algo de industria ligera, tecnologías intermedias, una alta descomplejización y un nivel de vida material «muy modesto», en comparación con las sociedades opulentas. ¿En qué aspecto te centrarías?
Una cuestión medular es que el gran sujeto contaminante no son los consumidores, sino otros como la industria, el Estado y el aparato militar. Estos son los grandes agresores y destructores de los sistemas ecológicos, aunque también el consumidor tiene su responsabilidad individual, y es bueno que la asuma (el Manifiesto final de los III Encuentros Ecosocialistas defiende la «revolución de nuestra vida cotidiana» aunque, matiza, «ninguna suma de cambios en los hábitos individuales de consumo puede sustituir las necesarias transformaciones estructurales»; además recuerda la siguiente sentencia de Mahatma Gandhi: «Vive sencillamente para que otros puedan simplemente vivir». Nota del entrevistador).
-Un número importante de economistas advierte de una próxima recesión económica, a escala mundial…
Lo interesante es que, primero, el modelo neoliberal no logró recuperar las tasas de beneficio que existían durante la etapa fordista. Desde la última crisis del neoliberalismo (2007-2008), incluso cuando el periodo fue positivo se alcanzaron porcentajes muy inferiores; tras la crisis la tasa de beneficios creció algo, pero después volvió a descender. Esto deja claro que, en el fondo de la crisis financiera, hay una crisis estructural para la que el sistema no ha encontrado salida.
En principio, la coyuntura daría ocasión para presentar alternativas; y las hay, en publicaciones y el debate científico, pero no existe un debate público sobre estas; en cuanto a las alternativas ya constituidas, no son capaces de desarrollar estos debates, ni en las instituciones ni fuera; creo que hay aportaciones interesantes de Jorge Riechmann y Emilio Santiago Muiño en España; en Alemania, del politólogo y economista Elmar Altvater, autor entre otros libros de El precio del bienestar (1994) y El fin del capitalismo tal y como lo conocemos, de 2012 (años de la edición en castellano); en Francia destacaría al filósofo Étienne Balibar, autor con Althusser de Para leer el capital. Y en Gran Bretaña a la investigadora socialista y feminista Hilary Wainwright, fundadora de la revista Red Pepper.
-¿Qué opinas de la idea de «decrecimiento»?
En parte es el ejemplo de que no hay una sola solución, sin embargo creo que en muchos aspectos el «decrecimiento» parte de simplificaciones. Hace una crítica al crecimiento económico, pero no una crítica de fondo al sistema capitalista ni a la acumulación. El segundo problema es que, si se apuesta por una transformación ecológica, hay que terminar con actividades como la industria nuclear (el decrecimiento no es suficiente); además tienen que desarrollarse algunas actividades, como las de recuperación ambiental (en Alemania hay programas de reconversión de los bosques y se producen debates y experiencias, en el ámbito de la economía forestal, sobre el tipo de bosques adecuados al cambio climático). Por otro lado es posible que la población del planeta sea hoy excesiva, y no deba aumentar.
-Por último, la Constitución de Ecuador, de 2008, establece en el capítulo séptimo (artículos 71 a 74) los derechos de la naturaleza o Pachamama; en cuanto a Bolivia, aprobó en 2010 la Ley de Derechos de la Madre Tierra; y en 2012 la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien. ¿Cómo evalúas la idea de «Sumak Kawsay» o «buen vivir» indígena?
Decía que no existe sólo una solución, sino que puede haberlas en diferentes contextos sociales; también depende de las culturas y tradiciones, pero creo que no son modelos para Europa. El «buen vivir» indígena es algo bonito; sin embargo, pienso que no tiene el peso suficiente como para imponerse en un contexto, como el actual, de enfrentamiento con el imperialismo estadounidense. Desarrollar las maneras propias de ser y vivir es necesario, también en Europa, con la crisis que tenemos hoy; y también son necesarias las luchas globales. Sólo con los cambios individuales y en las familias no es suficiente, hay una lucha contra el imperialismo que va más allá…
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