El pasado miércoles, 31 de octubre, en el programa de TV3 «Els Matins», «Las mañanas», se entrevistó a una ciudadana que se había quedado viuda el pasado mes de julio. ¿Por qué la entrevista? Porque la ciudadana que había perdido su compañero quería denunciar que el estado no le había pagado los meses transcurridos la […]
El pasado miércoles, 31 de octubre, en el programa de TV3 «Els Matins», «Las mañanas», se entrevistó a una ciudadana que se había quedado viuda el pasado mes de julio. ¿Por qué la entrevista?
Porque la ciudadana que había perdido su compañero quería denunciar que el estado no le había pagado los meses transcurridos la pensión de viudedad. ¿Por qué?
Porque entre la documentación requerida para la concesión de la pensión se exigía el certificado de defunción y el papelito en cuestión fue enviado por la persona que enviudó tal como estaba redactado, es decir, en catalán. ¿Y cuál es el problema?
Ese mismo, que estaba redactado en catalán.
Ni qué decir tiene que no fue la persona que tramitó su pensión quien redactó el certificado -y aunque así hubiera sido por supuesto- y que para cualquier persona no negada absolutamente para la comprensión lingüística básica, sin ninguna competencia demostrada en el idioma de Josep Carner, Salvador Espriu, Federica Montseny y Montserrat Roig, el texto se entendía casi sin ningún problema, con un mínimo esfuerzo, con el que necesitamos para entender la alineación del Real Madrid por ejemplo.
Por otra parte, el Ministerio o departamento en cuestión podía tener algún traductor que, llegado el caso, ayudase en estas situaciones -los hay, según parece, para traducir de otros idiomas: alemán, inglés, francés, italiano, etc- y, además, podía tomar pie en las prácticas de la Hacienda española que sí imprime documentos en catalán y en los otros idiomas españoles. Sin ningún problema hasta el momento. El país no se ha hundido desde entonces… O acaso sí pero por otros motivos.
La ciudadana que enviudó ha tenido que enviar finalmente el certificado en ambos idiomas, en catalán y en castellano. El senyor X ha mort… El señor X ha fallecido… ¡Las diferencias son sustantivas como puede verse! ¡Era lógico, justo y racional el rechazo!
¿Qué lecciones pueden extraerse de esta, digamos, anécdota? Es probable que desde «Els matins» de TV3 -una televisión crecientemente en manos de hooligans nacionalistas- se quiera arrojar más leña al fuego separador. Pueden tener instrucciones para ello o sus mismos responsables pueden tener la sensibilidad «nacionalista» a flor de piel y en búsqueda permanente de casos confirmadores. Seguramente, en Catalunya, en España, en el mundo, había dos millones de noticias de mayor calado, de mucha mayor importancia, para comentar en la mañana del miércoles. Pero la llengua és la llengua, el país es el país, y no hay que desaprovechar las ocasiones. ¡Más leña encendida al mono!
Tal vez fuera así. Pero es que en este caso, como ocurre con relativa frecuencia, el mono se ha comportado como un orangután. Es posible que el funcionario que atendió la demanda haya seguido instrucciones, u órdenes de «algún superior»; o bien haya tenido alguna iniciativa propia, o puede que la normativa vigente sea taxativa en este vértice. Pero hay que estar ciego -y no cegado de solidaridad, amor o respeto a las otras culturas o compresión elemental- para no darse cuenta de que todas estas instrucciones, normativas e instrucciones que parten del supuesto que «el hablar o escribir Castilla» es la única actitud razonable en esta España de Borbones, estafas incalculables, banqueros-monstruosos, desigualdades crecientes, maltrato social y desempleo histórico ya están ubicadas por la Historia de los pueblos y la ciudadanía indignada y rebelde donde debieron estar siempre: en el basurero de la historia universal del despropósito.
¿Queremos entendernos o queremos golpearnos? Esta es también la cuestión. Y el resto, tampoco esta vez, puede ser silencio.
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