Así lo afirma el abogado y periodista Javier Castro-Villcañas en su libro El fracaso de la monarquía (Planeta, 2013), una investigación histórica y política sobre la naturaleza personal de un régimen que dificulta la sucesión. ¿En qué ha fallado la monarquía y por qué? Castro-Villacañas lo explica en esta entrevista. Este libro no pretende ser […]
Así lo afirma el abogado y periodista Javier Castro-Villcañas en su libro El fracaso de la monarquía (Planeta, 2013), una investigación histórica y política sobre la naturaleza personal de un régimen que dificulta la sucesión. ¿En qué ha fallado la monarquía y por qué? Castro-Villacañas lo explica en esta entrevista.
Este libro no pretende ser una biografía. No hay en sus páginas ni retratos apologéticos ni anécdotas que contribuyan a alimentar «la leyenda blanca» del Rey. Se trata de un ensayo político que hurga en las claves históricas e institucionales de los errores del juancarlismo, un régimen que se sostiene en el mito personal. En El fracaso de la monarquía (Planeta, 2013), su autor, el abogado y periodista Javier Castro-Villacañas analiza no sólo las costuras del reinado de Juan Carlos de Borbón y Borbón, sino los errores de la sociedad y el país que apoyó una estructura de poder que hoy se debilita cada vez con más velocidad.
Castro-Villacañas propone así una reflexión que coloca en perspectiva la querencia de la corona borbónica hacia la izquierda en España desde la restauración hasta la transición, pero también los desaciertos de los actores políticos en la consolidación de un consenso que ha derivado en la partidización de la monarquía, principal obstáculo, a su juicio, para la consolidación de una democracia que necesita, con urgencia, nuevos actores.
-Plantea, desde la restauración y lo aplica también en el presente, el pacto entre la Monarquía y la izquierda. ¿De dónde proviene esa necesidad mutua?
-El partido socialista se crea en 1879. Una vez fracasada la experiencia de la primera república, Pablo Iglesias se quiere demarcar de los republicanos, por considerarlos demasiado liberales y burgueses, pero ese distanciamiento hace que el PSOE tenga un planteamiento posibilista frente a las formas de Estado. No hacen de la monarquía un casus belli. Durante el golpe de Estado monárquico impulsado por Alfonso XIII en 1923, el partido socialista estaba pasando momentos muy críticos porque tenía al avance de los anarquistas y del Partido Comunista; al ser ilegalizados estos, el PSOE quedará como único referente de izquierdas. La idea que intentó pilotar entonces Alfonso XIII era una monarquía como la británica, una especie de partido laborista, representado por el PSOE, que entrara a formar gobierno y colaborase con la monarquía.
-Sin embargo plantea usted un fracaso desde ese primer intento.
-Hay muchos apologetas de la monarquía que defienden la figura del monarca como una institución que arbitra y modera los intereses políticos de los partidos. Sin embargo, esa idea es una falsedad y un engaño. Lo dice en un discurso en el teatro de la Comedia, en 1914, Ortega y Gasset. Allí denuncia la farsa de la restauración: ni los partidos son partidos, ni las elecciones son elecciones, es una farsa en la que contribuimos todos. Ortega y Gasset denunció el distanciamiento entre la «España oficial» y la «España real».
-Vistos lo errores políticos de Alfonso XIII y de los propios monárquicos durante la segunda república, en el que quedan completamente de lado. ¿Cómo se plantea la figura de Don Juan?
-Don Juan quería ser rey a toda costa. Él pensaba que al acabar la segunda Guerra Mundial, Franco se hundiría con Italia y Alemania. Ese es el momento en que publica el manifiesto de Lausana. Una vez que Franco se mantiene en el poder tras la contienda, Don Juan intenta camelárselo. Franco, siendo gallego, no enseña todas sus cartas. Mantiene la instauración de la monarquía como una incógnita sin fecha de resolución. En este juego entra posteriormente el Príncipe Juan Carlos. La única carta que tenía don Juan era ser rey. Don Juan es un fracaso absoluto. Le traiciona todo el mundo, hasta su propio hijo.
-Vuelvo a la relación entre la izquierda y la monarquía, pero ahora en el escenario de la transición. Afirma usted que para la monarquía ésta fue una herramienta, quizás incluso para lavar el pecado original franquista.
-El juancarlismo es un pacto de poder entre los herederos del franquismo, con Juan Carlos a la cabeza. Pero con él está todo el aparato de poder del franquismo (Torcuato, Suárez, Fraga), está el ejército, está la iglesia. Por otro lado están los nacionalismos y luego la izquierda, en aquel entonces representada casi exclusivamente por el Partido Comunista. Se busca y se encuentra ese acuerdo con el PCE, mientras que el PSOE (después de la muerte de Franco) mantuvo una mínima tensión, aunque finalmente se decanta a favor de la Monarquía. Sin embargo, la verdad es que quienes dirigen y organizan la transición son estos herederos del franquismo, la izquierda se sumó al proyecto elaborado por Torcuato, Suárez y fundamentalmente el Rey.
-Habla usted también de un papel político pobre de la derecha con respecto a la monarquía.
-La derecha juega un papel legitimador del juancarlismo como régimen democrático, pero no es una pieza fundamental. Porque el régimen de Juan Carlos se define por esa querencia hacia la izquierda.
-¿Por qué habla de ésta como una monarquía de partidos y no de una monarquía parlamentaria?
– El parlamentarismo que surge en Europa aparece con la intención de salvar el principio monárquico del tsunami que supone la revolución francesa. Primero es constitucional, reina y gobierna; luego es parlamentaria, reina pero no gobierna; y luego está el parlamentarismo, tanto monárquico como republicano, que se ha corrompido mucho más porque ha derivado en el Estado de partidos, que es el régimen que tenemos en España, en Italia y también en Alemania. Los partidos en lugar de estar en la sociedad forman parte del Estado, reciben subvenciones públicas y donaciones privadas. Están en la justicia, en los medios de comunicación, en todas las instituciones del Estado. El Estado de partidos es una deriva todavía más perversa y corrupta del parlamentarismo.
-Para usted, el carácter personalista del Juancarlismo impide cualquier sucesión.
-El juancarlismo es tan franquista en su origen, que será franquista en su final. Pienso que se morirá en la cama, que no habrá abdicación. Hay un factor humano que tiene mucha importancia. Hay gente que me pregunta, ¿cómo se puede hablar del fracaso de la monarquía si lleva 37 años en el poder? Y claro, es ahí cuando respondo: es una paradoja. Es un éxito personal del juancarlismo. Pero no ha conseguido que ese pacto originario con la persona se convierta en una aceptación de la institución de la monarquía.
-A su juicio, ¿es inviable la monarquía sin Juan Carlos?
– Durante los gobiernos de Felipe González, el rey tuvo una influencia muy importante. También durante el Gobierno de José María Aznar: nombró ministros, nombró a Eduardo Serra ministro de Defensa. Es un rey que interviene en política. Es un árbitro que arbitra a favor de sus intereses, que tiene una querencia política y personal. Este régimen del juancarlismo será muy difícil que lo pueda heredar su hijo en todos sus parámetros. Está la posibilidad de que se reformule: que los juancarlistas pasen a ser felipistas, pero lo veo complicado. Un príncipe que traiciona a su padre, como lo hizo Juan Carlos con Don Juan, demuestra una querencia muy grande hacia el poder y aquí está el factor humano de Juan Carlos de Borbón.
-Sin embargo, el pacto de apoyo hacia la figura del rey se ha resquebrajado, quizás desde antes del caso Urdangarín.
-Yo le doy más importancia a la cacería de Botsuana que al tema de Urdangarín como suceso que ha debilitado a la Monarquía de cara a la opinión pública. Desde la transición se creó un pacto: había que preservar al rey porque él garantizaba el mantenimiento de la democracia. La pregunta es cuántos Botsuana ha habido en los últimos 37 años. Lo digo como un actuación del rey fuera de la transparencia del parlamento, de la sociedad y del propio Gobierno. ¿Cuántas actividades del rey de tipo político y económico desconocemos los españoles?
-¿Por qué no toca en su libro el tema de Urdangarín?
-Porque todavía está abierto y además éste es un ensayo político. Lo de Urdangarín es una evidencia más de que el entorno de la Zarzuela se han hecho todo tipo de negocios. Lo dijo el propio Urdangarín: ‘Yo he hecho lo que ha hecho todo el mundo’. Esto ha sido una realidad. En torno al rey siempre han aparecido empresarios e intermediarios que a la sombra de Palacio quieren hacer los mejores negocios.
-Todo apunta, y hay una tendencia de opinión al respecto, a que la estructura de la transición se está desvencijando y que ha llegado la hora de reformarla.
-El régimen del 78 está acabado y éste va unido a la monarquía. Y señalo como responsables de este fracaso al partido socialista, también a la derecha y a la propia institución monárquica. No es presentable que los responsables vengan a proponer una reforma y a colocarse en la cabeza de la manifestación del cambio político. Esta es una crisis muy profunda, muy radical, muy tremenda. Tendrían que surgir nuevos actores y no ocurre porque la sociedad española está sedada, pero España es un país de aguas subterráneas. El mañana en la vida y en la política es imprevisible y todo puede suceder. ¿Por qué no hay ningún partido republicano en España?
-Finalmente, ¿dónde está y en qué consiste el fracaso de la monarquía?
-El régimen que nace después de la muerte de Franco prometió a los españoles varias cosas. Prometió democracia; la reconciliación nacional entre los españoles y la integración de los nacionalismos dentro del Estado. Esas fueron las tres ideas fuerza que movieron la transición. Pero ni hemos conseguido una democracia auténtica, se instauró un régimen parlamentario que ha derivado en un régimen de partidos con la corrupción como regla de oro del funcionamiento interno de estos. Fracasa la reconciliación entre los españoles: está muy agudizado el debate entre izquierdas y derechas, y ahí Zapatero tiene mucha responsabilidad con su politización de la memoria histórica. Y el fracaso más evidente: la integración de los nacionalismos. El gobierno de Cataluña tiene en su programa la realización de un referéndum de independencia. En mi opinión los nacionalistas no han engañado a nadie. El engaño fue de los que pensaron que pactando con ellos los iban a introducir dentro del sistema. El juancarlismo hizo que el Estado español dejase de existir en Cataluña y el País Vasco, y ellos tienen razón cuando afirman que su reconocimiento es pre-constitucional. Hubo un decreto ley en 1977 de Adolfo Suárez donde el Rey, que tenía todos los poderes, reconoce la Generalitat provisional y el Consejo General Vasco a cambio de que se le reconociera como Rey y director de la operación de la transición. Además la constitución tiene un régimen territorial abierto, donde la concesión de competencias para las autonomías no se ha cerrado. Esto unido al carácter parlamentario de nuestro régimen deja en manos de los nacionalistas, la formación de las mayorías para designar un gobierno, lo que es suicidio político.