Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En el camino de vuelta a Irlanda, después de la conferencia sobre Enfoques del Derecho Internacional en el Tercer Mundo de la semana pasada en la Universidad de Oregón, tuve que pasar algunas horas entre vuelos en Nueva York. En el sótano de una librería de segunda mano, tomé una vieja copia polvorienta de Selected Writings [Lo mejor de] de Bertrand Russell. Después de una visita a Ocupad Wall Street, tomé el autobús de vuelta al aeropuerto, donde saltaron a la vista las palabras de la introducción de Russell, escritas en el clímax de la gran depresión a finales de los años veinte:
«Es evidente que, en un mundo donde haya ocio y seguridad económica para todos, la felicidad de todos sería mayor que la de un noventa y nueve por ciento de los actuales habitantes del mundo. ¿Por qué, entonces, no se combina el noventa y nueve por ciento para superar la resistencia del uno por ciento privilegiado?»
Aunque no había encontrado alguna referencia en los mensajes y declaraciones de los movimientos «Ocupad», supuse al leerlo que el llamado a la acción de Russell tiene que haber inspirado la dicotomía del 1% contra el 99% en las consignas. Una búsqueda limitada en Internet no logró confirmarlo, y parece que las palabras proféticas de Russell fueron simplemente eso: proféticas.
El galés Bertrand Russell es aclamado como uno de los principales filósofos del Siglo XX, y el mejor lógico desde Aristóteles. Aparte de sus trascendentales logros en la matemática, la filosofía analítica y la lógica, fue un destacado crítico social y obtuvo el Premio Nobel de Literatura por escritos que defendían ideales humanitarios y la libertad de pensamiento. Fue condenado bajo legislación de emergencia en tiempos de guerra en Gran Bretaña y encarcelado durante la Primera Guerra Mundial por participar en actividades pacifistas. Décadas después, a los 89 años, págó otra condena por incitar a la desobediencia civil en el contexto del movimiento contra las armas nucleares.
El Tribunal Russell sobre Palestina, cuya tercera sesión tiene lugar en Ciudad del Cabo en esta semana, sigue los pasos de su homónimo sobre Vietnam, establecido por el propio Russell en 1966 con el apoyo, entre otros, de Jean-Paul Sartre. El Tribunal Russell, o el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra, fue establecido como reacción a lo que su fundador describió como «el crimen del silencio» sobre los crímenes de guerra en Vietnam. En la apertura del Tribunal, Russell declaró: «No somos jueces. Somos testigos. Nuestra tarea es hacer que la humanidad dé testimonio de estos terribles crímenes y unir a lo humano del lado de la justicia en Vietnam.» Al Tribunal se le atribuye el considerable aumento de la conciencia pública sobre la realidad en el campo de batalla en esa etapa de la guerra. Fue seguido por un segundo Tribunal Russell sobre Latinoamérica en los años setenta que encaró los regímenes militares en Brasil y Chile, y generó numerosos tribunales populares que cubrieron conflictos que iban de El Salvador a Eritrea, así como el genocidio armenio.
Esta nueva edición del Tribunal Russell sobre Palestina está encargada de establecer si el régimen de Israel sobre el pueblo palestino viola la prohibición del apartheid contenida en el derecho internacional (definido como «actos inhumanos cometidos con el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas, y oprimirlas sistemáticamente»). A los que consideran que es un paso demasiado lejos que se determine si la democracia de la que Israel se enorgullece pueda ser definida como un régimen de dominación racial, se les recuerda uno de los propios diez mandamientos de Bertrand Russell: «No temas ser excéntrico en tus opiniones, todas las opiniones aceptadas ahora alguna vez fueron excéntricas». Hay que recordar que, mientras la movilización popular internacional contra el apartheid en Sudáfrica ganó continuamente en ímpetu durante los años sesenta y setenta, todavía en 1988, los gobiernos de EE.UU. y Gran Bretaña vetaron un borrador de resolución del Consejo de Seguridad a favor de imponer sanciones obligatorias contra el régimen de apartheid de Sudáfrica, y en su lugar optaron por calificar al Congreso Nacional Africano de organización terrorista extranjera. Tanto Ronald Reagan como Margaret Thatcher atacaron personalmente a Nelson Mandela, quien no fue borrado de la lista de vigilancia de terroristas de Washington hasta 2008.
El propio Russell, al contrario, tuvo una premonición y visión que le permitieron ver a través de la fachada de negociaciones y de la realidad de las estructuras del poder en las etapas formativas del escenario israelí-palestino. Murió en 1970. Uno de sus últimos actos, a los 97 años y solo dos años antes de su muerte, fue enviar una enérgica declaración a una conferencia internacional de parlamentarios en El Cairo, condenando el régimen proliferador de conquista de Israel:
El desarrollo de la crisis en Medio Oriente es peligroso e instructivo. Durante más de 20 años Israel se ha expandido por la fuerza de las armas. Después de cada etapa de esa expansión Israel ha llamado a la «razón» y ha sugerido «negociaciones». Es el papel tradicional del poder imperial, porque desea consolidar con la menor dificultad posible lo que ya ha tomado mediante la violencia. Cada nueva conquista se convierte en la nueva base de propuestas de negociación desde una posición de fuerza, que ignora la injusticia de la agresión anterior. La agresión cometida por Israel debe ser condenada, no solo porque ningún Estado tiene derecho a anexar territorio extranjero, sino porque cada expansión es un experimento para descubrir cuánta agresión más será tolerada por el mundo. […] Israel no solo condena a una vasta cantidad de refugiados a la miseria; no solo muchos árabes bajo la ocupación son condenados al régimen militar; sino que Israel también condena a las naciones árabes que han emergido solo recientemente del estatus colonial, a un continuo empobrecimiento ya que las demandas militares tienen preferencia por sobre el desarrollo nacional.
Debido a la aceleración de la expansión de la colonización israelí en Cisjordania como respuesta a la admisión de Palestina a la UNESCO, el análisis de Russell sigue siendo tan pertinente como antes.
En la lucha por igualdad y dignidad en Palestina y, aunque no lo sepan, el legado de Bertrand Russell sigue vivo en la lucha de los movimientos de «Ocupación» de todo el mundo.
John Reynolds es becado del gobierno de Irlanda y doctorando en el Centro Irlandés de Derechos Humanos, Universidad Nacional de Irlanda, Galway. Sirve como asesor legal de Avocats Sans Frontières y trabajo anteriormente como investigador para la organización palestina de derechos humanos Al-Haq.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/
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