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El legado de Pierre Verger

Fuentes: La Ventana

Para entender el legado fotográfico de Pierre Verger para la isla de Cuba, sería bueno recorrer un poco la historia de la fotografía cubana. A solo diez meses del anuncio público en París del proceso del daguerrotipo en marzo de 1840, Pedro Téllez de Girón realizó el primer daguerrotipo cubano, colocando a La Habana en […]

Para entender el legado fotográfico de Pierre Verger para la isla de Cuba, sería bueno recorrer un poco la historia de la fotografía cubana. A solo diez meses del anuncio público en París del proceso del daguerrotipo en marzo de 1840, Pedro Téllez de Girón realizó el primer daguerrotipo cubano, colocando a La Habana en la lista de las primeras ciudades del mundo en la historia de la fotografía ―dos meses antes que Viena, la capital de Austria, por poner un ejemplo.

Ya en enero de 1841, se abre en La Habana el primer estudio fotográfico de daguerrotipos, y en ese mismo año el pintor Federico Mialhe utiliza el proceso litográfico «La isla de Cuba pintoresca», coincidiendo por primera vez en este acto, la intención de documentar la naturaleza de la isla y la fotografía como medio.

A lo largo de los años, muchos otros fotógrafos aportaron con su trabajo a la documentación histórica de la isla entre los que vale la pena destacar a Charles D. Frederik, quien acompañado de Osberto B. Loomy y Edward Anthony, realizó una amplia documentación de los paisajes urbanos y campestres en los alrededores de La Habana en la segunda mitad del siglo XIX.

Ya en el siglo XX, el primer trabajo importante en este sentido fue realizado por Walker Evans, quien vino a La Habana en 1933 y guiado de la mano de Ernest Hemingway, documentó la vida de la ciudad de La Habana, pero con un objetivo prefijado: mostrar a la opinión pública norteamericana la ineficiencia y crueldad del dictador de turno, Gerardo Machado. De esta visita nació el libro Habana 1933, que nos permite acercarnos un poco a la realidad de la isla en esos años, pero que inevitablemente deja fuera, no solo al resto de las ciudades y los campos de Cuba, sino también a una gran parte de la sociedad y la cultura de nuestra capital.

Sin embargo, a pesar de la importancia de la fotografía en la historia de Cuba y de la importancia de la isla en la historia de la fotografía, no es hasta Pierre Verger que la isla cuenta con un ensayo fotográfico que la abarca toda o al menos casi toda y queda recogido en el libro Cuba, prologado por Lydia Cabrera.

Pierre Verger fotografió en Cuba todo ―o casi todo― lo que podía ser fotografiable. Tal vez inspirado por la tradición francesa que se remonta a La Mission Heliographic, cuando en los orígenes de la fotografía a mediados del siglo XIX, el gobierno francés organizó a un grupo de fotógrafos para hacer daguerrotipos de los monumentos y edificios más importantes del imperio francófono. Tal vez deudor en espíritu de otros grandes fotógrafos documentales como Eugene Atger, Verger fotografió la arquitectura cubana desde los bloques volumétricos de sus edificios hasta los detalles más significativos.

Sus fotografías arquitectónicas muestran valientemente los atrevidos escorzos de las edificaciones sin intentar corregir las perspectivas y sin temerle a las duras sombras que genera la luz radiante del trópico en días despejados, por el contrario, más bien usa el delineado de estas sombras diagonales para dibujar las líneas y detalles de los edificios; encontrando soluciones que resultan arriesgadas para un fotógrafo arquitectónico, y tras las cuales descubrimos la esencia de un fotógrafo documental, más preocupado por la objetividad del documento y el diseño que las formas desnudas ofrecen al ojo del fotógrafo, que por la representación meticulosa y manipulada de la fotografía arquitectónica tradicional.

Pero aún así, resultan imponentes los volúmenes de los edificios que fotografió y cuando los comparamos con sus paisajes, nos percatamos de que Verger actuaba casi siempre como un retratista: la foto de la cascada de Soroa no es una foto de una cascada, es el retrato de una cascada; lo mismo pasa con los pinos de la Sierra de los Órganos o el mogote ennegrecido por la sombra de una nube en el Valle de Viñales. Son todos ―al igual que las imágenes que los edificios en La Habana, Trinidad o Santiago, o el imponente tinajón en Camaguey―, de alguna forma, retratos, y comparten el mismo tipo de acercamiento con los «tipos populares», o «El tocador de güiro».

El diseño de sus composiciones, las relaciones que establece entre el fondo y la figura, los espacios negativos y positivos, las zonas en foco o fuera de él, están en función de resaltar una figura o una forma que es tratada con la impronta documental y la intención comunicativa, casi psicológica, con la que se puede tratar un retrato. Estas características son reforzadas por el formato cuadrado de una cámara de 125 mm, detalle que me hace recordar una vez más a quien estuvo, seguramente, entre sus maestros: Eugene Atget.

En una ocasión, el artista norteamericano Man Ray ―quien estaba fascinado por la obra de Atget― le obsequió una cámara de 120 mm al fotógrafo francés, que trabajaba tradicionalmente con una cámara de estudio. Meses más tarde le preguntó cómo le había ido con la cámara y Atget le respondió que no la había podido utilizar porque la cámara, que para nosotros es lenta, tomaba las fotos más rápido que el tiempo que él necesitaba para decidir cuál sería el mejor encuadre para una buena fotografía.

Y es que la fotografía parece una cosa sencilla cuando la vemos hecha, pero ¿cuántas fotografías tenemos que tomar para que una ceiba protegida por una cerca y custodiada por cañones parezca realmente «el Árbol de la Paz»? Para un fotógrafo con experiencia tal vez no muchas, pero para un ojo sin entrenamiento probablemente demasiadas.

Entonces, podemos concluir que Pierre Verger no solo fue un etnólogo, un antropólogo y un fotógrafo que registró un valioso documento para la historia del patrimonio cubano y para la historia misma de Cuba, sino que también es un excelente fotógrafo al que le podemos agradecer no solo el registro histórico, sino también la calidad del mismo.

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6056