¿Qué representa este libro de Fidel Castro, «La Paz en Colombia»? Creo que muchas cosas. Ya hay diversas reacciones con motivo de su publicación, como corresponde a todo cuanto hace o deja de hacer un personaje de su dimensión histórica. Está la de quienes le dan su verdadero valor, que no es otro que ratificar […]
¿Qué representa este libro de Fidel Castro, «La Paz en Colombia»? Creo que muchas cosas. Ya hay diversas reacciones con motivo de su publicación, como corresponde a todo cuanto hace o deja de hacer un personaje de su dimensión histórica.
Está la de quienes le dan su verdadero valor, que no es otro que ratificar el propósito de un hombre que, en difíciles condiciones físicas, decide dar un aporte testimonial sobre lo que ha ocurrido -y sigue ocurriendo- en una nación con muchos amigos en el mundo acosada por la violencia, aparentemente sin salida.
Porque Colombia, más allá de enfoques y prejuicios que existen en torno a ella, es motivo de preocupación y bien definidos afectos. Igualmente, ya comenzaron los denuestos motivados por la prevención de carácter político e ideológico. Por el rechazo a priori de lo que podríamos llamar la otra versión de la historia. Cito, por ejemplo, el caso de una columnista de «El Tiempo» de Bogotá vinculada a la oligarquía colombiana, que no se aguantó las ganas de repudiar el libro con extrema ligereza, y de calificarlo de «inaguantable», de «reencauche senil de varios escritos», con lo cual desconoce la intención del trabajo a favor de la paz y el valor de los aportes que hace para el estudio de la crisis colombiana. Al igual que ese artículo seguramente vendrán otros en la misma dirección.
Claro está que Fidel Castro no se propuso elaborar un tratado acerca del tema colombiano, a mi modo de ver inagotable por muchas razones. En especial por la terrible violencia de origen social y político que ha ocasionado miles y miles de muertes, así como del éxodo de millones de colombianos del campo a las ciudades y del territorio nacional hacia el exterior. Pero en particular, por la indiferencia de una clase dirigente atrincherada en el poder y en sus privilegios, incapaz de impulsar cambios. Quizá si el autor se hubiera propuesto ese objetivo, lo habría logrado. No me cabe duda, dada su irreductible voluntad para plasmar lo que se propone, y más si se cuenta, como en su caso, con valiosos archivos e información privilegiada acumulados a lo largo de décadas.
¿Porqué el libro? Éste no se puede ver como novedad editorial. Puede que resulte un bestseller, como todo cuanto se relaciona con Fidel. Pero el lector no debe acceder a este trabajo imaginando que se trata de una obra acabada y de fácil lectura. Todo lo contrario. Leerlo es tomar contacto con un caudal de información indispensable para entender lo que sucede en Colombia. El propio Fidel lo confiesa en su introducción cuando escribe: «Es un tema sobre el que prometí escribir. No era fácil hacerlo.
Otros asuntos han ocupado mi tiempo. Ahora cumplo la promesa». No era fácil hacerlo.
Opinar sobre un conflicto con cerca de 60 años de duración; sobre relevantes líderes guerrilleros; distintos movimientos insurreccionales; los gobernantes en varios etapas; abordar coincidencias y divergencias, es tarea compleja que sólo puede hacerse con la sutil delicadeza que le imprime a ese tipo de indagación y divulgación el líder de la revolución cubana. Al mismo tiempo, establecer con nitidez conceptual las diferencias entre la realidad cubana y la colombiana, respecto al papel jugado por el Partido Comunista en una y otra nación, es algo que facilita la comprensión de muchas cosas ocurridas a lo largo del tiempo y que siguen siendo objeto de debate.
Como lo explica Fidel, «disponer de los elementos de juicio requeridos es un deber de los que realmente luchan por un mundo mejor y más justo». En efecto, más allá del «fastidio» que pudiera ocasionar en algunos la inserción de textos como la Primera y Segunda Declaración de La Habana; del miserable Acuerdo de Costa Rica condenando a Cuba y la digna respuesta de esta nación; la Reunión de Punta del Este; los Cuadernos de Marulanda; el perfil del histórico de las Farc, Jacobo Arenas; el comentario sobre libros esclarecedores como los del historiador Arturo Alape; el cónclave de San Vicente del Caguán; los encuentros con Marulanda; los diálogos con los comandantes guerrilleros y con Andrés Pastrana. Todo presentado de manera resumida, tomando lo fundamental, lo que permite obtener información básica para el análisis del caso colombiano. Precisamente, el acierto de Fidel con su libro consiste en escoger lo esencial del conflicto: protagonistas y vicisitudes, y mostrarlo de forma sistematizada. Asumir, por ejemplo, lo que el expresidente Belisario Betancourt llamó los «factores objetivos» que durante 6 décadas atizaron la violencia. Entre los que se hallan los persistentes patrones de exclusión social, económica y política. Concepto que el autor capta y maneja con propiedad.
El libro no solo es una introducción y un epílogo, como algunos señalan. Es la singularidad de lo testimonial, la sencillez expositiva y el hilo conductor de una de las más crueles realidades de la región.
Uno percibe lucidez en la selección del material. La mano diestra del ordenador. Y, especialmente, la agudeza de quien, cargado de historia, muestra lo esencial de lo que conoce y lo maneja con impar maestría. Uno intuye ese esfuerzo de Fidel cuando al final escribe: «Invertí más de 400 horas de intenso trabajo en este esfuerzo. Lo revisé cuidadosamente bajo el impacto de los huracanes que golpearon con extrema violencia a Cuba. Me satisfizo hacerlo. Aprendí mucho. He cumplido mi promesa.
Esfuerzo respetable que no hay que banalizar, y que sólo se explica por la coherente actitud del autor en favor de la paz entre los colombianos.
Humildemente agrego lo siguiente: años atrás visité La Habana y conversé con Fidel Castro largamente. Fue antes de arribar Chávez al poder.
Tratamos en profundidad el tema Venezuela, y, de pronto, él se refirió a la situación colombiana con extremado interés e inocultable preocupación. Le angustiaba lo que sucedía en ese país. Me expuso la razón de su actitud. De cómo lo que sucedía en Colombia seria aprovechado por los Estados Unidos para incidir sobre la región andina, y el peligro que representaba esta estrategia imperial para Venezuela. Con el transcurso de los años mantuve vivo el recuerdo de aquella conversación y de su sentido premonitorio. Para ese momento ya le preocupaba con intensidad a Fidel Castro la paz en ese país hermano. Hoy lo ratifica con sobriedad y verdadero afecto en este libro, «La Paz en Colombia». Lo cual confirma su coherencia, y la lealtad a una causa: la de buscar salidas a un conflicto atroz.