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Ante el 70º cumpleaños del Rey

El Nodo como subgénero periodístico

Fuentes: lne.es

Noche del 2 de enero: la televisión pública emite un programa especial para celebrar el 70.º cumpleaños del Rey de España. Hagiografía y panegírico llevados a la pequeña pantalla, previo paso por la escuela que marcó el nodo. Tono halagador hasta el empalagamiento que, bien pensado, tendría que ser molesto incluso para el propio homenajeado. […]

Noche del 2 de enero: la televisión pública emite un programa especial para celebrar el 70.º cumpleaños del Rey de España. Hagiografía y panegírico llevados a la pequeña pantalla, previo paso por la escuela que marcó el nodo. Tono halagador hasta el empalagamiento que, bien pensado, tendría que ser molesto incluso para el propio homenajeado. Porque, si hay algo que se ve venir a leguas, es la lisonja babosa, que, en principio, tiene que desagradar casi principalmente a quien es objeto de ella. Los docentes sabemos largo rato de eso, se lo puedo asegurar.

En todo caso, si bien no se espera que la televisión pública, ni tampoco las privadas vayan a hacer un reportaje crítico con respecto a la figura del Monarca, al menos cabría exigir cierta asepsia. O, en todo caso, que los medios de comunicación no fuesen tan cortesanos en un país al que se le supone una democracia consolidada. Para los que tenemos memoria, el reportaje nos resultó un calco del nodo. Todo parabienes, todo loas, ni siquiera se hizo mención a lances acaecidos de los últimos meses a esta parte que pusieron de relieve un cierto malestar con la Monarquía, por muy minoritario que se quiera considerar.

Y, por otro lado, siempre que se habla de la biografía del actual Monarca se incurre en las medias verdades, pasando como sobre ascuas a la hora de abordar determinados episodios históricos. Empezando por su padre, siendo cierto que mantuvo serias divergencias con Franco, no lo es menos que en su momento estuvo al lado de la España sublevada, si bien no se contó con su colaboración directa para ello. Silenciar ese dato es intelectual e históricamente fraudulento. En el mismo orden de cosas, cuando se habla del exilio de Alfonso XIII y sus descendientes, convendría no olvidar que el abuelo del actual Jefe del Estado se fue de España firmando un documento en el que constataba no contar con el amor y el apoyo de su pueblo. No fue lo mismo ese exilio que el que sufrieron tantos y tantos ciudadanos españoles tras la guerra civil. Esas medias verdades son intolerables en un medio de comunicación de un país democrático.

Y, siguiendo en el lodazal de las medias verdades, nadie puede negar la vinculación del Rey con Franco. De otra forma, no hubiera sido su sucesor. Cuando salen imágenes de aquella última concentración en la plaza de Oriente, allí estaba el entonces Príncipe, al lado del invicto caudillo, y no la oposición democrática al franquismo. Los hechos acostumbran a ser de una tozudez extrema.

De otro lado, desde la transición política a esta parte, se vino hablando del Rey como el gran motor del cambio. Es innegable que contribuyó de forma decisiva al paso a la democracia parlamentaria. No lo es menos que en ello también tuvieron parte importante el conjunto de los partidos democráticos, así como la sociedad española, que demostró una admirable madurez. Y tampoco conviene olvidar que los derechos democráticos no son una concesión generosa de un monarca, sino algo a lo que no debe renunciar una ciudadanía democrática y occidental que dejó el vasallaje aparcado en algún lugar de la Historia.

Y, si nos ponemos en tiempos recientes, quizá no quepa en un reportaje amable hablar de algunas amistades regias que no salieron del todo bien paradas en los últimos años. Pero sí se podría haber hablado de la necesidad que tuvo el Rey de darse un baño de multitudes en las ciudades que constituyen los restos del imperio, ya que en otras poblaciones las cosas no le serían tan favorables. Por su parte, podrían haberse referido a las corrientes de opinión en pro del republicanismo que, en mayor o menor medida, también existen. No se olvide, en este sentido, que los medios tienen prácticamente vetado el debate sobre la forma de Gobierno (que no de Estado). Y si tales cosas se discutiesen con normalidad democrática, si la Monarquía dejase de ser para muchos medios de comunicación un tema tabú, la democracia, que es lo importante, saldría fortalecida. Y -¿a qué negarlo?- puede que la Monarquía también.

Miren, un republicano no debe ser antimonárquico, ni tampoco es aceptable que incurra en la descalificación del soberano de turno, a no ser que éste se lo gane a pulso. Lo que es obligado para un republicano es que los medios no sean el nodo, ni siquiera para con el presidente de la República, si lo hubiere.

Y, en esto, como en otras muchas, la carencia de un verdadero espíritu republicano hace que los medios sean, en general, tan cortesanos. ¿Se imagina alguien, por poner ejemplos cercanos, que en Portugal, Italia y Francia, a la hora de hacer un reportaje sobre el Jefe del Estado, se incurra en una adulación tan grande como la que acabamos de presenciar en la televisión pública española? Seguro que eso es impensable.

Asignatura pendiente de muchos medios de comunicación: dejar de ser cortesanos. De elemental que es, sonroja tener que recordarlo y sostenerlo.