Uno de los temas más polémicos cuando se habla del Islam es el estatus de la mujer, considerada como un ser subalterno, desprovista de todo derecho y sometida al hombre. El símbolo de esa sumisión es el pañuelo; sin embargo, en la actualidad se hace cada vez más visible, tanto en los países árabes como […]
Uno de los temas más polémicos cuando se habla del Islam es el estatus de la mujer, considerada como un ser subalterno, desprovista de todo derecho y sometida al hombre. El símbolo de esa sumisión es el pañuelo; sin embargo, en la actualidad se hace cada vez más visible, tanto en los países árabes como en Occidente. Lo más sorprendente es que el pañuelo ha adquirido una gran «popularidad» entre las jóvenes aunque hayan sido educadas y en contacto con la civilización occidental. ¿Cuáles son las razones que impulsan a estas chicas a marcar públicamente su pertenencia religiosa? ¿Qué puede simbolizar el pañuelo? ¿Es que estas jóvenes buscan una identidad?
El hecho de que la mujer musulmana se despojase de su tradicional pañuelo es relativamente reciente, data de la época colonial y poscolonial. Antes, el pañuelo carecía de esta dimensión religiosa que se le atribuye en la actualidad, aunque fuese introducido por el Islam en el siglo VII*, formaba parte de la vestimenta tradicional de la mujer musulmana. Así, el hecho de que éste simbolizara o no a una mujer sumisa ni siguiera se planteaba.
El pañuelo comenzó a ser considerado como símbolo de sumisión de la mujer musulmana durante la época colonial, ya que el colonizador que se dotaba a sí mismo de una condición superior y se atribuía la creación de un proyecto civilizador de cara a una sociedad primitiva, anticuada y arcaica, lo veía como un símbolo de resistencia. Por ello, la ceremonia para quitarse el velo en Argel es muy significativa «13 de mayo de 58 en Argel, en la Place du Gouvernement: musulmanas subidas en un podium para quemar sus velos. Lo que se esconde tras este escena es de gran envergadura: por las autoridades coloniales las mujeres argelinas deben dejar de solidarizarse con la lucha de los suyos» (1). Despojar la mujer musulmana de su pañuelo era muy significativo para los colonizadores que realzaban, con este hecho, su superioridad y su visión civilizadora la cual consistía en la «emancipación» de la mujer musulmana poniendo, al mismo tiempo, el modelo de vida occidental, sobre un pedestal para que esté asimilado por la población autóctona. Sobre este punto, el sistema educativo colonial desempeñó un gran papel en esta asimilación, como así mencionaba Edward Saïd en su libro Orientalismo: «Para Barrés, es en las escuelas francesas donde se ve mejor reflejada la presencia de Francia; y dice así de una escuela de Alejandría: «Es magnífico ver cómo las chiquillas de Oriente acogen y reproducen de un modo tan natural la fantasía y la melodía d’Ile de France»(2).
Hay que señalar que esta influencia dio fruto ya que dio lugar a una elite que supo defender, y que sigue defendiendo, los intereses de Occidente en los Países Árabes y conservar el modelo occidental como referencia mucho después de la independencia, y todo ello teniendo una visión desdeñosa hacia la tradición arabo-musulmana considerada como elemento de freno y de perturbación para la evolución de las sociedades árabes y para la emancipación de la mujer.
«Dos factores otorgan el triunfo al orientalismo más evidente aún. En la medida en que se puede generalizar, las tendencias de la cultura contemporánea de Oriente Próximo siguen modelos europeos y estadounidenses. Cuando Taha Hussein decía, en 1936, de la cultura árabe moderna que era europea, y no oriental, realzaba la identidad de la elite natural egipcia, de la cual era un distinguido miembro. Y lo es incluso de la elite cultural árabe de la actualidad, a pesar de que la corriente de ideas antiimperialistas del tercer mundo que han marcado a la región, desde comienzos de los años 50, haya emblandecido la afilada punta de la cultura occidental dominante». (3)
Las mujeres árabes y musulmanas, en general, durante el periodo poscolonial se vieron divididas entre dos modelos culturales diferentes, uno ejercía fascinación, y el otro era la herencia de una fuerte tradición. De este hecho se deduce que el conocimiento real de la religión musulmana y del estatus de la mujer musulmana dentro de esta religión era en cierto modo desconocido.
Habría que esperar a la generación de sus hijas, las jóvenes de hoy, que frente a la fascinación de sus padres por la cultura occidental y el desprecio marcado de Occidente hacia el Islam, deciden emprender una búsqueda para conocer su religión y al mismo tiempo su identidad que, que por las relaciones e influencias, no formaba parte ni de Oriente ni de Occidente. Se podría considerar que de ahí, se desprende la proliferación del uso del pañuelo musulmán entre las jóvenes. El hecho de llevar el pañuelo no significa el rechazo de la civilización occidental ni una vuelta a la tradición, pues en muchos puntos la religión y la tradición divergen. El Islam representa un punto de equilibrio y de encuentro para una juventud que afirma su identidad. En cuanto al pañuelo es, en ocasiones, un desafío de cara a una sociedad que quiere ver en la mujer que lo lleva, sumisión, regresión, etc. Un cliché que, actualmente, no responde a la realidad, dado que en la mayoría de los casos, la decisión surge de la propia mujer, que paralelamente elige llevar una vida activa, mira por su autonomía, etc. En resumen, ésta adopta el modo de vida emancipado tan alabado por Occidente, y todo ello viviendo con los preceptos del Islam.
Traducido del francés por Gema Velasco
* Hablo de la península Arábica. El hecho de llevar el pañuelo es preislamico.
(1) BOUTELDJA, Houria. «De la cérémonie du dévoilement à Alger (1958) à Ni Putes Ni Soumises : L’instrumentalisation coloniale et néo-coloniale de la cause des femmes» [en línea]. Les mots sont importants. 14 de mayo de 2005. Disponible en: http://www.lmsi.net/impression.php3? id_article=352.
(2) SAID, Edward W. El orientalismo. Madrid: Debate. P.512
(3) Ibid