Como todos sabrán ya a estas alturas, CCOO es el referente sindical del PCE. Esta decisión se fundamenta siempre en una cita, que repiten como un mantra los defensores de la situación actual, de Lenin. Mi objetivo en este artículo no va a consistir en criticar la utilización de dicha cita, esto ya lo ha […]
Como todos sabrán ya a estas alturas, CCOO es el referente sindical del PCE. Esta decisión se fundamenta siempre en una cita, que repiten como un mantra los defensores de la situación actual, de Lenin. Mi objetivo en este artículo no va a consistir en criticar la utilización de dicha cita, esto ya lo ha hecho mi amigo Manuel Navarrete recientemente para Rebelión («Comisiones Obreras y los límites de la vergüenza, accesible aquí: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121562&titular=comisiones-obreras-y-los-l%EDmites-de-la-verg%FCenza-) y no podría yo estar más de acuerdo en sus conclusiones. Yo criticaré la estrategia pues la considero nociva a todos los niveles para el PCE, por retrógrada y obtusa.
Razones por las que usar como referente a CCOO nos perjudica.
Ante todo hemos de dejar clara mi postura con respecto a CCOO y UGT, que es la misma en toda la izquierda: los pactos adoptados con el Gobierno para la reforma laboral y de las pensiones son un auténtico ataque a la clase obrera. Llevamos décadas intentando que estos sindicatos mayoritarios depongan una actitud de entrega hacia la voluntad de los empresarios, y sin embargo la situación empeora. Creo que en este análisis estamos de acuerdo todos, por evidente. Hay un desapego importante entre la voluntad de las bases de dichos partidos y lo que está realizando la cúpula. Para algunos, para los, llamémosles, conservadores, la solución pasa por seguir en estos sindicatos y hacer fuerza para cambiar dicha actitud. Mi objetivo es intentar dejar claro que dicho cambio no es posible ni a corto ni a medio plazo (y el futuro más lejano es impredecible), y que además, esta estrategia nos afecta negativamente de varias formas.
Las razones por las que esta estrategia nos afecta de forma negativa son varias, de índole interna y externa. Por motivos internos hay que tener en cuenta el hastío en el que se encuentren nuestros propios militantes, cansados de estrellarse contra un muro en CCOO desde hace ya más de veinte años. Esto divide nuestras bases, pues el fracaso continuado, y, lo que es peor, observar como la situación no sólo no mejora, sino que se deteriora, enfrenta a los partidarios de tener a CCOO como único referente y a aquellos cansados de sólo poder militar en dicho sindicato. La válvula de escape de esta situación ha sido permitir de facto la sindicación en otros sindicatos, pero esto se hace por debajo de la mesa. En teoría, la militancia en CCOO tiene como objetivo que los jóvenes cuadros aprendan de la lucha sindical en una de las más reputadas escuelas de sindicalismo: los sindicatos mayoritarios. Sin embargo, la situación actual de CCOO no es la de la lucha de clases, sino más bien la de pertenencia a una voluntad estatal de justificar las medidas neoliberales que se adoptan. Es decir: no aprenden sindicalismo.
Por motivos externos es obvio salvo para aquellos que no quieren ver, que nuestro lazo simbólico con CCOO perjudica nuestra imagen. Las últimas estadísticas muestran que mientras que IU apenas la roba votos al PSOE (el PP le quita muchísimos más), a la izquierda de IU se abre un pozo de desencanto y desmotivación del cual se nutren una miríada de grupos ciudadanos, que no vota, pero que es muy activa socialmente. Aunque el debate es mucho más amplio en realidad, y nuestra relación con CCOO no es responsable de la totalidad de esta situación, sí que contribuye a perjudicar nuestra imagen, creando una situación de desconfianza mutua que el PCE resuelve con altanería desdeñando las estrategias de otros grupos, mucho más dinámicas y modernas que las nuestras.
Razones por las que CCOO no va a cambiar.
Una organización, especialmente una grande, no es sólo la suma de sus individuos: desarrolla una cultura propia colectiva. Cuanto más grande, piramidal y jerárquica es la estructura de una organización, más difícil es cambiar la cultura de la misma. Especialmente porque ciertos estudios (por ejemplo Quinn y Cameron) revelan que en dichas estructuras son los mandos intermedios los que más influyen en la cultura de la organización, dejando de lado la teoría de la posibilidad del cambio desde la base. Una prueba de ello es que en la votación por el recorte de las pensiones, más del 90% de los votos (164 votos frente a 17) se mostraron favorables al pacto. El mismísimo Julio Anguita ha dicho literalmente que CCOO es un simple «apéndice del Estado». Es interesante notar como este tipo de debate casi siempre se realiza sólo desde una perspectiva ideológica dejando de lado todos los estudios acerca de estructuras de organizaciones y cultura organizacional. No se trata de ser exclusivamente prácticos, pero no se puede negar la realidad.
A falta de un análisis más profundo de la cultura organizacional de CCOO, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que se trata de una estructura altamente jerarquizada, en la que las instrucciones suelen venir «de arriba». Se trata además de una jerarquía alargada a lo vertical, en la que hay una retahíla interminable de cargos entre el militante de base y aquellos que tienen verdadero poder de decisión. Además, una característica de la militancia de dicho sindicato es el oportunismo y arribismo bajo el cual han crecido sus bases, creando una verdadera masa de liberados, lo cual hace a la organización especialmente sensible a las subvenciones. Dichas bases no son ya organizados y formados cuadros, sino que son trabajadores que se han sindicado por inercia con el fin, como el mismo Navarrete expresa, de conseguir garantías jurídicas.
Entiendo que Román Alonso pretenda justificar la militancia en CCOO, y no sólo porque él milita ahí, sino porque al pertenecer a Vigo, lugar astillero por excelencia, percibe de forma exagerada la combatividad residual y focalizada que le queda al sindicato, magnificándola. Sin embargo esto no es la realidad si descartamos mineros y astilleros, además conviene recordarle que en los astilleros domina el CIG, al tener la mayoría de los representantes sindicales. Un sindicato combativo. Por algo será.
Los cambios que ha aportado internet y la telefonía móvil.
Aunque no hace falta irse muy lejos para ver ejemplos de revoluciones que no han sido llevadas a cabo por un partido o sindicato en concreto, como es el ejemplo de Cuba, quiero comentar los últimos eventos del Mediterráneo por su espontaneidad e imprevisibilidad. Si bien achacar las revueltas que suceden en Egipto y Túnez a twitter, facebook o los sms es una majadería, no se puede negar los efectos que ha traído la revolución tecnológica desde mediados de los años 90. El hecho de que las revueltas en estos países, así como en muchos otros europeos, hayan sido organizadas a través de multitud de jóvenes sin filiación política, debería hacernos pensar. Estas sociedades han sabido movilizarse y después se han sumado sindicatos y organizaciones políticas con oportunismo, sin un plan de actuación una vez el Gobierno caiga, sin nada. ¿Por qué ha ocurrido esto?
Uno de los principales motivos es porque la información contraria a los regímenes, la tercera información, ya no está controlada por los monopolios o los partidos políticos, sino que está en internet para el libre acceso de quien quiera. Por lo cual la ciudadanía es consciente de los problemas que sacuden a su país aunque no sean conscientes desde un punto de vista ideológico. Internet provee información de forma mucho más flexible, rápida y veraz de la que jamás lo harán los sindicatos, partidos o gobiernos. Aunque muchos ciudadanos no tengan acceso a internet, aquellos que sí tienen se convertirán en proveedores de dicha información, pasando esta posición de haber sido mantenida por los sindicatos a manos de decenas de miles (como mínimo) de ciudadanos. La educación ideológica, la formación de la conciencia de clase y de lucha trabajadora debe tener pues, la misma flexibilidad, rapidez y accesibilidad o nos encontraremos con una clase trabajadora altamente informada pero vacía de verdadero pensamiento crítico.
Otra de las razones es que internet, al igual que la telefonía móvil, es, al mismo tiempo, una herramienta de organización espontánea, increíblemente veloz y eficaz. Recordemos el «pásalo». Éste no hizo caer al gobierno de Aznar, sus mentiras lo hicieron, pero las manifestaciones organizadas en cuestión de horas en las puertas de las sedes del PP forzaron al PSOE a tomar una actitud mucho más crítica con el Gobierno de Aznar a pocas horas de las elecciones. A internet sólo se le puede seguir el ritmo con organizaciones con estructura en red, estando condenadas a una muerte lenta pero anunciada las estructuras jerárquicas, de poderoso músculo pero lento actuar. No se me malinterprete, CCOO y UGT no desaparecerán, pero irán perdiendo poder en cada vez más sectores y serán cada vez menos operativas en favor de organizaciones mucho más pequeñas y funcionales. La obsesión por el tamaño, reminiscencia de épocas pasadas, debe terminar. Así pues, dejar CCOO para unirnos a otro e intentar convertirlo en un sindicato de masas no tiene ningún sentido y es un despropósito.
También es un despropósito la obsesión obcecada con los sindicatos. El movimiento de la izquierda nunca ha sido tan amplio y variado. Mientras algunos ven esto como una derrota, debemos ser optimistas ante una situación que, debido a los cambios en la sociedad, no va a dar marcha atrás. Según Manuel Castell, el poder ya no se organiza en gigantestas organizaciones piramidales sino que se distribuye en vastas redes cuyos nodos, los «switchers», son aquellos que realmente manejan el poder. ¿Acaso no es una estrategia mucho más efectiva convertir a los cuadros del PCE en esos «switchers»? En vez de tomarnos la molestia y el esfuerzo mastodóntico de intentar cambiar una organización anquilosada en el pasado, deberíamos preocuparnos de intervenir en el máximo de organizaciones ofreciéndoles nuestra formación política, convirtiéndonos en los nodos que unen a dichas organizaciones. Es el futuro de la izquierda y la única forma que tenemos de llegar a todas partes tan rápidamente como la edad de la información nos pide.
Conclusión
Pretender un cambio de actitud en CCOO es extremadamente difícil por la cultura organizacional que se ha desarrollado en su seno y además el esfuerzo no merece la pena por las características que adopta la lucha actual, mucho más diversa y espontánea. Adoptar como estrategia el tener un sólo referente sindical anquilosa nuestra capacidad de acción y frustra nuestros cuadros, además de ser poco efectivo como método de lucha. La solución propuesta pasaría por crear una cooperadora intersindical y por la penetración en movimientos de lucha de distinta naturaleza.
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