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El pensamiento maduro del Che u los actuales lineamientos de la política económica y social en Cuba

Fuentes: Rebelión

Introducción Por lo que sabemos la Cuba revolucionaria ha pasado hasta ahora por los siguientes momentos en materia de directrices económicas, que por sus características e implicaciones, traducen directa o indirectamente visiones acerca de cómo construir el socialismo y caminar hacia el comunismo: a) el Sistema Presupuestario de Financiamiento, SPF (ideado por el Che y […]

Introducción

Por lo que sabemos la Cuba revolucionaria ha pasado hasta ahora por los siguientes momentos en materia de directrices económicas, que por sus características e implicaciones, traducen directa o indirectamente visiones acerca de cómo construir el socialismo y caminar hacia el comunismo: a) el Sistema Presupuestario de Financiamiento, SPF (ideado por el Che y que en la parte de salarios rigió en Cuba sólo desde 1963 a abril de 1965), b) el Cálculo Económico implementado simultáneamente al SPF en 1963 por el Ministerio de Agricultura e INRA (dirigidos por Carlos Rafael Rodríguez), c) el Sistema de Registro de Control Material (que sustituyó al SPF en 1965), d) el Cálculo Económico implantado en 1975 cuando Cuba ingresó al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica, que nucleaba al llamado campo socialista europeo, bajo la dirección de la URSS; en 1975 gozaba yo de la generosa acogida solidaria de Cuba, pero mi juventud y dedicación a las cuestiones del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros de Uruguay, me impidieron apreciar la trascendencia de ese cambio), e) las directrices de la «Rectificación de errores y tendencias negativas» (de 1986), f) el «Período especial en tiempos de paz» (instaurado tras la caída de la URSS y el fin de la ayuda soviética), y, f) los actuales Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en mayo de 2011. Cuando estos últimos lineamientos empezaron a ser discutidos en 2010 le preguntamos a varios intelectuales revolucionarios cubanos si de ese debate haría parte alguna especie de balance del SPF instaurado por el Che. [Recordemos que en el resumen que le dedicó a ese sistema, Guevara decía que es «un concepto global» aplicado a «todos los aspectos de la economía», donde el Ministerio de Industrias «tiene también autoridad para mover los medios básicos entre distintas empresas (y) los fondos no tienen carácter mercantil, solamente se hace la correspondiente anotación de los libros, dándoles de baja de un lado y de alta en otro»; y aclara: «Nuestro concepto fundamental es que en todo este proceso el producto va adquiriendo valor por el trabajo que se ejerce sobre él, pero que no hay ninguna necesidad de relaciones mercantiles entre empresas…» (Guevara 1970, p. 278-279). Como cuarta ventaja del SPF anota el Che: «…integrado en un sistema único de normas, hace de todo el Ministerio (de Industrias), en un caso, y de todos los Ministerios, si fuera posible, una sola gran empresa estatal en la cual se puede pasar de un lado a otro e ir ascendiendo en ramas distintas y en lugares distintos sin que haya problemas salariales y simplemente cumpliendo una escala de tipo nacional»; y agregaba: «Es importante señalar que se va creando en el obrero la idea general de la cooperación entre todos, la idea de pertenecer a un gran conjunto que es el de la población del país; se impulsa el desarrollo de su conciencia del deber social» (ídem p. 283); y remataba: «Con respecto al interés material, lo que queremos lograr con este sistema es que la palanca no se convierta en algo que obligue al individuo o a la colectividad de individuos, a luchar desesperadamente con otros por asegurar determinadas condiciones de producción o de distribución que lo coloquen en condiciones privilegiadas. Hacer que el deber social sea el punto fundamental en el cual se apoya todo el esfuerzo del trabajo del obrero, pero vigilar la labor consciente de sus debilidades, premiar o castigar, aplicando estímulos o desestímulos materiales de tipo individual o colectivo, cuando el obrero o la unidad de producción sea o no capaz de cumplir con su deber social» (ídem p. 284). Recordemos que el Che preferirá el estímulo material individual indirecto al directo, al tiempo que instauró tan sólo ocho fajas salariales para todo el país; además, como se vio, consideró que en el socialismo las transacciones entre empresas no deberían tener el carácter de intercambios de mercancías, y aclaró luego que no siempre se ajustarían necesariamente a la ley del valor]. Ahora, volviendo a lo nuestro, registro que no obtuve respuesta de aquellos intelectuales/compañeros cubanos. Eso me intrigó porque ya en un libro de Carlos Tablada Pérez de 1987, o sea en el período de «Rectificación de errores y tendencias negativas» (Tablada, 1987) se cita con bastante detalle (aunque infelizmente sin exponer todos los detalles) la escala salarial de ocho franjas que el Che propuso dentro de su SPF, ajustadas según la normalidad-nocividad-peligrosidad del trabajo, y según las primas (o castigo-reducción) por sobrecumplimiento (o infracumplimiento) de las normas (metas) establecidas (y que admitió como excepción transitoria los «salarios históricos» conquistados por los viejos sindicatos, pero que no serían pagados a los nuevos trabajadores que relevasen a esos viejos obreros en sus funciones; también establecía que el valor de la prima no podría hacer alcanzar el valor de la franja salarial superior, a la que sólo se podría acceder por calificación, para incentivar la calificación de todos los trabajadores). No obstante aclaraba Tablada que esa política salarial sólo duró hasta abril de 1965, y que su alteración aparejó la siguiente serie de cambios (que el autor juzga en su mayoría como errores): 1) La creación de nuevos sectores productivos, cuyos salarios fueron establecidos por resoluciones especiales dictadas al efecto, las que no coincidían con las escalas establecidas, 2) La realización de promociones que no se atenían a los requerimientos de calificación y otros que establecía el sistema, 3) la instrucción nº 20 de 4-8-1967, dictada por la Dirección de Trabajo y Salarios del Ministerio de Trabajo, que contiene el reglamento sobre las condiciones salariales, de manutención, avituallamiento, etc., que regirían las movilizaciones de jóvenes y adultos por dos años hacia el sector agropecuario, donde se planteó que «Estos salarios son fijos y no serán afectados por el incumplimiento ni el sobrecumplimiento de las normas, ni por la realización de labores correspondientes a otros grupos, ya sean superiores o inferiores a lo que se ha tomado como base para la fijación de su salario», 4) La instrucción nº 20A de la propia Dirección y de fecha 10-8-1967 (NB: nótese que corrige a la anterior sólo una semana después de publicada) modificaba la anterior y establecía que el salario sería de acuerdo a lo establecido para los obreros habituales y estaría sujeto al cumplimiento de las normas de trabajo, aunque se mantendría la gratuidad del albergue y la alimentación, 5) Los acuerdos masivos de la ofensiva revolucionaria de 1968 de renuncia al cobro de las horas extras, propinas, etc., 6) La instrucción nº 50 de la Dirección de Trabajo y Salarios del Ministerio del Trabajo de 17-10-1968, que contenía el reglamento para la aplicación del sistema de salario a tiempo con normas en el sector industrial. El reglamento incluía la eliminación del descuento como penalidad por el incumplimiento (Tablada 1987, p. 143). Y Tablada agrega: «…el deterioro del aparato administrativo iniciado a partir de los errores cometidos en la aplicación de las medidas tomadas contra el burocratismo en 1966 maduró alrededor de 1968 con la pérdida de los controles económicos -las normas entre ellos- de la fluidez y disciplina estadística. Desapareció, incluso, la posibilidad de construir los necesarios macroindicadores para el análisis de la gestión administrativa. El salario se desvincula de la norma en 1968. Se estimulan los horarios de conciencia y la renuncia al cobro de las horas extras…Al no tomarse en cuenta la retribución con arreglo al trabajo, el exceso de dinero circulante se incrementó notablemente ante una escasez de oferta de bienes y servicios, lo que creó condiciones favorables y el caldo de cultivo para el ausentismo y la indisciplina laboral (Fidel en su Informe al I Congreso del PCC). Esta situación determinó que la aplicación del salario a tiempo con normas no fuera cabal, ya que la ausencia de controles impedía medir el cumplimiento de aquellas. Por otra parte, estas mismas circunstancias posibilitaban graves indisciplinas financieras, como el pago indebido a ausentistas y a trabajadores con licencias sin sueldo. La situación imperante en esa etapa, debida a la ausencia de controles, se resume en lo siguiente: la fuerza laboral del país recibía un ingreso constante independientemente de las fluctuaciones en su producción y productividad, así como de su disciplina laboral, en unos momentos en que el volumen de bienes de consumo a su alcance decrecía, reduciéndose así también las posibilidades de recaudar ese circulante y provocándose un agudo desequilibrio financiero (Tablada 1987, p. 144). Tal riqueza analítica contrastaba con el silencio de los intelectuales/compañeros cubanos ante mi pregunta. Entonces, mientras releía los actuales Lineamientos, me llegó la noticia de un libro con textos de Ernesto Guevara editado en 2006, que contenía, entre otros, un fragmento de la última carta que dirigió a Fidel en 1965 antes de partir en misión de combate al Congo (publicada con el título de «Algunas reflexiones sobre la transición socialista»), y una minuciosa lectura crítica del Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS (manual que se distribuía-estudiaba ampliamente en los llamados países socialistas, incluyendo a Cuba en su edición en español de 1963), realizada en 1965 y 1966 en Tanzania y Praga. Cuando acabo de leer esos textos me pregunto por qué Cuba demoró cuarenta años para publicar esa lúcida crítica al modelo soviético, y si la ausencia de esa censura no le hubiera evitado a la Isla y a los revolucionarios en general, muchos errores; aquí me propongo interrogar muy esquemáticamente y punto a punto a los actuales Lineamientos, a la luz del fragmento de aquella carta del Che a Fidel, para anotar con pocas observaciones personales (a veces discrepando con el Che) lo que me parece que son las diferencias (y alguna coincidencia) entre las líneas maestras trazadas en aquel breve fragmento (de tan sólo 11 páginas) acerca de algunos conceptos centrales, y los que figuran (o no) en los actuales Lineamientos. Dejo para un momento posterior la comparación entre las líneas maestras de esos Lineamientos y las anotaciones críticas que el Che hizo al Manual soviético citado. Una tarea ulterior, mucho más abarcante y demorada, consistiría en analizar esos Lineamientos a la luz de todo el pensamiento de Guevara. Por supuesto que todo eso sería/será mucho mejor realizado por los revolucionarios cubanos, ilustrados por su larga experiencia y su vida cotidiana. Claro que se podrá objetar que desde 1965 y 1966 (cuando Guevara escribió aquellos dos textos) mucha agua pasó debajo de los puentes de Cuba y del mundo; pero permítasenos replicar que precisamente por ello es necesario decir con claridad lo que hay que cambiar en Cuba y por qué hay que hacerlo, en relación a las ideas de Guevara (expresando sin censura las divergencias con ellas, cuando sea preciso, desde que las mismas vengan acompañadas de los argumentos teóricos y/o de experiencia vivida que las sustentan, para que el lector esté bien informado y pueda sacar sus propias conclusiones). Nos interesa mucho saber qué piensan los revolucionarios cubanos acerca del pasado, presente y futuro de su país y del socialismo, no sólo por la importancia de Cuba en la trayectoria revolucionaria de los pueblos, sino también para que podamos utilizar su reflexión como una referencia que nos ayude (en la concordancia o discordancia) a mejor pensar el pasado, el presente y el futuro del posible socialismo del siglo XXI en A. Latina (y en el mundo).

En lo que sigue el fragmento de la carta de Guevara será citado como ACEP, y los Lineamientos como «Lin», seguidos del número del correspondiente lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC.

Transición al comunismo y formas de propiedad de los medios de producción

El Che dice que si Marx había distinguido entre un primer período poscapitalista, llamado «socialismo» y uno más avanzado, denominado «comunismo», después de Lenin se hizo (en la URSS) una tripartición entre la transición al socialismo, el socialismo, y el comunismo. Y anota que si los soviéticos afirmaban (en 1965) que habrían superado el primer período, se equivocaban pues «existen una serie de propiedades privadas en la URSS», con lo que da a entender el Che que cree que mientras haya propiedad privada de medios de producción el socialismo no estará instaurado, y que para él la única forma de propiedad de los medios de producción que apunta hacia el socialismo y el comunismo es la estatal; y agrega que «la economía política de todo este período no se ha creado y, por tanto, estudiado» (ACEP, p. 7-8).

No vemos que los Lineamientos discutan en qué momento del camino hacia el comunismo se encuentra Cuba, ni que ofrezcan un balance de la «economía política» de los diversos períodos que la Isla vivió según los reseñábamos más arriba; al mismo tiempo, abren la puerta a diversas modalidades empresariales, además de la estatal. Allí se dice: «La planificación tendrá en cuenta el mercado, influyendo sobre el mismo y considerando sus características»(Lin. 1); «El modelo de gestión reconoce y promueve,

además de la empresa estatal socialista, que es la forma principal en la economía nacional, las modalidades de inversión extranjera previstas en la ley (empresas mixtas, contratos de asociación económica internacional, entre otras), las cooperativas, los agricultores pequeños, los usufructuarios, los arrendatarios, los trabajadores por cuenta propia y otras formas, todas las que, en conjunto, deben contribuir a elevar la eficiencia» (Lin. 2).

Por nuestra parte creemos que Cuba hizo d urante medio siglo la experiencia de estatizar casi todos los medios urbanos de producción (en especial los pequeños) y que la misma no se reveló la mejor manera de atender a las necesidades básicas del «buen vivir» (aclarando que una cosa es el «buen vivir» en la frugalidad ecomunitarista, que se elige libremente en aplicación de la primera norma fundamental de la ética, y otra, muy distinta, es la privación obligada impuesta por la escasez de productos de primera necesidad; López Velasco, 2010); de ahí que la vida parezca obligar a ceder los espacios de los medios de producción pequeños (en la ciudad y el campo) a actores no estatales, esperando así ver mejor cubierta la demanda social de productos y servicios básicos. Queda la pregunta por los riesgos que ello implica en una posible capitalización de la economía, como la que temió el Che al oponerse a las cooperativas koljosianas en la URSS, como lo veremos más adelante. En otra escala se plantea la misma pregunta acerca de las cuantiosas inversiones capitalistas extranjeras (que el Che criticó duramente en su apreciación del Manual soviético, recordando que Lenin las había aceptado forzado por las circunstancias, como lo había hecho con la paz de Brest Litovsk), que solas o en actividades mixtas con el Estado han ocupado y/u ocuparán sectores clave de la economía cubana, como sucede en el turismo. Así, por ejemplo el Lin. 96 dice: «Continuar propiciando la participación del capital extranjero como complemento del esfuerzo inversionista nacional, en aquellas actividades que sean del interés del país, en correspondencia con las proyecciones de desarrollo económico y social a corto, mediano y largo plazos».

LA NEP y las categorías capitalistas

Dice el Che que Lenin, «presionado por el inmenso cúmulo de peligros y de dificultades que se cernían sobre la URSS, (y) el fracaso de una política económica sumamente difícil de llevar a cabo, vuelve sobre sí y establece la NEP (Nueva Política Económica, en 1921) dando entrada nuevamente a viejas relaciones de producción capitalistas». Y antes había advertido que la URSS se equivocó al transformar esas peripecias de su historia particular en leyes para la edificación del socialismo. Dice el Che que en la NEP «se mantienen las viejas categorías del capitalismo, es decir, existe la mercancía, existe, en cierta manera, la ganancia, el interés que cobran los bancos, y, naturalmente, existe el interés material directo de los trabajadores». Y tras afirmar «me da la impresión de que si Lenin hubiera vivido (más)…hubiera variado con notable celeridad las relaciones que estableció la NEP», proclama: «En resumen, eliminar las categorías capitalistas: mercancía entre empresas, interés bancario, interés material directo como palanca, etc., y tomar los últimos adelantos administrativos y tecnológicos del capitalismo, esa es nuestra aspiración» (ACEP, p. 15)

Notamos que los Lineamientos incorporan todas aquellas categorías capitalistas, sin esbozar una discusión sobre su significado de permanencia o vuelta en/al capitalismo, o de construcción del socialismo y rumbo hacia el comunismo. Así se lee: «Las empresas deciden y administran su capital de trabajo e inversiones hasta el límite previsto en el plan» (Lin. 16, planeando la duda sobre qué ha de entenderse por la categoría «capital de trabajo»); y también se lee: «Estructurar un sistema de tasas de interés más racional y fundamentado, así como potenciar el uso de los instrumentos de política monetaria para administrar desequilibrios coyunturales, a partir del fortalecimiento de las relaciones entre las instituciones del sistema bancario nacional» (Lin. 48); y para el sector agroindustrial: «Adoptar un nuevo modelo de gestión, a tenor con la mayor presencia de formas productivas no estatales, que deberá sustentarse en una utilización más efectiva de las relaciones monetario-mercantiles, delimitando las funciones estatales y las empresariales, a fin de promover una mayor autonomía de los productores, incrementar la eficiencia, así como posibilitar una gradual descentralización hacia los gobiernos locales» (Lin 178).

Lay del valor y precios

En su carta el Che deja ver (y será muy explícito sobre ello en su crítica al Manual soviético) que la transición al socialismo no se debe dejar guiar por la ley del valor y que hay que tener la osadía de fijar precios que se aparten de ella, admitiendo incluso pérdidas en función de las necesidades sociales atendidas (insinuando que aquéllas deberían ser compensadas de alguna manera en la economía global del país). Dice, criticando a la introducción del cálculo de rentabilidad mercantil en las empresas de la URSS: «Es necesario garantizar una serie de productos a la población, de precios a la población, etc., etc., y cuando se resuelve que la rentabilidad debe ser general para todas la unidades, se cambia el sistema de precios, se establecen nuevas relaciones, y se pierde totalmente la relación con el valor del capitalismo que, todavía, a pesar del período monopólico, mantiene su característica fundamental de guiarse por el mercado…»(ACEP, p. 10, mientras, recuerda el Che, que en la URSS esa nueva situación es causa de desbarajuste pues allí está vedada la libre competencia entre productores).

Los Lineamientos insisten una y otra vez en la rentabilización de las empresas y sus intercambios, con la fijación de precios adecuados (imaginamos que a la luz de la ley del valor), al tiempo que orientan en el sentido de eliminar o disminuir subsidios y gratuidades en todas las áreas (para que sean ayudados por el colectivo únicamente aquellos que no tengan otra manera de garantizar sus medios de subsistencia). Se lee: «Establecer políticas de precios en correspondencia con la actualización del modelo económico. (Lin. 66); «Revisar integralmente el Sistema de Precios para que posibilite medir correctamente los hechos económicos, estimule la eficiencia, el incremento de las exportaciones y la sustitución de importaciones (Lin. 67); «Se mantendrá el carácter centralizado de la determinación de los precios de los productos y servicios que económica y socialmente interese regular, descentralizándose los restantes» (Lin. 68); «Continuar eliminando gradualmente los subsidios excesivos y gratuidades indebidas a productos y servicios, formando los precios minoristas a partir de los costos sin cubrir ineficiencias, teniendo en cuenta los niveles de ingreso de la población» (Lin. 69)..

Estímulo moral y técnica

Dice Guevara: «El interés material individual era el arma capitalista por excelencia y hoy (N.B. en la URSS) se pretende elevar a la categoría de palanca del desarrollo, pero está limitado por la existencia de una sociedad donde no se admite la explotación» (ACEP, p. 10). Como sabemos, el Che pensaba que el estímulo material individual en la construcción del socialismo debía ser indirecto (en su crítica al Manual soviético insiste varias veces en este punto, defendiendo la idea de que el trabajador que superase la norma establecida debería recibir como premio un curso de capacitación, que luego le permitiese reinsertarse en la actividad laboral en un puesto donde recibiría un salario mayor al hasta entonces percibido; el estímulo material individual directo, consiste, por el contrario, en el simple hecho de que el trabajador que sobrecumple una meta o norma, recibe una cantidad mayor de dinero que el que corresponde a su salario habitual). En su carta dice Guevara que dos son las líneas fundamentales para llegar al comunismo: la conciencia, y la técnica. «El comunismo es un fenómeno de conciencia y hay que desarrollar esa conciencia en el hombre, de donde la educación individual y colectiva para el comunismo es una parte sustancial de él» (ACEP, p. 12). Como sabemos el estímulo moral (diplomas, homenajes, etc.) y el trabajo voluntario (más allá de la jornada laboral obligatoria) son para el Che dos pilares en la formación de la conciencia del nuevo ser humano que aspira a ser «hombre nuevo» libre de las taras capitalistas. Ahora bien, parte de los cubanos ha constatado que, salvo excepciones, (como la familia del propio Che mientras él vivió en Cuba), hubo un buen pasar de muchos dirigentes y sus familias a lo largo de todos los períodos de la Revolución, mientras el común de los ciudadanos debía apretarse el cinturón; ello pudo y puede comprometer el deseo de Guevara de que cualquier trabajador («un tornero o una secretaria») tuviera el mismo entusiasmo de encarar el trabajo como un placer (y deber social solidario), como lo hace (haría) un dirigente a la hora de abocarse al esfuerzo productivo en pro de la felicidad colectiva (ACEP, p. 16).

Por otro lado dirá que la técnica permite mejorar la productividad y la administración de la producción (y según él la URSS mostraba un claro rezago en relación al capitalismo en ambos campos, y en el terreno donde la tecnología soviética alcanzaba un alto grado, a saber la defensa, sus innovaciones no eran transferidas, al contrario de lo que ocurre en EEUU, para la esfera de la producción civil).

Los Lineamientos dan importancia a la innovación tecnológica y sus aplicaciones, y legitiman la palanca del estímulo material directo (individual y/o colectivo); no vemos que en ningún momento recojan la expresión «estímulo moral», ni discutan el por qué y el cómo usar uno y otro. Leemos: «Los ingresos de los trabajadores y sus jefes en las empresas estatales y las formas de gestión no estatal estarán vinculados a los resultados que se obtengan» (Lin. 20); y «Deberán evaluarse y proponerse sistemas de pago y de estimulación y penalización salarial a todos los sujetos del proceso inversionista, vinculados con los resultados alcanzados en las diferentes fases de la inversión, incluyendo el nuevo sistema de estimulación del doble turno, donde existan las condiciones para ello (antiguo Lin 115, integrado con los Lin. 20, 141, 170 y 288).

El Che, en su crítica al Manual soviético había menc ionado el fervor inicial existente en las revoluciones jóvenes; ahora bien, la experiencia de medio siglo de privaciones en el «buen vivir» quizá refuerce en Cuba la necesidad de apelar al estímulo material directo; también se puede aducir que no se puede exigir a todo un pueblo que se contente con tantas privaciones durante tanto tiempo (algo muy distinto es un esfuerzo por un tiempo determinado más o menos previsto de antemano), y tampoco es dable exigir de todos los ciudadanos una conducta frugal heroica, porque Che hubo sólo uno; concluyéndose así que el común de los mortales necesita algo más que el estímulo moral para contribuir con el bien común. Si todo eso es plausible, queda la pregunta acerca de si en Cuba se discute la previsión del Che (en especial en su crítica al Manual soviético) de que la preeminencia del estímulo individual material directo sería una de las causas que llevaría a la URSS de vuelta al capitalismo (y eso fue anunciado 26 años antes de que dicho hecho se consumase abiertamente!), y también queda la pregunta por el lugar que el estímulo moral está llamado a ocupar en el presente y el futuro de Cuba.

El cálculo económico y la administración

El Che consideró que el Cálculo Económico soviético (que incentivaba la autonomía financiera de las empresas y el intercambio mercantil entre ellas) estaba inspirado del capitalismo premonoplista, y no del más avanzado, representado por los trust. (ACEP, p. 8 y 13). Por eso parece alegrarse de la sorna con la que Lenin trató al Presidente del Banco (de la URSS) cuando «se rió de las presuntas utilidades de éste y hace una crítica de las empresas y las ganancias entre empresas (papeles que pasan de un lugar a otro)» (ACEP, p. 9). En sintonía con esas tesis el Che reivindica para el socialismo el sistema administrativo centralizado de los trust (capaz de ahorrar recursos humanos y materiales)

Notamos que los Lineamientos incentivan a las empresas a la autonomía financiera y al intercambio rentable entre sí y con el mundo extra–empresarial, al tiempo que al parecer se intenta conciliar la orientación del Plan con la autonomía de gestión empresarial (que el Che hubiera bautizado como premonopolista). Leemos: «Las relaciones económicas entre las empresas, las unidades presupuestadas y las formas de gestión no estatal se refrendarán mediante contratos económicos y se exigirá por la calidad del proceso de negociación, elaboración, firma, ejecución, reclamación y control del cumplimiento de los mismos como instrumento esencial para la gestión económica» (Lin. 10); y «Las empresas, a partir de las utilidades después de impuestos, cumplidos los compromisos con el Estado y los requisitos establecidos, podrán crear fondos para el desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores» (Lin. 19).

N o se discute en los Lineamientos la diferencia administrativa entre la etapa premonopolista y la de los trust, ni se aclara qué se piensa que Cuba podría aprender hoy de los países y corporaciones capitalistas más tecnificados.

Centralización o descentralización

Vinculado íntimamente a lo anterior, constatamos que el Che tiene un punto de vista claramente centralizador (aunque con matices al afirmar que no sería conveniente instalar una, creemos que única, fábrica de zapatos en La Habana, para abastecer a toda la Isla porque habría que considerar los inconvenientes y costos de transporte). Dice: «En la parte técnica, nuestro sistema trata de tomar lo más avanzado de los capitalistas y por lo tanto debe tender a la centralización. Esta centralización no significa un absoluto; para hacerla inteligentemente debe trabajarse de acuerdo con las posibilidades. Podría decirse, centralizar tanto como las posibilidades lo permitan; eso es lo que guía nuestra acción». (ACEP, p. 15).

Por su lado, los Lineamientos defienden el Plan central, pero incitan a la descentralización. Se lee: «Se propiciarán las condiciones para el logro de una descentralización del Plan de Inversiones y un cambio en su concepción, otorgándoles facultades de aprobación de las inversiones a los Organismos de la Administración Central del Estado, a los Consejos de la Administración, a las Empresas y Unidades Presupuestadas (Lin. 121).

Todo indica que Cuba sufrió mucho con procesos de planificación-decisión-administración-producción-distribución centralizados, que hicieron (sumándose al bloqueo de los EEUU) que en la mesa y la casa de los cubanos hayan sido tan escasos durante tantos años, tantos productos necesarios a un frugal «buen vivir».

Quizá la experiencia de Cuba ha mostrado los peligros de la centralización defendida por el Che, y que la articulación entre Plan y descentralización es una de las (difíciles) claves de una economía capaz de, en base a su eficiencia, poner poco a poco en práctica el lema que reza «de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos» (dentro de una vivencia frugal basada en las tres normas fundamentales de la ética; López Velasco 2010).

Participación obrera en la gestión

Acorde a su visón centralizadora de la gestión económica, el Che, so pretexto de su oposición al estímulo material directo, no fue partidario de la participación obrera en la administración empresarial, ni de los sindicatos (en su crítica al Manual soviético llega hasta augurar la desaparición de los mismos!). Dice: «…se nos critica el que los trabajadores no participan en la confección de los planes, en la administración de las unidades estatales, etc., lo que es cierto, pero de allí se concluye que esto se debe a que no están interesados materialmente en ellas, están al margen de la producción. El remedio que se busca para esto es que los obreros dirijan las fábricas y sean responsables de ellas monetariamente, que tengan sus estímulos y desestímulos de acuerdo con la gestión. Creo que aquí está el quid de la cuestión; para nosotros es un error pretender que los obreros dirijan las unidades; algún obrero tiene que dirigir la unidad, uno entre todos como representante de los demás, si se quiere, pero representante de todos en cuanto a la función que se le asigna, a la responsabilidad o el honor que se le confiere, no como representante de toda la unidad ante la gran unidad de Estado, en forma antagónica. En una planificación centralizada, correcta, es muy importante la utilización racional de dada uno de los distintos elementos de la producción y no puede depender de una asamblea de obreros o del criterio de un obrero, la producción que se vaya a hacer» (ACEP, p. 17).

Quizá aquí el Che asimiló la empresa a una guerrilla, en la que el Comandante debe decidir en cada combate, sin asamblea de combatientes. En un plano más filosófico se puede notar en sus palabras una invasión de la «racionalidad instrumental» (aquella que decide medios para fines predeterminados) en un espacio en el que la discusión-revisión permanente de los fines por parte de todos los ciudadanos es necesidad vital de la continuidad de la revolución. Creemos que Guevara no vio los peligros de la fórmula soviética que puso en manos de la dirección unipersonal a las empresas (los chinos optaron por la dirección colegiada, y a tono de lo que ocurre hoy allí parece que no les fue mucho mejor), sentando un pilar fundamental de la «nomenklatura» que ayudó a acabar con la URSS y se apropió como propiedad privada de los medios de producción tras la caída de aquélla. A la vista de aquella realidad, hoy el socialismo del siglo XXI reivindica como uno de sus pilares la democracia participativa y protagónica (siempre que posible, directa), también en la esfera de la producción y la administración; no en vano la consigna fundadora de la Revolución Rusa fue «todo el poder a los Soviets». (López Velasco, 2010).

Notamos que los Lineamientos incluyen la participación de los trabajadores, aunque la vinculan al mejoramiento tecnológico que aumenta la productividad (y a los cuidados ambientales), como lo hace el Lin. 139: «Definir nuevas vías para estimular la creatividad de los colectivos laborales de base y fortalecer su participación en la solución de los problemas tecnológicos de la producción y los servicios y la promoción de formas productivas ambientalmente sostenibles».

Cooperativas y sindicatos

En su carta sólo de manera indirecta podemos ver la oposición y desconfianza del Che en relación a las cooperativas y sindicatos. Sobre los sindicatos ya dijimos que el Che en su crítica al Manual soviético llegará hasta desear su extinción, y allí siempre enfocará el tema de las cooperativas a partir del único ejemplo de los koljoses, para criticarlos por: a) su diferencia en relación a la propiedad verdaderamente socialista que sería aquella en manos del Estado, y, b) su tendencia a pensar en su propia ganancia financiera, en detrimento del bien común.

Los Lineamientos, por su parte, incentivan fuertemente entre las modalidades no estatales de la propiedad y la producción, a las cooperativas de primer grado y de segundo grado. Leemos: «Se crearán las cooperativas de primer grado como una forma socialista de propiedad colectiva en diferentes sectores, las que constituyen una organización económica con personalidad jurídica y patrimonio propio, integradas por personas que se asocian aportando bienes o trabajo, con la finalidad de producir y prestar servicios útiles a la sociedad y asumen todos sus gastos con sus ingresos.(Lin. 25); y: «Se crearán cooperativas de segundo grado, cuyos socios son cooperativas de primer grado, las que tendrán personalidad jurídica y patrimonio propio y se forman con el objetivo de organizar actividades complementarias afines o que agreguen valor a los productos y servicios de sus socios (de producción, servicios y comercialización), o realizar compras y ventas conjuntas con vistas a lograr mayor eficiencia» (Lin. 29).

Por su parte el Lin. 189 dice: «Lograr que la entrega de tierras en usufructo propicie que los resultados produc tivos se asemejen a los actuales del sector cooperativo y campesino, donde el productor no será un asalariado y dependerá de sus ingresos…».

No recordamos haber visto en los Lineamientos ninguna mención al papel de los sindicatos.

Por nuestra parte hemos defendido la forma cooperativa como importante componente del socialismo del siglo XXI (López Velasco 2010), pero ahora nos damos el tiempo de la reflexión (y si fuera necesario de la revisión de conceptos) a la luz de las advertencias formuladas por el Che (que no sabemos hasta qué punto son recordadas y discutidas hoy en Cuba); defendemos también la importancia que los sindicatos deben tener en la transición al socialismo (y más allá?) en la defensa de la vida sana de los trabajadores y de su constante participación protagónica en la definición, gestión y control de las políticas productivas y socioambientales en general. En la Cuba de hoy ello es tanto más imprescindible por cuanto (si el Che decía en su carta que en la URSS estaba vedada la explotación) la empresa capitalista clásica ha sido amparada por los Lineamientos (el Lin 2. habla de «otras formas» de propiedad), y ya se ha autorizado la contratación capitalista de mano de obra (o sea, la explotación).

  

Rentabilidad Superpoblación y desempleo

El Che daba como propio del capitalismo («ideal», diríamos, por las ventajas que de hecho hoy tienen las grandes empresas, incluso para cubrir a costa del Estado eventuales pérdidas) la situación de un «mercado libre donde productores rentables y no rentables, eficientes y no eficientes, compitan, y los no eficientes mueran de inanición»(ACEP 10); y criticando la adopción de la política de rentabilidad mercantil en las empresas de la URSS y otros países del campo socialista de Europa, anota que «se produce un reajuste en la economía de acuerdo con la eficiencia de los distintos sectores y unidades y aquellos sectores o unidades que no son suficientemente eficientes desaparecen. Se cierran fábricas y emigran trabajadores yugoeslavos (y ahora polacos) a los países de Europa Occidental en plena expansión económica» (ACEP, p. 12).

Los Lineamientos contienen una macro-orientación en el rubro «Empleo y salario», que dice: «Modificar la estructura del empleo, reducir las plantillas y ampliar el trabajo en el sector no estatal»; también se dice: «Las empresas estatales o cooperativas que muestren sostenidamente en sus balances financieros pérdidas, capital de trabajo insuficiente, que no puedan honrar con sus activos las obligaciones contraídas o que obtengan resultados negativos en auditorías financieras, serán sometidas a un proceso de liquidación o se podrán transformar en otras formas de gestión no estatal, cumpliendo con lo que se establezca al respecto» (Lin. 17). Un autor cubano, revolucionario, estimó en un millón y medio el número de asalariados del sector estatal que serían puestos en la calle, y juzgó imposible que todos ellos pudieran transformarse en cuentapropistas, cooperativistas o pequeños empresarios (lo que significa, inminencia de desempleo, marginalización y criminalidad) .

La vocación latinoamericanista e internacionalista

Creemos que los Lineamientos siguen el espíritu latinoamericanista e internacionalista que siempre mostró el Che en su pensamiento y acción; así se dice: «Dar prioridad a la pa rticipación en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), y trabajar con celeridad e intensamente en la coordinación, cooperación y complementación económica a corto, mediano y largo plazos, para el logro y profundización de los objetivos económicos, sociales y políticos que promueve» (Lin. 114); y, «Continuar la participación activa en la integración económica con América Latina y el Caribe, como objetivo estratégico, y mantener la participación en los esquemas regionales de integración comercial en que Cuba logró articularse: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), Comunidad del Caribe (CARICOM), Asociación de Estados del Caribe (AEC), PETROCARIBE y otros; y continuar fortaleciendo la unidad entre sus miembros» (Lin. 115).

 

Medio ambiente y energías limpias

Nada dice el fragmento de la carta del Che acerca de los cuidados medioambientales y el uso de energías limpias (en 1965 el tema recién empezaba a despuntar con fuerza en Occidente y no había llegado a los países del socialismo real, aunque en Cuba participamos a mediados de los años 70 de campañas de colecta de vidrios tirados en terrenos baldíos, para proceder a su reutilización o reciclaje). Los Lineamientos, por el contrario, recogen en varios pasajes esas cuestiones y hacen lugar a la importancia de la educación ambiental; por ejemplo, el 133 dice: «Sostener y desarrollar investigaciones integrales para proteger, conservar y rehabilitar el medio ambiente y adecuar la política ambiental a las nuevas proyecciones del entorno económico y social. Priorizar estudios encaminados al enfrentamiento al cambio climático y, en general, a la sostenibilidad del desarrollo del país. Enfatizar la conservación y uso racional de recursos naturales como los suelos, el agua, las playas, la atmósfera, los bosques y la biodiversidad, así como el fomento de la educación ambiental» ; y el 247 reza: «Potenciar el aprovechamiento de las distintas fuentes renovables de energía, fundamentalmente la utilización del biogás, la energía eólica, hidráulica, biomasa, solar y otras; priorizando aquellas que tengan el mayor efecto económico».

Una breve observación final

 

Notamos que los Lineamientos no fijan plazos/metas cronológicas para objetivos mayores (por ejemplo, estipulando que hasta tal año se acabarán en las grandes ciudades los problemas con la falta o irregularidad de los medios públicos de transporte, etc.); además de parecernos una carencia en materia de planificación-gestión-control táctico-estratégicos, creemos que ello puede conspirar contra un mayor entusiasmo de una buena parte de la población en la ejecución-mejoramiento de esas directrices, a la vista de un cierto desánimo que puede brotar de las privaciones sufridas a lo largo de tantas décadas, y que no fueron subsanadas hasta hoy tras diversos cambios y rectificaciones de orientación.

Quedamos a la espera de las críticas y observaciones (en especial de parte de l@s compañer@s cuban@s) que nos ayuden a madurar estas ideas, y que contribuyan a pavimentar el difícil camino que lleva hacia el socialismo (en perspectiva ecomunitarista).

Bibliografía

GUEVARA, Ernesto. Sobre el sistema presupuestario de financiamiento , publicado

originalmente en 1964, in Obras 1957-1967, vol. II, p. 251-285, La Habana: Casa de

las Américas, 1970.

GUEVARA, Ernesto. Apuntes críticos a la Economía Política. La Habana: Editorial de

Ciencias Sociales/Centro de Estudios Che Guevara/Ocean Press, 2006.

LÓPEZ VELASCO, Sirio. El socialismo del siglo XXI en perspectiva ecomunitarista.

San Lu is Potosí, México: UASLP, 2010.

TABLADA, Carlos. El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, La Habana:

Casa de las Américas, 1987.