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El pensamiento utópico, la hidra capitalista y el censo del PCE: reflexiones para el XX Congreso

Fuentes: Rebelión

Desde que Engels escribiese entre 1876 y 1878 esa pequeña obra titulada Del socialismo utópico al socialismo científico, tan útil desde el punto de vista referente a las cuestiones organizativas del movimiento y de los partidos obreros, pero tan imbuida también de la razón científico-técnica del momento, pareciese como si una pesada losa se hubiese […]

Desde que Engels escribiese entre 1876 y 1878 esa pequeña obra titulada Del socialismo utópico al socialismo científico, tan útil desde el punto de vista referente a las cuestiones organizativas del movimiento y de los partidos obreros, pero tan imbuida también de la razón científico-técnica del momento, pareciese como si una pesada losa se hubiese postrado sobre los hombres y mujeres que, desde el mismo movimiento obrero, luchamos por la utopía1. No descubro nada nuevo, y el tema es una cuestión tratada ampliamente por otros marxistas, por lo que no es necesario reproducir debates2. Solo la genial heterodoxia de pensadores como Ernst Bloch supo ver en el pensamiento utópico ese impulso o necesidad de trascender que, a pesar de todas las dificultades, mantiene vivo el pensamiento comunista en Occidente aun en la actualidad3. Otros y otras, en cambio, tomaron la propuesta de Engels desde el punto de vista más mutilante de la razón a la que representaba, la cual no era absoluta sino contextual. Desde entonces, muchos y muchas dentro del movimiento obrero y de las organizaciones comunistas desdeñaron el concepto «utópico» sin tener en cuenta que la obra de Engels aludía a una separación histórica de dos momentos del movimiento obrero, caracterizada por la organización de los partidos comunistas; organización a la que Engels y Marx, entre otros, dieron un impulso fundamental en aquellos años. Desde entonces lo utópico se ha vinculado a las cuestiones más infantiles de la lucha de clases, correspondiendo a los partidos comunistas la organización «científica» del movimiento obrero. Aquella obra sirvió en su momento ciertamente para organizar una respuesta colectiva por parte de los partidos obreros organizado de forma colectiva a través de las Internacionales obreras para presentar batalla al capital. Hoy el contexto y la situación son muy distintos, sin un movimiento internacional organizado, si bien la tarea continua siendo fundamentalmente la misma. La hidra capitalista, ese monstruo con múltiples cabezas que describe el sup. insurgente Galeano en sus recientes reflexiones sobre el método zapatista, resultó ser un muro mucho más difícil de derribar de lo que parecía, hasta tal punto que nuestro pensamiento y nuestra acción constituyen actualmente poco más que una grieta4. La razón científica de autores como Engels o Marx no bastó para derrotar a un enemigo tan polifacético. Hoy el muro sigue si cabe más reforzado que nunca, lo que debe invitarnos a pensar en qué hemos fracasado a la hora de tratar de derribarlo.

Saltando en esta historia subjetiva del movimiento obrero, autores como Gramsci vieron en la burocratización del mismo un motivo por el que tal vez ese muro fuese tan duro de derribar. No quiero prescindir de la aportación fundamental de Lenin, pero hoy la organización del Partido Comunista de España (PCE) está tan alejada de las aportaciones de estos dos hombres, que sería interesante -cuando no necesario- pararse a pensar, aunque solo fuese un segundo, sobre el rumbo que toma la praxis comunista en nuestro país. Recientemente Cayo Lara publicaba en Mundo Obrero, órgano de expresión del PCE -al menos de parte de él-, unas reflexiones al hilo de la próxima celebración del XX Congreso, con la intención de generar debate5. Se trataba en realidad de una crítica velada a Alberto Garzón y el proyecto de Unidad Popular (UP), desde una reafirmación identitaria que solamente pretende salvaguardad la estructura de una Izquierda Unida (IU) que no ha sabido interpretar ni aprovechar su papel en un contexto de crisis económica en el que le hubiera correspondido ser el motor de cualquier cambio impulsado por parte de las clases subalternas frente a la agresión neoliberal que venimos sufriendo desde el pasado 2007, si no desde mucho antes. Es un gesto que le honra, puesto que en el debate y en la democracia interna debe fundamentarse cualquier propuesta de una organización obrera, tanto más de un partido comunista. Sin embargo, considero que se muestra demasiado autocomplaciente ante su gestión, la cual en buena medida, junto con otras gestiones anteriores, han dado al traste con el proyecto de IU, llevándonos a la situación actual. Alberto Garzón simplemente ha salvado los muebles, agarrándose para ello a un aparato que debe desaparecer -y esto hay que empezar a decirlo abiertamente- o fagocitará no sólo a IU, sino probablemente también al PCE6. El problema, desde mi punto de vista, es contrario a lo que opinan muchos y muchas de mis camaradas. Mientras que ellos y ellas ven que en el XX Congreso del PCE se dirime la continuidad de IU o su disolución en UP, cuestión que es muy cierta, yo veo más que lo que se dirime es la continuidad del PCE como una fuerza capaz de influir en la sociedad y organizar una respuesta a la agresión neoliberal de la que hablábamos antes, de constituirse, en definitiva, como una grieta más en ese gran muro que representa la hidra capitalista. Lo que se dirime, en definitiva, es la propia continuidad del PCE. Esto, fuerzas como Podemos y sus dirigentes lo han comprendido mucho mejor que nosotros y nosotras, si bien corren el riesgo de que su propio proceso de burocratización termine también con ellos. Actores políticos como Cayo Lara y otros deben apartarse y no crear más división y confusión más allá de apoyar y reforzar la gestión de Alberto Garzón.

La sensación que me produce este hecho es de desidia. Pareciera como si se hubiese perdido la ilusión, esa necesidad de trascender que alimenta el pensamiento utópico y que en otros momentos de nuestra historia nos hizo alegres y combativos a pesar de dificultades que no eran menores que las que afrontamos en la actualidad. En cambio, el XX Congreso se prepara como un trámite en el que todo aparece ya vendido y en el que solamente se quiere resolver la cuestión IU-UP, es decir, una lucha por el aparato en lugar de un punto de encuentro de comunistas que, en visos de desaparecer como actor que históricamente ha representado, para bien y para mal, tanto para nuestro país, se juntan para organizar una respuesta colectiva capaz de plantear una alternativa, ya sea al margen o a través de las instituciones. Hoy ya todos y todas sabemos que la caída en el electoralismo más rampante ha sido el gran fracaso histórico no solo de IU, sino sobre todo del PCE, pero no hacemos nada para solucionarlo. En cambio, se califica de «utópica» cualquier propuesta al margen de prestar batalla en las instituciones, como si eso fuese algo malo. Se bloquea cualquier propuesta alternativa y se vive pendiente de las acciones de otras organizaciones políticas en las instituciones, como si sus fracasos fuesen nuestras victorias, cuando en realidad perdemos todos y todas.

El PCE no debe depender de nadie, tiene que organizar su propia respuesta, por eso y por ningún otro motivo militamos en esta organización. Debe tender la mano a cualquier propuesta de cambio siempre que ello no suponga renunciar a sus principios. Para ello, debe también de pensar qué hacer, la pregunta maldita. Debe salir de esa lógica electoralista a la que la actualidad nos aboca, sin renunciar a estar en las instituciones -por supuesto, también hay buenos ejemplos de comportamiento ejemplar en ellas-, pero no a cualquier precio. Debemos volver a creer, en definitiva, en que constituimos un actor vivo y no una tradición a la que acudimos de forma autoreferencial cuando no tenemos otra cosa que ofrecer. El propio Walter Benjamin recordaba en sus últimas reflexiones, Tesis sobre filosofía de la historia (1940), que:

» La verdad es que no hay un solo instante que no lleve consigo su oportunidad revolucionaria. Solo exige que se la entienda como una oportunidad específica, es decir, como la oportunidad de dar una solución nueva a desafíos totalmente inéditos. Para el pensador revolucionario la oportunidad revolucionaria de cada momento tiene su banco de pruebas en la situación política existente»7.

Por desgracia, un error en el censo no me permitirá participar, de momento, en este proceso congresual, igual que a otros compañeros y compañeras, un ejemplo más de la absurda burocratización, la cual deja tras de sí situaciones surrealistas en la que un partido en visos de dejar de ser lo que históricamente ha representado se permite el lujo de desechar a su militancia, como si el pago de cuotas fuese lo más importante que un militante comunista tiene que ofrecer a su organización.

Notas:

1 ENGELS, Friedrich. Del socialismo utópico al socialismo científico. Utilizamos la edición digital de Marxist Internet Archive, 2000. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/

2 SACRISTÁN, Manuel. Utopías y pensamiento utópico. Madrid: Espasa-Calpe, 1982. Del mismo autor: El pensamiento utópico en el mundo occidental. Madrid: Taurus, 1979.

3 BLOCH, Ernst. El principio esperanza. 3 v. Utilizamos la edición de Madrid: Aguilar, 1977-1980.

4 Sup. insurgente Galeano. «El Muro y la Grieta. Primer apunte sobre el método zapatista». Disponible en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/05/03/el-muro-y-la-grieta-primer-apunte-sobre-el-metodo-zapatista-supgaleano-3-de-mayo/

5 LARA, Cayo. «PCE e IU: orgullo de una izquierda soberana» en Mundo Obrero (11/03/2016). Disponible en: http://mundoobrero.es/pl.php?id=5594

6 Otra reflexión reciente, muy interesante, es la de Antonio Zugasti. Vid. ZUGASTI, Antonio. «Carta abierta a Alberto Garzón» en la marea.com (19/03/2016). Disponible en: http://www.lamarea.com/2016/03/19/83586/

7 En CUESTA, Raimundo. «Materiales para comentar las tesis de Walter Benjamin sobre el concepto de historia». Incluye el texto completo. Disponible en: http://grupoeculturalesagramsci.blogspot.com.es/

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